Hollywood Style (Franco Battiatto)

De entre todos los becarios que llegaron aquel verano al periódico fue a dar a la sección de sociedad la joven Marí Luz. Según rezaba en su espléndido currículo vitae, Mari Luz procedía de una prestigiosa Universidad Católica de Irlanda donde se había licenciado con extraordinarias calificaciones en Ciencias de la Comunicación y había vivido en un estricto colegio mayor de monjas exclusivo para señoritas durante sus estudios donde había complementado su formación con otros cursos. Estas prácticas en el rotativo eran su primer contacto con el periodismo y, casi casi, con el mundo real.

Mari Luz era tímida, disciplinada y rubia. Lucía una imponente cola de caballo amarilla que le descendía por su espalda bien formada y que construía diligentemente desde la base de la nuca con la ayuda de una goma azul con el motivo un tanto infantil de un osito. En todo caso destilaba por sus cuatro costados una exquisita educación elitista. Era toda una señorita. Ella, como toda niña recién licenciada, soñaba con ser una reportera de las de verdad, una periodista intrépida de las que salen por la tele y son admiradas y en ese momento haría cualquier cosa para conseguirlo…. Pero antes tendría que luchar contra una mojigatería nada disimulable y una cursilería de lazo y niña bien que había adquirido durante toda su trayectoria educativa.

Fernando, el redactor jefe de la sección de sociedad, perro viejo de la profesión, entendió que la joven becaria necesitaba una oportunidad… y un reto. Después de leer detenidamente su CV y de observarla a través de la cristalera de su despacho moverse por la redacción la mandó llamar.

Mari Paz, entró tímidamente en el despacho, como pidiendo perdón, después de golpear la puerta dulcemente y de pedir permiso a “Don Fernando”.

Fernando la hizo sentar y después de una brevísima presentación y de pedirle que no le llamara de usted fue al grano.

Bueno, Mari Paz, … tengo tu primera misión.

La niña se asustó al oír las palabras del que sería su jefe durante los próximos meses que era además quien decidiría si finalmente se quedaba en el periódico contratada o no.

No pongas esa cara, hombre. Mira, aquí en el periódico llamamos misión a los reportajes de calle. Y a ti te gustan los reportajes ¿Verdad?

La niña asintió sin atreverse siquiera a musitar palabra alguna.

Bueno, pues vamos allá. Te cuento: Se trata de un reportaje para el fin de semana. Mira, hace un par de semanas han abierto un curioso centro estético en la ciudad que es pionero en Europa. Es una peluquería exclusiva para mujeres. Lo especial es que realizan solo cortes copiados de las actrices de Hollywood. Es algo así como un parque temático del pelo. ¿Entiendes?

Mari Paz volvió a asentir, esta vez nuevamente extrañada por el contenido del reportaje.

– Bien -prosiguió Fernando. Como es un reportaje de corte social tienes que contar con todo detalle lo que allí sucede. Y por su puesto, sería bueno que te implicases. – Está última sugerencia, que más que sugerencia era una exigencia a la neófita, fue acompañada con un gesto muy particular de su jefe: Le extendió un billete de 100 euros.

-¿Y esto? – Era la primera vez que la becaria enlazaba dos palabras seguidas.

– Pues para que pruebes.

– ¿Probar qué?

Fernando se sonrío de la ingenuidad de la niña y le explicó.

Pues para que pruebes el servicio, nena. Para que te cortes el pelo como tú desees, de la forma de la estrella que tú quieras y lo cuentes en el artículo.

Mari Paz, casi como un acto mecánico o inconsciente se llevó la mano a la cabeza y acarició su pelo férrea y duramente disciplinado incluso con la acción de la gomina hacia atrás en su larguísima coleta y dijo…

-…Pero…

– ¿Pero qué?… – Cortó de raíz su jefe.

– … Pero nada. -Asintió disciplinada la niña- …¿Y el fotógrafo?

-Ah, el fotógrafo. No te preocupes. Lo que quiero es que cuentes, que relates lo que se vive allí adentro. Lo que se siente. Empápate. Cuanto más te acerques y más te dejes hacer, mejor; más material tendrás para el reportaje. Respecto a las fotos, la peluquería ya nos ha enviado hace meses un completo book con todos lo cortes que efectuán. No te preocupes por ello. Ellos buscan promoción y se la vamos a dar… De todos modos para ilustrar mejor el trabajo antes de salir te haremos una foto del “antes” y luego, cuando llegues, el mismo fotógrafo te realizará la foto del “después”. ¿Vale?

El tono del Redactor Jefe tenía cierto toque irónico y algo sátiro. Y más aún cuando se levantó de su silla y cogiéndola por el hombro rozando la larga y suavísima melena añadió a dos milímetros de su mejilla tersa y adolescente:

– Nena, siéntente una Cenicienta y ven hecha una estrella. Una auténtica estrella.

Mari Luz sintió aquel mandato como un castigo carente de emoción. Ella pensaba hacer información política, entrevistar a cantantes famosos o así pero no ir a una peluquería y hacer que la despojaran de la melena que tanto quería para contar un simple corte de pelo. Le parecía una tontería, pero no tenía opción. Ella era la becaria y él el jefe que decidiría sobre su futuro profesional.

Cuando salió del despacho ya le estaba esperando el fotógrafo que la hizo posar en una pequeña habitación para lo cual tuvo que deshacer su cola de caballo. La hizo inclinarse hacia un lado para que la cámara recogiese lo hermoso y extenso de su melena.

Perfecto, nena. Así a contraluz tu pelo brilla espectacularmente. Fantástico…

(…)

Ya en el taxi, de camino al centro la joven plumilla caviló la forma que le daría a su peinado. Buscaba algo espectacular que atrayese al lector y a su jefe pero que no la obligará a desprenderse de mucho volumen. Mari Luz odiaba el pelo corto. Dada su educación conservadora pensaba que las chicas con el pelo más corto que una media melena no eran más que marimachos indecentes. Pensó de este modo en un estilo medio de Julia Roberts, no el largo de Pretty Women (eso no colaría de ninguna manera) pero tampoco el corto de campanilla de Peter Pan. Quería una cosa normalita. Pensó también en liberar el pelo de la cola de caballo en el mismo taxi para entrar más preparada y natural a la pelu pero no tuvo fuerzas. Una vez más su frigidez mental y su estrechez estética le ganó la batalla y entraría en el centro con la coleta.

Cuando el coche se detuvo frente a un moderno edificio de cristales oscuros y arquitectura vanguardista, Mari Luz sintió perfectamente como se le hizo un doble nudo en la garganta. Uno por ser el primer reportaje profesional que iba a hacer en su vida y otro porque sabía positivamente que tenía que cambiar de peinado, algo que tampoco jamás había hecho.

Su doble reto comenzaba en el umbral de aquel edificio que tenía una vistosa entrada con un enorme cartel colgante con letras de neón en las que se podía leer “Hoolywood Style, peluquería técnica”. Otro cartel mucho más discreto y colocado en un lateral de la puerta giratoria advertía de que aquel era “Un local exclusivo para mujeres de todas las edades”. O lo que es lo mismo, el auténtico templo del cabello en la ciudad, tal era su apariencia.

El local constaba de tres plantas a las que se accedía desde una recepción donde dos chicas de color muy exóticas y con pelucas fucsia moldeadas a lo tazón, exceso de maquillaje y labios pintados de azul daban la bienvenida a las clientas vestidas con un galáctico y brillante minitraje con escote palabra de honor y mini falda de vértigo. Eran la tarjeta de presentación. El edificio se componía de numerosos compartimentos y cubículos; pequeñas habitaciones provistas cada una de ellas de espejo, silla giratoria para la clienta y carrito con ruedas con todos los accesorios de peluquería. Tantas minipeluquerías unidas hacía de aquel edificio el paraíso del color, el estilismo y el corte. Nadie entraba y salía igual de “Hoollywood Style”. Siempre pasaba algo allí adentro y ese “algo” era un cambio, un golpe de tijera, de navaja, de… máquina.

Las dos divas de la entrada la recepcionaron con dos sonoros besos y una sospechosa y excesiva amabilidad. La despojaron de la chaquetita monjil que llevaba, la vistieron con una cómoda bata de seda de cierre cruzado y acto seguido extendieron una carta como de restaurante. Se trataba del menú. Una carta con varias páginas donde se describía al lado de una foto de la actriz en cuestión el tipo de corte y el precio del trabajo. Había más de 50 posibilidades.

Gracias, pero prefiero echar un vistazo y luego decidir.

Como usted desee señorita. Por cierto, tiene un bonito cabello.

– Gracias.- Y tomó el ascensor transparente y de metacrilato que había en el interior del edificio que la llevó a la primera planta. Había que investigar antes de tomar una determinación.

Y dando un paseo entre cubículo y cubículo pudo comprobar que, en efecto, el anunciado menú de más de 50 estrellas actuales y clásicas del séptimo arte era una completa realidad. Allí había una estilista exclusiva por cada una de ellas. Cada una de esas peluqueras especializadas llevaba uno de los cortes que había popularizado la estrella en cuestión. Generalmente el más corto y escaso. Por ejemplo, la correspondiente a Sharon Stone no llevaba la sugerente melena de “Instinto Básico”, ni el modelo paje de “Acosada” sino el cortito a navaja de sus otras películas posteriores.

En su paseo la joven periodista constató como el corte Meg Ryan hacía furor y era un auténtico hit. Un rubito corto con mechas y desflecado por atrás. Había tres chicas esperando a las puertas de la cabina para realizarse ese peinado. Una de ellas llevaba el pelo hasta la cintura y era morena. Es decir, debía ser sometida al proceso de color radical a base de decoloración y mechas y sobre todo desprenderse de más de 30 centímetros de pelo. Todo con tal de estar a la moda. Todo con tal de parecerse a Meg. Ese es el sacrificio.

Mari Luz decidió pasar al ataque y preguntó a una de las estilistas que se encontraba en uno de los pasillos esperando a que vinieran clientas y que, por cierto, lucía uno de los modelos de peinados más estrictamente cortos de Greta Garbo:

– Disculpe, ¿Tienen a “Lara Croft” en el menú?

– Creo que se a confundido, señorita. Aquí no trabajamos largo. Angelina Jolie no tiene nada que hacer en este local. Tampoco pida a Catherine Z Jones ni Mónica Belucci. Los largos no están de moda, mona. Y menos en este sitio. – Así despachó la peluquera con cierto toque despectivo a la joven.

Y es que la becaria en aquel universo de glamour y sofisticación y con ese aspecto de monjita novicia con cola de caballo estaba muy descolocada. Como alejada de la realidad. Era una pieza de museo que no encajaba bien.

No obstante, la periodista siguió su investigación entre minipeluquería y minipeluquería y corroboró que entre los clásicos destacaba Marylin. A algunas de las mujeres que optaban por ese look les sentaba fatal con las cejas negras ya que el corte que se realizaba era el más breve de todos los lucidos por la Diva y a todas se les aplicaba un tinte casi blanco. El resultado no era siempre el más satisfactorio, desde luego.

Otra elegían el de Ava Gadner o el francés de Lizza Minelly en “Cabaret”. También se trabajaban y gozaban de gran peredicamento entre las clientas jóvenes todas las variantes capilares de Wynonna Ryder, excepto el largo de “Drácula” que no se realizaba bajo ningún concepto. La media melena de Michelle Pfeiffer o los más cortos de Charlize Thzeron también funcionaban.

Fue así como Marí Luz dio con un pequeño saloncito a parte, como un reservado. Se trataba de una minúscula habitación semi en penumbra. Allí le dieron una tarjeta en la que se podía leer: “Menú de Gradación Demi”. En él se podía leer:

10- “Acoso” (Sólo se realizará a clientas habituales y previa petición)
7-“ Una Proposición indecente”
5- “Algunos hombres buenos”
3- “Ghost”
0- “La teniente O, Neill”
Nota: No se realizan peinados del estilo del que lució la actriz en “Los Ángeles de Charlie”.

La encargada de tan sugerente sección era Mili, una italiana algo corpulenta pero cuyas redondeces, lejos de resultar desagradables, se presentaban sensuales y exquisitas. Según pudo saber posteriormente, la estilista había nacido en Nápoles y sus rasgos medio árabes provenían de su familia materna. El escote de su bata dejaba entrever dos grandes senos rollizos, lechosos, morenos de vida y voluptuosidad. Interrogando a las clientas que se aprestaban a pasar por sus manos en breve, la joven se enteró de que aquella mamma tenía fama de ser diligente con la máquina cortapelo y de poseer una extraordinaria destreza en el rape. De tal manera que la mayoría de las veces se excedía en cuanto al corto de la petición de las clientas y lo más curioso es que, bien por miedo, o por gusto en el cambio, ninguna protestaba. Una a una iban saliendo de aquella salita semioscura, generalmente, despelucada y feliz. De modo que el peinado de “La Teniente O Nelly” tenía mayor éxito por decisión voluntaria o por obligación entre la concurrencia que el semi corto con laca de “Algunos hombres buenos” u otras películas de Demi. La clienta elegía un número antes de empezar el corte, pero la magia de las manos y las herramientas de la mamma italiana acababa llevándose por delate mucho más cabello del previsto inicialmente.

Mari Luz entendió enseguida que éso era precisamente lo que andaba buscando para el reportaje. Ella, por su puesto, no llegaría hasta el final. No se raparía de ninguna de las maneras pero le era necesario ponerse en sus manos para llevar una buena historia a la redacción, un buen reportaje a su redactor jefe. Había que rozar el fuego, pero sin quemarse. De eso se trataba. Como mucho apuraría hasta el corte bob de “Una proposición Indecente” con lo que solicitaría un corte más largo para llegar a él.

– Hola, buenas tardes: Quiero un Demi número 10 .

– Mire, bonita, esa especialidad sólo se realiza las clientas y a usted es la primera vez que la veo. Pásese antes por otra cabina y una vez que esa melena esté despoblada podremos negociar. Además, no me gusta que vengáis aquí con el pelo tan largo. Luego lo dejáis todo perdido.

Mari Luz se sorprendió por la respuesta tan contundente pero entendió definitivamente que realmente se trataba del servicio más especial y exclusivo del salón. Se había convertido, por tanto, en el objetivo de su artículo.

Henchida de nerviosismo y tensión pensó en irse directamente al saloncito de Halle Berri para solucionar su problema de longitud capilar, pero enseguida percibió que era un corte demasiado radical y además había varias chicas esperando. Todas ellas deseaban despojar su cabeza de pelos y parecerse, aunque sea un miligramo, a esa diosa morena. Luego barajó la idea de la media melenita de Jodie Foster o el corte de Cameron Díaz en “Algo pasa con Mary” pero finalmente se decantó por Juliette Binoche.

– Hola, buenas tardes. Deseo un corte a lo “Azul”.

-Por su puesto, jovencita, será un verdadero placer.

La peluquera, que se parecía muy mucho a la actriz francesa, y que lucía el corte de la oscarizada en “Herida”, deshizo la cola de caballo de la niña. Vió que tenía un gran trabajo por delante y se puso manos a la obra con un gesto de satisfacción y es que el cabello de la neófita era verdaderamente deslumbrante.

Dicho y hecho. Después de deshacerla la coleta la lavó con tiempo su hermosa mata de pelo, la masajeó y la puso una mascarilla para dar mayor vitalidad si cabe a aquella melena que iba a ser desprendida. Posteriormente la pasó a la sillita, la despojó de la toalla que envolvía como un sugerente turbante su cabeza y le peinó parsimoniosamente la melena con un cepillo plano de madera. El pelo le llegaba más allá de los riñones y la estilista se empleó con diligencia y suavidad en ese proceso. Tardó más de 15 minutos en dejar aquel cabello como una tabla. El corte, sin embargo, fue más contundente. Sin dilación alguna, y sin recoger el cabello por secciones o por capas con pinzas, la diligente estilista, resabiada de realizar ese corte de pelo, recortó uniformemente y sin cesar de abrir y cerrar las tijeras la melena de la clienta a modo de casco-tazón. Arrancó justo en el flequillo para continuar por la zona lateral derecha, dibujar el corte por encima de la oreja, atravesar la zona baja del cuello, surcar la zona derecha y terminar justo donde había empezado: en la frente. Para aquel entonces una uniforme y bella estela de cabello yacía en el suelo después de resbalar por la capa de la joven. Mari Luz pudo comprobar en el espejo su novísima imagen y vio como sus facciones le granjeaban aún un toque de feiminidad ajena a todo asomo de marimachismo que ella tanto detestaba. Se sentía, despojada de más de medio metro de pelo, bella y seductora; no en vano era poseedora de unas facciones verdaderamente extraordinarias (especialmente los pómulos, sin dejar a un lado los labios) que ahora cobraban mayor protagonismo.

La joven hacía constantes, variados y esforzados escorzos frente al espejo para comprobar su nuevo look que cada vez le gustaba más. Acto seguido fue sometida a un intenso proceso de color que concluyó con su mínima melenita redondeada de color caoba. Perfecta. Ya era una mini Juliette Binoche pero con las cejitas claras. Sin embargo, aún restaba lo mejor. El proceso del secado y peinado con un cepillo redondo de aluminio redondo fue lo que más le excitó junto con un buen baño de laca. Le encantó verse con su nueva imagen. Más moderna y europea, si bien no dejaba de ser un corte decente y asequible. Muy guapa. El resultado fue verdaderamente un éxito; lástima que esa imagen tan sensual tenia una breve caducidad: sólo duraría unos minutos. Pero el reportaje era el reportaje.

A medida que transcurría el tiempo, la joven periodista se sentía más cómoda y segura en aquel local. De este modo se envalentonó y se dirigió, ahora sí, con posibilidades hacia la cabina Demi.

Hola, buenas tardes, ¿Puede atenderme ahora?

La mamma se sorprendió muy gratamente de la renovada y sexy imagen de la clienta. Eso había mejorado muy mucho, según su entender.

– En dos minutos estoy con tigo, niña.

Durante la espera, Mari Luz comprobó como cuando alguna de las mujeres que allí se encontraban solicitaba un 0 (“La Teniente O`Neill”) la clienta recibía la máquina rasuradora y, como en la película, se la dejaba la opción de rasurarse ella misma, bien en público o en una cabina oscura y privada preparada al efecto. Pero esa no era la idea de Mari Luz así que cuando fue su turno, contuvo la respiración y se limitó a decir:

Quiero que me haga un cortito Demi.
¿Cómo de cortito, mona?
Pues no sé, cortito.

La indecisión de joven dejó el camino expedito para la matrona peluquera. La mamma entendió que la clienta no se había atrevido a pedir un 0 como pasaba en numerosas ocasiones así que lo dio como sobreentendido. En tanto, la becaria se resignó a que esa mamma italiana la desembarazara del cabello que aún le quedaba, aunque desconocía aún hasta que punto iba a ser recortada. Ciertamente fue una pena por que el corte redondeado le daba un toque latino precioso a la niña pero….

La mamma la acomodó en su sillita giratoria y en un abrir y cerrar de ojos tenía la capa y el peinador dispuesto para la sesión alrededor de su cuello. La función iba a comenzar.

– Bueno, bonita, no te muevas mucho acabo en dos minutos.

Y la mamma no se molestó en mojar ni en peinar el cabello restante sino comenzó a cortar a lo barbero de un modo acelerado y nervioso. Mechones de gran longitud saltaban entonces en todas las direcciones salpicando el suelo de pelo. En apenas tres minutos y ante el asombro de la periodista su melenita era ya cosa del pasado.

Perfecto.

Pero…. ¡¡¡si parezco un chico!!!!

– Claro, eso es lo que querías ¿No?

Y sin dejarla responder amarró la máquina y la desencastró la guía.
Sin más palabrería la matrona hizo rugir la máquina sobre el cráneo de la joven. El salón era el silencio puro tan sólo quebrado por el ruido atroz y determinante de la rasuradora cumpliendo con su deber pelador. Lo que más le impresionó a la becaria, y era lo que contaría posteriormente en el reportaje, no fue las grandes dimensiones de la máquina, cuya zona de cuchillas era como una voraz boca tragapelo, sino la sensación del primer golpe cortante en su cabeza. Contemplar vencida la primera estela de cabello ya desgajada para siempre del resto de la cabellera a lo chico. Superado el primer shock, el resto fue más sencillo y hasta más plancentero. Había que eliminar pelo, llegar hasta el final y tener un buen reportaje. Ya llegaría después el momento de las explicaciones a su madre, su novio Jeremías y a su tutor espiritual. Ahora había que cortar y terminar pronto con todo el cabello. Era puro trabajo y así había que tomárselo con disciplina, como en el colegio mayor de las monjas.

La rapadora navegó de este modo sin oposición una y otra vez por su cabeza desnudando paulatinamente su cráneo de arriba abajo y de izquierda a derecha. Cero. En apenas unos minutos, la mamma, que llevaba todo el cabello a uno, había acabado con cualquier vestigio de pelo. Posteriormente le fue rociado todo el cráneo pelado con gran cantidad de polvo de talco y barrido con un cepillo algo antiguo a lo militar. La chiquilla estornudó, pero se sintió libre, triunfadora. Con un “Ya estás, limpita como la teniente, niña. Ya veras que éxito vas a tener con los chiquitos”, la peluquera acabó su faena y la desprendió del peinador.

La becaria, haciendo gala de cierto infantilismo solicitó encarecidamente que le dejaran llevarse un mechón de su cabello que guardaría como recuerdo mientras lloraba, ahora sí, aunque no de dolor sino de emoción por su pelo perdido. Al fin y al cabo era poco el precio pagado, había logrado dos de las cosas que había deseado durante toda su corta vida: Su primera exclusiva periodística y su pubis mojado de excitación.

FIN… Por cierto, el artículo fue todo un éxito y las fotos del antes y después un verdadero lujo de morbo. Mari Luz fue contratada por el rotativo y ahora dirige la sección de Peluquería y estética de la revista dominical del diario. Cada mes elabora un reportaje similar al relatado siendo ella la modelo. Avanza a sus lectores las técnicas más novedosas y vanguardistas de la peluquería mundial. En la actualidad luce un bob extremo con nuca rapada de color azul y flequillo en pico hasta el inicio de la nariz. Toda una delicia. ¡Salu2 a todos!

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Author: mdj

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