Diario de una hairfetish 2: La familia Estévez

Marina era la hija de unos amigos de mis padres: El matrimonio Estévez. La madre, una gallega gigantesca llamada Remedios, salía con mi madre de vez en cuando, o venía de visita a casa con su hija, una niña algo mayor que yo . Marina era una preciosidad, una cara angelical, un cuerpo pre -adolescente que se vislumbraba esbelto, y un estilo inconfundible al andar y moverse. Tenía elegancia innata. Remataba el conjunto con una enorme melena lisa y rubia a la que cuidaba obsesivamente y que no se cansaba de exhibir.

No se parecía en nada a su madre, grande por todos lados, tosca y bastante bruta. Los años no le habían sentado bien, y para suerte de Marina, ella se parecía cada día más a su padre, que era muy atractivo. Marina y su madre no se soportaban. Tenían una guerra abierta , oficial y constante por todo. Lo cierto es que la niña era una consentida de su padre, y a los 12 años, se mostraba como una cría caprichosa, presumida y llena de vanidad. Remedios luchaba por educarla, por darle valores, pero era inútil; El señor Estévez deshacía todo su trabajo, perdonándole los castigos y comprándole todo lo que la niña pedía. Madre e hija competían por la atención del padre, que iba un poco a lo suyo, pero que, cada vez con más frecuencia, tendía a ponerse del lado de la niña, ignorando las protestas de Remedios, que cada día estaba un poco más gorda, más deprimida y más celosa.

La situación en aquella casa, lejos de mejorar, fue empeorando. El señor Estévez anunció a su mujer que la dejaba: Se había enamorado de una chica joven, y por otra parte, estaba harto de aquellas peleas constantes. Un buen día se largó dejando solas a la niña y a su madre . Poco después, empezaron los trámites de divorcio.

En mi casa, mis padres comentaban que aquello era la crónica de una muerte anunciada, que vaya mala suerte la de Remedios, abandonada por su marido y con aquella niña insoportable que se negaba a obedecerla y la culpaba constantemente por la marcha de su querido papá.

Remedios cayó en una profunda depresión. Mi madre la llamaba regularmente para saber cómo estaba. No siempre contestaba al teléfono y las veces que lo hacía , aseguraba que estaba procurando hacer todo lo posible para salir de aquella situación, que no quería ver a nadie y que cuando estuviera mejor, vendría a visitarnos.

Meses más tarde, llamó una mañana para anunciar su visita. Mi madre se puso muy contenta, pues significaba que su recuperación era ya un hecho. No había vuelto a ver a Marina, pues ella estudiaba en otro colegio. Cuando Remedios y Marina entraron en nuestra casa, todos nos quedamos de piedra.

Remedios era otra mujer. Había adelgazado 25 Kilos, se había cambiado el peinado y la ropa, parecía 10 años más joven, y parecía muy feliz.

En cuanto a Marina…También había cambiado el peinado. Un escalofrío recorrió toda mi espalda. Estaba completamente calva. No había ni rastro de aquella impresionante melena rubia que era su orgullo. Yo no podía creer lo que veían mis ojos. Me saludó tímidamente y durante el resto de la tarde no pude dejar de prestar atención a su cabeza y a la historia que su madre nos contó.

Remedios intentaba salir de la depresión con todos los medios a su alcance. Sabía que lo más importante, era cambiar de vida, cambiar de aspecto, reinventarse para salir adelante, olvidar a su marido y reeducar a su hija. Y lo logró, con mucho esfuerzo. Y a pesar de Marina, que insistía en su crueldad y en ponérselo todo más difícil. Cuando por fin, se miró al espejo, se gustó y se sintió recuperada, empezó a verlo todo claro: Un radical cambio de imagen había servido para hacerle una mujer nueva, para darle fuerza y lucidez…Por que no hacer lo mismo con su desesperante y engreída hija? ¿Por qué no darle una lección definitiva…?

-Así que esa misma tarde,-concluyó Remedios- la llevé a una peluquería de caballeros, sabiendo que allí no se atrevería a rebelarse, y ordené al barbero que la pelara por completo. Al cero. Eso fue la semana pasada…Y no podéis imaginar qué cambio…Marina sabe que la próxima vez que me conteste, que me grite, que me replique, que no obedezca, que me lleve la contraria, irá derechita a la silla del peluquero. ..Estamos haciendo una ronda de visitas a todos los amigos para que no se pierdan su cambio de imagen, verdad , Marina?¿verdad que disfrutas tanto como yo…?

Marina agachó la cabeza. No había pronunciado ni una palabra desde que habían llegado.

– Si, si, claro, mamá, lo que tú digas…

Remedios sonrió triunfante.

Jamás olvidaré aquella tarde.

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Author: mdj

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