Hola, soy Sandra, una chica de quince años que estudia en un colegio privado. Soy rubia de pelo largo, sobre 1.60 de altura y caigo hacia el estilo pijita.
Una tarde quedamos unas amigas para pasar unos dÃas en mi casa, en la que no habÃa nadie puesto que se habÃan ido a la aldea. El dÃa se torcÃa mucho, no sabÃamos que hacer, asà que empezamos a hablar de nuestro look. Yo llevaba una larga melena rubia por la cintura de la que estaba muy orgullosa y pronto me desharÃa. Diana, una amiga de dieciseis años, me dijo que me dejara hacer un pequeño cambio, que su madre era peluquera y sabÃa lo que hacÃa. Me negué y me negué pero la presión me pudo: me mojó el pelo y me sentó en una silla. Dijo que me iba a rebajar el largo. Me cortó muy a lo bestia como diez centÃmetros. Le reproché y ella me dijo que esperara, que aún no habÃa acabado. Siguió su labor y cada vez mi largo era menor. Según ella no era tanto. Yo empecé a ponerme nerviosa y soltar alguna lágrima. Entonces: zas! Ella dijo «ui!, se me fue» y yo «¿el qué? La mano, con la tijera, dió un tajo desde media espalda a mitad del cuello. Rompà a llorar desconsolada. No sabÃa que hacer. Me pidió perdón e intentón convencerme de que llegados a este punto mejor me dejara hacer. Mi madre me matarÃa al llegar a casa, cerré los ojos y la dejé seguir.
Noté la tijera cerca de mi cuello, cada vez más arriba. El corte era ya por mi barbilla. Le pregunté si me querÃa dejar calva a lo que respondió que me veÃa bellÃsima. Salió al baño y en cuanto me hizo agachar la cabeza noté un zumbido. Dios, la maquinilla eléctrica. No pude moverme por miedo a que se le fuera la mano y le dije que qué me estaba haciendo. Ella dijo «tranquila, se lo que hago» y noté la máquina sin guÃa sobre mi nuca ascendiendo. El frÃo metal debaja la sangre helada. Mi pelo ya no sobrepasaba mis labios. Nunca lo habÃa tenido tan corto. Mi nuca estaba toda pelada al cero. Me daba el aire en ella y yo desconsolada no sabÃa que hacer. Ya ida y sin rumbo me dejé depilar las cejas, las tenÃa bastantes pobladas ya que nunca me las habÃa hecho. Empezó a sacar desproporcionadamente hasta que me dejó una fina lÃnea de ceja. Me fuà a ver en el espejo. No me reconocÃa: mis cejas superfinas y un muy recortado bob por la barbilla que, aunque me doliera admitirlo, estaba supersexy y resentida agaché la cabeza y sonreÃ. Lo grande fué cuando llegó mi madre. Casi me mata, pero valió la pena. ahora los chicos se fija en mi.