Diario de una hairfetish 3: La ambigua Esther

Mi colegio era bastante especial. De monjas.   Un colegio estricto, muy selecto.  Por supuesto, no fue mixto hasta que la ley las obligó, en los años 90, así que la EGB la pasé rodeada de niñas que eran exactamente iguales, parecían clones. Al ser un colegio tan elitista, casi todas las niñas, incluida yo, pertenecíamos a acomodadas familias residentes en la ciudad, nuestras madres venían a recogernos en sus propios coches, todas muy elegantes vestidas. Y con nuestro uniforme, nuestra melenita cayendo por los hombros, y la mochila de los libros, no había ninguna que destacara especialmente…Excepto Esther.
Esther era la rara.

Por aquella época, yo había comprendido que sería muy difícil encontrar a otra Marta, así que aplacaba mis ansias fetichistas escribiendo historias, asomándome a las peluquería, anotando ávidamente las escenas que aparecían en televisión,  estando atenta a cualquier señal y, por supuesto, no compartiendo mi secreta fascinación más que conmigo misma. Así que me mezclé de forma natural, con el resto de las niñas de mi clase. No pertenecía a ningún grupo en especial, me llevaba bien con todo el mundo, era muy buena estudiante, aunque a decir verdad, todo eso lo hacía para que me dejaran tranquila, para que nadie me preguntase qué era lo que escribía y escribía todo el rato…Adopté unas tijeras abiertas como mi símbolo personal, aunque nadie sabía por qué.

Con 13 años cumplidos, todas estábamos en plena edad del pavo y algunas empezaban a tontear con los alumnos del colegio masculino que estaba al final de la calle. Y uno de nuestros signos de belleza inequívoco era el pelo:  Cuanto más rubio, más ondulado, más  brillante, más  sedoso  y cuanto mas largo, mejor. Todas cuidábamos nuestro pelo obsesivamente, y considerábamos una tremenda tragedia cuando llegaba el verano y nuestras madres decidían que ya era hora del corte estival. Yo no me libraba, aunque mi madre siempre fue muy tolerante y me dio bastante libertad al respecto.

No le sucedía lo mismo a Esther. Fuera verano, fuera Invierno o Primavera, Esther siempre llevaba el mismo corte de pelo: Su madre no le permitía jamás que le creciera más de cuatro o cinco centímetros. Parecía un chico. Se comportaba como un chico. No era muy popular en la clase, pero eso a ella, le daba igual, iba a su aire,  a veces se juntaba con las otras raritas, y nunca hablaba de su familia o de sus intereses…Era muy reservada, muy inteligente, bastante seca y cortante, pero  a mi me pareció fabulosa desde el principio.  Empecé a sentirme atraída hacia ella. Dicen que muchas personas en su infancia o en su pubertad, sienten deseos homosexuales, aunque no tengan esa tendencia en el futuro. A mi me pasó con la ambigua Esther, era lo más parecido a un niño que teníamos en el colegio, y regularmente, aparecía con un nuevo corte de pelo, corto, muy corto…

Yo intentaba sentarme detrás de ella, para observarle la nuca, el cuello…Y poco a poco empezamos a hacernos amigas. Me enteré que su madre tenía la teoría de que si durante la infancia y la adolescencia, te cortas constantemente el pelo muy corto, en el futuro ese pelo sería de una calidad excelente. Así que Esther acataba sus órdenes  sin rechistar. Yo llegué a conocer a aquella señora, y la verdad es que impactaba…

Esther es la única amiga del colegio que conservo en la actualidad.. Nos vemos de vez en cuando.  Ha cambiado mucho .Su carácter se ha dulcificado con los años, hoy día es profesora en la Universidad, está casada con un médico, tiene dos hijos, es una mujer tremendamente femenina. Lleva el pelo casi por la cintura…

Su madre tenía razón: Es espectacular.

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Author: mdj

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