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Vaciar todo

Ola de calor

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ANSW3R
(@answ3r)
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Honorable Member
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Acababa de empezar julio y el calor ya era insoportable. El aire parecía venido del mismo desierto, y la humedad tampoco ayudaba. La ropa se pegaba al cuerpo, y lo mismo el pelo quien lo tenía largo. Este era el caso de 4 amigas y vecinas de pueblo: Ainhoa, Jessica, Rebeca y Salma. Las 4 jóvenes lo habían intentado todo para mantenerse frescas: duchas frías, helados, bebidas frías, vestir con ropa fresca… Nada funcionaba. Una tarde, sentadas en un banco a la sombra, Jessica no paraba de apartarse su larga melena castaña del cuerpo.

“Dios, qué harta estoy del puto pelo. Qué calor me da”.

“Lo sabemos, Jessi. Si estamos todas igual”, dijo Ainhoa con resignación.

“Oye, ¿y por qué no te lo cortas? Estarías más fresquita”, propuso Salma.

“Córtatelo tú, no te jode. Estaría más fresquita, ¿pero qué hago hasta que crezca?”, dijo Jessica de forma brusca.

“Yo sólo lo he propuesto, maja, no te pongas así”, dijo Salma ofendida. “Hay mucha gente que se lo corta en verano y luego lo vuelve a dejar crecer, por ejemplo mi madre todos los veranos se hace un buen corte”.

“Es verdad. Como cuando nos cortaban el pelo de pequeñas, o a los niños cuando les rapan en verano”, dijo Rebeca. De repente, Rebeca chasqueó los dedos. “Chicas, acabo de tener una idea. ¿Y si nos cortamos el pelo las 4 juntas?”. Las demás la miraron como si hubieran visto un extraterrestre.

“Rebe, ¿te has vuelto loca? No quiere ella y pretendes que nos lo cortemos las 4”, dijo Ainhoa.

“Pues yo me apunto”, dijo Salma con entusiasmo. “Sería algo bonito para hacer juntas, y ya me cuesta aguantar la melena estos días”.

“Tías, no podéis hablar en serio, os habéis debido de fumar algo. Nuestras melenas nos representan, cada una de un color. Llevamos casi 10 años con ellas, ¿y pretendéis que las cortemos por un poquito de calor?”

“Pero Jessica, tú eres la primera que ha dicho que está harta del pelo. Yo estoy harta de levantarme con los pelos pegados al cuerpo, si pudiera me rapaba la cabeza”, dijo Ainhoa enfadada. “Venga va, me apunto con vosotras”.

“Perfecto, pediré cita para todas”. Rebeca cogió el móvil e hizo una llamada. “De puta madre, pasado mañana donde Lali. ¡Ay qué ilusión! Vamos a quedar guapísimas”.

“¿Vais en serio? Conmigo no contéis”, dijo Jessica.

Pasaron los dos días y las chicas acudieron puntuales a su cita, aunque a Jessica hubo que arrastrarla y fue de mala gana. Lali, una mujer de alrededor de 60 años con pelo a lo garçon teñido de azul, las atendió. Antes, las hizo una foto grupal.

“Bueno chavalas, ¿quién va la primera?”

Se miraron dubitativas. Ainhoa, de melena negra ondulada hasta el culo, se sentó.

“Quiero algo fresco, para no tener calor. Por aquí más o menos”, dijo señalándose el mentón. “Uf no, muy corto. Por los hombros es muy largo aún…” No se decidía.

Tras un par de minutos, Salma, con visible hartura, fue hacia el sillón. “Levanta el culo, chata. Yo ya me he decidido”. La morena se levantó y se sentó Salma, que se acomodó su espectacular melena cobriza lisa, que le llegaba a los codos, mientras le ponían la capa.

“Bien Salmita, ¿qué hacemos?”

“Rápame al cero”. Amigas y peluquera se quedaron boquiabiertas.

“¿Perdón? ¿Es una broma?”

“No, quiero que me rapes la puta cabeza al cero. A tomar por culo el puto pelo”.

Sus amigas se quedaron petrificadas. “¿PERO TE HAS VUELTO LOCA? ¿Con el pelazo que tienes y te quieres rapar? ¿Qué harás hasta que te crezca?”, decían a la vez.

“Que no chavalas, que me quiero rapar. Lo dijo Ainhoa el otro día y me han entrado las ganas. Dale Lali”.

La peluquera, sonriente, no titubeó a la hora de coger una gran maquinilla Oster de color negro y empezar a pasarla por la cabeza de Salma sin peine ninguno. Sus largos mechones rojos caían al suelo, mientras sus amigas miraban horrorizadas. A cada pasada de la maquinilla, su melena dejaba paso a una cabeza blanca como la leche salpicada de sólo unos pelitos de un milímetro. Salma permanecía impasible, como si nada pasara, como si no le estuvieran rapando esa melena que tanto cuidaba y que tantas miradas atraía. En un momento dado, la maquinilla dejó de sonar, sumiendo el local en el silencio. Salma estaba, a excepción de por una sombra de pelo, calva. Lali barrió una gran montaña de pelo rojo y la metió en una bolsa de plástico.

“Esto lo voy a donar, de aquí sacan mínimo tres pelucas. Bueno Salmi, ¿cómo te ves con tu nuevo look? A mí me encanta, resalta mucho tu carita y tus ojitos”.

Salma se acarició la cabeza y sonrió. “Hostia puta, me encanta. Me veo estupenda y me siento la cabeza muy ligera y fresca”. Volvió a frotarse la cabeza. “Es súper heavy, tía, estoy calva. Mírame las orejas, parecen más grandes. Y la cabeza, la tengo blanquísima. Pero está de puta madre, no me arrepiento”. Se giró hacia sus amigas, que hacían fotos y levantaban el pulgar. “Tía, estás guapísima, no me lo creo. La gente va a flipar cuando te vea”. Fue a levantarse, pero Lali la sujetó el hombro.

“Esto está genial, pero no he acabado. Aún no estás calva, por así decirlo. Siéntate y ponte cómoda, cielo”. Las chicas se quedaron extrañadas, y su sorpresa aumentó cuando la peluquera agarró una máquina con unos rodillos en la parte superior. La encendió y empezó a pasarla por la cabeza de Salma. Aquel artefacto parecía que no podía cortar ya nada, pero se estaba llevando la sombra de pelo que dejó la Oster. Los pelitos se quedaban en la capa y la cabeza como si fueran polvo, y la sensación de blancura del cráneo de la joven se acentuaba. Salma parecía sonreír, como si la máquina le hiciera cosquillas.

“Siempre he querido hacerle esto  a una chica”, dijo Lali triunfante y sonriente. “Sólo lo he podido hacer con mi marido, y porque está calvo”. Las chicas se rieron. La afeitadora acabó su función y Salma tenía aún menos pelo. Lali le pasó un cepillo por el cráneo recién rasurado, quitándole los pelos microscópicos que quedaban. Mojó una toalla en agua caliente y envolvió la cabeza de Salma en ella. La ex-pelirroja sonreía impasible, haciéndose selfies.

“Último paso, Salmita. Te va a encantar el resultado”.

Con una brocha, cubrió de espuma la cabeza de Salma, cogió una navaja de barbero y empezó a afeitar. Lali repasaba cada zona varias veces, asegurándose de eliminar todo resto de pelo. Salma movía la cabeza según le indicaba la peluquera.

“No sabía que tenías dotes de barbera, Lali. Me sorprendes”, dijo Rebeca entre risas.

“Maja, estudié barbería también. Y llevo tiempo afeitándole la cabeza a mi marido. Qué poco me conocéis”.

Cuando no quedaba más espuma, Lali retiró la navaja y se quedó unos segundos contemplando su obra. Salma había quedado calva: ni un pelo adornaba su cráneo, ahora aún más blanco que su piel. Sus ojos verdes y sus orejas parecían más grandes, pero añadían a la belleza de la joven. Lali cogió un bote con aftershave y empezó a esparcir dicha loción por la calva de Salma, que tuvo un pequeño escalofrío.

“Esto es para que no te pique la cabecita”.

Al poco, le quitó la capa y Salma, tras sacudirse varios pelitos de su veraniego vestido de lunares, se levantó a verse en el espejo. Reía mientras examinaba a conciencia su calva. No paraba de tocarla. La ausencia de cabello en su cráneo, lejos de afearla, acentuaba sus rasgos angelicales, que junto a sus hermosos ojos verdes, siempre la habían dado aspecto inocente, de niña buena.

“Muchísimas gracias, Lali. LO AMO. Está súper suave, me encanta. Dios, qué bien se siente el aire acondicionado en la cabeza”.

“Sabía que te iba a gustar. Estás preciosa, nena. ¿Verdad que sí, chicas?”. Las amigas asintieron con entusiasmo. Salma fue hacia ellas y se abrazaron. No paraban de acariciarle y besarle la cabeza.  “Qué ovarios tienes, tía”, “eres la puta ama”, “estás buenísima”, se oía. Lali se acercó a ellas.

“Bueno chicas, vinisteis a cortaros el pelo. ¿Quién es la siguiente?”. Las risas dejaron paso a los titubeos.

 Salma tomó la palabra. “Tías, vinimos a cortarnos el pelo juntas como amigas, y lo haremos. De hecho, creo que una gran prueba de amistad sería hacernos todas el mismo corte”, dijo la recién pelada con sonrisa pícara. Lali asintió en señal de acuerdo, mientras que las chicas se sorprendieron.

“¿Quieres que nos quedemos todas calvas?”, preguntó Jessica. Salma asintió, lo que hizo que sus amigas se miraran sin saber qué hacer.

Tras un rato, Ainhoa saltó como un resorte. “Yo estoy con Salmi. Sería algo de puta madre para hacer como amigas, y estaríamos fresquitas. Y a poco que estemos tan guapas como Salma, ya estaría. Y dije que si pudiera, lo haría”.  Avanzó decidida hacia el sillón y se sentó. “Lali, ya sabes lo que hacer”, dijo muy segura.

Lali le puso la capa y sin atisbo ninguno de duda, agarró la Oster y empezó a pasarla de la frente a la coronilla de Ainhoa. La máquina penetraba en el grueso cabello de la joven como si fuese un cuchillo atravesando mantequilla caliente, desprendiéndolo de su cráneo y dejando surcos blancos a su paso. Lali cogía los cabellos recién rapados y los ponía en el regazo de la joven, formando una montaña de pelo negro cada vez más alta. Ella los veía alucinada y sonriente a la vez.

Cuando ya no había más melena que rapar, dejó la maquinilla y cogió la afeitadora de rodillos, la cual eliminó de varias pasadas la sombra de pelo negro que quedaba en la cabeza de Ainhoa. La joven permanecía sonriente, con la vista fija en el espejo. Detrás de ella, Salma también sonreía mientras que Jessica y Rebeca miraban con estupefacción. Lali pasó un cepillo por la cabeza recién rasurada y la envolvió con una toalla húmeda. En lo que hacía efecto, metió la melena de Ainhoa en una gran bolsa.

“Nena, vaya densidad capilar tienes. De lo de Salma sacan 3 pelucas, pero de la tuya mínimo 5”.

“TENÍA, que me has dejado más calva que un delfín”, dijo Ainhoa riéndose de su propia frase. Las demás también se rieron. Lali le quitó la toalla y acto seguido le embadurnó la cabeza con espuma de afeitar, agarró la navaja y empezó a pasarla por el cráneo de la joven. Mientras Lali afeitaba, Salma, todavía sin creerse del todo lo que había hecho, seguía enseñando su nuevo look a Rebeca y Jessica, que se reían y acariciaban la cabeza de su amiga. Estaban todas tan metidas en el momento que no se daban cuenta de que un chico de unos 13 años seguía la escena desde el escaparate con atención desde hacía unos minutos, embelesado. En un momento dado, ya no quedaba espuma que quitar y la navaja dejó de deslizarse. Ainhoa había quedado tan calva como Salma. La ausencia de pelo revelaba una cabeza de perfecta forma redonda y resaltaba la dulzura de su cara y de sus ojos marrones. Lali volvió a coger el aftershave y lo extendió por el cráneo que acababa de rasurar, provocando un pequeño escalofrío en Ainhoa.

“Ufff, qué frío está. Pero se siente bien este fresquito”.

Tras esa operación, Lali le quitó la capa a Ainhoa. La joven se levantó hacia el espejo, examinando a fondo su cabeza recién pelada y acariciándola una y otra vez, sonriente y a la vez sin terminar de creerse que se hubiera deshecho de la larguísima melena que la acompañaba desde los 12 años. La cabeza afeitada combinaba muy bien con sus pendientes de aro. El chico del escaparate se quedó boquiabierto, tanto por la belleza de Ainhoa sin pelo como por su cuerpo curvilíneo y escultural, apenas tapado por un escotado top negro y unos pequeños y ajustados shorts de chándal grises. Tras sacudirse varios pelitos de los hombros y el escote, se dirigió hacia sus amigas, que la abrazaron y empezaron a juguetear con su calva.

“Salma tía, tenías razón. Me siento súper ligera, y me encanta sentir el aire en la cabeza”.

“Pues claro. Sabía que te iba a encantar, tú que ya estabas harta de tanto pelo”. Las dos pelonas se acariciaban la cabeza la una a la otra entre risas.

“Rebe, Jessi, ¿quién quiere ser la siguiente?”, dijo Lali. Se quedaron ambas pensativas. Tras unos minutos de deliberación, Rebeca levantó la mano tímidamente.

“Tías, no voy a decepcionaros. Habéis dicho que lo íbamos a hacer juntas como amigas y eso haremos”.

Lali le indicó el camino al sillón, el cual la joven recorrió dudosa, casi temblando. Rebeca era lo que hoy en día se llamaría una chica “de talla grande” (muy alta y de cuerpo ancho), muy guapa de cara y con unos frondosos rizos rubios que eran su seña de identidad. Lejos de acomplejarse por su cuerpo, a Rebeca le gustaba la ropa ajustada y a veces escotada, como demostraba ese día con una ajustada minifalda vaquera y una veraniega blusa floral, la cual llevaba a medio abrochar, con un generoso escote. Tras sentarse la joven y ponerle la capa, Lali le preguntó qué quería, de forma casi retórica.

“Creo que ya lo sabes”, respondió Rebeca con nervios. Miró hacia Salma y Ainhoa, que levantaron los pulgares. Acto seguido, Lali agarró la Oster y la volvió a poner en marcha. Esta vez empezó por la nuca, quizás para mitigar el nerviosismo de Rebeca. El espesor de sus rizos palidecía ante la potencia de la maquinilla, que se los llevaba por delante sin piedad. Despejada la nuca, introdujo la maquinilla en un lateral. Al verse la piel blanca en el lateral, algunas lágrimas empezaron a brotar de los ojos de Rebeca. Ainhoa y Salma se acercaron rápidamente a su amiga y empezaron a consolarla. Lali paró la maquinilla.

“Tranquila Rebe, te volverá a crecer”, “es el shock del principio, nunca te habías hecho algo así”, “si a nosotras nos queda bien, a ti mil veces mejor”, decían las pelonas abrazando Rebeca. Jessica miraba desde atrás.

“Continúa Lali, ya no hay vuelta atrás. Igual que ellas”, dijo Rebeca con tono melancólico.

Lali volvió a encender la maquinilla y reanudó la marcha en el lateral donde lo había dejado. Al poco tiempo, pasó al lateral contrario, el cual rapó con mimo hasta que sólo quedo un pegote de rizos rubios en la parte de arriba de la cabeza de Rebeca. La joven los acarició antes de que la peluquera introdujera la Oster por el centro desde la coronilla a la frente, dejando una ancha abertura blanca que dividía el pegote de rizos en 2. Rebeca suspiraba, agarrada a las manos de sus amigas ya rasuradas. En poco tiempo, la Oster esquilmó los pocos bucles que le quedaban a Rebeca. La joven había quedado rapada al cero, con una ínfima sombra de pelo adornando su cráneo. Lali barrió los rizos del suelo y los metió en otra bolsa. Rebeca se miraba en el espejo boquiaberta, poniéndose las gafas para verse mejor.

“Hoy los de las pelucas van a dar botes de alegría. Bueno Rebequita, ¿qué te parece tu nuevo look?”

“Hostia chaval, que no tengo pelo…” La obviedad de la frase desató las risas de las demás.

“No me reconozco tías. ¿Quién eres tú y qué coño has hecho con Rebeca?”, dijo hablando al espejo, al estilo de Robert De Niro en Taxi Driver, provocando aún más carcajadas. La joven se acariciaba la cabeza recién rapada sonriente, habiendo dejado atrás el miedo de los primeros instantes. “Me veo algo cabezona, pero me gusta mucho”.

“Rebi, hermana, estás preciosa. TE LO DIJE”, decía Ainhoa entusiasmada.

“Totalmente de acuerdo contigo Ainhoa”, dijo Lali con la máquina de rodillos ya en mano. “Ahora, vamos a dejarte bien suavecita. Deja ahí las gafas”. La afeitadora se puso en marcha y eliminaba la sombra de pelo que había quedado. Rebeca cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de la máquina sobre su cuero cabelludo. Una vez repasada, Lali repitió el procedimiento hecho anteriormente: toalla húmeda alrededor de la cabeza, espuma y afeitado con navaja. Ainhoa y Salma observaban atentamente mientras Lali, navaja mediante, eliminaba los últimos estertores del rubio pelo de Rebeca. A la joven ya no le impresionaba ver la piel blanca, que ahora ocupaba todo su cráneo. Nada más acabar el afeitado, expandió por el mismo el aftershave, que provocó un pequeño escalofrío en Rebeca.

La joven se levantó y examinó a conciencia su cabeza recién pelada en el espejo mientras la acariciaba. La ausencia de pelo realzaba sus ojos color azul cielo y combinaba estupendamente con sus gafas redondas.

“Woooow, estoy IN LOVE. Mira mis ojos, quedan perfectos. Sigo pareciendo algo cabezona, pero hasta me mola eso. Creo que hasta me hace las tetas más grandes”, dijo riéndose.

“Cariño, estás PRE-CIO-SA. El pelo ya no va a tapar esos ojazos ni esa carita guapa”, dijo Lali con tono cariñoso. Se acercó y le besó la calva. Rebeca acudió al encuentro de sus amigas, con las que ahora compartía “peinado”, y se fundieron en abrazos, entre risas y besos en sus respectivas cabezas sin pelo.

Mientras, Jessica observaba con cierta distancia, echando alguna mirada nerviosa a la puerta. Lali se dio cuenta y se acercó a ella.

“Bueno Jessi, sólo faltas tú”. Jessica palideció.

“Chavalas, ¿pretendéis en serio que me quede calva?”, dijo muy seria. Las otras torcieron el gesto.

“Jessi, dijimos que todas a una. No nos jodas ahora”, espetó Salma, molesta.

“Tías, os entiendo, pero es que es mi melena. No me las corto desde los 13. Además, ¿y si estoy fea? No ligaría en un año, y ya me puedo despedir de Adri…”. Empezó una discusión entre Jessica y sus amigas, con Lali como mediadora. Sigilosamente, Rebeca se había alejado, como buscando algo.

BZZZZ

Un breve zumbido invadió el local. Cuando volvieron a la realidad, todas quedaron estupefactas: Jessica tenía un ancho surco en el centro de la cabeza. La joven alargó su mano y, al tocar dicha abertura, entró en cólera.

“¿QUIÉN HA SIDO?”. No tardó mucho en localizar a Rebeca, que tenía una maquinilla sin guía en la mano.

“Chata, nosotras hemos cumplido nuestra parte y nos hemos pelado. Ahora te toca a ti, quieras o no”.

“¡HIJA DE PUTA! ¡YO TE MATO!”, gritó antes de lanzarse sobre ella. Las otras dos chicas y Lali las separaron y arrastraron a Jessica al sillón. Una vez sentada, Lali agarró la Oster y empezó a rapar a Jessica sin contemplaciones. La joven se resistía y pataleaba, pero toda resistencia era inútil: su melena castaña caía sin cesar. Cuando acabó con la cabeza, Lali hizo un movimiento inesperado: dirigió la Oster a las cejas de Jessica y las rapó de una pasada. Tanto ella como sus amigas se quedaron petrificadas.

“Jessica, esto te lo has buscado tú solita. Si hubieras colaborado, todo habría sido mejor y simplemente te habría afeitado la cabeza. Ahora, tus amigas están enfadadas contigo y no sólo vas a salir de aquí calva, sino que tampoco tendrás cejas.” Jessica miró a su alrededor y, tras mirar a sus amigas, rompió a llorar.

“Lo siento, lo siento muchísimo. He sido una imbécil, os he fallado. Perdonadme, por favor”. Las otras tres jóvenes la abrazaron. “Te perdonamos Jess, pero de esta no te libras”.

Lali empezó a pasarle la máquina de rodillos. Los pelitos se quedaban pegados a su cara, mezclados con las lágrimas. Acto seguido, envolvió la cabeza de la joven con la toalla húmeda, la embadurnó de espuma tras retirar la toalla y empezó a afeitarla con su navaja, a la cual hoy había dado mucho uso. Jessica, que ya había parado de llorar y se había relajado, se dejaba llevar, sabedora de que había metido la pata. Tras rasurarle la cabeza, Lali extendió espuma por el lugar donde antes estaban sus cejas y pasó por allí la navaja. Acto seguido, extendió aftershave por el cráneo recién rasurado de Jessica, momento en el cual la joven sintió un escalofrío.

Una vez acabó todo y le quitaron la capa, Jessica se levantó y se puso a examinar su calva ene l espejo, completamente desconcertada. Como sus amigas, a la joven le quedaba genial la cabeza afeitada. La diferencia aquí era la ausencia de cejas, la cual borraba casi toda expresión de su rostro, pese a que no le restaba belleza. Jessica no paraba de acariciar su cráneo mientras que hacía toda clase de gestos con lo que antes eran sus cuidadas cejas.

“Chavalas, a mí no me termina de convencer… Me encanta tocar esto, pero es que me veo feísima sin las cejas. No tengo expresión, no sé si estoy alegre, o triste, o qué…”

“Tranquila niña, eso tiene fácil solución. Agáchate un momento…”, dijo Lali. Fue a por una cajita, de la cuál sacó unas finas cejas postizas que colocó en el rostro de Jessica, muy similares a las que tenía cuando entró en la peluquería. La joven se miró al espejo y esta vez su expresión fue de profunda alegría. Volvía a ganar expresión, y la ausencia de cabello resaltaba sus rasgos faciales, más duros que los de sus amigas, pero también de marcada belleza. La calvicie también hacía una gran combinación con el estilo “choni” de Jessica: grueso eyeliner negro, labios pintados de rojo intenso, pendientes de aro aún más voluminosos que los de Ainhoa y un ajustado y corto vestido de leopardo que dejaba poco a la imaginación.

“AHORA SÍ. Dios, me encanta esto. Estoy espectacular, y ya no voy a tener que peinarme”.

“Pues claro Jessi, sabíamos que ibas a estar buenísima. ¿A que no hacía falta montar ese pollo?”, dijo Ainhoa riéndose.

“Pues la verdad es que no. Lo siento chavalas, si lo llego a saber me pelo yo la primera”.

Las cuatro pelonas se fundieron en un fuerte abrazo. Mientras, Lali las miraba sonrientes, como una artista orgullosa de su obra. Las chicas empezaron a hacerse selfies y fotos sonriendo o haciendo diversos gestos, tales como poner morritos o jugar con las calvas de las otras, y en todas mostraban sin ningún complejo su nuevo look. Lali las llamó y las hizo posar para una foto grupal, similiar a la que se hicieron antes de los cortes. La diferencia en esta, aparte de que ahora en vez de melenas lucían cabezas blancas y brillantes, eran sus amplias sonrisas. Se hicieron otra foto, esta vez con Lali en ella, y luego otra de espaldas, mostrando el dorso de sus cráneos desnudos.

“Chicas, estáis preciosas, no me cansaré de decirlo. Cuando queráis repasarlo, pedís cita y venís. Y unos consejitos: si os afeitáis vosotras, cuidado con los cortes y poneos siempre aftershave. Y cuando salgáis, poneos protector solar en la cocorota o usad pañuelo o gorra. No seáis como mi marido, que se le olvida muchas veces y se acaba quemando”.

“Muchísimas gracias Lali, nos has dejado guapísimas. Y creo que sí, que molaría pasar el verano así, bien fresquitas…”, dijo Ainhoa, mirando a sus amigas. Las tres asintieron. “Pues chavalas, creo que ya tenemos look para el verano. La gente va a flipar cuando nos vea”.

“Nuestros padres sobre todo”, dijo Rebeca con sorna.

“Ya somos mayorcitas, podemos hacer lo que queramos con el pelo”, dijo Jessica riéndose.

Pagaron a Lali, la abrazaron y salieron del local riéndose a carcajada viva, aún incrédulas. En el escaparate estaba todavía aquel adolescente, quien trató de disimular cuando ellas pasaron.

“Hola, guapo. ¿Has disfrutado del espectáculo?”, le dijo Rebeca sonriendo. El resto también le miraba. El chaval las miraba petrificado, incapaz de hablar.

“Me di cuenta de que estabas ahí cuando me estaban afeitando. Te tendrías que haber visto la cara, estabas flipando”, dijo Ainhoa riéndose. “¿Tanto te sorprende ver a una chica rapándose la cabeza?”

“Es raro, y más cuatro chicas…”, dijo el chico tímidamente.

“Obvio que ha disfrutado, se ha quedado hasta el final”, dijo Salma. “Lali, a éste cóbrale entrada, que lo ha estado viendo todo”. La peluquera salió a la puerta.

“Le he visto. Creo que llegó cuando estaba rapando a Salmi. Sergio, ¿a que están guapísimas sin pelo?”, le preguntó Lali.

“S-s-sí, están muy guapas”. Las chicas soltaron un “ooooh”.

“Ay qué mono. ¿Y cuál te gusta más?”.

Sergio se puso muy nervioso. Unos segundos después, señaló a Jessica. Ella se acercó, le dio un beso en la mejilla y llevó su mano a su calva. El chico la acarició absorto, rojo como un tomate.

“¿A que mola mucho, Sergio? Está muy suave”. El resto de chicas se acercaron y se turnaron para cogerle la mano y llevarla a sus respectivas cabezas, las cuales él acarició con mimo.

“Bueno Sergio, éstas chicas querrán irse y ya no hay más afeitados por hoy. Aunque si quieres, puedes copiarles el peinado…”, propuso Lali con sonrisa malévola y agitando la Oster que tenía en la mano. Las chicas se miraron. Sergio tragó saliva.

“Va-vale…”. Las chicas, entre risas incrédulas, le acompañaron al interior del salón y le llevaron al sillón. Lali le puso la capa y llamó a Jessica, a quien dio la misma Oster que ratos antes había cercenado cuatro largas melenas. Jessica encendió la máquina y la metió por el flequillo de Sergio, creando una raya blanca en mitad de su cabeza. El resto de chicas se acercaron y se turnaron para dar pasadas con la Oster hasta que Sergio quedó rapado al cero. El chico estaba extasiado, con la vista fija en el espejo, aunque estaba tembloroso. Mientras las 4 amigas le acariciaban el recién rapado cráneo, Lali se acercó y le dio un abrazo y un beso tranquilizador en la frente.

“Tranqui Sergiete, vas a estar muy mono. Y ya me inventaré alguna excusa para decirle a tus padres. Chicas, de esto ya me encargo yo”.

Lali sujetó la cabeza del chico y empezó a pasar la máquina de rodillos. Iba a repetir el proceso que había hecho con las chicas. La cabeza de Sergio estaba cada vez más blanca y desprovista de pelo. Cuando acabó, la peluquera le envolvió la cabeza en una toalla húmeda y barrió su pelo, el cual parecía una minucia en comparación a los melenones que habían dejado atrás las chavalas allí presentes. Le quitó la toalla, le untó la cabeza de espuma y volvió a sacar la navaja. Sergio estaba todavía muy nervioso, pero a la vez se le veía contento, disfrutando el momento. La navaja pronto eliminó todo rastro de su pelo de su cabeza. Tras echarle aftershave, le quitaron la capa y pudo acariciar su cabeza lisa y brillante. Se podía ver que al chico le encantaba esa sensación, aunque aún no se creía lo que acababa de pasar. Las chicas se acercaron a él.

“Oye Sergio, estás muy guapo. Te queda muy bien ser un calvito”, le decía Jessica sonriente mientras acariciaba su cabeza. Las demás la imitaron e incluso le dieron algún beso en la calva. Empezaron a hacerse fotos con él.

“Sergio, a esta invita la casa. Tranquilo, en nada te crecerá. Ya me disculparé con tus padres y pondré alguna excusa”, dijo Lali. Sergio se despidió de las chicas y se fue andando de forma rápida, queriendo llegar a casa y revivir este momento en la intimidad, aunque también con muchísimas preguntas por responder y nervioso por cómo reaccionarían sus padres y sus amigos al verle calvo como una bombilla.

Las chicas se despidieron de Lali y se fueron a tomar un helado a un bar cercano. Allí, fueron presa de múltiples miradas indiscretas y alguna pregunta inquisitiva. Sin embargo, aquello no les hacía mella. También les llegaron notificaciones de todo tipo al móvil después de haber subido fotos de su nuevo look a las redes sociales. Hubo gente que se echaba las manos a la cabeza por su decisión y otros que las alababan y elogiaban. Lo que estaba claro es que estaban más fresquitas y cómodas. Como dijeron el primer día, las chicas mantuvieron sus cabezas afeitadas todo el verano. Ya era normal verlas una vez por semana en la peluquería de Lali, quien repasaba y mimaba las calvas de las cuatro jóvenes. Un buen día, Lali las sorprendió apareciendo ella misma con la cabeza afeitada. Les explicó que un tinte le había dañado el pelo, e inspirada por ellas, pidió a su marido que la afeitara la cabeza. La peluquera también se mantuvo pelada todo el verano.

Allá donde iban, atraían miradas y murmullos de todo tipo, pero les daba igual. Ellas mostraban sus calvas relucientes sin ningún pudor, con una inusitada seguridad en sí mismas. Las lucieron en las ferias, tanto de su pueblo como de los cercanos, en la piscina, de vacaciones en la playa… En cuanto a los chicos, había división de opiniones: los había que no les gustaba ese look y preferían a las de pelo largo, y otros que incluso se sentían atraídos por la singular belleza de las chicas. También se encontraban de vez en cuando con Sergio, el cual se alegraba mucho de verlas.

Llegó septiembre y era el momento de separarse para ir a la universidad. Estaban tristes no sólo por tener que separarse, sino porque acababa aquel verano inolvidable. Decidieron dejarse crecer el pelo para no pasar frío cuando éste empezara. La tarde del 31 de agosto, fueron juntas a ver a Lali para un último afeitado.

“Tías, no quiero que acabe esto. Yo quiero seguir calva”, decía Jessica con melancolía.

“Anda, la que no quería raparse. A ver, en invierno no conviene estar pelada. Pero vamos a hacer una promesa. Si el verano que viene vuelve a hacer tanto calor, nos volvemos a pelar”, dijo Salma. Todas asintieron en señal de acuerdo.

Y así fue como Ainhoa, Jessica, Rebeca y Salma vivieron el mejor verano de sus vidas, ganaron muchísima seguridad y confianza, y mandaron un mensaje al mundo: una mujer no necesita cabello para ser bella.

 
Respondido : 6 abril, 2024 19:44
 mdj
(@admin)
Respuestas: 686
Miembro Admin
 

Muy buena la historia. Gracias por compartirla.

Todos desearíamos haber conocido alguna pandilla así de chicas. Por otro lado, respecto al chico que aparezca, seguro que más de uno nos sentimos identificados con lo de observar en una peluquería donde cortan el pelo a una chica. No es que a mi me haya pasado exactamente igual pero si que no he podido evitar mirar hacia dentro de las pelus al pasar por ellas cuando era muy joven por la curiosidad de lo que pudiera estar pasando dentro.

 
Respondido : 7 abril, 2024 09:58
ANSW3R reaccionó
(@gonzalez)
Respuestas: 1
New Member
 

Me gustaria otra version, con Lali y su rapada

 
Respondido : 9 abril, 2024 15:08
ANSW3R reaccionó
(@flattoper)
Respuestas: 894
Noble Member
 

Genial la historia muy bien escrita con ese lenguaje de barrio y... Lali, que nombre más de peluquera. JAJAJAJA.

Un saludo. 🙂

 
Respondido : 21 abril, 2024 12:31
ANSW3R y mdj reaccionaron
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