Huella imborrable (Nayamond)

Teníamos dieciocho años, éramos muy buenos amigos, estábamos en la misma universidad. Nos habíamos conocido un año antes. Ella vio en mi algo interesante y le pareció que podríamos tener una muy buena amistad, así que poco a poco fuimos haciéndonos amigos y llegó un momento en que salíamos juntos muy seguidos y nos salíamos de clase, lo cual nos afectó porque le estábamos dando muy poca importancia a nuestros estudios, tanto que el director nos mandó llamar para reprendernos y nos hizo reflexionar que nos estábamos jugando nuestro futuro profesional y laboral y, afortunadamente, nos dimos cuenta del error en el que habíamos caído.

Ya habían materias, como administración para mi y química para ella, que estaban muy difíciles de salvar y pensamos en algo para poder darle un plus a nuestro tiempo de estudio, algo por lo que esforzarnos más, algo que doliera mucho su efecto. Así, decidimos que mejor una apuesta y, después de pensar tanto qué podríamos apostar, pensamos en algo que doliera mucho pero que no afectara a la salud y que sus efectos duraran mucho, así que decidimos apostar el pelo. Si ella reprobaba más que yo, ella se cortaría el pelo como yo quisiera y si yo reprobaba más que ella, yo me cortaría el pelo como ella quisiera. Yo le adelanté que de un principio se fuera imaginando un corte por los hombros, solo para que no imaginara lo que se venía, porque por esos días fui a comprar una rasuradora de cabello para cuando llegara el día.

Ella estudiaba para salvar su cabello, el cual tenía más o menos por debajo de la cintura y yo estudiaba no para salvar mi pelo, sino para cortárselo a ella.

Después de cuatro meses de estudio y una semana de exámenes llegó la entrega de resultados. Como esperábamos, ella reprobó química y yo reprobé administración, así es que faltaban cuatro materias de entregar resultados. La espera era escalofriante. Por fin se entregaron esos resultados. Yo aprobé las cuatro materias, una de las cuales por tres puntos. Iba ganando la apuesta y ella estaba confiada que no le iba a cortar mucho así es que se resignó y estuvo apunto de empatarme si no es porque en una de las materias le faltaron diez puntos para poder aprobar.

Después de aceptar su derrota me dijo que confiaba en mi (nunca debió hacerlo). Ese día fue imposible que cumpliera su apuesta porque su familia iba a salir de vacaciones y tenía que ayudarles con las maletas y despedirse. Ella no iría porque tenía que quedarse para los exámenes de regularización, así que acordamos vernos al día siguiente en su casa.

Al día siguiente preparé en mi mochila la rasuradora y de camino a casa llegué a un supermercado y compré espuma de rasurar y hojas de afeitar. Llegué a su casa, me invitó a comer y después platicamos un rato. Me preguntó sobre el corte que tenía planeado a lo que respondí que sería una sorpresa, que no se preocupada. Le hice creer que probablemente le perdonaría la apuesta. Nunca me preguntó que traía en la mochila. Me imagino que estaba acostumbrada a ver como ella así que le dije que tenía unos libros. Me dijo que si quería subirlos a su recamara lo cual acepté porque era parte de mi plan. Subí a la recamara. Le avise que iba a subir la mochila para guardarla (mientras ahí levaba todos los accesorios para afeitarle la cabeza). Aproveché ese momento para acondicionar el espejo de su cuarto, acercar una mesita, una toalla, agua y después de esto le grité que no encontraba los libros. Ella subió corriendo inmediatamente y cuando llegó a su cuarto se llevó una gran sorpresa al verme parado tras una silla, frente al espejo sosteniendo la capa de corte y la rasuradora la cual respondió nerviosa y negativa. Yo le dije que ella aceptó la apuesta y quedamos en que se lo cortaría como yo quisiera. Finalmente aceptó después de otro tanto rato de negociaciones donde ella no quería cumplir el acuerdo completo. Logré que se sentara y la convencí de que tenía que probar un cambio, causar impacto entre la gente ya que aquí es muy raro ver a una mujer con la cabeza rasurada, que llamaría la atención, demostraría seguridad y que le importaba poco lo que la gente opinara de ella (el cabello es una parte fundamental de una mujer). Después de lo que opinaran de ella poco importaría y por fin aceptó.

Le puse la capa y tomé la rasuradora. Comencé el rito por la parte derecha de su cabeza. Le pasé la rasuradora por un lado y su cabello fue cayendo por largos mechones negros al mismo tiempo que de sus ojos brotaban unas lágrimas. Después continué por la parte alta de su cabeza, por en medio le pasé la máquina. Sus lágrimas continuaba y a mi me pasaba algo raro, empecé a excitarme, algo que nunca antes me había sucedido.

Cada vez había menos pelo en su cabeza y más en el suelo. Su cráneo se hacía más evidente y sus lágrimas paraban de salir. Ella se vio en el espejo, empezó a acariciarse la cabeza y soltó una sonrisa de aprobación. Le estaba gustando el nuevo look que le diseñé y se estaba excitando cada vez que más al pasarse la mano por la cabeza así que le fui pasando la máquina por toda su parte alta. Al verla pelona me excitaba ver cómo su cabello tapizaba el suelo de su habitación. Sus mechones caían abundantemente. Parecía una alfombra preparada para un gran evento. Al terminar arriba seguí por la nuca y el lado izquierdo. Ella estaba tan a gusto que pasó del susto a la alegría. El sonido de la máquina se estaba volviendo agradable. El sentir su vibración sonido y ver cómo quedaba calva era algo que no supo describir. Una sensación muy agradable y así fue como su alfombra quedó llena de pelos de su abundante cabellara. Falta el toque final: saqué de mi mochila la espuma de afeitar y volvió con otra negativa. Le dije: mira, si ya te cortaste un metro de cayera, que más da un milímetro más, y así aceptó. Le cubrí al cabeza de espuma y procedí a pasar las hojas de afeitar por su cabeza. Empezó a tomar una tonalidad blanquiverde y se empezó a sentir muy lisa su cabeza. Quedó encantada con su nuevo look rapado. Después de esto, la excitación había llegado a un grado muy alto pero se perdió por un contratiempo ya que fue al baño y al regresa, como me había gustado la excitación a la que llegamos le ofrecí solidarizarme con ella rapándome también (después de todo, lo que me importaba era raparla a ella). Ella aceptó mucho más rápido ya que yo tenía el cabello mucho más corto. Después me rasuró con navaja. Volvimos a experimentar esa excitación y así dejamos fluir nuestras emociones llegando a tener relaciones sobre esa alfombra de cabellos formada principalmente por el cabello de ella y en menor parte del mío. Un gran sueño que no he podido repetir porque después de esa experiencia empezamos a salir y me dijo que mientras ella estuviera así significaría que me seguía amando, esa sería la huella de su amor, a la cual yo le ofrecí lo mismo, pero ella me contestó que no era necesario.

¿Qué paso con sus papas? Entendieron que fue un sacrificio y que yo solamente la apoyé. Se enojaron pero al final le gustó a su hermanita de doce años, la cual estudiaba secundaria. Le gustó tanto que insistió demasiado hasta que por fin ella le afeitó la cabeza bajo el riesgo de que a ella no se le viera bien afeitada.

Durante el tiempo que estuvimos saliendo ella conservó su look rapado y yo me lo dejé crecer. Después de dos años tuvimos que dejar de vernos porque ella tuvo que salir fuera del país y era imposible mantener así la relación. Recordé lo que ella me dijo el día que la afeité y me volvía a afeitar la cabeza. Después de dos años, a los cuatro meses, me habló para decirme que regreso y quería verme. Me sorprendió con su look rapado, señal de que me seguí queriendo y restablecimos nuestra amistad hasta ahora, que estamos saliendo de nuevo y seguimos con nuestras cabezas afeitada. Entre ella y su hermana impusieron una moda en nuestra comunidad ya que varias mujeres que no conocíamos se afeitaron la cabeza por copiar a mi novia ya que a ella le copiaban mucho sus formas de vestir y peinar.

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Author: mdj

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