Sí quiero (para Sheila y Alba) (Franco Battiatto)

Era el día más feliz de la vida de Susi. Ese sábado, un sábado primaveral, soleado y radiante iba a cumplir el sueño que más deseaba: se casaría con Pedro, su novio de toda la vida.

Susi vivía con nervios los prolegómenos de la ceremonia. Nada podía salir mal. Llevaba toda la mañana liada con los preparativos ayudada en todo momento por su hermana menor, Sheila y por su mejor amiga, Alba. Las tres hacían un grupo simpático. Eran amigas desde la infancia. Ninguna de ellas pasaba los 25 años y estaban viviendo con emoción y nerviosismo la jornada. Sheila y Alba tenían fama de ser las chicas más divertidas y atrevidas del barrio.

Susi había elegido para la ocasión un elegante y glamoroso salón de la ciudad. No quería que nada fallase. Su cuento de hadas debía de salir a la perfección y terminar con final feliz. Se había gastado una auténtica fortuna en los preparativos. Ella luciría para la ocasión un bonito vestido color blanco-marfil con cuello barco y un gran velo que le taparía todo el rostro y la cabeza.

Con especial esmero estaba preparando Susi su peinado. Sería el toque de perfección. Quería algo espectacular. Llamativo. Para ello llevaba los últimos ocho meses dejándose crecer su hermosa melena rubia natural. Tan sólo había acudido a la peluquería en alguna ocasión para recortarse las puntas, sanearlo, igualarlo y peinarlo. Pero nada más. Necesitaba una gran longitud para hacerse un moño alto y lacado. Susi tenía un hermoso cabello lacio que resultaría fácil de domar.

Esa circunstancia le había costado un esfuerzo supremo ya que Susi era una auténtica fanática de la peluquería y el pelo rapadito. Entre los 20 y los 24 años a penas se dejó crecer el cabello más allá de dos o tres centímetros. Eso, a pesar de las duras reprimendas de sus padres y de su novio Pedro. Pero ella no cedía. Le gustaba recortarse una y otra vez el pelo. Se sentía libre, feliz, cómoda. En los últimos tiempos había decidido comprarse ella misma una rasuradora y empleando una de las guía más bajas (no le gustaba el cero total en su cráneo) y con la ayuda de su hermana Sheila, se la pasaba por la cabeza cada dos o tres días. A veces, el resultado del rasurado era prácticamente nulo ya que el pelo apenas había crecido y a duras penas saltaban unas astillitas insignificantes de mínimo cabello de entre los dientes del peine de la rasuradora. Sin embargo, Susi repetía la operación una y otra vez porque le apasionaba la sensación de raparse, de sentir el frío mecánico funcionamiento del motor metálico y eléctrico de una rapadora sobre su cráneo.

Su novio Pedro jamás entendió esa manía que, según él, se aproximaba peligrosamente a lo vicioso, lo raro y lo oculto pero estaba enamorado de Susi hasta la cachas. Así que asentía y la amaba aún con el pelo rasurado.

El sueño de la rasuradora tuvo que ser abandonado en seco para hacer realidad otro sueño: su moño italiano y repleto de laca abrillantadora. Fue así como comenzó Susi a acometer el auténtico desafío que suponía para ella dejarse crecer la cabellera. Un centímetro, dos, tres,… media melenita… ¡una melena discretita pero suficiente para su empeño! El esfuerzo había merecido la pena. Ocho meses de lucha y represión a cambio de una cabellera de cerca de 20 centímetros.

Un esfuerzo que había necesitado de un redoblar de fuerzas ya que Susi estaba condenada a ver como su hermana Sheila y su amiga Alba se afeitaban la nuca una a la otra todas las semanas sin excepción. Ambas adoraban llevar la nuca al aire. Limpia de pelo y, ciertamente, el estilo bob rapado en la zona trasera les quedaba muy bien. Ambas tenían un éxito inusitado con los chicos por su look decidido, atrevido y divertido. Lo cierto es que eran un par de chicas fantásticas. Por el barrio se decía que ambas solían quedar con otras chicas y chicos para raparse unos a otros en unos happenings que resultaban de lo más divertidos y concurridos. Merecían la pena. ¿Sería verdad que se lo pasaban tan bien?

La mañana en que Susy se iba a casar se encontraban las tres amigas hablando sobre los viejos tiempos. No paraban de recordar anécdotas y reírse.

Joder, Susi… ¡Quién te ha visto y quién te ve! – Le decía Sheila entre carcajadas- ¡Casi ya casada y… con el pelo largo! ¿A qué hora has quedado con la peluquera?

Vendrá a las doce.

¿Y si no viniera? –terció decidida Alba, que lucía un bob de color azul, marcada raya en medio y nuquita rapada al uno precioso.

¡¡¡¿Cómo que si no viniera?!!! – Respondió entre sorprendida y aterrorizada Susi

La mirada de complicidad entre Sheila y Alba, la mueca de complot tramado que se extendió por sus rostros y el afilado silencio le hicieron comprender a Susi que sus damitas de compañía, su hermanita y su amiga le habían tendido una trampa…

En efecto, aquella misma mañana Alba se ocupó de llamar a la peluquería para cancelar la cita de visita a domicilio. Ellas mismas se encargarían de trabajar el especial tocado de la novia para convertirla en la novia más guapa del mundo.

-¿No decías que querías sorprender a Pedrito el día de tu boda?- Le comentó con una tonelada de sarcasmo Alba – Pues lo vas a conseguir, bonita.

Vaya si lo vas a conseguir… – abundó Sheila.

No estaréis pensando en…. –Susi no tuvo valor en terminar la frase….

Justo, bonita, en raparte al cero – Concluyó la propia Sheila- Vas a ser la novia más guapa del mundo.

Además, como llevas velo, tu peinado será un misterio hasta que te lo levante tu novio para darte el beso de compromiso en la iglesia ¡Será fantástico! ¿Te imaginas la cara que se le pondrá?- Explicó regocijada Alba.

Si y sobre todo tu suegra. Ja, ja, ja….

La pobre Susi no daba crédito a las intenciones de su hermana y su amiga y cayó presa de un ataque de pánico…

-¡¿Os habéis vuelto locas!? ¡¡¡Ni borrachas!!! A mi no me toca el pelo ni Dios. No he estado dejándome crecer el melenón para que ahora me jodáis en el último momento… – Susi estaba seriamente enfadada y mientras profería estos gritos no dejaba de gesticular y hacer aspavientos.

Pero dos son más fuertes que una.

Entre Sheila y Alba taparon la boca de Susi con cinta aislante antes de que alarmara a todo el vecindario. La redujeron y la ataron contra su voluntad y haciendo frente a sus codazos, patadas y cabezazos en la silla del tocador de su habitación. Estaba decidido. La iban a rapar… al cero.

Susi no dejo de llorar durante toda la sesión. Las lágrimas se deslizaron por todo su rostro echando al traste más de dos horas de sesión de maquillaje. Las lágrimas cayeron como pequeños y lastimosos ríos como en breve caerían sus rubios mechones por sus hombros descubiertos.

Mientras Sheila cuidaba de que Susi no se moviese del sitio apretándola fuertemente por los brazos amarrados con las cuerdas de tender la ropa, Alba fue a la cocina y eligió para la operación unas grandes tijeras de pescado con la empuñadura de plástico negro.

No me jodas, ¿Con eso la vamos a cortar el pelo? ¡Le vamos a hacer una auténtica escabechina!- Exclamó enfadada Sheila

¡¿Y qué más da los trasquilones si luego la vamos a rapar?!¿Eso era lo acordado no? A ver si ahora te vas a echar atrás, bonita.

El debate había quedado zanjado. Tal y como habían quedado cada una procedería a cortar y rapar un lado de la cabeza de la novia. Sheila la derecha, Alba la izquierda. Ni un centímetro más ni menos.

Mientras Susi intensificaba su pataleo, sus jadeos y sus llantos, Sheila consiguió peinarla con un cepillo de duras púas. En el forcejeo presionó en exceso e hirió en el cráneo a Susi. Una gotita de sangre saltó y manchó el hombro, la espada, la silla y la moqueta de la habitación. Sheila y Alba se quedaron asustadas… ¿Se estarían pasando? Susi estaba a esas alturas presa de un ataque de nervios que pronto pasaría a ser una resignación callada y sometida.

Sheila siguió con el cepillado de la melena que descendía ufana hasta los hombros. Lo cierto es que semejante cabellera hubiera constituido un bonito peinado italiano. Pero no, sería rapado. Sheila dividió geométricamente la cabellera de la frente a la nuca en dos mitades exactas. Ni un milímetro más ni menos. El placer había que dividirlo equitativamente.

¿Qué empieza?- Susurró Alba.

Yo mismo. Me muero por hacerlo.

Sheila abandonó el grueso cepillo en la repisa de la cómoda y amarró con la fuerza que proporciona el deseo las tijerotas de desguazar pescado. Comenzó a cortar caóticamente a ras el cabello de la novia. Eran tijeretazos sin ton ni son. Entre los nervios y los bruscos movimientos de Susi, los anárquicos trasquilones iban definiendo una media cabeza ridícula y dantesca mientras la otra media parecía intacta con su cortina de pelo suavemente peinada y muy lisa. Sheila consiguió terminar su tarea entre sudores y un esfuerzo bárbaro. Había sido una dura tarea pero la mitad del cráneo de la novia ya estaba esquilmado. Objetivo cumplido.

Era el turno de Alba. Se lanzó ávida hacia las tijerotas pero una inesperada iniciativa de Sheila le hizo retrasar su operación.

¡¡Un momento!! ¿Y sí la fotografiamos para luego incluir las imágenes en el álbum de la boda? Al fin y al cabo estos son los preparativos ¿no?

Qué genial idea. Eres la mejor.

Dicho y hecho. Sheila sacó una cámara digital y estuvieron sacando fotografías de la pobre novia medio despelucada durante un cuarto de hora. ¡Dos carretes! Susi de frente, Susi de perfil, desde atrás, desde arriba, desde abajo, llorando, gritando, con los ojos cerrados… medio calva… Todo un reportaje

¿Y si las colgamos de Chicas Rapadas en la red? –espetó Sheila
Buena idea, tía. Mañana lo hacemos sin falta.

Después de la sesión fotográfica, Alba procedió a ansiado su corte. Más tirones, más lloros, más salvajes descabellados y trasquilones. Para cuando hubo acabado, la cabeza de la novia presentaba un aspecto asqueroso, pero a la vez dulce, liberado de casi todo el pelo. Libre.

Sheila se acercó al armario, sacó una caja de zapatos y de su interior extrajo una rapadora algo anticuada pero eficaz. Era la rasuradora profesional que Susi había utilizado durante años. La misma máquina que la dejaría completamente calva para asistir a su propia boda.

Buena parte del suelo de la habitación estaba cubierto de pelos de diferentes longitudes, Todos rubios. Todos de la novia. La precipitada acción de las improvisadas pero diligentes peluqueras había provocado que las crenchas de la víctima saltaran en todas direcciones. Además, con la tensión habían olvidado poner una toallita en torno al cuelo de la víctima y tampoco se habían preocupado en retirar de sus hombros y la parte trasera de su nuca las montañitas de pelo amarillo caído.

El rapado fue rápido y eficaz. Tampoco había mucho trabajo. Por fin Susi se relajó un poco. Quizá recordó tiempos pasados o quizá se sintió definitivamente derrotada.
Los pequeños ríos de pelitos fueron descendiendo gradual, disciplinada y armoniosamente a cada pasada de la rasuradora. En apenas 10 minutos. Susi era completamente calva. La novia calva. La novia más guapa del mundo.

mdj
Author: mdj

2 comentarios

    Resulta duro al principio padecer algo así, pero es tan liberador que llegas a acostumbrarte y a que te guste cada vez que te rapan.

      Abbr title me encantaria raparme debe ser una sensacion divina

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