Me llamo Dallas (skgr)

Me llamo Dallas y vivo en Phoenix. Soy madre de una niña de 10 años. La tuve cuando todavía estudiaba en la High School. No quise saber nada más del padre, era un borracho que me ligué en una fiesta. Soy muy alta y creo que bastante guapa.

En 2016 aparecieron unos carteles en el campus: córtate el pelo gratis y gana hasta 1.000 dolares. Yo ya lo había llevado corto pero ahora lucía mi larga melena pelirroja rizosa. Todavía vivía con mis padres, que se hacían cargo de todos los gastos de Daisy y de mi universidad. Quería tener un poco de dinero propio para comprarle algún regalo. Así que llame al número. Me atendió un tipo con la voz muy grave. Me dijo que el corte de pelo sería en HAIR LOGIX, la peluquería del campus, y que se grabaría en video. Le pregunté que tenía que hacer para ganar los 1.000 pavos y me contestó que afeitarme la cabeza. ¿Pero cómo? le pregunté. Afeitado es afeitado, una peluquera te pasará la maquinilla, te embadurnará la cabeza con espuma de afeitar y te afeitará con una navaja, me dijo. Yo no estaba preparada para eso, así que colgué.

Al cabo de unos días, me devolvió la llamada y me dijo que pagaba 1.000 dolares si la chica aceptaba afeitarse la cabeza pero que no era el único corte posible aunque en ese caso pagaría menos dinero. Me preguntó como estaría dispuesta a cortármelo. Le dije que corto. Tendría que ser muy corto, me contestó, para que luego nos compren el vídeo, un pixie rapado. Yo ya he llevado un pixie pero no sabía bien que era un pixie rapado. La peluquera te hará un degradado con la maquinilla por los lados. Me pareció asumible. Te podremos pagar 600 dolares, me dijo. Lo acepté.

Fui a la peluquería con mi hija de seis años. Yo tenía miedo ante lo que me podría encontrar pero era una peluquería normal, un comercio más de los que hay en el campus. Había mas gente cortándose el pelo. Me saludó Jim, el chico con el que había hablado por teléfono y me presentó a Mónica, mi peluquera. Mónica es una belleza india con una larga melena negra. Debe volver locos a los hombres.

Mónica me invitó a sentarme en uno de los sillones. Estaba rodeado por dos cámaras de vídeo.

– Entonces, ¿no te atreves a afeitarte la cabeza?- disparó.
– Todavía no- contesté mientras se me enrojecía la cara.
– “Todavía”. Entonces hay esperanza de que lo hagas en un futuro.
Preferí no contestar.

Mónica me puso una capa negra y empezó a cepillarme la melena. Con un peine de bayoneta me separó la tapa superior del pelo y lo enrolló en un moño. Las cinco sextas partes de mi melena colgaban a los lados de mi cabeza.

Mónica cogió una maquinilla y mis rizos empezaron a caer. Me tranquilizó ver que el pelo aún quedaba bastante largo, una o dos pulgadas.

Cuando hubo rodeado toda mi cabeza y extirpado mis rizos pelirrojos, Mónica se dirigió a la bandeja para cambiar el peine de la maquinilla. Volvió a acercarla mi patilla izquierda y la desplazó hasta casi llegar a la sien. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando pude ver el lateral de mi cabeza en el espejo: estaba blanco. La falsa tranquilidad que me había dado la primera pasada de la maquinilla me la quitaba la segunda. Una buena parte de los lados y por detrás iba a quedar al 0.

Cuando me hubo rapado al 0 los laterales hasta las tres cuartas partes de su altura empezó a jugar con los peines de diferentes espesores para hacer el degradado. Era en todo caso un rapado muy corto porque para el borde de las patillas y la nuca utilizó una afeitadora de rodillo. El degradado iba desde el afeitado de la parte más baja hasta un número 2 al lado de donde empezaba el pelo largo pero la mayor parte estaba al cero.

La bella Mónica desenrolló mi moño y procedió a cortar la poca melena que me quedaba sin contemplaciones. Luego, cuando ya había cortado de un tajo la mayor parte me preguntó que longitud dejaba. Como yo soy muy chula le dije que un poco más corto de lo que me proponía. No creo que fueran más de tres pulgadas.

Estuvo recortando y recortando. Luego me volvió a pasar la maquinilla para dejar bien graduado el degradado.

Mi impresión era de frescor. Me veía juvenil. Me veía guapa. Me veía cambiada. Me daba vértigo: mis lados eran blancos ahora.

El vídeo fue un éxito.

(Nota del autor: cuando le enseñé el vídeo de Dallas a mi mujer me dijo -es el primer corte de pelo que me propones que me parece aceptable socialmente. Mi mujer no es tan alta como Dallas pero es mucho más guapa y lleva una larguísima melena castaña.)

Cuatro años después, cuando ya apenas me acordaba, comenzaron a llegarme felicitaciones y piropos por instagram. Resulta que Jim había publicado el vídeo en YouTube. Antes sólo lo podían ver los suscriptores de su página.

A los pocos días me llamó -¡tu vídeo tiene 40.000 visualizaciones! Mis seguidores de instagram me dicen que tienes que repetir. ¿Cómo llevas el pelo ahora?
-Pues casi tan largo como entonces.
-Magnífico. ¿Qué te parece volver a cortártelo?
-Siempre que no me afeites la cabeza entera me parece bien. ¿Cuánto me pagarías esta vez?
-Si es un pixie un poco más drástico que la vez anterior podría llegar a 800 dólares.
-Vale.

Monica seguía tan espectacular como hacía cuatro años.
-¿Qué tal estás Dallas?
-Muy bien. Un poco nerviosa porque no sé bien cómo me lo vas a cortar.
-Jim me ha dicho que te lo corte como a Gabrielle. Es un poco más corto que la otra vez pero como sigues sin atreverte a afeitarte toda la cabeza…- me dijo sonriendo cariñosamente.
-Desde luego. Eso me da mucho miedo.
-¿Qué te pareció el corte que te hice hace cuatro años?
-Me encantó. Lo que pasa es que el pelo crece muy rápido.
-¿Y a tus conocidos?
-A mis amigas les gustó mucho. Esa época ligué muchísimo y conocí a mi marido. En cambio mi madre me dijo que estaba loca: “¡Con la melena tan bonita que tenías!”

Monica ya me había separado la parte de arriba y había sujetado el moño con una pinza.

Cogió la maquinilla y me la pasó desde la patilla hasta la raya de separación. ¡Esta vez era completamente al cero! Rapó y rapó. Mis largos rizos caían nuevamente al suelo. En la parte de atrás la maquinilla llegó hasta el remolino que tengo en la coronilla. ¡Ahora sí que tenía los lados blancos!

Cogió espuma de afeitar y me embadurnó toda la zona rapada. Yo estaba muy nerviosa.

-Ahora tranquila Dallas. Es muy importante que estés quieta.

Empezó a retirarme la espuma con la navaja. Raspaba varias veces en cada zona y comprobaba con el dedo que quedaba bien apurado.

-¡Si que hay diferencia!- le dije mientras acariciaba mi cuero cabelludo afeitado -está mucho más suave. ¡Y todavía más blanco! ¿Me dejarás arriba el tupé ondulado de la vez anterior?
-A ver qué puedo hacer. Jim me ha dicho que te lo corte bastante más.

Arriba tenía una franja de pelo considerablemente más estrecha que hace 4 años. También ocupaba menos longitud de la cabeza porque me había afeitado hasta la coronilla. Esta vez ya no preguntó con qué longitud me lo dejaba. Empezó a cortar con la tijera como si no hubiera un mañana. La parte más cercana a la coronilla la dejó casi rapada. El pelo más largo apenas medía media pulgada y solo un par de rizos en la frente recordaban a un tupé si los peinabas con gomina hacia arriba.

Está vez Jim se aprovechó de mi. Más que un pixie radical me ha dejado con un mohawk con dos ricitos pelirrojos.

(Nota del autor: mi mujer acaba de llegar de la peluquería. Se ha hecho el primer corte de Dallas. Está espectacular. Nos vamos directamente a la cama. Estoy deseando que me lo cuente todo…)

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Author: mdj

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