Epílogo (skrg)

Buscando ideas para seguir puteando a las compañeras de Pilar llegué hasta esta página web: The psychology of the haircut fetish

Entonces me he dado cuenta de mi error. Afeitar la cabeza a las mujeres, incluso voluntariamente a cambio de dinero, también es maltratarlas. Quizás puedo encontrar otras formas de excitarme. Quizás mimarlas, cuidarlas y atenderlas pueda resultar estimulante.

Así que he ido a buscar a Pilar a la salida de su trabajo. Le he llevado un ramo de rosas y un vestido nuevo, igual que el que arrojé a la chimenea. Le he pedido perdón por lo que le hice pasar y le he suplicado que finalice la espiral de venganza en la que está embarcada.
-Me hiciste mucho daño – me ha respondido con los ojos acuosos – no entendía nada. Pensaba que íbamos rodar un vídeo Bdsm como los que yo había visto en Internet. Si, presentía que me harías daño, que me pegarías, suponía que una parte de ese dolor sería fingido, como en el pressing catch. Pero nunca imaginé que me obligarías a mi misma a quitarme uno de mis atributos más preciados, a convertirme en una friqui.
-Lo siento. Llevo días pensando en como puedo agasajarte.
Ella continuó sin escucharme – ¡me robaste a mi novio, joder! Nos pusiste en una posición imposible. Nuestra relación es irrecuperable ya.
-Pilar, escuchame- insistí – he alquilado una habitación en el Gran Hotel. He dispuesto todo lo necesario para mimarte durante un día entero. Sería muy importante para mí poder redimirme.
-¿Y por qué habría de confiar en ti?
-Fui sincero cuando firmamos el contrato en el que decía que habría sufrimiento y soy sincero ahora. Te ofrezco solo placer y cuidados.

Aceptó reticente. Ella también necesitaba salir de su maldad.

La habitación era espaciosa. Tenía un salón además de la estancia donde se encontraban las camas. El baño era magnífico. Grande, con dos lavabos y un jacuzzi circular.

Le recogí el abrigo. Le quité la chaquetilla roja. Le acaricié los hombros y le despojé del vestido verde, sexy, que llevaba puesto. Le rocé las tetas y ella ronroneó. Lentamente me agaché para quitarle suavemente las medias. Volví a incorporarme y le desabotoné el sujetador. Giró la cabeza a medias, pudorosa y detuvo mis manos en sus caderas.

La acompañé a la cama y la tumbé boca abajo.
-¿Qué me vas a hacer? – preguntó tranquila.
-¿Quieres qué te de un masaje? – le propuse.
-Si, por favor – suspiró.

Le noté los hombros muy tensos. Las últimas semanas no debieron ser para ella nada fáciles, obligada a representar un papel que no le correspondía.

Le froté toda la espalda. Le amasé brazos y piernas. Se quedó un rato dormida.

Cuando despertó me dijo – ¡Qué buen masaje!
-¿Te apetece ahora que te prepare un baño?
-Me apetece mucho.

Eché sales relajantes y puse a funcionar el jacuzzi lleno de agua caliente.
-Avísame cuando quieras que te enjabone – le dije y la dejé tranquila durante un rato.

Mientras la frotaba con la esponja se preocupó – ¿Qué voy a hacer con las que he obligado a afeitarse? ¿Cómo voy a mirarlas a la cara?
-Yo asumo toda la responsabilidad. Mira he redactado esta carta: “Buenos días, soy el torturador de Pilar. Su conducta para con usted estuvo influenciada por el daño que yo le inflingí previamente. Le ruego que la perdone. Yo asumo toda la responsabilidad. Fui yo quien le transmití los secretos que utilizó para chantajearla. Yo la manipulé conscientemente. No puedo devolverle su pelo pero le pido que acepte este crucero por el mediterráneo para dos personas como compensación.”
-Me parece buena idea. ¿No será un crucero cutre?
-He elegido la mejor compañía, camarote exterior y todo incluido.
-¿A la peluquera de Tenerife también?
-No será el mismo texto, pero si, también.
-¿Firmarás con tu nombre?.
Me quedé callado.
-¿Firmarás con tu nombre? – insistió muy seria.
-Toda mi vida he evitado que se conociera mi perversión – supliqué.
-Es la única forma de que tu cambio sea sincero.
-Vale – asumí.

Le lavé la cabeza.
-¿Para qué me lavas la cabeza si solo tengo un milímetro de pelo?- me preguntó.
-Para que vuelvas a tu rutina. Para que puedas salir, si quieres, del agujero en que yo te metí.
-¿Y las cejas? ¿Cómo dejo crecer las cejas? – me preguntó angustiada.
-Mientras las sigas pintando apenas se notará que están creciendo los pelitos – la tranquilicé.

Le puse el albornoz y la froté bien para secarla. Le pinté las cejas de nuevo. Le unté crema hidratante por todo el cuerpo. En ese momento llamaron a la puerta.
-Debe ser la cena- le dije.

Al destapar la campana plateada que cubría el plato exclamó – ¡has pedido mi comida favorita¡- y se levantó para darme un beso en la mejilla.

Cuando terminamos le propuse – queda un último mimo, si quieres.
-Estoy muy sola y estás siendo muy bueno conmigo. Si lo haces tan bien como hasta ahora creo que podré volver a ser la de antes.

Fui especialmente delicado, acariciandola cariñoso. Me concentré en su placer y cuando ella llegó a su climax yo pude obtener, al fin, también el mío.

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Author: mdj

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