Margarita (skgr)

Tengo un gran espejo en la habitación: es un frente de armario que cubre toda la pared. Estaba admirando mi cuerpo moreno. Mis tetas redondas y firmes a mis 40 años. Mi gran melena castaña, impecablemente mantenida a la altura de mis pechos. Mi coño totalmente depilado al láser.

Siempre he llevado el pelo largo salvo un par de periodos. De niña me corté el pelo como un chico para escapar de los niños que me acosaban. Cuando conocí a mi marido enseguida me contó su perversión con las mujeres rapadas. Para seducirlo ha habido momentos en que he llevado la nuca rapada. Una temporada me hice el un bob muy corto con la nuca rapada al cero al aire. Pero desde hace seis años llevo una melena larga, quizás demasiado larga para mi edad. Voy demorando el cumplimiento de las peticiones de rapado que me hace mi marido como hizo la protagonista de las Mil y Una Noches.

Uno de esas argucias para tener entretenido a mi marido y no raparme la cabeza ha sido pelarme el coño. Tengo ahí una gran pelambrera. Al principio me la rapaba con maquinilla y a veces me lo afeitaba con cuchilla. Desde hace unos años voy a una esteticien para que me lo depile al láser. Primero me dejé una banda vertical de pelo que se fue estrechando paulatinamente. Desde que acabó el confinamiento decidí que el depilado sería integral. Y la depilación al láser es para toda la vida.

De repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tuve que ponerme el pijama para dormir. Por la noche me subió la fiebre.
A la mañana siguiente, llamé al centro de salud para pedir cita con mi médica. En cuanto les dije mis síntomas me contestaron que el protocolo obligaba a hacer una PCR antes de que me viera la doctora. Tuve que ir esa tarde con mi coche a un aparcamiento en el que me tomaron esa desagradable muestra con el gran bastoncillo que te meten hasta casi llegar al cerebro.
-Sólo contactarán contigo si sale positivo- me dijo la enfermera que me atendió.

Al día siguiente estaba sola en casa porque mi marido se había ido a trabajar. A pesar de que todavía me encontraba mal salí a comprar el pan y el periódico. Nada más abrir la puerta vi que sobre el felpudo el portero había dejado una notificación. Era un sobre troquelado del Servicio de Salud. Al abrirlo leí: PCR POSITIVA. El estupor hizo que me bailaran el resto de párrafos de la carta. Otra frase estaba destacada: Antes de iniciar los 14 días de confinamiento acuda a la barbería sita en la Plaza Mayor, para tratamiento.

Me extrañó lo de la barbería pero estaba tan desorientada que enseguida me calcé para salir corriendo.

Entré medio avergonzada y dije: -es que me ha salido la PCR positiva y la notificación pone que viniera aquí.
La peluquera rubia, guapísima, enseguida se dio cuenta de que se trataba y me dijo:
-Si, es aquí. Pasa. Pasa rápido. En estos casos, cuanto antes actuemos mejor.
Me insistió para que no me quitara en ningún momento la mascarilla y me lavara bien las manos con gel hidroalcohólico y me acompañó hasta el sillón.

-Hola, yo me llamo Ana- me dijo mientras me cubría con una capa.
-Yo soy Margarita.
-Bueno, bueno, así que PCR positiva- la sonrisa se le intuía tras la mascarilla.

De repente, me había atado a la silla.
-¿Pero qué me haces?- grité.
-Tranquila, tranquila- me susurró mientras acababa de atarme las muñecas a los brazos del sillón -es que el tratamiento es un poco fuerte. Podrías asustarte e irte. Y entonces te pondrían una multa si te pillara la policía por la calle. Y a mi otra por habérseme escapado una apestada. Mira lo pone en tu notificación- y entonces pude leer que debajo de PCR POSITIVA decía “retención mecánica autorizada”.

Era muy fácil decirlo pero muy difícil estar tranquila. Me habían dicho que estaba infectada, me habían mandado a una barbería todavía no sabía por qué, y ahora una rubia guapa me ataba de manera que no podía moverme.

-Ahora es muy importante que estés tranquila. Acabaremos enseguida y te podrás ir a tu casa.
Así no hay quien se tranquilice. Pensé yo.

Le vi coger una maquinilla. Quitarle el peine y limpiarla con un pequeño cepillo. Pensé que estaría recogiendo los utensilios que había utilizado con el anterior cliente pero en un parpadeo la encendió y me vi con un surco rapado al cero en mitad de mi cabeza.
-¡aaaaasahhhhhhh!!!!!¿Pero qué haces, loca?
-¿Pero tu no sabes lo que significa PCR?
-Claro que lo sé- respondí mientras se me humedecían los ojos.
-¿A ver la P qué significa?- se estaba poniendo chula la rubia.
-Polimerasa.
-¡No! la P es de prueba. ¿Y la C?.
-La C significa chain- dije con media voz.
-Tampoco. La C es de cabeza.
-¿Y la R?- pregunté angustiada.
-La R es de rapada. Prueba de Cabeza Rapada.
-Pero no puede ser- dije gimoteando.

El siguiente pase de la maquinilla fue paralelo al primero.
El hueco rapado al 0 de mi cabeza se ampliaba hacia la izquierda.
El tercero lo amplió hacia la derecha. Todavía parecía mi melena.
Yo sentía una especie de vértigo, un estremecimiento que me recorría la médula espinal, el deseo de estar viviendo un sueño.
Luego la pasó desde la patilla, limpiando la cabeza de pelo hasta conectar con la parte de arriba ya despejada.
Me trasquiló por encima de la oreja derecha. La zona calva iba ampliándose cada vez más.
Me peló detrás de la oreja hasta llegar a la coronilla.
Se cambió de lado para rasurarme desde la patilla izquierda hasta la parte de arriba.
Me peló por encima de la oreja izquierda.
Me esquiló detrás de esa oreja.
Ya solo quedaba pelo en la parte de atrás. Buen pelo, pelo largo.
La peluquera se alejó de mí. Dio unos pasos hacia atrás. Me miró concentrada. Por Dios, que no me dejé así, recé yo.
Puso la maquinilla en vertical, como si esta fuera a zambullirse en una piscina, y tonsuró con facilidad desplazando mis mechones hasta que nada los sujetó a la nuca.
Cayeron, planeando hasta los azulejos del suelo.
Dos estocadas similares despejaron los últimos mechones.

Fue rapidísimo. Entré con una melena preciosa, castaña, teñida claro, porque a mi edad ya han aparecido las canas, pero muy bonita, muy larga. Y ya no quedaba nada.
Ana se esmeraba con los últimos pelos, con los últimos restos.
Me pasó al lavacabezas y pude sentir el agua caliente por primera vez en mi nueva cabeza rapada.

-Al final voy a hacerte una PCA en lugar de una PCR, que es mas elegante.
Estaba tan abrumada que no encontraba palabras para decirle.

Preparó un mortero con espuma de afeitar.
Lo removió con la brocha hasta que le complació la textura.
Me pintó un primer brochazo desde la frente hasta la nuca.
Volvió a mojar la brocha.
Me repintó el lado derecho con espuma de afeitar. Lo hacía muy lentamente, deleitándose en la operación, mirándome a los ojos mientras yo luchaba para apartar la mirada.
Me llenó de espuma blanca, gruesa, el lado izquierdo.
Me dibujó un cruz en la nuca y luego rellenó los huecos.
Desechó la cuchilla usada y le puso una nueva a la navaja.
Empezó a afeitarme por la frente.
Con golpes cortos de muñeca. Cada cuatro o cinco limpiaba la navaja en la toalla que me rodeaba el cuello.
La diferencia se apreciaba. Cuando rapada al 0, mi cabeza todavía tenía un color oscuro intenso, ahora era blanca, casi tan blanca como la espuma que ocultaba el resto de mi cuero cabelludo.
Ahora raía ya cerca de la coronilla.
Parecía calva, pero mi pelo sólo era espuma blanca.
Rasuró ambos lados enérgicamente, desplazando la chaira de arriba a abajo.
Se acercó mucho mientras me afeitaba la nuca, para que sintiera su aliento.

-Voy a repetirte el afeitado, para asegurarme que te quede bien suave.
-De perdidos al rio- le contesté cínica.

Cuando hubo acabado deslizó un dedo lentamente desde la frente hasta la nuca y suspiró.
Me estremecí.
Me untó con un aftershave mantequilloso. Se demoró masajeándome.

Me desató de la silla y me dijo -invita la casa…eh… el Servicio de Salud, quiero decir.

Caminaba rápido hacia donde vivo, mirando hacia el suelo, avergonzada, tocando furtivamente de vez en cuando mi cabeza pelada.
Me sonó el teléfono.
-Buenos días, le llamo de su centro de salud. Es para decirle que la PCR ha salido negativa.
-¿Cómo negativa?
-Si, negativa.
-Pero…pero- balbuceé -si me ha llegado una notificación esta mañana que decía que era positiva.
-No es posible. Nunca enviamos notificaciones. Lo comunicamos siempre por teléfono.- y colgó.

Entonces me di cuenta -¡Lo mato!¡Yo lo mato!- grité al aire.

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Author: mdj

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