Historias de la pelu (Franco Battiatto)

¿Estás completamente segura, Charo?

Por su puesto… Sólo quiero que me digas una cosa, Maca.

Tu dirás, chata.

¿A alguien más le has hecho lo que me vas a hacer ahora a mí?

… Te puede la curiosidad ¿Eh? … Pues no es la primera vez, chica. Lo he hecho muchas veces. Más de lo que te piensas. No eres tan exclusiva, mona.

Charo y Maca eran muy amigas. Maca se ocupaba del pelo de Charo desde hace más de diez años así que la conocía a ella y a su cabello a la perfección . Había una confianza que rayaba la amistad pero en esta ocasión la peluquera no pudo evitar sorprenderse un tanto cuando escuchó la solicitud de su clienta: Ésta le había pedido que le rapara completamente.
Después de todo tampoco era para tanto y, lejos de parecer extrañada, lo consideró, y así se lo hizo saber a su amiga para tranquilizarla, como algo completamente normal y casi habitual. Pero lo cierto es que no es que Charo fuera lo que se dice precisamente una estrecha haciéndose cortes, de hecho ya había experimentado cortes vanguardistas, pero desde luego nada tan arriesgado como lo que hoy pretendía hacerse. De manera que la peluquera tampoco pudo evitar ponerse un poco nerviosa al oír la petición.

Maca era una toda una veterana de la tijera. Regentaba una pequeña peluquería en el barrio y llevaba más de treinta años de profesión de manera que había cortado el pelo a tres generaciones de vecinos. Lucía una vieja bata blanca como de médico llena de manchas de todos los teñidos que había practicado pero rara vez la lavaba. Eran como condecoraciones de su trabajo. Del bolsillo que tenía en la parte del seno sobresalían varias tijeras y varios peines. Vista así parecía más bien salida de una barbería de caballeros. Esa tarde, además, toda la bata estaba salpicada de pelitos de todas clases y colores recién cortados. El día estaba siendo agotador y no había tenido tiempo ni para comer ni para limpiarse la bata de los restos capilares. Por el suelo se hallaba desperdigado y esparcido por mechones gran cantidad de cabello. Una alfombra de pelo que no había sido recogido en toda la jornada.

– Mira Charo, rica, llevo un día tremendo. He atendido a más de cuarenta clientas. Además no sé que os pasa a todas pero que os queréis cortar mucho el pelo. Hoy he pelado más que en toda mi vida. No sé si es porque hace mucho calor y os estorba a todas la melena o porque habéis visto a esas actrices de la tele medio pelonas y queréis imitarlas. Pero ¡vaya mañanita! Y encima ahora me vienes tú y me dices que te deje al cero. ¡Vaya, vaya!

Todo esto decía la experta peluquera mientras lavaba y le masajeaba por última vez la melena. No habría una próxima después de la decisión que había tomado la clienta. Maca no paraba de hablar durante su trabajo, cosa que a Charo le vino fenomenalmente ya que de alguna manera necesitaba mitigar el nerviosismo interior y de qué mejor manera que con el “Bla, bla, bla…” de su amiga peluquera. Su verborrea era algo así como un mantra narcótico que la ayudaría a pasar el trance de modo que volvió con su pregunta con un rictus de solemnidad y de miedo dibujado en su cara:

– Maca, ¿Le has cortado a alguien el pelo así?

Que sí mona, que sí. No te apures que no eres ni serás la primera ni la última. Te cuento. – y comenzó su relato mientras la peinaba la melena toda hacia atrás ya delante del espejo donde se llevaría a cabo la operación- Por ejemplo, hace un par de semanas vino por el salón una clienta que estaba harta de su pelo. Era la Juli, la mujer de Damián… no se si la conoces…. Pues bien tenía el pelo totalmente enredado… hecho una piltrafa. Y quería algo “eficaz y definitivo” me dijo. Ningún peinado le sentaba bien. Lo había intentado con todo y nada le valía. Se pasaba largas horas peinándose y cepillandose y no le duraba nada así que le recomendé empezar por el principio. Empezar… de cero. Le recomendé pues el famoso “peinado bola”. Como vi que no me había entendido le expliqué se trataba de un moderno corte que estaba haciendo furor y que consistía en un pelado y apurado al cero. Y para mi sorpresa ¡aceptó, chica! Dicho y hecho, la deje que la cabecita como un bebé recién nacido y quedó muy satisfecha, por cierto. Ahora espera que le crezca pero va a tardar mucho. Está tan encantada con el rape que viene cada tres o cuatro días a repetir la operación. A lo mejor se pasa hoy mismo. En cuanto tiene un poco de pelusilla viene a que se la elimine. Yo creo que esa chica, si tiene fuerza de voluntad, llegará a tener un pelo a lo chico de aquí a tres o cuatro meses pero no sé, no sé. Lo de la media melena que quiere va para largo. Muy largo… Claro que con el “peinado bola” se le han acabado los problemas y su marido me dice… funciona mucho mejor.

¿De verdad?

Te lo aseguro. Por cierto tú también tienes el pelito un poquito fosco, ¿eh?

La peluquera había comprobado que la melena de Charo estaba muy crecida (le llegaba hasta la mitad de la silla) a excepción del flequillo peinado al estilo francés que era más bien corto.

Tienes el pelo muy crecidito ¿Eh? ¿Hace cuanto no me visitas, niña?

Pues justo antes del verano lo que sucede es que me dejaste el flequillo casi al ras. ¿Te acuerdas?

A sí, ya recuerdo. Probamos el estilo de esa niña que sale en la tele.

Si, si pero creo que te pasaste, mona. Te lo digo en confianza. Ha tardado casi cuatro meses en crecerme este poquito.

¿Y que más te da ahora si lo vamos a cortar todo? Ja, ja, ja…

Mientras ambas charlaban amigablemente, la peluquera había recogido ya toda la melena en la parte superior excepto la parte inferior de la nuca y laterales y ya había pasado la tijera justo por la base de la nuca eliminando de un tijeretazo veinte centímetros de pelo.

-¡Vaya tajo!

Pues esto sólo es el principio. Pero… si no estás completamente segura…, paro y te dejo una media melenita recortada. Todavía estamos a tiempo.

-No, no, sigue. Estoy absolutamente decidida.

Maca soltó después la pinza que prendía el cabello de uno de los laterales y mientras realizaba la misma operación de radical corte narraba a su amiga sin percatarse de la cara de angustia de su clienta.

– Te cuento otra, linda …. Mila, una ciega, cliente habitual de la peluquería siempre solicitaba un media melena. El clásico corte por los hombros. Pero en una ocasión tuve una corazonada y, aprovechando el verano y haciendo caso omiso de las instrucciones de la esquilmé hasta dejarla al uno a base de tijeretazos. Te aseguro que Mila lo notó pero… sin embargo…se dejo hacer plácidamente. Mi intuición nunca me falla. Ella, sabedora de que le había variado de forma drástica el corte me preguntó al acabar: “¿He quedado guapa con el nuevo peinado?”. “¡Muy guapa!”, le contesté ni corta ni perezosa. Y era verdad es que estaba mucho mejor, sin embargo otra clienta, una rancia aburrida que siempre se corta el pelo igual, preguntó en voz alta y claramente enfadada que por qué había hecho eso con la clienta aprovechándome de que no podía ver. Yo esperé unos segundos, la clavé mi mirada y levantando la maquinilla rapadora en señal de advertencia le contesté: “¡¡¿Está más guapa o no está más guapa?!!”. Y la clienta, temerosa quizá también de sufrir por fuerza un despeluque similar, sólo pudo asentir.

¿Y que te dice tu privilegiada intuición de periodista ahora, Maca? -Preguntó nuevamente Charo.

– Pues que con la cantidad de pelo que llevo cortado, y todavía me queda la mayoría, vas a quedar hecha una auténtica Diosa… peloncita pero una Diosa nueva y bella. Ya verás, ya verás..

En efecto. Ya había despejado al ras todo un lateral crencha a crencha y tenía casi concluido el otro. Ahora, se disponía a trabajar la parte superior. Para ello liberó suavemente el cabello de las últimas pinzas. Fue fascinante ver como, mientras el pelo de los laterales estaba ya recortado justo desde su mismo nacimiento el de la parte de arriba descendía aún semirrizado rebasando dulcemente las orejas rumbo hasta más allá de los hombros. Pero La suerte estaba echada. No quedaría nada. Para restarle tensión a la situación, la peluquera volvió a la carga con otra historia.

Te cuento otra. Una jovencita de no más de 17 años creo que mexicana o colombiana y con una clásica y bella melena ondulada de color azabache con raya en medio vino un día por el salón. El pelo era precioso y le brillaba fenomenalmente. Cuando la atendí la noté un poco nerviosa y me contó que dudaba en el corto pero quería “algo nuevo, arriesgado”. Sin pensárselo dos veces tomó un libro de estrellas de la música que tiene mi hija en ese revistero de allí y dijo que se haría el corte de pelo de la primera estrella femenina que apareciera en la página del libro elegida al azar. Sería como un catálogo sorpresa. ¡Y vaya sorpresa! La pobre fue a abrirla por la página por Sydney o, Connor. Tragó saliva y… aceptó el desafío. Demostraba que era una adolescente valiente y de palabra. Todo lo demás fue rapar y cortar pelo al ras. Hasta a mí me dio pena rasurar al “0000” toda aquella mata de pelo. Pero la jovencita quedó tan satisfecha con su nueva imagen que se hizo rasurar y pulir con una navaja de barbero.

Justo en ese momento la peluquera encendió la máquina de pelar desprendida de toda guía y comenzó a eliminar en sucesivas y armoniosas pasadas todo el pelito que le restaba a su clienta. Y siguió hablando

– En otra ocasión, niña, una mujer madura con el pelo muy blanco, tenía seguro más de 50 años, me dijo que buscaba algo con un toque moderno. Estaba aburrida de su dócil e insulsa melena de señora bien. La sugerí el “peinado bola” y aceptó.

Mientras la peluquera no paraba de hablar en cada pasada de la máquina se abría un excitante camino hacia el cráneo rapado de la clienta. Hablar y cortar era todo uno.

– Pues lo que te digo, mona, me hizo inclinar la cabeza hasta alcanzar la altura su boca y me dijo al oído: “Mire, señorita, quiero un corte sexy, moderno y a la vez decente. Quiero un corte natural y que a la vez no me de mucho trabajo a la hora de peinarlo. Un corte cómodo y definitivo”. La detallada descripción no dejaba lugar a la duda. “Así que la señora desea un corte de caballero”, le contesté. Y ella me miró con cara de mucha sorpresa. ¡Pero si lo único que hacía era responder a su petición como buena profesional! Erótico, natural, fácil de peinar, arriesgado pero a la vez decente…. Un varonil y militar corte a lo cepillo. ¡Claro! Pero cuando me puse manos a la obra aquello degeneró, la mujer se debió de emocionar y me pidió literalmente “que acabará de una vez con todo”. Así yo seguí sus decididas instrucciones y no quedó ni rastro de aquella melena blanca y ondulada que unos minutos antes caía en cascada.

Mientras contaba aquella historia la estilista había sacado una navaja de afeitar y, después de haber distribuido meticulosamente espuma por todo el cráneo rapado de su clienta, se dispuso a contar otra historia mientras la pulía.

– En otra ocasión, hace tres meses más o menos, vino una señora con problemas de alopecia. Se cubría la cabeza con pañuelos y me dijo que se sentía humillada. Vino en busca de una solución y yo se la dí. Claro que sí: “Lo mejor es acabar con todo”, le dije. La señora se asustó mucho cuando le propuse usar una peluca muy sugerente y al explicarle que no se le notaría nada pero que para ello se tenía que rapar al ras. Y dicho y hecho. Le costó unos minutos aceptarlo pero finalmente aceptó. Para que no echara atrás y no hacerla sufrir mucho, no la hice pasar por el lavacabezas ni fui recortando el cabello poco a poco. Nada de eso. La rapé al cero sin más desde el principio y en un par de minutos… afeitadita. Luego le propuse una peluca tipo bob de las que tenemos en el escaparate y lista. ¡Quedó fantástica! ¡Igual que tú ahora!… Ya estás lista. Este se su nuevo “peinado bola”. ¿Te gusta?

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Author: mdj

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