Mentira piadosa (Underwood)

Llegué cabreada, aventé la mochila por los aires. Y no era para más.

Perdón por no presentarme pero mi enojo es muy grande. Me llamo Sofía, tengo 16 años y el día de hoy en el cole la directora me hizo pasar la peor de las vergüenzas. Estaba en el descanso platicando con Roberto, el chico más lindo de toda la escuela, y era el momento más perfecto, los dos solos hablando del baile que habría ese fin de semana cuando de pronto la maldita y amargada directora de la escuela, sin aviso, me tomó por la oreja para llevarme a la dirección.

Yo estaba que me moría de la pena ya que no se ni qué expresión hice frente a Roberto. Ya en la dirección la amargada de la directora me estaba regañando por faltar al reglamento de la escuela y es que, como es un colegio religioso, las mujeres no pueden traer el cabello más largo de los hombros, además de usar el estúpido uniforme en orden: calcetas azul marino largas hasta la rodilla y falda a cuadros un dedo por encima de la rodilla, blusa blanca y un chaleco azul que nos hace parecer mono de circo.

En fin, traté de dialogar con la directora diciéndole que mi madre ya había hablado con ella para pedirle permiso por mi fiesta de cumpleaños, la cuál ya había pasado hace 3 meses, a lo cual ella me reprendió y me dijo que si no llegaba al otro día con el cabello como marca el reglamento de la escuela, no podría asistir al baile. ¿Pueden creerlo? El baile del que tanto había planeado con Roberto. Por eso fue que llegue enojada a mi casa y me fui directa a mi habitación, pues mis padres trabajan y estoy sola por las tardes y no tengo con quien desquitar mi ira. Ya en mi cuarto busque unas tijeras y entré al baño y verme en el espejo.

Soy bajita, mido 1.58, delgada, con unos senos que empiezan a desarrollarse, mi color de piel es bronceada cabello castaño oscuro y unos ojos aceitunados que ya antes me había mencionado Roberto que le encantaban. Después de tomar un poco de aire empecé a recortar mi cabello sólo un poco para llegar al corte aprobado por el colegio, pero sin darme cuenta estaba cortando de más y mi respiración se hacía más rápida y agitada. No se si era el enojo o que estaba disfrutando de mi travesura. Cuando me pude detener ya tenía el cabello long bob y se me había rizado un poco. Al ver el piso estaba lleno de mechones y mis típicos zapatos escolares estaban llenos de cabello por lo que decidí quitármelos al igual que las calcetas. Volví a tomar aire y decidí por locura hacerme un flequillo recto y la estilista de Sofía comenzó de nuevo manos a la obra. El resultado fue un desastre pero no me importaba, estaba disfrutando de mi locura cortando y cortando hasta llegar a tener cabello de chico, solo un poco más largo del de Roberto. Cuando me detuve de cortar empecé a sentir pequeños cabellos picando mi cuello por lo que decidí quitarme toda la ropa. Este era mi momento y no quería que nada ni nadie me estorbara. De nuevo tome aire y seguí cortando mi cabello ya sin miedo y sin una medida deseada, hasta dejarlo ( no sé mucho de medidas de cortes) pero yo creo que hasta el número dos, eso sí con trasquilones por toda mi cabeza.

Me mire en el espejo, ese espejo que tan solo minutos antes reflejaba la imagen de una chica de cabello largo y uniforme escolar y ahora reflejaba una chica en ropa interior y calva; pero no me veía mal. Mis ojos rasgados parecían como de gato y mi piel sacaba a relucir unas pecas que no recordaba que existían. De nuevo los pelitos que picaban todo mi cuerpo y hacían cosquillas a mis pies desnudos eran los que me traían a la realidad de nuevo. Emocionada y desnuda corrí a la habitación de mi padre y tome su maquinilla de afeitar, ya saben esa Gillette de quién sabe cuántas hojas y que según anuncian no irrita y su corte es total.

Subí de nuevo corriendo a mi habitación, me sentía como una chiquilla jugando escondidas con una emoción terrible que no me permitía ni tragar saliva. Por otra parte mi cuerpo transpiraba de más por la emoción. Al llegar de nuevo a mi baño tome un poco de acondicionador de cabello y empecé a cubrir toda mi cabeza que parecía como acariciar un kiwi y sin demorar mucho empecé la afeitada con sentido al crecimiento del cabello.

Cuando sentía que la maquinilla ya no afeitaba más la ponía directa a la llave del grifo con agua caliente y seguía afeitando. Todo era por instinto, como si fuera algo que ya hubiera hecho aún, que yo en mi vida había tomado una maquinilla de afeitar ya que no me crece mucho vello en las axilas ni en las piernas y cuando tenía que depilarme usaba una crema de esas que tienen un olor a drenaje pero te dejan la piel suave. Al terminar de afeitar mi cabeza completa volví a tomar más acondicionador para cubrir mi cabeza completa que ya no se sentía como un kiwi si no como un cristal liso y un cosquilleo sentía en mi cabeza. Sin darme tiempo de disfrutarlo volví a repetir la misma acción de afeitar pero ahora a contra pelo y verificando que no quedaran zonas rasposas, repasando en la coronilla donde se forman los remolinos de la cabeza.

Terminando de afeitarme la cabeza me sentía muy cansada, agitada y un cosquilleo que se ubicaba en mi sexo me llamó la atención: parecía que me había orinado, era algo que nunca había experimentado, mi sexo completamente mojado, pero aún sentía mucha adrenalina, hacía las cosas rápido como si mi vida dependiera de ello.

Quería seguir afeitando pero ya no tenía cabello en mi cabeza para afeitar por lo que empecé a llenarme de acondicionador el cuerpo completo como si fuera bronceador de playa antes de entrar a la alberca. Acto seguido empecé a afeitar mis brazos, mis piernas, mi sexo y afeite hasta esos pequeños pelitos que nacen en el dedo gordo del pie, esos que son casi invisibles y también me deshice de ellos. Me detuve hasta que llegue a mis pobladas cejas, esas cejas que diario me esmeraba en pintarlas y acomodarlas para lucirlas pero mirándolas me detuvieron y me regresaron de nuevo a la realidad.

Cuando pude poner mi mente en orden fue cuando pude ver la masacre que había ocurrido en mi baño donde había cabellos hasta en el cepillo de dientes. Cabellos largos y pequeños cubriendo cada centímetro que pisaban mis pies desnudos mi cabeza lisa y brillante estaba irreconocible hasta parecía alguien de otro planeta.

Sin poder disfrutar mi nuevo aspecto comencé a limpiar y recoger toda evidencia. Me sentía como asesina cubriendo su crimen no dejando de pensar que mi madre me mataría y ya no sería la princesa de mi padre porque ahora estaba calva.

Terminando de limpiar me dispuse a tomar una ducha que fue completamente religiosa, como volver a nacer. Ahora era alguien diferente, cada gota en mi cabeza se sentía como algo muy diferente. Salí de la ducha y al secarme fue una experiencia muy extraña pues lo que antes llevaba mucho tiempo ahora fue muy rápido. Me puse unas bermudas de mezclilla y una blusa de tirantes para sentirme cómoda y libre.

El tiempo que tardaron mis padres en llegar me la pasé tocando mi cabeza. Me gustaba esa sensación y no daba crédito de que fuera yo. Al verme mi madre se molestó, mi padre me observaba como si no supiera si en verdad era su hija. Tuve que mentir y dije que lo había hecho por una amiga que enfermó y estaba en quimioterapia, por lo cual todas nos habíamos cortado el cabello. Al parecer lo creyeron pero, eso sí, mi madre dijo que no volviera a cometer locuras sin antes pedir permiso. Al otro día al momento me levanté y trate inútilmente de quitar los cabellos que antes despertaban en mi cara, al ponerme mi uniforme habitual me sentía extraña ya que algo me faltaba. Cuando llegue a la escuela la directora se quedó en shock al verme y sin mediar palabra me llamó a su oficina. Yo, con una sonrisa malévola, le dije; «qué, ¿acaso no es lo demasiado corto para el reglamento de la escuela?». Ella no supo que decir y aún en shock me dejó en paz. Pero aún había algo que me preocupaba: Roberto, cómo reaccionaria y en eso llegó el momento y al igual que todos, completamente en shock me dijo «¿qué fue lo que pasó?

Entonces fue cuando modifique mi mentira y le dije que la hermana de mi mamá fue diagnosticada con una enfermedad y que por el tratamiento perdería todo su cabello y así fue como por solidaridad decidí afeitarme. El creyó en mi mentira y me dijo que era muy valiente. Al día siguiente apareció con su hermoso cabello afeitado y me dijo que sería en solidaridad mía. Hoy es el día del baile y afeité nuevamente todo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Estoy apunto de ponerme mi vestido azul metálico con zapatillas plateadas metálicas abiertas porque lo que más quiero es brillar esta noche, no solo con mi vestimenta si no con mi cabeza calva también.

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Author: mdj

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