Brasil (Meketrefe)

No sabeis lo que es calor. El que no ha vivido nunca en un clima tropical no sabe lo que es calor, y yo hasta el año pasado no tenía ni idea de lo que era el calor. Pero mi ONG me envió a un pueblo de Brasil como cooperante para llevar a cabo el proyecto de construcción de una escuela, y entonces descubrí lo que significa 38 grados y 95 porciento de humedad.

Para que os hagais una idea con esas condiciones de temperatura y humedad se te pega toda la ropa al cuerpo, no paras de sudar, te cuesta respirar mucho más que lo normal y te cansas con pequeños movimientos. Un clima fantástico para llevar un flequillo todo el dia pegado en la frente, verdad? Decidmelo a mi.

En abril del año pasado, cuando no sabia que iban a enviarme a Brasil, un dia fui a la pelu. Sabía que quería un flequillo, así que le pedi a la peluquera que me lo cortara recto y espesito. En 10 minutos tenía mi flequillo y me habían recortado las puntas de mi melena, que me llegaba por denajo de la cintura.

A los 15 días me llamaron para decirme mi nuevo destino. Hasta entonces había estado trabajando en las oficinas de la ONG en Madrid y había llevado a cabo algun proyecto corto en los Balcanes, así que los 5 meses en un pueblo pequeño del interior de Brasil se planteaban como un auténtico reto.Tenía apenas un més para prepararlo todo.
Y llegó el dia. Allí estaba yo, Lucía, en el aeropuerto, con mis dos compañeros de proyecto: Sara, mucho más experimentada que yo en estos viajes de cooperación, y Àlex, un loco de los viajes. Tardamos casi tres días en llegar al pueblo, pero al fin estabamos allí, entrando por la puerta del que sería nuestro hogar los próximos cinco meses: una casita de madera en el centro del pueblo, bueno, del poblado porque todo eran casa de madera y paja.

Al dia siguiente ya estabamos trabajando.

-Dios, que calor- le decía a Sara mientras yo me apartaba los pelos de la cara.

-No sé como se te ocurre venirte con ese flequillo -Me respondió ella, que como ya se sabía el calor que iba a pasar se había venido con el pelo corto como la que presenta los informativos de laSexta.

Maldecí el flequillo durante días. Sara se ofreció a cortarmelo cortito pero yo decline su oferta, pense que me acostumbría. Pero no lo hice. A la semana estaba sentada en las escaleras del patio, con el flequillo peinado hacia delante y con sara empuñando unas tijeras. Delante nuestro había un monton de niños, sentados en corro, mirando la sesión de peluqueria.

-Estas segura de que vas a saber hacerlo?

-La verdad es que no, pero que más te da, si sale mal dentro de 5 meses te habrá crecido. No haber venido con ese flequillo de pija.
Respiré, y sin que me dejara responder ya me había cortado medio flequillo. Ahora tenia uno mini a dos dedos de la raiz.No tardo ni dos minutos y me dio el espejito que tenía.

-Ha quedado como el culo.

-Estas guapa, Lucía. Y de verdad tanto te importa el pelo? -dijo señalando a los niños que ahora jugaban con los mechones que me había cortado- Estos niños no han ido en la vida a la peluqeria.

-Tienes razón. Pero un día de estos te voy a cortar el pelo.

-Si hombre, yo ya lo tengo cortito, y bien fresquita que voy.

Pasaron los días y la verdad es que mi ridiculo flequillo no me molestaba nada. Tenía la cara despejada, y eso ayudaba mucho, aunque no podía salir a la calle sin una coleta porque sino me moría de calor con mi melenon, que por culpa de unos visitantes inespeados tenía los días contados.

Era domingo, estabamos en el porche Sara y yo leyendo cuando apareció Alex.

-Te has pelado. – Dijo Sara al verle.

-Uaaaala, menudo corte de pelo. Te lo has hecho tu solo?

-Si, Lucia, me he pasado la maquinilla.

-Que maquinilla? – Le pregunté extrañada.

-Pues me traje un cortapelos temiendo que pasara lo que ha pasado?

Sara frunció el ceño. -Que ha pasado?-

-Pues me temo que tenía piojos.

-A las dos nos salió un pequeño gritito y como un acto reflejo salte de mi silla i me senté a los pies de Sara. I tras unos minutos confirmó lo inevitable, to también tenia piojos.

-Y ahora que hago?

-Lo primero, mirarme si yo tambien tengo piojos. -Respondió Sara.

-Sientate aquí.

Le apartaba pequeños mechones y iba mirandole poco a poco a ver si tenia piojos y liendres. Tenia el pelo suabisimo, moreno y como de un palmo de largo.

-Creo que no tienes. Bueno, y que hago yo?

-La farmacia más cercana está a 200 kilometros y aun así dudo que tengan antipiojos.

-Voy a probar con vinagre.

Y probé con vinagre y con treinta mil productos más, pero los piojos continuaban allí. Habia veces que estaba revisnado documentos del trabajo, me pasaba la mano por la cabeza y caían sobre los papeles bichitos pequeñitos. Me daba un asco terrible. Aguanté una semana con piojos. Cuando llegó el domingo dije basta.

-Aun tengo piojos. No se que hacer. Solo me queda cortarme el pelo.
-Pero donde vas a ir, ya has visto que aquí no hay peluquerias, que los padres les cortan el pelo a sus hijos.

-Ya, me lo vas a cortar tú. – Le dije a Sara mientras me caía una lagrima por el ojo.

-Yo? Pero si lo máximo que he cortado es el pelo de mi Barbie, y eso fue hace 20 años. Ya viste lo que te hice con el flequillo.

-Lo he estado pensando y está decidido. Quiero que me cortes el pelo con la máquina de Alex, ya se que va a ser muy corto, pero quiero a los piojos fuera, ya.

-Piensatelo Lucia, es un cambio muy radical.

-Ahora.

-Ahora que?

-Quiero que me lo cortes ahora.

Sara se quedó muda. Fui a la habitación de Alex, que se había ido unos dias de excursión, i busqué la máquina cortapelos. Estaba en un neceser, junto a unas tijeras y un peine. Al pasar por la cocina cojí una silla y una sábana vieja, y volví al porche.

-Ya lo tengo todo.

Sara se levantó de su silla y me dio un largo abrazo. -No te preocupes, vas a estar igual de guapa.

Asentí con lágrimas en los ojos y me senté en la silla. Sara me puso la sábana alrededor del cuello, llegaba hasta el suelo, solo me sobresalía la cabeza. Me solté la coleta y tiré la goma al suelo, ya no la iba a necesitar durante un buen tiempo. Los niños que estaban jugando alrededor de casa se acercaron y se sentaron alrededor. Vete a saber lo que debían pensar de nosotras.

-Te lo paso al número más alto, vale?

-Lo que tu creas. Sabes que es la primera vez que veo una máquinilla de estas? – Y era la verdad, había visto anunciarla en la teletienda, pero en la peluqueria de señoritas a la que iba nunca la había visto utilizar.

Bzzzzzzz. Puso la máquina en marcha y el corazon me dio un salto.

-Empiezo Lucia, no habrá marcha atrás.

-Adelante.

Me inclinó la cabeza hacia delante y empezó a pasar la máquina por la nuca. Después de la primera pasada me llevé la mano a la zona cortada y me encantó la sensación. Sara me pasaba la maquinilla poco a poco, a ratos notaba que le temblaba un poco la mano. Los mechones larguísimos iban cayendo sobre la sábana blanca. Los cojia y veía allí las liendres y algun que otro piojo, entonces acudía la sában del asco que me daba y todo el pelo caía al suelo. En 10 minutos tube toda la parte de atrás cortada.

-Me dejas la maquinilla? Quiero pasarmela yo misma un par de veces.
Sara me dió la maquina, fue a por un espejo y se puso delante mio aguantandolo. Pasarme yo misma el cortapelos fue una de las sensaciones más fantsticas que he tenido nunca. Le devolví la maquinilla a Sara y acabó el trabajo. En 30 minutos pasé de tener una melena piojosa al pelo cortado a un dedo. Me veía guapa y estaba bastante humeda.

-Estas genial. – Me dijo Sara mientras retocaba con las tijeras los pelos largos que habían quedado detràs de las orejas.

-Sí, me gusta mucho y va ser comodísimo. Por cierto, creo que no se te ha acabado el trabajo.- Le dije señalando la cola de madres con sus hijos que hacían cola para que les pasaramos la maquinilla a los pequeños.

-Pues vamos allà, me esta gustando esto de ser peluquera.

Los niños se fueron sentando y Sara les cortaba el pelo cada vez más rápido. Había madres que le pedían que se lo cortara más corto, entonces bajaba la guia del cortapelos al 1 y les dejaba peladitos. Yo mientras hacía fotos. Pasaron un par de horas y una treintena de niños dejaron allí su pelo. En el porche había una montaña de pelo que las madres nos ayudaron a barrer.

Después de cenar y beber bastante, Sara se acercó y me susurró al oido: -“Ahora me lo vas a cortar tu”.

-Quieres que te corte el pelo?

-Sí, pero no el de la cabeza, dijo mirandose a la entrepierna.

Había oido que a Sara le iban las mujeres pero creía que eran habladurías. Yo nunca había sentido atracción por otras chicas, es más, me encantaban los tíos. Pero no me lo pensé, en ese momento tenía ganas de raparle el sus intimidades y me daba igual que ella fuera lesbiana o no.

En la habitación se sentó en la cama y se bajo las braguitas hasta los tobillos.

-Al cero.

No nos cruzamos ninguna palabra más. Con la maquinilla vibrando en mi mano la acerque a su entrepierna. Su pelo rizadito, largo y fino emperzó a caer al suelo. Los jemidos de placer de Sara me estaban poniendo a cien, no me lo podía creer, estaba cachonda con otra tía. Acabé de raparle justo cuando le llegó el orgasmo.

-Ahora tu. -Me dijo Sara cuando se hubo recuperado.

-Ok, pero creo que no vas a disfrutar tanto como he disfrutado yo. -Y me quité las braguitas.

-Ala, tu los llevas cortito.

-Sí, me lo corto en la ducha con las tijeras de vez en cuando, pero creo que algo podrás cortar.

Y vaya si pudo cortar. Me lo dejo al ras y disfruté una barbaridad… hasta el final. Y allí estabamos, en la cama de Sara, yo tumbada, ella con la cabeza en mi barriga y yo acariciandole el pelo. Las dos en silencio.

-Sara, no soy lesbina.

-Lo sé.

-Pero me ha encantado.

-Y a mí, y por cierto, tiene gracia que esto se llame un brasileño.

-Reímos un buen rato y después de otro ratito en silencio me dirigí a Sara.

-Mañana te voy a cortar el pelo, el de la cabeza.

-Pensaba que nunca te ibas a ofrecer.

A los dos minutos estabamos durmiendo (cada una en su cama).

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Author: mdj

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