Carlos y Andrea (por Termi)

El día de mi 18 cumpleaños, en medio de una gran borrachera, recuerdo vagamente que mi amigo Pedro empezó a pincharme diciéndome que si España ganaría o no la próxima Copa Confederaciones:

Del Bosque es un paquete como entrenador, seguro que España no hace nada.
¿Qué dices, tío?. España tiene el mejor equipo, joder, seguro que jugamos la final con Brasil, me juego lo que quieras. ¿Qué te apuestas?.
Te vas a comer tus palabras, si España no gana te cortas el pelo como yo diga.
Hecho, tío, pero como gane, te rapas todo al cero.

Una parte de mi dice que aquel día iba borracho y no sabía muy bien lo que decía; otra, que soy un inmaduro que apuesta a poco que le pican; pero otra, creo que la más sincera, es que en el fondo me apetecía volver a sentirme como cuando, con 16 años, fui a raparme a mi peluquería de barrio. En mi equipo de fútbol no había un sólo chico que no hubiera ido a que le pasaran la maquinilla y yo no iba a ser diferente. Lo que iba a ser un simple corte de pelo fue toda una experiencia. -Me dejas la nuca y laterales al 1’5 y lo de arriba al 3-, le dije a la vieja peluquera. Recuerdo aún el zumbido de la maquinilla y el tacto de la misma y el morbo que me dio todo aquello. El caso es que, fuera por lo que fuera por lo que aposté, gané la apuesta. España no derrotó a Brasil en la final. Tras mucho pensar cómo dejar a Pedro, finalmente opté por lo mismo que él quería para mí: una rapada al 0.

Ayer quedé en el bar para ver un partido de tenis con Pedro. Apareció por la puerta del mismo con los pocos pelitos que le habían crecido desde que le había pasado la maquinilla. Le sobé ligeramente la cabeza y se sentó junto a mí. Entonces, llegó, casi por sorpresa, la mujer más dulce, más guapa y más tierna que he conocido nunca: mi novia Andrea. Reluciente, mi chica no dejaba indiferente: alta, con un pelo castaño que le llegaba por los hombros y un flequillo que ocultaba su frente y un estilo desenfadado que encajaba perfectamente con su carácter afable y distraído; había entrado en la universidad el año pasado y poco a poco iba calando en ella el ir asumiendo un look más “alternativo”, poblando sus orejas de varios pendientes.

Joder, Pedro, menuda pelada te has dado, ¿no?. ¿Eso es al 0?.
Sí, Carlos ha sido implacable conmigo, jeje.
Pero te queda fenomenal. Me encanta.- decía mientras no dejaba de tocarle la cabeza.

Andrea repitió más de 20 veces lo mucho que le gustaba la cabeza de Pedro. La miraba y no podía dejar de pensar en que verdaderamente disfrutaba de su cabeza rapada. Cuando acabó el tenis, nos despedimos de Pedro (no sin que Andrea le diera un repaso a su cabeza por última vez) y fui con Andrea a su casa a pasar la noche.

Si que te ha gustado el pelo de Pedro, ¿no?. Parecía que fuera él tu novio.
¿Estás celoso?. Lo único que pasa es que me encantan los chicos rapados, ¿sabes?. En la uni tengo un chico que se sienta delante que lleva el pelo super corto, y me encanta.
Vamos, que ahora parece que te gusta todo el mundo menos yo.
Bueno, la verdad… es que si ese es el problema… se me ocurre una cosa que además me pondría mucho. Podrías… podrías raparte. Por mí. Me pondrías mucho. Te haré de todo si te dejas el pelito así rapadito.
Vale, pero lo haré por ti, ¿eh?.

Hoy, me encuentro en la puerta de una peluquería llevada por un rumano. Andrea me ha citado aquí. Ella no lo sabe, claro, pero me encantaría volver a raparme como aquella vez , y si ella está dispuesta a hacerme disfrutar más, bienvenido sea. Mientras divago, acaba de llegar de forma puntual. Entramos. Es mi turno. Me siento en la silla. El rumano pregunta que cómo lo quiero. Andrea empieza a hablar:

Ha prometido hacerse lo que yo diga. Lo que quiero es que le afeites la nuca y los laterales, que no quede nada, Por arriba, se lo dejas “cuadrado”, al estilo militar, muy corto, que se le vea la cabeza.
¿Afeitado con espuma y navaja?
Sí, así, que no quede ni un pelito.

Lo oigo y me quedo frío. El peluquero empieza a rapar la nuca y los laterales y cuando termina noto el inevitable tacto de la espuma de afeitar. Salgo de la peluquería como si me acabara de alistar en los Marines. Andrea no para de tocarme la cabeza y la noto más excitada de lo que la he visto nunca. Exactamente como yo. Andrea me dice:

Hey, has cumplido, ¿eh? ¿Cuál quieres que sea tu premio?.
Quiero poder cortarte el pelo.
¿Qué?.

Me llamo Andrea y no se cómo mi novio me ha convencido para cortarme el pelo. Hace dos días le hice raparse la cabeza porque, siendo honesta, me ponen muy bruta los tíos rapados. Desde siempre. Me van los malotes, los rapados y los chicos con piercings. No hablemos ya de los tatuajes. Carlos no tiene nada de eso y yo necesito combustible. Lo mejor es que se dejó hacer lo que yo quise. Ahora me pone mucho más. Pero estoy divagando. El caso es que le prometí un premio si lo hacía, pensando en hacer algo especial en cuanto al sexo. Pero me dijo que quería cortarme el pelo. Miedo me da. El desastre que puede hacerme si me corta las puntas o cualquier infantilidad que se le haya ocurrido puede ser mayúsuculo. Me ha dicho que el miércoles vendrá a mi casa a cortármelo.

Hace un jueves de perros. Lluvioso, gris, oscuro. Miro por la ventana como caen las gotas por el cristal mientras me toco la cabeza. Todavía no puedo creer lo que ocurrió ayer en esta misma habitación. Mientras sigo tocándome la cabeza, intento recordar.

Carlos llegó a las seis de la tarde a mi casa. No pude evitar excitarme al ver su pelo por el telefonillo. Subió a casa y dejó una mochila encima de mi cama. Me dijo que si estaba preparada. Le contesté que sí, esperando a ver con qué tontería iba a sorprenderme. Se sentó junto a mí, me cogió de la mano y me dijo:

Te he comprendido completamente estos días.
¿Qué?.
Sí, te he comprendido. Ahora sé lo que sientes cuando ves a un chico rapado. Mientras el peluquero me afeitaba, recordé lo mucho que me atrae todo esto. Te imaginé y mi imaginación voló. Entonces supe lo mucho que me gustaría verte rapada. Y hacerlo yo. Lo que he hecho es una gran prueba de amor, ahora te pido que hagas lo mismo por mí. Que hagas esto para gustarme aún más. Para que podamos darnos el 100% el uno al otro.
Joder… me pides mucho. En mi casa…
Vamos, Andrea, siempre has hecho lo que has querido y pasas de tus padres. Y no me digas que es un problema en clase, la mitad de las chicas de tu facultad van con un lado rapado cuando no con una cresta.
Joder, vale. Pero no te pases, ¿eh?.
Tranquila, sólo llegaré hasta donde tú quieras.

Sacó de la mochila una maquinilla, unas tijeras y una capa de barbero que no sé aún de dónde había sacado. Fuimos al baño, me sentó en el taburete que teníamos frente al espejo y me puso la capa. Le vi toquetear la maquinilla y poner un peine en ella, bastante grande. Me dijo que agachara la cabeza, que empezábamos. La agaché y oí un pequeño “click”, al que no dí mayor importancia. Entonces sentí el frío de la maquinilla, sin guía alguna, subiéndome por la nuca. Supongo que si me hubieran preguntado hace días qué hubiera hecho si mi novio empezara a raparme al 0 la nuca sin avisarme, hubiera dicho que lo habría matado en el acto. Pero, para mi sorpresa, sentí un escalofrío que me recorrió la espalda. Estaba aún más excitada que cuando veía a esos chicos rapados de la uni. No podía entenderlo, pero sí sabía que quería más, así que no dije nada. Carlos pasó un par de veces más la maquinilla por la carretera que se había formado en mi nuca, desde el cuello hasta la coronilla. Después, pasó su mano varias veces para que notara el tacto del pelo repado. Solté un ligero gemido, y me dijo -sabía que te gustaría, sabía que en el fondo a ti también te gustaba esto. Continuó pasando la maquinilla, despacio, por toda la nuca, mientras veía en el espejo como iba cayendo a mis hombros una gran capa de pelo, aunque no podía ver aún mi piel blanca. Cuando acabó con la nuca, soltó el pelo de la parte superior que había recogido y me enseñó como estaba quedando. Se veía que debajo de la fina capa de pelo que quedaba, todo estaba rapado. Me excité muchísimo al imaginarme levantándome el pelo en la calle o en la piscina viendo todo el mundo que llevaba la nuca completamente al 0. Continuó a su ritmo por los laterales,,despejándolos completamente mientras me susurraba al oído que quería hacerme el amor. Al finalizar, volvió a la mesa donde habíamos dejado los instrumentos de corte. No sabía que iba a pasar a continuación. Cogió unas tijeras y empezó a cortarme el pelo de la parte superior, dejándomelo de punta mientras paraba de vez en cuando para sobarme la zona que había rapado tanto. Tras esto, me dijo que estaba absolutamente perfecta, pero que faltaba un toque de color. Decoloró el pelo que había quedado en la zona central y posteriormente me aplicó un tinte verde. Me encantaba. Al acabar, me dijo:

Ahora podemos disfrutar de verdad.
Todavía no. No es justo, porque tú vas mucho más pelado que yo. Quiero más.

Recuerdo que Carlos puso una cara mezcla de asombro, mezcla de excitación y sorpresa. Corrió a la mochila y me dijo: -Cierra los ojos. Vas a sentir como nunca. Cerré los ojos y escuché como un bote de espuma de afeitar hacía su característico ruidito. A continuación, puso delicadamente, a través de sus manos, una buena capa de espuma por la nuca y los laterales que había rapado al 0, mientras masajeaba la zona con profusión. Poco después, el frío y afilado metal de una cuchilla tocó mi sien derecha y empezó a bajar. Me estaba afeitando. Lancé un fortísimo gemido y cuando acabó de pasar la cuchilla esa primera vez, me lancé a sus labios. Continuó con delicadeza por todo el lateral, por la nuca… afeitando, poco a poco. Tras esto, retiró con una toalla húmeda los restos de pelo y y espuma que quedaban en mi cabeza y peinó el poco pelo verde que me quedaba en la cabeza. Terminada, salté del taburete y le quité la camiseta mientras no dejaba de tocarle su nuca y decirle: – Ahora que somos iguales, dame placer.

Hoy está lloviendo. Carlos llegará más tarde. Y cuando venga, va a raparme la parte de arriba. Pero, como me llamo Andrea, hasta que no me afeite toda la cabeza no le voy a dejar marchar.

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Author: mdj

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