Amigas afeitadas (Agustín García)

El calor empapaba la ropa de Susana, su camiseta mojada de sudor se pegaba a sus pechos y dejaba entrever unos pezones pequeñitos y puntiagudos. Los pantalones vaqueros cortados manualmente a la altura de los muslos se ceñían dolorosamente, consiguiendo hacer insoportable el elástico de la braguita. Para ser la primera semana de Mayo, el calor ya hacía estragos en el pisito compartido con María. ¿Que sería en Julio?, se preguntaba Susana harta de la temperatura tan alta, de la noche y del aburrimiento que la embargaba.

Hacía ya una hora que esperaba a que llegase María. Su cita diaria con Julián era una de las cosas que no soportaba. Julián, el novio de María, era de las personas en que la química no funcionaba. No le gustaba en absoluto. No era el tipo de chico que María se merecía. Guapa, ni muy alta ni muy baja, con un tipo escultural no conseguido en gimnasios como muchas otras, 25 años, estudiando el doctorado en filología inglesa, ojos azules, piel morena con una suavidad envidiable. Pero lo que más llamaba la atención era su larga melena de pelo color negro azabache estudiadamente descuidada. Realmente Susana no soportaba aquella melena larga. La consideraba un instrumento eficaz para ligar con cualquier hombre, y eso Susana lo llevaba muy mal. Pero en el fondo, eran amigas íntimas y ante todo existía un respeto y una confidencialidad entre ambas a prueba de bombas.

Ya no soportaba más el aburrimiento ni el calor. Susana decidió meterse debajo de la ducha, intentando conseguir refrescarse. -Ya llegará María.- pensó mientras se desnudaba. Su cuerpo, algo rellenito, le gritaba a voces delante del espejo que necesitaba con urgencia recortar los pastelitos que tanto le gustaban y que comía por docenas. El atractivo de Susana se reflejaba en su rostro. Redondo, ojos enormes de color negro, labios carnosos, pelo castaño cortado a lo bob dejando al aire su nuca apetitosa de besos y caricias. Y sus orejas, perfectas orejas sacadas de un molde perfecto. Susana era atractiva, pero su genio, incompatible con su atractivo, ocasionaba la ausencia de un hombre. No, Susana no tenía novio.

Metida debajo de la ducha, empezó a quitarse aquel calor sofocante y a sentir auténtico placer. ¿Donde estaría María? Las doce y sin venir. -Si estuviese aquí, me ayudaría a depilarme, necesito una depilación ya. ¿Como me podré descuidar tanto?- pensó Susana mientras se miraba su Monte de Venus totalmente sembrado de una mata de vello salvaje que tapaba su sexo. -Bueno, ya decidida, comenzaré yo a depilarme. Espero que llegue pronto mi amiguita y me ayude.- Susana empezó a preparar los utensilios para la depilación mientras que la toalla que envolvía su cuerpo resbalaba poco a poco anudada a la altura de sus pechos. -No tengo crema depilatoria, que asco. Tendré que utilizar las tijeras, la espuma de afeitar y la cuchilla.- Tumbándose en el sofá del salón y con la TV puesta, comenzó a cortarse con las tijeras la mata de vello púbico. Poco a poco fue despoblándose la zona mientras que Susana veía la TV, no prestando atención a lo que realmente hacía. Cuando se dio cuenta, se había cortado todo el vello púbico, lo cual no era su intención, ya que pensaba hacerse la línea del bikini solamente. Vociferando exabruptos, pensó que de perdidos al rió, tendría que afeitarse todo el pubis, labios incluidos. Cogiendo espuma de afeitar, se embadurnó totalmente el pubis. Cogió la maquinilla de cuchillas dobles y empezó, prestando mucha atención, a afeitarse. A cada pasada de la cuchilla aparecía una tira de piel rosita y suave. -Me gusta.- comentó Susana. Despacio y a conciencia, siguió afeitándose. Su piel despoblada de vello aparecía brillante de suavidad. Pasó dos dedos por la parte ya rasurada sintiendo un escalofrío de placer en todo su cuerpo. Cuando terminó su pubis, se incorporó un poquito y pasó a rasurarse los labios mayores. Con muchísimo cuidado afeitó sus ingles y sus labios, dejando su zona erógena limpia de vello. Curiosamente hacía ya dos años que no se depilaba totalmente su pubis, y quiso ver el resultado. Pasando al Cuarto de baño, se miró en el espejo. Le gustó verse su zona totalmente libre con una suavidad que incitaba a que alguien la llenase de besos. Pero por ahora era prácticamente imposible. ¿Cuando se dignaría Ignacio a decirle, por fin, que saliesen juntos?

-La una de la madrugada y María sin venir.-, pensó en voz alta y nerviosa Susana.

Ensimismada y al mismo tiempo preocupada, escuchó el motor de un coche y el ruido característico que hace una puerta de coche al cerrarse. -Por fin, ahora me va a oír.-, gruño entre dientes. Cuando la llave de María dio la segunda vuelta en la cerradura de la puerta, Susana ya se encontraba de pié con la toalla anudada por encima de sus pechos y dispuesta a echarle la bronca por el rato de preocupación que le había hecho pasar.

-Pero María, ¿que te ocurre, cariño?, ¿porqué estas llorando?

-He tenido una bronca fuerte con Julián.- pudo decir María entre sollozos.

-Siéntate aquí conmigo, serénate y cuéntame que te ha pasado. ¿Quieres un café?

-No, gracias Susana. Te contaré lo ocurrido, aunque sinceramente no me apetece más que acostarme y llorar.-, comentó María desconsoladamente. -Esta tarde, después de salir del cine, hemos ido a tomarnos una hamburguesa, y al lado de la mesa donde estábamos sentados había dos chicas. Julián no le quitaba ojo a una de ellas. Harta ya de miraditas, le he preguntado si la conocía. Él me ha dicho que no, que no la conocía, y me ha preguntado el porqué de la pregunta. Yo le he contestado que me estaba sentando mal el hecho de que no le quitara ojo de encima, a lo que él me ha respondido que le llamaba la atención el pelo tan bonito que tenía la chica y el look que lucía. La verdad Susana, que la chica era mona, y que llamaba la atención su pelo. Llevaba un tinte de color rojo intenso, y el corte era realmente sexy. Lo llevaba cortado estilo bob, como tú, pero con la nuca totalmente descubierta y afeitada hasta una altura de unos 5 centímetros del nacimiento del pelo. Llamaba la atención su nuca afeitada, y que se notaba que estaba afeitada recientemente porque no se le notaba la pelusilla que aparece cuando te está creciendo el pelo. El flequillo era el no va más, no he visto en mi vida un flequillo más corto. Creo incluso que no llevaba flequillo. La verdad Susana es que la chica iba llamativa, pero no para que Julián se la comiese con los ojos. Le he dicho que si es que mi pelo no le gustaba. Le he recordado que en lo primero que se fijó en mí y lo primero que me dijo cuando empezamos a salir juntos fue que no había visto un pelo tan bonito, tan brillante y que oliese tan bien como el mió. También le he recordado que constantemente me está acariciando el pelo porque le pone a cien. El me ha respondido que ya está cansado de mi pelo y que cuando nos besamos y hacemos el amor, hay veces que le molesta.

-Bueno María, ya sabes que Julián es un poco desagradable a veces. No tienes porqué tomárselo en cuenta.

-Creo que lo ha hecho adrede, durante el tiempo que hemos pasado en el McDonald, no le ha quitado ojo de encima. Cuando hemos salido de allí, le he preguntado que si quería que me cortase el pelo como la chica explosiva de la hamburguesería, a lo que él me ha contestado que a mí no me quedaría como a ella. Me han dado ganas de abofetearle y mandarlo a paseo, pero me he refrenado y después de tener cuatro palabras fuertes, le he dicho que me trajese a casa. La verdad Susana, hay veces que no le aguanto tanto despotismo y egocentrismo.

-Nadie le ha dado nunca una lección de humildad, lo sabes perfectamente María, siempre ha tenido las chicas que ha querido y, perdóname que te sea sincera, no serás tú la última.

-Eres muy cruel Susana, pero en el fondo llevas razón, últimamente discutimos mucho Julián y yo, y no es la primera vez que se fija muy descaradamente de otras chicas además de tontear con sus amigas de Facultad delante de mí.

– No sé que te parecerá, pero necesita un escarmiento, y en eso tú tienes que ser la protagonista. Te propongo una cosa, ¿mañana has quedado con él?

-Sí, en la cafetería de Antonio, con su hermana y con Marta y Elena.

-Bien, te propongo una cosa, pero tienes que ser valiente. Si estás dispuesta a darle en público una lección a Julián, aféitate la cabeza y mañana te presentas en la cafetería, y le dices delante de su hermana, Marta y Elena que le has hecho caso y que, como él quería, te has afeitado la cabeza. Pero tienes que ser valiente y sacrificar tu larga melena negra. Piénsatelo esta noche y mañana por la mañana me lo comentas.

-¿Afeitarme la cabeza?, ni pensarlo, en todo caso me cortaría el pelo como la chica del McDonald, pero nada más, e incluso así, me lo tendría que pensar muy mucho.

-Piénsatelo María, sería la lección de su vida, y si realmente te quiere, te pediría perdón públicamente, te abrazaría y te besaría, y tú notarías que te quiere con la cabeza afeitada o con el pelo largo.

María se levantó temprano. Estaba pegajosa. El calor había hecho estragos en su cuerpo, la camiseta con la que dormía se encontraba mojada, su piel húmeda y con un olor ácido a sudor, su pelo enmarañado le pesaba sobre sus hombros. Tenía la sensación de haber soñado miles de sueños pero no recordaba ninguno. Pero sí, se durmió pensando en la decisión que debía tomar y que tanto le iba a costar realizar.

Susana se encontraba todavía dormida. La puerta abierta de su habitación dejaba escapar respiraciones rápidas y fuertes, que no llegaban a ser ronquidos. Con mucho cuidado se asomó, intentando hacer el menor ruido posible. Susana dormía placenteramente tendida boca arriba y con los brazos abiertos. Su desnudez contrastaba con el color azul oscuro de las sábanas. María esbozó una sonrisa al descubrir que su pubis se encontraba totalmente depilado. ¿Cuando lo hizo? ¡Esta chica! Realmente no le falta valor para emprender acciones de guerra, pensó María.

Bostezando, se metió en la ducha. Necesitaba notar la sensación del agua fría sobre su piel, y pensar. Bueno, pensar, no. No quería retroceder en la decisión que ya había tomado. Durante media hora dejó que el agua fría acariciase su pelo y su piel. Quieta, sin mover ni un dedo, disfrutó de la sensación del agua. Seguidamente enjabonó todo su cuerpo sin dejar ni un centímetro de piel sin jabón. Mimó su sexo lavándolo delicadamente con sus manos, extendiendo la espuma jabonosa por entre sus labios y por su vello púbico. Dedicó a quitarse la espuma de su cuerpo durante un tiempo largo. Seguidamente pasó a lavarse su largo y negro pelo con champú. Mientras que sus dedos se hundían en el pelo junto con la espuma, oyó a Susana pasar al Cuarto de Baño, bostezando.

-Buenos días María. ¿Que tal has pasado la noche? He tenido tanto calor que me he tenido que quitar el pijama porque se me pegaba a la piel.

-No he dormido muy bien que digamos. Yo también he tenido mucho calor.- Respondió María desde el interior de la ducha.

-Por cierto, ¿has pensado en lo que te propuse anoche?, ¿has tomado alguna decisión?

-Susana, he tomado una decisión, y espero no arrepentirme. Si, me afeitaré la cabeza totalmente. ¿Sabes?, no me he cortado el pelo desde que tenía 12 años. Lo echaré de menos, pero Julián va a tener lo que se merece.

-Estupendo. Tenemos que pensar como y cuando lo vas a hacer. ¿Te parece bien ahora?

-Susi, ¿puedo salir de la ducha? Además, ¿como lo voy a hacer?, no me apetece ir a una peluquería, y materiales para hacerlo aquí en casa no tenemos.

-Déjalo de mi cuenta. Tú salte de la ducha que en menos de media hora estoy aquí.

Dicho esto, María escuchó como la puerta de la calle se cerraba con un golpe seco. ¿Que irá a hacer Susana, y adonde ha ido?, pensó María inquieta. Nerviosa, se aclaró el pelo abundante agua. Salió de la ducha y envolvió su escultural cuerpo en su albornoz. Con la mano, quitó la humedad del espejo y se miró en él. Iba a echar de menos su pelo y una lágrima asomó por entre las pestañas de sus ojos. Salió del Cuarto de Baño y encaminándose a la cocina pensó en prepararse un café bien cargado.

Las once de la mañana y ya con calor. Como no refresque un poquito, vamos a morir asadas. Pensaba María mientras sorbía poco a poco de su taza de café. Ensimismada en sus pensamientos, llegó Susana con una bolsa de plástico.

-¿Donde has ido?

-A casa de mi prima Belén. Mira lo que me ha prestado.-, dijo Susana abriendo la bolsa de plástico.

-Una maquina eléctrica de cortar el pelo. Mira Susana, estoy muy nerviosa y pienso que o lo hacemos ahora o me voy a arrepentir.

-Vale. Voy a por una toalla. Vete sentando en la silla y quítate el albornoz.

María hizo lo que le indicó Susana como si fuese la orden de un Sargento del ejército. Sentada en una silla y desnuda, se encontraba algo ridícula. Susana llegó con la toalla y se la echó por los hombros. Del Cuarto de Baño, también se trajo unas tijeras, espuma de afeitar y dos maquinillas desechables.

-¿Lista?

-Sí.

Dicho esto, Susana empuñó las tijeras con una mano, y con la otra cogió un gran mechón de cabello negro todavía húmedo. Cortó el mechón casi al ras del cuero cabelludo de María. Seguidamente fue cogiendo más mechones azabaches y cortándolos al ras. María mantenía un silencio sepulcral, y Susana, ensimismada en su «quehacer», tampoco hablaba gran cosa. A medida que Susana iba cortando el largo pelo de María, el suelo se iba llenando de grandes mechones de cabello negro. La cabeza de María iba quedando paulatinamente despoblada de pelo. El flequillo, las patillas, ya no existían, y el cuello de María ya quedaba totalmente al aire.

-¿Como estás María? ¿Te arrepientes?

-Ya no creo que tenga ningún sentido arrepentirse.- Comentó María pasándose la mano por su cabeza casi rapada.

Susana cogió la máquina eléctrica y la enchufó en el enchufe de la pared. Con un zumbido suave y una vibración agradable se preparó a rasurarle la cabeza.

-¿Por donde quieres que te la pase primero, por la nuca o por la frente?

-Me da igual. Empieza por la frente.

Levantándole ligeramente la cabeza, Susana le pasó despacio la máquina por la frente, quedando el poco pelo de la cabeza de María, partido en dos por una línea ancha totalmente blanca. Susana continuó hasta dejar la parte de arriba de la cabeza totalmente rapada. Seguidamente le agachó levemente la cabeza y empezó a pasarle la maquina por la nuca. La cabeza de María quedó en dos minutos totalmente rapada, blanca con ligeras sombras negras de pelillos ya rapados.

-Bueno María, tócate la cabeza.

María se pasó las manos por su cabeza desnuda varias veces.

-¡Que gustillo! Sabes, me ha resultado muy agradable el zumbido de la maquinilla. He sentido placer, y ahora que he pasado mis manos por mi cabeza, también he sentido placer.

-Ahora tengo que afeitarse con espuma y maquinilla.

Susana extendió la espuma de afeitar por la cabeza de María, y muy despacio empezó a afeitarla. En cinco minutos, la cabeza de María estuvo totalmente afeitada. La piel de la cabeza brillaba de suavidad, y un olor agradable se desprendía de su cabeza. No pudo refrenar el impulso de pasarle sus manos por su piel afeitada y sentir un ligero gustillo en su entrepierna.

-Ahora sí que hemos terminado.- dijo Susana.

-¡Que suave se me ha quedado la cabeza! Voy a mirarme en el espejo. Es la prueba de fuego.

María se miró en el espejo y emitió un pequeño gritito. No se veía mal. Sus ojos azules parecían más grandes y sus orejas perfectas hacían que su cabeza calva resaltase de manera bella.

-Ha sido buena idea. No me arrepiento. Me encuentro más atractiva. ¿Que te parece Susana?

-Me estás dando mucha envidia. Realmente estás muy bien, no creí que te iba a sentar tan bien a tu rostro. De verdad, estás guapa.

-Oye, ¿porqué no te afeito a ti la cabeza?- le soltó María a quemarropa.

-¿Tú crees que me quedaría a mí tan bien como a ti?

-Claro que sí. Así seriamos las dos amigas y sospecho que las dos ligaríamos a base de bien.

-¿Seguro?

A Susana le atraía la idea, más que nada, no por afeitarse la cabeza, sino por la perspectiva de ligar.

-¡De acuerdo! Venga, aféitame la cabeza. Rápido.

Susana se quitó la camiseta que llevaba y automáticamente se sentó en la misma silla en la que anteriormente había estado María.

-Bueno María, puedes comenzar antes de que me arrepienta. Tú vas a tener menos trabajo, mi pelo es más corto que el tuyo.

-¿Estás segura de que lo quieres hacer? Estás a tiempo de arrepentirte.

-Si tú lo has hecho, ¿por qué yo no puedo hacerlo? Además, seremos como hermanas gemelas, las dos con la cabeza afeitada. Cuando salgamos las dos juntas seguro que nos mirarán.

-Oye, yo no voy a utilizar las tijeras, paso directamente a raparte la cabeza con la maquina eléctrica. Como tienes ya la nuca despejadita, empezaré por ahí mismo, por la nuca.

María puso en marcha la máquina y agachándole y poco la cabeza, comenzó a pasarle la máquina despacio, dejando caer el pelo rapado en su mano, y al mismo tiempo acariciándole la zona rapada. Sentía un placer inmenso. Susana dejó escapar un suspiro conforme notaba la frialdad de la zona rasurada. Cuando María le hubo rapado toda la parte de atrás, dejando la nuca totalmente descubierta de pelo hasta la coronilla, pasó directamente a pasarle la máquina por la frente. Susana mantenía los ojos cerrados disfrutando intensamente el momento de placer que le ocasionaba el contacto de la maquina con la piel.

Una vez terminada la faena hecha con la máquina, María, echándose espuma de afeitar en la mano, cubrió toda la cabeza de Susana de espuma. Muy despacio y a conciencia, comenzó a afeitarla, comenzando por las patillas, detrás de las orejas, la nuca, y por último, desde la frente hacia la coronilla. Al igual que la cabeza de María, la de Susana apareció de pronto brillante y blanca, con un aroma a espuma de afeitar que apetecía oler muy de cerca.

-Susana, realmente te ha quedado muy bien. Pásate las manos por la cabeza.

Susana se pasó ambas manos por la cabeza, masajeándose la piel y suspirando continuamente.

-Voy a mirarme en el espejo.- Comentó Susana.

Abriendo delante del espejo los ojos como platos, esbozó una amplía sonrisa.

– Vaya María, yo sí que puedo decir que en mi cuerpo no existe ni un solo pelo. No te lo he dicho, pero ayer me afeité totalmente el pubis y la zona de los labios de mi sexo.

-Lo sé. Esta mañana mientras dormías, me he asomado a tu habitación, y como estabas desnuda, he visto como todo tu sexo estaba afeitado.

-¿Porqué no te lo depilo y así sí que seremos totalmente iguales?

-Mira Susana, puestas ya, me da lo mismo lo que hagas conmigo. Eres terrible, cuando se te mete algo en la cabezota, ahora calva, no paras hasta que lo consigues.

-Túmbate en el sofá.

Dicho esto, María se quitó los vaqueros y las braguitas dejando al aire una mata de vello pubiano ensortijado. Se tumbó en el sofá abriendo ampliamente las piernas. Susana con las tijeras en la mano, comenzó a cortarle el vello pubiano a María.

-Mira María, para terminar antes, utilizaré la máquina eléctrica. No temas que no te haré daño.

Solo con oír el zumbido de la máquina, y la vibración en contacto con su piel, María dio un respingo.

-Tranquilízate, no te haré daño.

El vello de María desapareció en menos de un minuto del pubis y los labios, dejando la piel solamente con unas sombras de los pelillos cortísimos que había dejado la máquina y que no pudo cotar. Exactamente igual que hizo el la cabeza, Susana extendió espuma de afeitar sobre la zona rapada, y con la maquinilla de cuchillas, afeitó totalmente el sexo de María.

-¡Que piel más suave te ha quedado! Ahora debes echarte crema hidratante para que no se te irrite la piel.

-Después de ducharme. Me pica la espalda. Seguro que se me han quedado pelos.

Una vez que hubieron recogido todo, y barrido los largos cabellos rapados, Susana y María, ambas con la cabeza afeitada y el sexo libre de vello, prepararon la mesa y se dispusieron a comer. El calor seguía haciendo estragos. Hablaron de la experiencia matutina, y sobre la reacción de Julián cuando viese a María sin su largo cabello cayéndole en cascada sobre la espalda.

A las 8 de la tarde, María se maquilló como nunca lo había hecho. El maquillaje destacaba bellamente contrastando con la cabeza afeitada. Decidió maquillarse también la piel rasurada de su cabeza, quitándole parte de su blancura. Seguidamente se embutió en un vestido de una sola pieza superajustado, dejando al aire sus hombros y sus muslos y piernas.

-Estás preciosa María. Espero que Julián se caiga al suelo infartado cuando te vea aparecer.

Encaminándose a la puerta, María le dio un beso a Susana, y ésta deseándole suerte.

En la cafetería, esperaba Julián y su hermana. Las chicas no habían llegado aún. Con una cerveza en la mano, ambos mantenían una conversación bastante animada cuando por la puerta apareció María.

-¡¡¡Joder María! ¿Que has hecho?- gritó Julián quedándose totalmente pálido y sin poder apartar los ojos de la cabeza de María.

-¿te gusto así? ¿A que estoy más mona que la chica de ayer? ¿No querías un cambio radical?, pues aquí lo tienes.

-Mira María, eres estúpida. Has sacrificado tu pelo por nada. ¿Tú crees que voy a poder salir contigo así como vas?

-Es tu problema. Si me quieres, tienes que aceptarme como soy.

Hecho una furia, Julián y su hermana salieron de la cafetería como alma que lleva el diablo, sin despedidas, sin miradas, simplemente desaparecieron. María noto en su interior como se quitaba un peso de encima aunque la tristeza empezó a embargarle el corazón.

-¿Eres María? Soy Javier. ¿Te acuerdas de mí? Que cambiada estás desde la última vez que te vi. Chica, estás preciosa.-

María no daba crédito a la situación que se le estaba presentando. Javier, en la cafetería. Hacía 3 años que no lo veía. Siempre había amado a aquel chico, su vecinito de siempre. Nunca había podido hacer que saliese con ella. Estaba imponente, rubio, atlético, y con esa mirada penetrante que hacía que le temblase hasta las uñas de los pies. De repente no sabía que decir.

-¡Hola Javier! ¿Que hay de tu vida?

-Estoy estudiando Medicina. Termino este año. Me encuentro en un periodo de autentico aburrimiento y soledad.

-Yo, precisamente, aburrida no estoy, ¿no me ves?

-¿Te refieres a tu cabeza afeitada?

-Si. Una tontería y una temeridad. Por ella he perdido al gilipollas de mi novio. No me arrepiento.

-¡Me encantan las cabezas rapadas, y precisamente a ti te sienta formidablemente bien!

-¿De veras?

-Te invito al cine y de camino lo hablamos. Si, estás preciosa.

Susana no se lo iba a creer. Pensó que la oportunidad que se le presentaba, era la oportunidad de su vida. Ahora no lo iba a dejar escapar. LAS CABEZAS AFEITADAS TAMBIEN LIGAN.

mdj
Author: mdj

1 comentario

    de seguro se vio mas bonita y de que se liga se liga, aparte que si en ello levo la venganza le a de haber sabido a gloria y esa sensasion que sintio la compartio con su amiga de que ambas se raparon y afeitaron es sensasional se lo digo por experiencia y es maravillosa de hecho pienso volver a raparme junto con otras amigas, espero que tambien ustedes amigas

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