Una voz en una caja roja – 1ª parte (Mawee)

Laia era una de esas amigas que tenemos todos, que nos hacen preguntarnos: A- Por qué llevo media vida sin dar el primer paso? B- Las pelis de la Disney me han estafado, a quien coño le importa sólo el valor la amistad? C- Quien rapara esa melena… Naturalmente esto último lo pienso yo por ser yo, pero no nos alejemos de la historia.

Resulta que entre el grupo de amigos ibamos a hacer un viaje a Amsterdam (somos así de originales, que le vamos a hacer), cuando le pregunté a Laia si vendría, me dijo que no lo tenía claro, no iba muy bien de pasta.
– Yo > no será para tanto… he hecho cálculos, y con 50.000 pesetas bien administradas podemos ir.
– Laia > Pero me toca ir a la peluqueria… tengo las puntas muy estropeadas y cita para mañana, y ya sabes que cada vez que voy me clavan 20.000 pesetas.
Era un tema en el que no cabía réplica. Laia era de familia de pasta venida a menos, estaba acostumbrada a vivir por todo lo alto, había ido a peluquerías en las que habrían escupido en la cara a Llongueras si hubiese pedido empleo, y pese a haber llegado a renunciar a cientos de lujos, su pelo era una escepción.
– Laia > Se lo que piensas… Lo de siempre, que por qué no voy a una «Peluqueria Loli» en vez de pagar una fortuna por arreglarme un poco el pelo, y te respondo lo de siempre!, que no me fío de poner mi estética en manos de cualquier garrula de pelo magenta recién sacada de una academia en la que no ha hecho más que poner permanentes a pensionistas octogenárias para que me vaya pegando tajos a ritmo de Camela.
– Yo > …No, en realidad pensaba que si lo único que quieres es arreglarte un poco la melena… Yo te lo hago grátis, y vienes con nosotros a Amsterdam.
Ni una lechuza me habría puesto unos ojos más prominentes.
– Yo > …Yo no soy una garrula de pelo magenta…
Al dia siguiente, fue a la peluqueria pija.

Volvimos de Amsterdam, fuimos a tomar algo todos juntos a una cafeteria, los que habíamos ido, y dos o tres que no, entre los que estaba Laia. Comentando nuestras aventuras y desventuras la gazumba verde hizo estragos en el orgullo de Laia, que poco a poco fue convirtiendo en churros todas y cada una de las servilletas de papel de la mesa, para irse a casa a los 10 minutos de estar sentada entre nosotros.

Mas adelante volvimos a organizar otra quedada, se trataba de ir a hacer snow board, y Laia se volvió a encontrar con el mismo dilema. Un dia llegué a su piso y chafardenado por su habitación me encontré una libreta atiborrada de cifras a las que le iban restando 20.000 pesetas a través de todo tipo de diferentes formulas, giré la página y una letra furiosa decía:
MIERDA! EL CHAMPÚ DE COCOTERO SILVESTRE DEL AMAZONAS CON ISOFLABONAS DE SOJA Y EL SUAVIZANTE DE YOYOBA A LA ESENCIA DEL KIWI!
La siguiente página era idéntica a la primera, pero ésta vez la cifra a restar eran 40.000 pesetas… A pié de página, ponía:
QUE BARATO SERÍA SER CALVA.
– Laia > Ah! Nada, estaba haciendo unas cuentas.
– Yo > Ya veo… No podrás venir a esquiar, verdad?…
Laia se entristeció, yo le puse la mano sobre la espalda y le acaricié el pelo.
– Laia > …He estado pensando en lo que me digiste antes del viaje a Amsterdam…
Me encantaba su pelo, Dios!
– Laia > …De verdad que quiero ir con todos a esquiar, pero no se…
me importaba un pimiento que me estuviese abriendo su corazón!, se me estaba poniendo morcillona.
– Laia > …Quizá tampoco es para tanto. De acuerdo, acepto tu proposición.
– Yo > Eh… Perdon? No estaba muy atento.
– Laia > Que sí!, que dejo que me cortes el pelo, pero sólo las puntas, y si te parece bien, eh???
-Yo > Eh… SÍ! Claro! ya recuerdo, claro… Desde luego Laia!, ahora mismo, voy un momento a por cuatro trastos, y enseguida te hago lo que quieras!

Como fue el pelado? La verdad es que fue una tontería, pero me gustó. Me lo tomé muy en serio, para que viese que entendía de lo que hacía, a la fuerza! Porque desde que tengo uso de razón que no paro de ojear revistas de peluqueria, y en ir a salones de belleza para fijarme en como se hacía lo que hice, na! un corte de puntas, bien modelado e igualado, con los bordes escalados, pero un corte de puntas al fin y al cabo. Eso si, se me fué un poco la mano, y cuando me dí cuenta en vez de 10cms estaba cortando un palmo.
– Laia > No importa… No te está quedando nada mal para ser la primera vez que te pones!
Error, en mi cabeza esto ya había pasado mas de mil. Pero le dediqué una tierna sonrisa, volví a empuñar las tijeras, y seguí con el trabajo, mientras me pareció escuchar una voz, casi un susurro… No se cómo, pero juro que la oí, venía de la caja de plástico rojo que asomaba de la bolsa de los cachibaches de peluqueria, la voz decía:
Vamos… Preséntame a Laia…
Tonterías, pegué el último tajo y le pregunté a Laia si quería que le hiciese un flequillo.
– Laia > Que dices! Ya llevé esa cosa tan repipi de niña, y nunca mas.
Vaya con la moda de finales de los 90… Apostaría a que ahora Laia debe lucir un buen flequillo.
– Yo > Y la mechas? Se te ven mucho las raíces. Quieres que les dé un repaso?
Me miró con desconfianza, se avalanzó sobre la bolsa, por un segundo pensé que iba a por la caja roja! pero no, sacó el bote de tinte decolorante.
– Laia > Color rubio-sueco con papayas del caribe! y de la misma marca que suelo usar! Como lo has sabido?
– Yo > Uno que se fija…
Y mucho! que me fijaba… Terminé las mechas, se comprobó al espejo y sonrió.
– Laia > Está genial!… De verdad, que les den morcilla a los de la peluqueria pija, para que voy a ir, teníendote a ti.
Se me acercó, Diós, pensé que me iba a dar un beso… Pero no, me puso 5.000 pesetas en la mano.
– Laia > Toma, te las has ganado.
– Yo > Quita mujer! Si me lo he pasado muy bien.
– Laia > Aunque sea por el tinte, hombre!, el trabajo bien hecho se tiene que pagar, y no hay más que hablar.
Finalmente se lo acepté a regañadientes
– Yo > Bueeeeno. Pero me volverás a «contratar»?
Me dió un besito fugaz en los labios, me guiñó un ojo y antes de darse media vuelta me dijo:
– Laia > Dalo por echo.

Volví a casa, dejé la bolsa de los cachibaches sobre la mesa de la sala de estar, me tumbé en el sofá, y saqué un mechón fresco medio rubio-sueco medio castaño de los bolsillos. Lo olí, ojalá los cocoteros silvestres del amazonas y la yoyoba a la esencia del kiwi oliesen tan bien. Bajo mis calzones se volvía a alzar el mastil, saqué el billete de 5000pts y lo observé, la cara de Cristobal Colón me hizo sentir como una puta, la voz de la caja roja de la bolsa me lo reiteró:
…No le has cortado el pelo, le has echo el amor, y encima te lo ha pagado con dinero…
– Yo > Si, pero lo peor… es no haberte dejado cavalgar su melena.
Todo llegará…

Guardé el billete, liberé toda bestia que tenemos los hombres bajo la ropa, volví a disfrutar del aroma de Laia y me liberé.

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Author: mdj

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