Memorias de un soldado II (Braveheart)

De repente un pequeño tirón me sacó de mi asombro. Cuando vi quien era, eche un rápido vistazo al lugar donde estaban los reos, cerciorándome de que no estaba allí mi anterior acompañante, sino que estaba justo delante de mis narices. Una sensación de alivio y de alegría me embargo al verla, mientras que me arrastraba por unos estrechos callejones hasta una humilde casa en la cual habían pintado una cruz gamada con alquitrán sobre la puerta.

Nada mas llegar entramos y cerró la puerta rápidamente, a la vez que corría todas las cortinas, para ocultarnos de cualquier mirada inoportuna del exterior, mientras que los dos nos dejamos caer en un sofá y yo la abrazaba y la consolaba mientras que le besaba y acariciaba la cabeza.

Mi mente no dejaba de pensar ideas para que pudiera escapar de la misma suerte que las demás muchachas, y todas daban a parar a que debería alejarse e ir a algún lugar donde no la conociera nadie, pero ¿a dónde? Dónde podría ir una pobre muchacha con su edad, ¿dejarlo todo para vivir en la pobreza? Con mucha suerte podría decir que los nazis destruyeron su pueblo y que fue una de los pocos supervivientes que consiguieron huir, y acabar su vida como una pobre criada.

Mientras que mi mente seguía cavilando, la suya había sido más rápida y ya había tomado una decisión, y de un salto se levanto y se dirigió a la planta de arriba. Al poco tiempo bajó y me llevó al  piso de arriba, a su habitación, en la que había puesto un taburete en frente de un espejo de pie junto con una palangana con agua y unas tijeras.

Se me derrumbó el mundo encima cuando con un escaso inglés me dijo:

– “Tu cortar pelo”, “tu ser bueno”, “tu no hacer daño”, “tu cortar con cariño”.

Intente convencerla pero ella lo había pensado mejor que yo:

– “Yo no huir”, “ellos encontrar”, “humillar”, “tu cortar”, “yo querer tu cortar”, “no humillar si  yo querer”.

Rápidamente comprendí lo que quería decir, sabía que no podría escapar y que en cuanto la descubrieran la humillarían y la maltratarían como a sus compañeras más rebeldes o incluso más.

Se acercó a mí y cogiendo las tijeras las puso en mis manos y cogiéndomelas me dio un gran beso y dijo:
– “Cortar”,”por favor”, “hacer por mi”. Y cogió y se sentó en el taburete frente al espejo.
Comencé a cortarle el pelo a la altura de la nuca rebajando más de un palmo de un solo tajo, con cuidado, y pese a su cara de auto convicción y su serenidad, cada corte que daba me dolió como cualquier balazo que hubiera recibido en combate.

Pronto termine de hacerle un bob cortito a la altura de la nuca. Aunque improvisado, no me quedo mal del todo,  pero para mi pesar, cuando le pregunte si le gustaba, ella me contesto:

  1. “Si gustar”, “tu bueno”,”pero tu cortar mas”,”ellos castigar yo”,”pelo corto”,”pelo hombre».

Muy a mi pesar comencé a coger los mechones entre mis dedos y empecé a cortarlos lo mejor que pude a la misma longitud, dejando dos dedos de largo, rebajando lo que quedaba de su melena en un corte de chico de unos dos o tres dedos de largo. Ella mientras tanto, no paro de sonreírme,  de darme las gracias con la mirada, dos mares serenos y en calma que me miraban cariñosamente, mientras que yo intentaba disimular mi nerviosismo.

Una vez terminado quedo un bonito corte varonil pero no excesivamente corto, que realzaba sus bonitos ojos azules, su angelical cara  y su bella sonrisa. Dentro de lo que cabe no hice un mal trabajo, y menos aún con lo nervioso que estaba y lo excitado pues mi erección que había disminuido hasta casi desaparecer había aumentado de nuevo hasta llegar a extremos insospechados, cercanos a explotar.

Justo cuando fui a dejar las tijeras y a acariciarle le pelo, ella me dijo:

  1. “Tu cortar mas”, “corto, corto”, “yo escapar”, “ellos buscar, castigar”,”tu cortar mucho”,”así”- dijo mientras se daba un tajo en un mechón del flequillo a ras del pelo.
  1. ¿Pero porqué? ¿Por qué os hacen eso?
  1. “Yo no saber”, “yo solo enamorar”, “enamorar soldado alemán”, “ellos no comprender”, “yo ahora querer tu”, “tu ayudar mi”,”tu cortar así” – dijo mientras se señalaba el trozo de flequillo inexistente y me rompía de nuevo el corazón, para acto seguido, llenarlo de esperanza con un gran beso en la boca.

Se sentó de nuevo y comencé a asestarle tijeretazos a ras de pelo con cuidado, comenzando por arriba y terminando por los laterales y la nuca. Mientras caía alguna lagrima que buscaba consolar los largos mechones que yacían en su regazo, que pese a sus intentos por disimularlas, no pudieron escapar a mi mirada.

Una vez terminado me dio las gracias con otro gran beso y me dijo:

  1. “Gracias”, “tu ser bueno”, “tu no terminar aun”, “tu terminar” – me dijo mientras señalaba a una palangana que había en  una esquina en la cual pude percibir la navaja y los utensilios de afeitar de un hombre.

Resignado y con una gran pesadumbre que contrastaba con mi excitación,  le impregné con agua toda el rastrojo de pelo que quedaba y comencé a aplicarle jabón de afeitar con la brocha, dejándole la cabeza completamente enjabonada y lista para dar el último paso.

Cogí la navaja, la repase con la piedra de afilar y cuando iba a comenzar a rasurarla, me detuvo la mano, se giro hacia mi, se levanto y después de darme un gran abrazo y un mayor beso, asintió con la cabeza, por lo que tras sentarse comencé a afeitarle toda la cabeza. Pasada a pasada, a contrapelo, con sumo cuidado, hasta que su cabeza comenzó a verse completamente lisa y lo que antes había estado tapado por el pelo ahora era completamente blanco, posteriormente le aplique un ungüento que tenia junto a los utensilios de afeitado.

Su cabeza rapada no podía competir con su bella cabellera morena, pero en conjunto con su cara no la afeaba mucho, pues todo lo contrario realzaba toda su belleza, ya que tenía una de las caras más bellas que había visto en Normandía, en París o en toda Francia u Holanda.

Se acercó a mí y mientras me abrazaba me besó los labios, para acto seguido mientras me acariciaba la entrepierna me dijo:

  1. “Tu ser bueno”,”tu no querer cortar pelo”,”pero tu disfrutar corte pelo”,”gracias”

Era obvio que se había dado cuenta de mi erección. Por lo que me tumbó en la cama y como agradecimiento hicimos el amor como jamás lo he hecho con ninguna otra mujer.

Al día siguiente salimos de Eindhoven con perplejidad y asombro de lo irracional y vengativo que puede ser el ser humano, de Simonne nunca volví a saber nada, tan solo supe con gran pesar que la gran mayoría de la población de Eindhoven había perecido a manos de un bombardeado nazi, días después, en un intento por cogernos por sorpresa allí. Solo recé para que hubiera sobrevivido a aquello y fuese tan feliz como lo fui yo junto con mi esposa, a la que conocí cuando volví de la guerra.

Después de luchar durante toda la  Segunda Guerra Mundial en Europa, jamás vi algo parecido en ser humano alguno, ni siquiera en nuestros enemigos, los cuales, luchaban por su país y por una causa, simplemente porque era su deber, no por venganza o por odio, como hicieron los ciudadanos de las ciudades que bajo ocupación nazi quedaban liberadas por nosotros, descargando toda su frustración sobre los seres mas débiles que ellos, sobre las mujeres cuya único delito fue enamorarse del enemigo.

Algo en mi cambió ese día, comencé a ver la guerra de otra manera, sentí vergüenza ajena por los actos de aquellas personas, al igual que comprendí a valorar mas el honor y el deber del enemigo, el cual también se regía por un código, no como esa turba irracional.

En cuanto a mi fetichismo ese día disfrute de el como no lo he vuelto a hacer nunca, aunque me avergüenzo de haber disfrutado a costa del sufrimiento de otros. Lo único que me consuela es saber que no disfrute con su sufrimiento si no simplemente con sus cortes de pelo extremos, sobre todo con esos cambios de imagen radicales, puesto que siento debilidad por las largas y bonitas melenas y como no por esos atractivos cortes de pelo masculinos que se pusieron de moda en la epoca, al igual que por los cambios de look, mas que con una simple cabeza pelona, que para eso ya tengo la mía.

Siempre recordare a mi Simonne, porque aunque breve, fue el gran amor de mi vida, y solo con ella conseguí descubrir mis fantasías fetichistas, las cuales habían estado ocultas hasta ese momento y jamás volví a liberar después de ese día, salvo en mi imaginación y en mi soledad.

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Author: mdj

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