Rapada mientras gozaba (me rapo)

La noche anterior había salido de copas y con la intención, más o menos clara, de acostarme con alguien. Llevaba algunas semanas sin hacer el amor y lo necesitaba. Soy alta y corpulenta y, además, me gusta llevar el cabello muy corto. Eso parece que les da ‘corte’ a los tíos, por lo que me cuesta ligar con alguien, aunque sea para una noche.

Llevaba ya recorridos unos cuantos locales, cuando en uno de ellos un hombre de unos 40 años, alto, con la cabeza rapada me llamó poderosamente la atención. Tanto, que cuando conseguí que se fijara en mí y empezó a tontear, le seguí el rollo. Bebimos; bebimos mucho. Tanto, que no recuerdo cuándo dejamos de hacerlo ni qué hicimos después. Sólo recuerdo que desperté en una cama que no era la mía.

Aunque tenía algo de resaca, recuerdo que al despertarme sólo me di cuenta de que llevaba un piercing en cada pezón. Me escocían y, lo que es peor, no recordaba cuándo me los había puesto. Lo que sí tenía claro es que la noche anterior, cuando salí de mi apartamento, esos piercings no estaban ahí. Mi cabeza empezó a dar vueltas a una sola pregunta: ¿cómo haré para que nadie me vea esto? ¿cómo lo esconderé? No podía dejar de pensar en ello y de tocarme los piercings. Dos aros con una bolita cada uno.

Estaba ensimismada en mis pensamientos, cuando oí su voz: ¿Ya te has despertado? Levanté la vista y ahí estaba él, alto, con su cabeza rapada. ‘Sí’, dije, algo cohibida. ‘Son preciosos’, me dijo. ‘¿Los qué?’, respondí. ‘Tus pechos. Y los piercings’ me contestó.

Confusa, le pregunté: ‘¿Cúando me hice esto?’ y él me respondió: ‘Esta madrugada. En un local de tatuajes y piercings que está abierto las 24 horas. ¿No lo recuerdas?’. ‘No; debía estar demasiado bebida’, repuse. ‘Pues bien decidida que estabas. ¿No recuerdas porqué lo hiciste?’, me preguntó. ‘No, claro que no’ le respondí. ‘Dijiste que tú también querías un piercing. Viste el mío y quisiste uno tú también.’ me dijo. ‘¿Sí?. No veo tu piercing por ninguna parte.’ le respondí.

Entonces, él se bajó los pantalones y me mostró su pene: tenía un hermoso piercing en la punta, justo en el frenillo. Yo no podía apartar la vista del piercing.

‘Es este. ¿Te gusta?’ me preguntó. ‘Claro’ dije yo con la voz algo entrecortada y sin poder apartar mis ojos de ese piercing. Estaba deseando poder lamerlo. Lo había deseado durante mucho tiempo, pero es tan difícil encontrar tíos con un piercing en esa parte del cuerpo. Se lo estaba mirando con tanto deseo que me espetó: ‘¿Aún quieres chuparla?’, a lo que respondí ‘Sí, sí’ mientras le agarraba el pene con mis dos manos y empezaba a metérmelo en la boca.

Era increíble. Nunca una polla me había sabido igual. Se iba hinchando poco a poco. Yo notaba la erección dentro de mi boca, mientras podía rozar su piercing con mi lengua. Me estaba excitando de tal manera que los pezones se me empezaron a poner duros y los piercings me dolían un poco. No podía parar. Oí su voz mientras me decía: ‘Ahora te vas a excitar aún más, cariño’ y yo pensé para mis adentros ‘Sólo me excitaría más que me raparan ahora mismo’, mientras recordaba la última vez que me había atrevido a raparme. Increíblemente, oí zumbar una máquina de rapar y, mientras iba comiéndome literalmente su polla, noté cómo me empezaba a pasar la máquina por la cabeza. Eso fue el clímax: notar el roce de la máquina por mi cabeza, mientras notaba caer los mechones de pelo al tiempo que notaba su polla y su piercing en mi boca y mis pezones cada vez más duros. Estaba mojada. Mojada de puro placer. Y él seguía pasándome la rapadora por la cabeza, suavemente, para un lado y para otro, asegurándose de dejar mi cabeza bien rapada. Entonces, empezó a gemir; gemía de puro placer. Y yo me estaba derritiendo de placer también, sabiéndome rapada (siempre me he visto más atractiva rapada, pero curiosamente necesito que me rape alguien), con mis pezones duros y con sus piercings recordándome que estaban ahí. Y su polla, su enorme polla con su increíble piercing en mi boca explotando.

Se corrío. De una manera que no había conocido hasta ese momento. Y su semen me sabió a gloria. ‘Te amo’, me dijo, ‘Eres la mujer más bella que conozco.’ Me levanté despacio. Nos dimos un beso en la boca, largo, inacabable. Fui hasta el baño y me duché. Al salir de la ducha, me miré en el espejo y me vi, rapada, con mis dos pezones perforados y un anillo en cada uno. ‘Preciosa’ me dije.

Ha pasado un año. Los piercings siguen ahí: no sabría quitármelos; me parecería que he dejado de ser yo misma. Y mi cabeza sigue rapada: él me la rapa cada vez que me como su polla.

mdj
Author: mdj

2 comentarios

    Hola a todos me gusta esta página y las historias me excita y me pongo caliente y me masturbo con todas las historias en especial esta me gusta muchísimo me facina besos

    Excitante historia, es tan rica que me mojo.

Deja una respuesta

Leave the field below empty!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.