Diario de una hairfetish 1: Los juegos con Marta

Me gusta hacer esta pregunta : ¿Cuál es tu primer recuerdo fetichista? ¿Tienes conciencia de en qué preciso momento te diste cuenta de cómo eras?  La mayoría de las personas  fetichistas que he conocido,   pueden remontarse hasta su infancia, lo que significa a veces,  que han tenido mucho tiempo para entenderlo y llegar a disfrutarlo. Yo no iba a ser menos…

Era muy niña cuando me vino el período por primera vez. Ni siquiera había hecho la primera comunión. Lógicamente, mis padres se asustaron y me llevaron a varios médicos, no era normal que una niña, a la que ni siquiera había dado tiempo de hablarle sobre el tema, desarrollase a esa edad. Por lo visto, era algo inusual, pero no imposible. Para mi fue impactante despertar a la sexualidad tan pronto.  Mis juegos y mi cuerpo comenzaron a cambiar. Empecé a ser consciente de que había ciertas cosas que despertaban mi fascinación, mucho más que jugar a los cromos, saltar a la comba o al elástico…Pronto empecé a darme cuenta de que era distinta. Lo que más me gustaba, era organizar juegos de rol, dramatizaciones. A día de hoy, todavía me siguen impactando esos recuerdos, pues las situaciones que planteaban mis juegos eran muy radicales. Y del todo el grupo de niñas con las que me reunía después del colegio por esa época, sólo una de ellas, una vecina de la urbanización, accedió a seguir jugando  conmigo. Las demás se negaron cuando me atreví a  ir un poco más allá, me dieron de lado por considerarme rara, a mi no me importó.  No insistí, pues contaba  con  Marta. Con ella,   todo fue distinto. Pudimos ir a más.

Nos encerrábamos en mi habitación, o en la suya.  La sesión consistía en lo siguiente. Primero nos poníamos de acuerdo: Había que elegir entre un colegio, una cárcel, un convento de clausura, un reformatorio, un cuartel, un internado…nos inventábamos cualquier ambiente restrictivo donde el castigo fuera una práctica común. Siempre recreábamos la llegada, el primer día, nos inventábamos también los personajes. Incluso a veces representábamos a alguien real, alguna niña del anterior grupito que nos había abandonado y a la que no soportábamos. En nuestra imaginación, se las hacíamos pasar bastante mal….Podéis imaginar las cosas que le sucedían a los protagonistas. Yo siempre hacía el papel dominante,  de directora del colegio o del internado, de policía en la cárcel, de madre superiora en el convento…Y siempre era implacable. Marta hacía el papel contrario, a veces, de novata sumisa, otras veces, salía contestataria, y a esa le llovían castigos de todo tipo… Por supuesto, todas las sesiones comenzaban con una minuciosa rapada. Los protagonistas de nuestras historias acababan todos con un ficticio pelo al cero reglamentario en la institución.  Recreábamos la situación, muchas veces no sabíamos cómo continuar las escenas, siempre estábamos improvisando e impresionándonos la una a la otra con diferentes reacciones. Pero lo que si estaba claro era que ambas disfrutábamos mucho de aquellos juegos. Yo por aquel momento, no sabía lo que era; sólo notaba una especie de somnolencia placentera, y un cosquilleo constante en el estómago durante aquellas sesiones. Era ,ni más ni menos, que excitación sexual, no era del todo consciente, sólo me hacía volar. No me sentía atraída por Marta. Pero estaba obsesionada con nuestros encuentros, con nuestros teatros.

Marta y yo, nunca hablábamos de nuestras sesiones. Quedábamos, la hacíamos, terminaban y punto. Nos marchábamos sin ningún comentario, conclusión o similar. En la calle nos comportábamos de forma normal, incluso distantes la una con la otra.

Trasladaron al padre de Marta, y se fueron del barrio, a vivir a otra ciudad.  La tarde que vino a despedirse pidió, por primera vez, que intercambiásemos los papeles. Ella quiso dominar, sólo por esa vez. Fue tan implacable, severa, estricta y retorcida, y me impactó tanto la sesión que había planeado para mi,  que tuve mi primer orgasmo cuando aquella directora decidió que una rapada no era suficiente para aquella niña rebelde y desobediente que no paraba de protestar, y con una actuación minuciosa, simuló que me afeitaba la cabeza por completo.
Teníamos, exactamente, 10 años.
Nunca más volví a verla ni a saber de ella.
Fue entonces cuando empecé a escribir aquellas historias, pero eso es otro capítulo…

Fui una niña precoz….
Qué fetichista que se precie no lo ha sido…?

mdj
Author: mdj

4 comentarios

    Fascinante…..me encanta

    Gracias por compartirlo, me ha sido de gran ayuda.

Deja una respuesta

Leave the field below empty!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.