Ana (Burt)

Ana era una chica preciosa, con un esbelto cuerpo, lleno de curvas insinuantes. Sus ojos marrones color miel no dejaban lugar a dudas cuando te miraban, te embrujaban, te dejaban prendado, era una chica sensacional. Tenia la piel morena aunque no excesivamente, no era muy alta pero su figura perfecta y su cintura de avispa, la hacían parecer mas alta. A tenor de la descripción, era la perfecta chica que todas las madres querían de nuera, pero ella no era de esas que se enganchan a un novio. Tenia sus particularidades. Solía ir vestida de negro, pantalones de cuero, y camisetas ajustadas también de ese color. Sus piercings, eran una nota que no gusta a las madres, y los llevaba, uno en el labio superior, otro en la ceja, también uno en la nariz, una tachuela en el labio y hasta diez pendientes, cinco en cada oreja. Pero en realidad lo que más la caracterizaba era su melena. Ana tenia el pelo castaño bastante oscuro, pero con 23 años, ya hacia casi ocho que no llevaba su pelo natural. Había pasado por todos los colores y tonos. Desde el negro más oscuro, hasta el blanco totalmente decolorado. Entremedio, todos los tonos de rubio y rojo, hasta los más chillones. Pero ahora, su espléndida melena que le llegaba por debajo de los hombros, estaba teñida de un color azul espectacular. Desde luego esta característica no la hacia una chica vulgar o que pasara desapercibida.

Ana era especial. Su pelo era liso y muy suave, ella se encargaba de cuidarlo, pero tantos tintes no le hacían un favor precisamente. Ahora ya había pasado un mes desde la ultima vez que se tiñó el pelo, y llevaba una raíz de casi un dedo. Las puntas ya estaban casi blancas, no podía continuar así. Debía visitar a Juan. Su peluquero Juan era un tío de unos treinta años, musculoso, que llevaba el pelo rapado al cero. Los otros tíos decían que era gay, pero Ana sabia que como mucho era bisexual, incluso dudaba eso. Lo sabia porque Juan la había follado mas una vez como nunca en su vida. Le había pedido hora por teléfono:

– Deberá ser a las ocho cariño, antes de cerrar.
– Vale, ahí estaré.

Juan trabajaba solo, no tenia a nadie empleado, y siempre tenia mucha gente. Las ocho era casi la hora de cerrar. Cuando Ana llegó a la peluquería una clienta de melena rubia salía mientras hablaba con Juan. Estaba encantada:”Como sabe tratar a las clientas el tío”, pensó Ana.

– Hola cariño, como estas?
– Bien, ya ves, a ver si me dejas el pelo otra vez azul.
– Has esperado demasiado, te crece muy rápido.

Juan le cogió un mechón de pelo y examinó la raíz.
– Tendrás que esperar un poco, todavía tengo una clienta.
– Tranquilo.

Ana se sentó en una butaca al lado de un revistero, enfrente de los espejos y las butacas de peluquería. La clienta en cuestión era una chica de unos 20 años, morena y alta. Le llamó la atención su pelo: llevaba la cabeza llena de rastas, ya bastante quemadas y enmarañadas. La chica se sentó y Juan le puso la capa.

– Bueno-dijo- que quieres hacer?
– No se puede desenredar?
– Aunque se pudiera, después de mucho trabajo, te quedaría el pelo como un estropajo.
– O sea que hay que cortar.
– Pues no sé si se puede llamar así
– Por?
– Mira Lara, tienes las raíces destrozadas, de tanto cardar el pelo, para mantener las rastas. Te veo muchos pelos que están sueltos y solo se aguantan por las puntas de las rastas.
– Entonces que debo hacer?
– Te gusta mi corte?
– Te queda bien
– Crees que te quedara bien a ti?
– No, joder. Estas loco?
– Mi recomendación como tu peluquero es que debes raparte
– Ni hablar
– Y al cero.
– Ni loca.
– Como quieras, piénsalo, pero si no lo haces te va a caer el pelo a mechones.
Ana no perdía detalle. Ojalá la rapara,- pensaba-, como disfrutaría por dios!!
La chica estuvo un momento ensimismada pensando mientras Juan le deshacía el moño de rastas que llevaba.
– De acuerdo, si no hay mas remedio….

Juan no dijo nada, solo sonrió y miró de reojo a Ana. El coño de Ana se puso húmedo entonces. Juan cogió la maquina, la enchufó y le quitó la guía que llevaba. La colocó en posición cero y apretó el interruptor. Bzzzzzzzzz. Aquel sonido……Ana se estaba excitando mucho. La chica miró la maquina con miedo, y se miró a si misma antes de que Juan le inclinara la cabeza hacia delante. El peluquero empezó por la nuca……la maquina cambió el sonido Brrrrrrrrrrrrr y pronto empezaron a caer rastas al suelo. Ana estaba mojada, muy mojada, cogió la revista, se hundió en el sillón y se tapó la entrepierna con ella. Se abrió la cremallera y con el dedo empezó a tocarse el coño chorreante. Mientras, la nuca de la chica estaba siendo rapada al cero. La chica tenia la cabeza hacia delante, humillada, mirando al suelo donde ya veía las rastas que antes estaban en su cabeza. Ana veía la escena con sumo placer, aquella nuca ya estaba rapada hasta la coronilla, y la maquina no paraba. Juan le inclinó la cabeza a Lara hacia un lado, un poco bruscamente, mientras volvió a mirar de reojo a Ana sonriendo. Que cabrón, sabe que me pone a mil!!!!!-se decía Ana, la chica del pelo azul.

Lara ya tenia los ojos húmedos cuando Juan le empezó a pelar un lado de la cabeza, un gesto de queja acompañó la primera pasada y la primera caída de pelo de su lado derecho. Una vez terminado ese lado Juan atacó la parte superior de la cabeza con una pasada suave pero a la vez inmisericorde, un ancho surco de cuero cabelludo quedó al descubierto en medio de la cabeza de Lara. Entonces empezaron a brotar sus lágrimas, Juan no dijo nada, pero Ana para sus adentros mientras se tocaba el coño no paraba de pensar: Rapala, rapalaaaa, asiiii!!!!!!! Déjala calva!!

Ana reaccionó, no podía tener un orgasmo ahora, se reincorporó, pero estaba temblando de placer, se le había hecho un nudo en la garganta. Miró a Juan, que también la miró y después se dio cuenta a través de los tejanos gastados del peluquero que su polla estaba erecta, vibrando mientras acababa de raparle la cabeza a una chica rastafari.

– Bueno, ya está….preciosa.

Lara se tocó la cabeza rapada al cero. Ya se habían secado sus lagrimas. No se veía mal del todo, no………en realidad se veía bien. Pagó a Juan, le dio un beso y se fue.

Mientras Juan recogía el pelo del suelo, Ana intentaba serenarse, había sido increíble.

– Vamos cariño, siéntate. Voy a cerrar, eres la ultima.

Mientras Juan cerraba la puerta Ana se sentó. Juan le puso la capa, cepilló su pelo y lo peinó con raya en medio. Ana no podía serenarse, se miró al espejo, se vio hermosa, con aquella melena azul con un dedo de raíz y las puntas quemadas.

– Voy a preparar el tinte, el mismo tono de azul, no?-dijo Juan.
– Espera- balbuceó Ana.

Y le tocó los pantalones, le bajó la bragueta, le desabrochó…….Al descubierto ya estaba su polla, ella se abalanzó sobre ella y empezó a comérsela. Juan se reclinó sobre el mostrador, Ana no paraba, le comía la polla frenéticamente. Juan le bajó los pantalones y empezó a comerle el coño a Ana. No podía mas, se correria. Se escabulló y volvió a chuparle la polla a Juan, mas y más.

– Ana, espera, espera.

La cogió fuertemente del pelo, aquel precioso pelo azul, tiró hacia atrás hasta que Ana dejó su polla.

– Después mejor, ahora quiero terminar de trabajar.
Ana se subió los pantalones y se sentó. Cuando Juan ya cogía el tinte para prepararlo, Ana dijo:
– Déjalo.
– Como?
– Rápame la cabeza.

Juan la miró un momento y después sonrió. Cogió la maquina, la puso en marcha, bzzzzzzzzzzzzzzzz, le tocó suavemente el pelo de la parte de arriba y pronto el sonido cambió brrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Así, mientras largos mechones de pelo largo, azul y liso caían sobre la capa, mientras la primera pasada de la rapadora dejaba un surco rasurado en medio de la parte alta de la cabeza de Ana, ella con la boca entreabierta y la respiración entrecortada experimentaba el primero de los muchos orgasmos que tuvo aquel día en la peluquería de Juan.

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Author: mdj

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