Estudio el último año de la carrera de arte dramático, en mà grupo somos 10 mujeres y 8 hombres. Somos más mujeres en este grupo, pero no suele ser asÃ. Para este ciclo decidieron dividirnos en la puesta final y montar una obra con los hombres y otra con las mujeres. Para nosotras el profesor llevó un texto que a todas nos encantó, es una obra de la época Victoriana que tiene como tema principal la liberación de la mujer. Nuestro director le estaba dando un enfoque que la hacÃa mucho más emocionante e interesante, el texto era dicho por feministas contemporáneas, urbanas, lo que provocaba una intensa reflexión sobre el destino de los valores que dieron origen a tan importante movimiento. En fin, el vestuario era muy sencillo, un payasito de licra con tirantes delgados y unos pantalones deportivos de algodón muy ajustados, todo en color negro, básicamente ropa de entrenamiento. Es una puesta muy minimalista por lo que el director desde el comienzo nos dijo que tenÃamos que encontrar un modo eficaz de denotar nuestro feminismo agresivo. Empezamos por proponer maquillaje negro muy exagerado, con peinados esponjados que daban un aspecto punk. Nunca terminó de gustarle la idea, y no lo culpo, parecÃamos fugadas de los 80´s. Asà que un dÃa, algo desesperado nos retó mientras se quejaba de nuestra falta de imaginación: ¡Cambien! ¡VarÃen! ¡Demuestren que tienen imaginación! ¡Que tienen materia de trabajo! PÃntense todas, tatúense, córtense el pelo… Evidentemente estaba lanzando palabras al viento, pero se detuvo en lo del pelo: ¿Por que no se hacen un corte que las defina? ¿Temen dejar de ser bonitas? Todas nos vimos con indiferencia como diciendo no nos importa. ¿Por que pregunto si las veo peinándose todo el tiempo por los pasillos de la escuela? Se quieren mucho. Sin
darle mayor importancia dejó el regaño y cambió de tema. Ese dÃa acabó con análisis de texto, como todos los dÃas. Varios ensayos pasaron y el tema no salió a relucir nuevamente. Hasta que un dÃa, estábamos haciendo nuestros calentamientos de rutina en el foro, estiramientos y flexiones. Por todo el espacio trabajábamos en parejas. Es un gran foro pintado todo de negro, paredes, techo e incluso el piso de madera, por lo que es muy oscuro y solo se ve lo que la luz de la tramoya alcanza a dibujar. Llegó Gilberto, el director, y tomó una silla de aluminio plateado que colocó al centro del espacio y se sentó en ella. Todas nos sentamo en el suelo a unos metros, frente a él, atentas a lo que tuviera que decir. Algunas continuaban ejercitándose una a otra en el suelo, arqueándose la espalda o estirándose los brazos. El maestro comenzó a hablar y por su tono severo era claro que algo pasaba. En pocas palabras dejó salir lo que reservaba, mientras sellaba nuestro destino: ¡Como ustedes no proponen yo
sà propongo! Propongo que se corten el cabello y lo complementen con un maquillaje violento. Córtenselo… Eso ya no parecÃa propuesta, lo tenÃa decidido y mientras lo decÃa se fueron congelando una a una. ¡Yo les di la oportunidad de que fuera un concepto que saliera de ustedes, pero son flojas y no les gusta pensar! El look está decidido y a la que no le guste, puede salir de aquà y graduarse con la puesta del siguiente año. Todas nos miramos paralizadas. Và a una chica tocar su cola de caballo muy lentamente, casi de modo inconsciente. La verdad ya me estaba preocupando mucho la idea, pero me decÃa: ¿Que es un corte de pelo? Nada, nada. En eso se escuchó que alguien entró al foro. El lugar es tan grande y está tan oscuro que es difÃcil ver quien cruza la puerta. Camina lentamente hacia nosotras. Gilberto se levanta en cuanto lo escucha y le grita. ¡Pásele! Por el tiempo que le tomaba andar era obvio que se trataba de alguien entrado en años. Por fin se logra distinguir la silueta de un hombre maduro, no era tan anciano como suponÃa, unos 60 años, peinado con raya a un costado. TraÃa gafas gruesas de color plateado y un bigote delgado que le coronaba una sonrisa que mantenÃa mientras andaba. Cargaba una maleta con su mano derecha. Al llegar hasta nosotras nos saludó amablemente mientras Gilberto lo presentaba. Les presento a Don Aurelio, él es peluquero y les va a cortar el pelo ahora. Al mismo tiempo que dijo, Ahora… se escuchó una fuerte exhalación de una de mis compañeras. Sus palabras le habÃan robado el aliento. ¿Quien va a ser la primera? Nadie dijo nada, en medio del silencio la voz de Erica, la mas asustada, se dejo escuchar quedamente: Yo no me voy a cortar el cabello… no, no… Se escuchaba a punto del llanto, de pronto parecÃa una niña pequeña. Don Aurelio caminó hacia un cubo de madera que habÃa por ahà y dejó su maleta, la abrió y lentamente sacó una bata de peluquero color blanca, se la colocó con pequeños movimientos. En realidad todas sabÃamos quien era Don Aurelio, su peluquerÃa es famosa, está en la calle principal del centro de la ciudad y es uno de esos lugares con mucha historia, a cualquier niño lo llevaron ahà a que le dieran el corte que le pedÃan sus papas ó en sus escuelas. A mà hermano lo mandaron ahà muchas veces y siempre regresaba con el corte de casquete bien corto que le demandaba mà mama, corto de arriba, apenas se podÃa peinar, y bien rebajado a maquina de los lados y de atrás, con piel expuesta y esvanecido a cero en la nuca. El recuerdo de aquellos dÃas me llegaba punzante. También cortaban el pelo a mujeres, Bob hecho de un tijeretazo o un corte redondo como cazuela. Hasta preguntaban: ¿Redondo ó cuadrado? Yo lo experimenté de muy niña en uno de los viajes de mà hermano, opté por el redondo. Recuerdo la cara de todos los niños recibiendo tristes un castigo del que no tenÃan escapatoria. Pues ahora era nuestro turno y parecÃa que tampoco habÃa escapatoria. No sabÃa que corte nos iban a hacer pero yo ya me sentÃa muy nerviosa. Don Aurelio estaba tendiendo una extensión eléctrica hacia la silla cuando Gilberto pregunto con voz severa:
¿Entonces, quién empieza? Erica se levantó con los ojos llenos de lágrimas y gritando le dijo: ¡Pues a mà no me va a cortar el cabello y no me puede obligar! ¡Y hágale como quiera! Dio media vuelta y se marchó descompuesta. Tranquilamente el maestro dijo: Son más de las que necesito para la obra. ¿Alguien más se quiere salir? ¡EvÃtenme escenas y sálganse ya! Todas permanecimos en silencio, el terror era evidente en nuestros rostros, estoy segura que yo no era la excepción. El
barbero ya habÃa colocado otra silla y sobre ella acomodaba tijeras, peine, maquina de rasurar y todas las peinetas con suma atención. El maestro definió que debido a nuestra falta de voluntad Ãbamos a empezar en orden, de izquierda a derecha según su posición. Yo era la tercera, la primera era Juliana, le seguÃa Mayra y en seguida yo. Gilberto señaló a Juliana diciendo: Empiezas tú, siéntate… Temerosa, nos lanzó una mirada y se dirigió lentamente hacia la silla. Juliana es una mujer guapa, tiene el cabello a media espalda, castaño oscuro, algo ondulado. Aunque es algo descuidada, su rostro es llamativo y siempre se ve muy bien, tiene nariz recta, ceja poblada, ojos cafés, rostro alargado y mandÃbula cuadrada. Sà se lo cortan muy corto tal vez pueda parecer un chico, pero pensé que no iba a tener problema y lo iba a llevar muy bien. Tiene un cuerpo sexy
hasta para mà que soy mujer.
En cuanto se sentó en la silla de aluminio Aurelio puso ambas manos sobre
sus hombros con delicadeza y cierta sonrisa perversa. Al menos asà me pareció al
momento y pensé que este seguro iba a disfrutarlo mucho. Continuó la preparación
y sacó una navaja de afeitar y la puso junto al resto de las cosas. Navaja, maquina!
No me podÃa engañar más, iba a ser bien corto, no redondo, no cuadrado. Iba a ser
bien corto. El misterio estaba por resolverse, Gilberto se acerca a la silla y tomando
la cabeza de Juliana le habla al barbero con voz fuerte y clara, con el obvio objetivo
de ponernos al tanto de lo que nos iban a hacer. Hágales corte reglamentario, del
servicio militar, a todas por igual. Aurelio asentÃa una y otra vez con la cabeza sin
quitar la vista de Juliana. ¿De acuerdo? Adelante entonces, recalcó el maestro. El
hombre sin dejar de asentir tomó un frasco y con timidez manifestó que necesitaba
ir por agua, que no tardaba nada, lo que procedió a hacer con el consentimiento del
maestro. Juliana permanecÃa inmóvil, con su mirada aterrada nos veÃa una a una,
encontró que el miedo en nuestros rostros era el suyo. Era Juliana la que estaba en
la silla, pero los nervios se apoderaban de mà y recuerdo que incluso comencé a
sentir un dolor agudo en el estómago. ¡No les des el gusto! ¡Es solo pelo! Me decÃa a
mà misma. Estos siempre quieren averiguar cuanto puedes sacrificar por el teatro,
por el gran teatro. Por el que hay que dar la vida, también el pelo. Lo tengo que
afrontar estoicamente, con entereza.
Don Aurelio regresó apresurado agitando el frasco continuamente. Supuse
que era jabón para rasurarnos. Sin trámite de por medio, conectó su máquina a la
extensión eléctrica, tomó la peineta número dos y la colocó decidido. Llegó por
detrás de Juliana y tomó su pelo con ambas manos, sujetándolo de los extremos se
lo acomodó hasta tener toda la cabellera en una sola mano. Recuerdo con detalle el
rostro de Juliana al momento de sentir la manos del barbero tomar su cabello, su
expresión se congeló y su rostro se tornó gris, su torso se puso rÃgido, su espalda
recta se despegó del respaldo, pero sin siquiera voltear a verlo se dispuso a aceptar
la ocurrencia del maestro. Quien para ese momento habÃa tomado otra silla y se
habÃa puesto a leer un libro, indiferente ante lo que vivÃamos. Con la misma mano
que sujetaba la cabellera empujó hacia adelante la cabeza de Juliana y levantó el
cabello por encima de la coronilla, encendió la máquina y comenzó a rasurar su
nuca. La mirada de Juliana se extravió en el piso. Recuerdo que el hecho de que no
usara capa alguna hacÃa parecer más cruel todo, no se porque lo sentà asÃ. Repasaba
su nuca una y otra vez, debido a la posición que tenÃa no podÃa ver muy bien que
tanto cortaba pero parecÃa que subÃa hasta la mitad de las orejas, pasó a los lados y
ahà subió a la altura de las sienes, la piel blanca de Juliana quedaba expuesta.
Después de terminar ambos lados soltó la cabellera y todo el cabello que habÃa
cortado cayó de un solo golpe al piso, Juliana lo veÃa sin dar crédito, el resto de su
pelo caÃa sobre su cara, dando la impresión por momentos de que ningún cabello
habÃa sido cortado. Aurelio tomó un peine y lo pasó por el cabello que le caÃa de la
coronilla. Quitó la peineta y comenzó a cortar directamente contra el peine,
primero fue trabajando los costados y atrás. El pelo de hombre iba cobrando
forma, la quijada de Juliana se iba volviendo más grande pero como lo pensé, no le
quedaba nada mal, nada mal, se veÃa guapa. Yo no esperaba ser tan afortunada. No
soy fea pero ella es más chula. La lÃnea de pelo se desvaneció a los lados y atrás, y
arriba le fue dando forma a un Flat Top, incluso le dejó más largo adelante, para
que no se viera tan mal, pensé. No era reglamentario como se lo habÃan pedido,
supongo que asà estaba mejor. El hombre sabÃa hacer su trabajo y lo hizo
relativamente rápido. Dejó el peine y colocó la peineta uno. Volvió a repasar la
nuca con pequeños movimientos, asà como los laterales. Por donde la pasaba se
dejaba ver aún más piel de Juliana. Dejó la máquina, tomó el frasco y con la punta
aplicó jabón sobre todo el contorno de su pelo. Con la navaja le hizo la patilla corta
y en pico. Pasó su escoba por los hombros y la dejó ir. ParecÃa aliviada. Cuando se
sentó pude ver su nuca desvanecida, el cuello se veÃa más largo, su espalda bella.
Rasuró la nuca delgada y cuadrada. Me gustaba.
He de confesar ahora que desde pequeña habÃa tenido cierto fetiche con el
pelo, con los cortes muy dramáticos. Simplemente me excitaban, pero nunca lo
habÃa llevado tan corto, lo más habÃa sido un Bob con nuca expuesta, ahora mÃ
cabello castaño ondulado llegaba hasta abajo de los hombros y me iba a doler
perderlo. HabÃa fantaseado con experiencias similares muchas veces, pero hoy eso
no pasaba por mà cabeza, solo la angustia permanecÃa.
Era el turno de Mayra. Al ver que el corte de Juliana estaba terminado, el
maestro le indicó que pasara. Quien lo hizo resignada. Mayra es morena, bajita,
delgada pero de caderas anchas. Lleva un Bob abajo de la quijada que peina
siempre con partido en medio. Siempre he pensado que el rostro de Mayra es
especial, sus rasgos son totalmente indÃgenas, sus ojos completamente rasgados,
pero hermosos, nariz muy pequeña, afilada, y labios gruesos. Era bella en verdad.
Para cuando llegó a la silla el peluquero ya tenÃa lista la máquina. Le inclinó la
cabeza, con el peine le levantó el cabello y empezó a rasurar su nuca. Igual que
Juliana, Mayra no oponÃa resistencia, ya estaba hecha a la idea. ¿Que más se podÃa
hacer? Rápidamente rasuró a la misma altura, retocó con el uno. Con ella me
pareció que esta dejando más piel desnuda, pero también le estaba sentando muy
bien.
Mà corazón latÃa con la fuerza de un tambor, pues yo era la siguiente, no era
una simple angustia, sabÃa que una parte de mà habÃa deseado esto siempre y todo
era perfecto, pues tenÃa el pretexto de que lo hacÃa por el Teatro, además de que no
lo hacÃa sola, tenÃa nueve mujeres que iban a soportar la carga conmigo. Igual me
sentÃa temerosa.
En la coronilla se lo estaba dejando a Mayra bien corto, se lo peinó hacia
adelante y lo terminó con un pequeño copete levantado un poco mas largo. Parece
que el barbero venÃa creativo y nos lo iba a hacer un poco diferente a cada una.
Después de terminar arriba, su dispuso a depurar el desvanecido con la máquina a
mano libre, iba y venÃa. En eso se escuchó que alguien entró al foro, era una señora
de edad similar a la de Don Aurelio, regordeta y llevaba unas gafas pequeñas, el
cabello rizado y corto. Llegó hasta nosotras y nos saludó con una amable sonrisa.
El maestro la vio y le dio la bienvenida, Aurelio le aclaró que es su colega y le viene
a ayudar. Enseguida Gilberto tomó su silla y la colocó cerca de Mayra. ¡Perfecto!
AsÃ, vamos a acabar rápido, apuntó. La señora habÃa clavado su mirada en mà y me
sonreÃa una y otra vez. Se colocó detrás de la silla recién dispuesta y sin que el
maestro le dijera nada me hizo una seña para que pasara. Le hice caso. Trajo otra
silla y sobre ella acomodó sus cosas como antes lo habÃa hecho Don Aurelio. Me
entusiasmó la idea de que fuera mujer la que cortara mà pelo, pensé que podÃa ser
solidaria y hacerme algo que se viera decente. Don Aurelio le dio las indicaciones:
Va reglamentario Carmen, a lo que ella asintió en silencio. Con delicadeza comenzó
a cepillar mi cabello. Definitivamente ella era mejor.
Erica regresó al foro, parece que después de mucho llorar. Gilberto la vio con
algo de desprecio y le indico que era la siguiente. Ni siquiera llego a sentarse
porque en eso terminaron con Mayra. Me encantó la morena, también se veÃa muy
bien, regresó a su lugar y me dirigió una sonrisa, como diciendo todo va a estar
bien. Le devolvà la sonrisa. VeÃa los mechones de Erica que comenzaban a caer,
cuando sentà que la peluquera me jalaba el pelo para hacerme una cola de caballo,
la hizo apretada a la cabeza para después volver a peinarla con el mismo tacto una
y otra vez, la aflojó un poco, tomó las tijeras y comenzó a cortar. La transformación
habÃa comenzado, no habÃa marcha atrás, creo que contuve el aliento hasta que
cortó el último pelo. El cabello que no estaba agarrado se vino hacia el frente de mÃ
cara. La coleta la puso sobre mis piernas como un regalo. Tome su pelo niña… Le
sonreÃ. Inclinó mi cabeza con decisión, mi barbilla casi tocaba mi cuello, escucho
que enciende la máquina y empieza a cortar, recuerdo muy bien la sensación del
peine deslizándose por mà nuca, fue placentero. Noté que mà lado fetichista estaba
regresando asà que me dejé llevar. Pasaba una y otra vez lo que supuse era la
peineta número dos, la subÃa arriba del hueso donde termina la nuca. Sin soltar mÃ
cabeza comenzó a trabajar a un costado. Me dije nuevamente que la suerte estaba
de mà lado con ella como peluquera y cerré los ojos para entregarme rendida a esa
sensación que nunca habÃa tenido la valentÃa de procurarme yo misma, pero que
tanto habÃa deseado. Me perdà en el zumbido de la máquina, terminó el lado
derecho y continuó con el izquierdo. Nada me importaba. Terminó de rasurarme
hasta arriba de la oreja y dejó la maquina. Tomó sus tijeras y con los dedos
pegados a mà cráneo comenzó a cortar todo el cabello que aún estaba largo. AbrÃ
los ojos y vi que el capricho de Erica le habÃa rendido frutos, se lo estaban dejando
bastante más largo que a sus predecesoras, sus lágrimas habÃan ablandado el
corazón del peluquero.
Mayra y Juliana salieron del foro y al pasar frente a mà me miraron
sonrientes, pensé que seguro me estaba viendo guapa y que a eso se debÃa el gesto.
Cerré los ojos y me volvà a sumergir en el tacto de mà barbera, la que habÃa llegado
para mÃ. Después de terminar con la tijera sobre toda mà cabeza tomó nuevamente
la máquina y volvió sobre mà nuca, cambió de peineta y podÃa darme cuenta que
habÃa colocado la del uno, la sentÃa más cerca y la sensación me encantaba, tenÃa la
cabeza totalmente agachada y estaba disfrutando al máximo cada vez que volvÃa,
en especial a esa cavidad que tenemos al centro de la nuca. Era delicioso y ella no
escatimaba en pasarla repetidamente. Comencé a sentir calor entre mis piernas,
pensé que aquello ya debÃa estar húmedo y esperé que no fuera demasiado, al
grado de que se llegara a notar. SeguÃa Natalia y no querÃa pasar una verguenza.
Continuó cortando a los lados y mientras lo hacÃa inclinaba mà cabeza a un costado
y al otro. Retiró la peineta y comenzó a borrar la lÃnea a mano libre, iba y venÃa con
bastante habilidad, en ocasiones se ayudaba cortando encima del peine. Fue y vino
tantas veces rozando apenas la punta de mis cabellos y la sensación era tan
relajante que llegué hasta el punto de sentir sueño. Para ese momento ya habÃan
terminado con Erica, quién habÃa salido con las otras chicas. Don Aurelio ya estaba
trabajando en la cabellera de Gloria. La barbera comenzó a marcar el contorno en
mis patillas y nuca, llevaba tanto tiempo sin apagar la máquina que empecé a sentir
el acero algo caliente. Eso lo debà de haber entendido como una seña advirtiendo
que la relajación estaba a punto de ser severamente interrumpida.
Con una fuerza que no habÃa usado antes inclinó mà cabeza hacia delante y
con la máquina en cero, comenzó a rasurar mà nuca con muy pequeños y muy
rápidos movimientos. Iba de un lado al otro de mà cuello, desvaneciéndolo. PodÃa
sentir el metal tocando mà piel directamente. La sensación me tomó por sorpresa,
todos mis músculos se tensaron en un suspiro, mis pies tocaron el suelo con las
puntas, mà corazón lo volvà a sentir latiendo con tanta fuerza que se querÃa salir del
pecho. Todos mis sueños se volvÃan realidad, de repente mà nuca estaba quedando
como todas esas nucas que habÃa observado durante tanto tiempo, pero yo no
estaba lista. Era demasiado. Con la máquina a cero volvió la angustia. ¡¿Pero sà ya
habÃa marcado el contorno, que hace?! Me pregunté una y otra vez mientras ella
cortaba decidida. Temà quedar totalmente calva. La máquina de cortar se estaba
calentando demasiado y en verdad me empezaba a quemar, pero eso no tenÃa
importancia.
MÃ barbera, antes tan delicada, ahora estaba cortando sin piedad. Yo no se en
que momento fue pero el nerviosismo empezó a ceder ante la excitación que se
acumulaba en mà interior. Además, creo que me sujetaba tan fuerte que ni
queriendo hubiera podido zafarme. Sentà la humedad fluyendo a través de mÃ
vagina con abundancia. Ella repasaba mà nuca con sus pequeños movimientos,
cada vez más arriba, con severidad. Y yo solo me decÃa: ¡No manches la silla! ¡Sigue
Natalia, se va a dar cuenta, tienes un rÃo ahà abajo y se va a notar! La máquina se
calentaba a niveles insoportables cuando el zumbido cesó, dejó la máquina sobre la
silla y fue hacia su maleta.
Aurelio estaba terminando el corte de Gloria y parece que estaba recibiendo
la misma medicina que yo, tenÃa un ajustado corte militar. Gloria tiene el cabello
muy negro y la piel muy blanca por lo que su piel resaltaba aún más que en las
otras chicas, se notaba su piel trasparente hasta arriba de la oreja. Se veÃa hermosa,
en ese momento sentà ganas de levantarme y besar su cuello eterno con lujuria.
Aquà me estoy volviendo una lesbiana, pensé. Sin verlo venir el maestro se colocó
atrás de ella y comenzó a frotar con su mano su nuca. El barbero le dijo que estaba
lista y la despachó. Gloria pasó en frente de mà y en efecto, pude ver su nuca
desvanecida con el cero hasta un poco más arriba de donde comienzan las orejas.
Pensaba que a estas alturas eso es lo mejor que podÃa esperar para mÃ, cuando
sentà que me bajaban la cabeza nuevamente.
Estaba de regreso, encendió la máquina y la volvió a posar sobre mà nuca. ¡No
puede ser! ¡¿Más?! El metal se sentÃa frÃo. Me perdà en Gloria y me habÃa olvidado
de la que me sometÃa, fue a cambiar de máquina y no me percaté. Que no me
quemara mejoraba las cosas. ¿Pero hasta donde querÃa llegar? Comenzó a trabajar
con los mismos movimientos rápidos sobre la cavidad en la nuca de la que les
hablé antes y la sensación fue mucho más excitante esta vez, al instante un leve
gemido brotó. Nadie lo pudo haber escuchado. Era fantástico. SubÃa cada vez más,
yo sentÃa que ya estaba rasurando sobre el fin de la nuca. Mà vulva empezó a
palpitar. ¡No! ¡Contrólate! Vi a mis compañeras y todas me veÃan impresionadas
por la pelada que me estaban dando, su rostro pasmado me alivió porque
significaba que no estaban al tanto de lo que yo estaba sintiendo. Juliana regresó al
foro para atestiguar como dejan a una diminuta niña de 1.50 mts. calva. En un
impulso voltee con la barbera y le pregunté temerosa: ¿Le falta mucho? A lo que
contestó: No, casi termino. En medio del susto la calentura progresaba entre mis
piernas. Natalia ya está con el peluquero y era Diana quien se iba sentar sobre mÃ
lubricación. Y la verdad, ya no me importaba. Diana es una mujer del tipo
machorro, lésbico evidente y seguro le iba a encantar su pelada a cero como a mà e
igual iba a dejar el aluminio de la silla húmedo y caliente por su cuenta. La mujer
me rasuró hasta donde acaba la nuca, hasta ese hueso protuberante, y pasó a los
costados. Al definir la patilla volteo la máquina y de un movimiento rasuró
bastante más arriba de donde comienza el cabello, para luego desvanecerlo hasta
desparecer cualquier lÃnea. Repitió la operación del otro lado. Posteriormente
colocó el peine del uno nuevamente y subió más todo el corte. Para terminar, con
una brocha puso espuma por todo mà cuello y a los costados, rasuró con
movimientos largos, cada pasada era como un escalofrÃo. Apreté mis dientes y ojos
para mantener a mà cuerpo dentro correcto. ¡Lista, terminada! Dijo su anciana voz.
¡Lista! Pensé. Una soldadita… una soldadita muy rasurada y mojada. ¡Dios! Me
sacudo un poco y noto que mis pezones están erectos como nunca los habÃa visto,
aún bajo la tela eran notorios. Como en un trance, me dispongo a salir del foro.
Juliana me espera en la puerta y me recibe sobándome la cabeza. Mayra y Natalia
estaban afuera y sonrientes le acariciaban la cabeza a Gloria.
Esa noche fuimos a beber a mà casa, Diana estuvo sobando mà nuca todo el
tiempo, obsesionada se podrÃa decir. La verdad es que me encantaba con su pelo
casi totalmente rapado como el mÃo, parecÃa un niño, pero sus pequeños senos me
parecÃan más bellos que nunca. Me obligó a sentarme adelante de ella, pegó sus
senos contra mà espalda y con delicadeza rozaba mà nuca con sus dedos, una y otra
vez. En secreto me estaba convirtiendo en un volcán de excitación. Ahà quedó, en
mà secreto. Espero llevarla pronto a la peluquerÃa por mà cuenta, para que nos
repitan el corte. Acostarla en mà cama y dejarnos ir sin freno en nosotras.
Cabe mencionar que después de un tiempo todas comentamos que nuestro
éxito con los chicos habÃa aumentado considerablemente. ¿No será que todas y
todos tenemos un pequeño fetichista del cabello encerrado?
me ha encantado!!!genial!!!!!!esperemos que repitas!!
me gusto a mi tambien mas aparte yo ya lo vivi y es genial lo mio no fue historia fue algo real fuimos 6 amigas las que nos rapamos entre nosotras, que anteriormente yo ya me habia rapado 2 ocasiones y tambien habia rapado a varias amigas, que como las rape apostando no se si sea exitacion o adrenalina pero es genial vivir esa experiencia