Sandra (David)

Hola, soy Sandra, una chica de quince años que estudia en un colegio privado. Soy rubia de pelo largo, sobre 1.60 de altura y caigo hacia el estilo pijita.

Una tarde quedamos unas amigas para pasar unos días en mi casa, en la que no había nadie puesto que se habían ido a la aldea. El día se torcía mucho, no sabíamos que hacer, así que empezamos a hablar de nuestro look. Yo llevaba una larga melena rubia por la cintura de la que estaba muy orgullosa y pronto me desharía. Diana, una amiga de dieciseis años, me dijo que me dejara hacer un pequeño cambio, que su madre era peluquera y sabía lo que hacía. Me negué y me negué pero la presión me pudo: me mojó el pelo y me sentó en una silla. Dijo que me iba a rebajar el largo. Me cortó muy a lo bestia como diez centímetros. Le reproché y ella me dijo que esperara, que aún no había acabado. Siguió su labor y cada vez mi largo era menor. Según ella no era tanto. Yo empecé a ponerme nerviosa y soltar alguna lágrima. Entonces: zas! Ella dijo «ui!, se me fue» y yo «¿el qué? La mano, con la tijera, dió un tajo desde media espalda a mitad del cuello. Rompí a llorar desconsolada. No sabía que hacer. Me pidió perdón e intentón convencerme de que llegados a este punto mejor me dejara hacer. Mi madre me mataría al llegar a casa, cerré los ojos y la dejé seguir.

Noté la tijera cerca de mi cuello, cada vez más arriba. El corte era ya por mi barbilla. Le pregunté si me quería dejar calva a lo que respondió que me veía bellísima. Salió al baño y en cuanto me hizo agachar la cabeza noté un zumbido. Dios, la maquinilla eléctrica. No pude moverme por miedo a que se le fuera la mano y le dije que qué me estaba haciendo. Ella dijo «tranquila, se lo que hago» y noté la máquina sin guía sobre mi nuca ascendiendo. El frío metal debaja la sangre helada. Mi pelo ya no sobrepasaba mis labios. Nunca lo había tenido tan corto. Mi nuca estaba toda pelada al cero. Me daba el aire en ella y yo desconsolada no sabía que hacer. Ya ida y sin rumbo me dejé depilar las cejas, las tenía bastantes pobladas ya que nunca me las había hecho. Empezó a sacar desproporcionadamente hasta que me dejó una fina línea de ceja. Me fuí a ver en el espejo. No me reconocía: mis cejas superfinas y un muy recortado bob por la barbilla que, aunque me doliera admitirlo, estaba supersexy y resentida agaché la cabeza y sonreí. Lo grande fué cuando llegó mi madre. Casi me mata, pero valió la pena. ahora los chicos se fija en mi.

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Author: mdj

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