Quedo con Eva cada cierto tiempo.Nos conocemos desde que tenÃamos 14 años, época en la que yo andaba coladito por ella. Una vez le tiré los tejos, pero salió rana. El caso es que nos convertimos en muy buenos amigos, y 20 años después, seguimos quedando de vez en cuando. Los dos estamos solteros, los dos sin compromiso.Eva casi siempre ha llevado el pelo largo y rubio, su color natural, salvo en las ocasiones en las que se le cruzaba el cable y te aparecÃa con una melenita. Hace unos años, decidió dejárselo corto, pero su peluquera le recomendó que fuera por pasos, para no arrepentirse. Asà que empezó con una melenita por el hombro, con flequillo recto y espeso, que, sinceramente, no le quedaba demasiado bien. Ella tampoco estaba a gusto, asà que decició, a las pocas semanas,cortárselo como ella querÃa en un principio. A regañadientes con su peluquera, al final lo consiguió. Se dejó un corte un poco a medio camino de ninguna parte: a media oreja, con flequillo a un lado y nuca degradada pero no apurada. Vamos, como un chico con greñas.Desde entonces no ha variado demasiado su estilo…hasta la semana pasada.
Quedamos, como de costumbre, un dÃa entre semana para tomarnos unas cervezas al salir de currar. Solemos hablar de todo un poco, pero casi siempre sale a relucir el tema del pelo.Hablamos de mi último corte, últimamente cada vez más corto, o de chapuzas que nos han hecho al uno o al otro.Normalmente una chica zanja ese tema enseguida, pero a Eva siempre le gustaba profundizar un poco más.Nunca mencionamos la palabra «fetichismo», pero siempre creà que ella, en el fondo, también lo era un poco…
El caso es que el otro dÃa quedamos.Los dos habÃamos tenido una tarde horrorosa de curro, lo cual incitó a que las cervezas fluyeran más rápido que de costumbre.Siempre me ha sorprendido ver a una chica beber cervezas de medio litro.A Eva le encanta la de trigo, y esa tarde se bebió cuatro (y yo cinco de Bass Smile )En un momento dado, surgió el tema del pelo. Yo acababa de cortármelo, y ella, definitivamente, necesitaba un buen corte: parecÃa Mercedes Milá! Smile . Y asÃ, un poco-bastante tajadas los dos, me empezó a preguntar sobre la sensación de cortarse el pelo con maquinilla, a la vez que no dejaba de pasarme la mano por la nuca, algo que mi entrepierna agradeció. Yo, lógicamente, le hablaba del gustito que daba, y ella del miedo que siempre habÃa sentido a esos aparatos:nunca habÃa dejado que ni siquiera le apuraran un poquito la nuca. Y en un arranque de sinceridad, mezclado con un poco de alcohol en vena, le dije que nada me harÃa más feliz que cortarle el pelo. La sorpresa fue que ella, de repente, se quedó callada, pensativa, supongo que con ese escalofrÃo que te recorre el cuerpo cuando piensas en tomar una decisión arriesgada.Apuró de un trago lo que le quedaba de «Paulaner», y me hizo la pregunta que toda persona que lea esto está deseando escuchar alguna vez en su vida: «¿Quieres cortarme el pelo?».
Cómo se te queda el cuerpo en ese momento. Una parte de mi cuerpo estuvo a punto de romper la bragueta del pantalón. Pero en ese momento también te entra el pánico, a pesar de las birras que llevas:¿Y si le haces una chapuza?. En un arranque de sinceridad, le dije que me daba miedo, que no querÃa hacer ningún destrozo, suplicando en mi interior que no soltara la tÃpica frase..»bah, déjalo, ha sido una chorrada». Pero Dios existe, y no sólo no dijo eso, sino que me propuso hacerlo poco a poco, me confesó que a ella también le daba mucho morbo (San Paulaner tuvo mucho que ver Wink ), y que con cuidado, y siempre teniendo en cuenta que hiciera un corte que, en un momento dado, pudiera ser arreglado rápidamente por un peluquero, ella encantada.
El pedo que llevábamos en ese momento era importante, pero el subidón de adrenalina que nos dió a los dos lo amortiguó lo suficiente para que no perdiéramos los papeles ninguno de los dos.Ella sabÃa que yo tenÃa una maquinilla en mi casa, y le propuse que subiéramos, pero insistió que querÃa hacerlo en la suya. Afortunadamente estábamos en una cervecerÃa a mitad de camino entre las dos casas, asà que fuimos a la mÃa primero, cogimos la maquinilla y demás accesorios, y nos fuimos a la suya.Es jodido reconocerlo, pero confieso que cuando subà a mi casa (ella me esperó abajo), tuve que cambiarme de pantalones y calzoncillos, hay emociones que pueden todavÃa conmigo.
Llegamos a su casa casi sin hablar por el camino, yo con la duda en la cabeza de que, en un momento dado, se echara atrás. Afortunadamente, eso no sucedió. Una vez arriba, me dijo que se iba a mojar la cabeza, que querÃa que empezara a cortar con tijera, y que en mojado serÃa lo más conveniente.Entró en el baño, y salió en sujetador (tenemos confianza para ello), con una toalla sobre sus hombros, y todo el pelo ya peinado hacia atrás.Me propuso ir a la cocina, y allà realizar el corte.Cogió una silla y se sentó, y me dijo que empezara cortando poco a poco. HabÃa cogido un espejo de mano en el cual ir comprobando los resultados.Apuré de un trago la cerveza que nos habÃamos servido en casa, y empecé a pasarle el peine sobre su melena. En mi cabeza tenÃa los infinitos vÃdeos que habÃa visto por internet de cortes de pelo, asà que, en un alarde de «profesionalidad», dividà el pelo de su nuca por la mitad, y saqué el pelo que le caÃa sobre el hombro.Hice un primer corte a la altura del cuello, para luego ir soltando capas e igualando. En poco tiempo, habÃa reducido su melenita en casi 10 centÃmetros. cuando fui a «atacar» sus laterales, fue cuando pregunté.»Lo vas a querer corto-corto?» .Su respuesta hizo que nos abriéramos dos birras más:»SÃ, no te cortes» Smile.
Como he dicho antes, yo habÃa visto infinidad de videos de cortes de pelo, e intenté seguir los pasos, algo que me resultó complicado. Aguanté la respiración antes de decirle…»y si te paso la maquinilla por los lados y detrás? Al máximo de largura, por supuesto…». Después de explicarle como quedarÃa, aceptó.La segunda erección al borde del abismo no tardó en ejecutarse…
En ese momento, fue como si el pedo se me cortara de repente.Enchufé la maquinilla, le puse la guarde del 4 y apreté el boton del «on». El sumbido caracterÃstico inundó la cocina. Eva permaneció inmóvil, casi sumisa. Comencé a pasarle la máquina muy lentamente, con cuidado, casi con respeto.Poco a poco su nuca se fue despejando. No me atrevÃa a subir mucho más arriba, asÃ, si se arrepentÃa, en un momento dado le hubiera dejado un pequeño bob. Llegó el momento de atacar alrededor de la oreja, y fue en ese momento cuando le noté una sonrisa fija en su boca. No decÃa nada, pero se le notaba disfrutar.El «rrrrrrr» de la máquina cerca del oido le excitaba. Le hice una raya a dos cm de la oreja, echando todo el pelo hacia el otro lado, y comencé a cortar lo sobrante.. cuando terminé su lado dercho, me puse frente a ella, para verla con un lado rapado y el otro largo, y fue en ese momento cuando pudo darse cuenta de mi erección. «Parece que te gusta esto» -me dijo, para acto seguido pasar suavemente su mano por encima del bulto que me crecÃa en la entrepierna- .No me lo podÃa creer!!! Fue tan solo un instante, pero yo lo sentà como si hubiera durado todo el dÃa. Sus pezones estaban a punto de reventar, lo cual me incitó a seguir cortando. Pasé al otro lado y terminé de dejarle al 4 las sienes y la nuca.. Dejé por un momento la maquinilla para coger el peine y las tijeras. Peiné todo su cabello hacia adelante, y el flequillo le llegaba hasta la nariz. Pensé que en ese momento pondrÃa algún reparo, o me dirÃa que lo cortara de esta manera o aquella….no dijo nada. De un par de tijeretazos se lo dejé a la altura de los ojos. Como vi que seguÃa sin decir nada, fui subiendo poco a poco el «listón», hasta dejárselo medio centÃmetro por encima de sus cejas.
Llegaba en ese momento el instante más crucial:cortar la parte de arriba. ¿qué hacer, si no tengo ni puñetera idea de cortar el pelo? QuerÃa dejarle bien, que no me matara después por hacerle algún destrozo irreparable…Tiré de nuevo de memoria y recordé los vÃdeos que habÃa visto cientos de veces, comencé a cogerle mechones e ir cortando ayudándome de mis dedos. No cortaba más allá de dos o tres cm cada vez. Ella notó mi inquietud, y me tranquilizó diciendo que no me preocupara, que se lo cortara a lo chico, que si me salÃan trasquilones ya los disimularÃa con gomina, o a una mala, yendo a una peluquerÃa a arreglar el desaguisado. Le puse la raya en la derecha, al contrario de su sitio habitual, e intenté ir ihualando esa parte hasta llegar a la zona rapada, y lo cierto es que no me quedó demasiado mal. Cada vez apuraba más el corte, cada vez mis dedos se acercaban más a su cráneo, su pelo era cada vez más corto, y yo estaba a punto de enloquecer. cogà la maquinilla para asegurarme un corte más equilibrado, usándola sin guÃa sobre el peine, como alguna vez me lo habÃan cortado a mÃ, y lo cierto es que conseguà que no se notaran demasiado los inevitables trasquilones. cuando log´re que todo pareciera uniforme, le pedà que se mirara al espejo, algo que no hacÃa casi desde que empecé a cortar. Pasó su mano por el pelo de la parte de arriba, comprobando que no habÃa cabello alguno que sobrepasara los dos centÃmetros. Incluso parecÃa mucho mas corto, al ser tan rubio y fino su cabello. Pensé que en ese momento me matarÃa, o algo peor, pero no. Le encantó. Tanto le gustó que se levantó y me soltó un beso en los morros, algo que yo deseaba desde hacÃa muchos años.Me miró a la cara, complacida, y en ese momento comenzó a flexionar sus rodillas. Noté el ruido de la cremallera de mi pantalón….
En fin, que lo dejo aquÃ, ya que la parte que sigue no interesa 🙂