Los Ășltimos pelos de Tenerife (skrg)

Jeny casi quedó estampada contra la pared de enfrente cuando le pegué lo que ella creyó que era una patada en el culo.

Estaba llorando y sin saber quĂ© hacer. TenĂ­a miedo de llamar a la puerta de nuevo y tambiĂ©n de encontrarse a algĂșn cliente en el pasillo. No entendĂ­a nada. ÂżPor quĂ© habĂ­a sido castigada tan brutalmente por una chica que parecĂ­a tan dulce?

EmpezĂł a bajar por las escaleras de emergencia. Se dio cuenta que no se iba a atrever a pasar delante del recepcionista en bikini, descalza, sin cejas y con el pelo de gollum. SaliĂł hacia la piscina sin encontrarse con nadie y vio un hueco entre el seto por el que creyĂł que podrĂ­a saltar.

No conocĂ­a la calle a la que saliĂł. Aunque vivĂ­a en el pueblo no solĂ­a caminar por la zona de los hoteles. EmpezĂł a andar hacia arriba. HabĂ­a poca gente en la calle pero todos la miraban. MĂĄs por ir en bikini y descalza que por calva. La falta de luz impedĂ­a fijarse en el corte de pelo ridĂ­culo.

De repente la rodeó un grupo de cinco chicos borrachos, que empezaron a sobarla y a gritarle que les acompañara a la playa. Estaba aturdida por tantos gritos. En el forcejeo uno de ellos le arrancó la parte de arriba del sujetador y ella aprovechó para salir corriendo.

Cuando se convenciĂł de que habĂ­a conseguido huir se dio cuenta de que llevaba las tetas al aire. Se intentĂł tapar con los brazos y vio que al final de la larga avenida empezaba su barrio. DecidiĂł seguir corriendo. Era la Ășnica forma de intentar aguantar la vergĂŒenza que sentĂ­a.

Empezaba a clarear. Tuvo que llamar varias veces al telefonillo hasta que consiguiĂł que su madre le abriera la puerta.

Cuando Nuri abriĂł la puerta se encontrĂł una chica desnuda que lloraba. TardĂł en reconocer a su hija.
-¥Hija! ¿Qué te han hecho?
Entrecortadamente Jeny le dijo-no lo sé mamå. Conocí a una turista en la discoteca. Parecía buena chica pero de repente me empezó a tratar fatal. Me pegó. Me ató. Me afeitó la cabeza y luego me echó de la habitación de una patada en el culo.
-Ay, pobrecita- la consolĂł mientras le daba un abrazo – Âżpero por quĂ© te dejĂł estos cuatro pelos?
-ÂĄNo lo sĂ©! – contestĂł Jeny hipando – parecĂ­a que querĂ­a hacerme el mayor daño posible.
-¿y por qué vienes desnuda?
-Me obligĂł a ponerme su bikini y luego me echĂł. Se quedĂł con mi bolso. Luego unos chicos casi me intentan violar y me quitaron la parte de arriba del bikini.
-En cuanto abra vamos a la peluquerĂ­a de Macu a que te quite esos pelos.
-ÂĄNo mamĂĄ! ÂĄPor favor! No quiero salir de casa.
-No podemos dejarte con ese aspecto. No hay mĂĄs que hablar. Vete a descansar un poco.

Nuri había tenido a Jeny de muy joven. Todavía no era una señora. Llevaba el pelo largo muy negro, con un gran flequillo sobre la frente. Tenía un buen tipo y le gustaba ponerse minifaldas.

Cuando entraron en la peluquerĂ­a Macu y las dos clientas que atendĂ­a se llevaron las manos a la cabeza.
-¿Pero qué le han hecho a tu Jeny?
-Pues una amiga que hizo en la discoteca que se ha dedicado a maltratarla. Y ella que se ha dejado.
-¡Ay, mamá!¡Por favor! – se quejó Jeny.
Sin hacerle caso Nuri continuó – venimos a que le quites esos 4 pelos que le dejó.
-Ven Jeny, pasa por aquí–le dijo Macu mientras le indicaba un asiento. Le tocó la cabeza – ¡Ay! Pero si te afeitó completamente. Las cejas y todo.
Jeny empezó a llorar – Si. Fue una cabrona.
-Pues lo siento mucho pero yo esto no te lo voy a poder hacer. No tengo para afeitar. Vais a tener que ir a una barberĂ­a.
-¿Y dónde hay una barbería? – le preguntó Nuri.
-En el centro, donde los hoteles.

En la plaza se encontraron con la barbería. Era un local blanco y luminoso y sobre el cristal había un vinilo con el nombre: “Barberas”.

Entraron y les vino a recibir una chica de media melena rubia.
Con voz dulce les dijo -¥Hola! Soy Ana y ella es mi compañera Celeste- y sin poder dejar de mirar la calva de Jeny continuó -¿qué necesitåis?
Habló Nuri -Nos manda Macu, mi peluquera. A mi hija esta noche la han maltrado y una cabrona la ha dejado afeitada pero con esos cuatro pelos que le cuelgan de las patillas y de la nuca. La Macu nos ha dicho que ella no tenía para afeitar y nos ha mandado a una barbería. ¿La podéis ayudar?
-¥Ay, pobrecita!- se acercó a mirar a Jeny desde todos los ångulos -¿pero quién te ha dejado así?
Jeny empezĂł a llorar -una chica que conocĂ­ en la discoteca. CreĂ­ que Ă©ramos amigas pero de repente empezĂł a pegarme, me atĂł y me afeitĂł la cabeza y las cejas.
-Es verdad, también te afeitó la cejas, pobrecita- dijo la dulce Ana -A ver, sentaros las dos juntas, en los dos sillones de barbero, así la madre podrå darle apoyo a la hija.

Entró en escena Celeste. Es morena y lleva una media melena un poco mås larga que la de Ana. Viste un gorro indie y es menos suave. -Señora, lo que tendría que hacer usted es afeitarse la cabeza en solidaridad con su hija- dijo con una sonrisa en boca.
Nuri se quedĂł pensativa.
Celeste volviĂł a la trastienda.
Ana intervino -voy a ponerle a usted también la capa para que no se manche, porque siempre saltan pelos.
Nuri continuó -tu compañera tiene razón. Debería afeitarme yo también. Pero no me atrevo. ¥Me queda tan bien mi pelo!.
Ana le acarició los hombros en un gesto de cariño y acabó de ponerle la capa a Jenny.
En ese momento sonó el teléfono de Ana.
-Ay, perdonad- dijo -me llaman del colegio de mi hijo. Todavía no se arregla sin pañal. La profe estå como una furia. Tengo que ir a cambiarlo.
-¥Celeste!¥Celeste!- gritó Ana -¥Tengo que salir!¿Te puedes ocupar tu? Recuerda, hay que afeitar, ¥hazlo dos veces para que quedé bien suave!
-ÂĄSin problema!- le respondiĂł Celeste desde la trastienda.

Al cabo de un rato Celeste saliĂł -bueno, me alegro de que finalmente se hayan decidido.
Cogió su maquinilla, le quitó el peine de plåstico, le echó un poco de aceite, y empujó la pestaña hasta la posición de mås apurado.
Empezó por la patilla derecha 

 pero por la patilla derecha de
..¡Nuri!
-¥Aaaaahhhhh! ¿Pero qué haces loca?- reaccionó Nuri cuando la maquinilla había llegado ya a la parte superior de su cabeza.
-¿Cómo que qué hago?- respondió Celeste iniciando la segunda pasada -afeitarla, como me dijo.
Nuri le apartĂł la maquinilla de un manotazo -ÂĄPero si habĂ­a que afeitarla a ella!ÂĄNo a mĂ­!
-Pero, Âżno habĂ­amos quedado que usted se afeitaba la cabeza en solidaridad con su hija?
Nuri empezó a llorar -no me lo puedo creer. No me lo puedo creer. Pero si le dije a su compañera expresamente que no me atrevía, que me encanta mi pelo.
-Pero si yo le entendí a Ana “hay que afeitar”,“a las dos”. Y usted tiene la capa puesta.
-No burra- dijo Nuri sollozando -dijo “hazlo dos veces, para que quede bien suave”. Y la capa era para que no me mancharan los pelos cortados de mi Jeny.
-Ay, por Dios. Ay, por Dios.- empezó Celeste compugida -¿pero qué he hecho? ¿Pero qué he hecho?

La escena era un cuadro. Nuri, con un trasquilón al cero de 10 centímetros de ancho que le iba desde la patilla derecha hasta la parte superior de la cabeza, se miraba y lloraba desconsolada. Una chica calva como chiquito de la calzada intentaba consolar a su madre cogiéndole de la mano. Y Celeste no paraba de dar saltitos, llorando también, y repitiendo -¥Ay, qué he hecho!¥Ay, qué he hecho!

En ese momento se oyĂł el sonido de apertura de la puerta. Las tres se giraron para mirar. Era Ana.
-Falsa alarma. La profesora se habĂ­a equivocado de niño. Me acaba de volver a lla
..mar- terminĂł cuando se diĂł cuenta del desaguisado.-ÂżQuĂ© pasa aquĂ­?
-Ay, Ana. La cagué- dijo Celeste -te entendí que había que afeitar a las dos y he empezado a rapar al 0 a la señora.
-Por Dios, Celeste. Mira que eres burra. ¿Y ahora qué hacemos?
-¿Eso, qué vais a hacer?- se empezó a indignar Nuri.
-Pues sĂłlo podemos hacer una cosa- dijo Ana -terminar de rapar y pedirle mil disculpas.
-ÂżPero no hay manera de arreglarlo?- dijo Nuri entre lloros.
-SĂłlo hay algo que podemos hacer- dijo la dulce Ana mientras la esperanza se abrĂ­a paso en el gesto de Nuri -podemos conservarle el flequillo.
Nuri volviĂł a llorar desconsoladamente.
-No te preocupes mamĂĄ- dijo Jeny -seremos las mĂĄs modernas de Charco del Pino. AdemĂĄs, a ti no te van a afeitar las cejas.
-Qué consuelo- dijo Nuri.

Ana apartĂł a Celeste -serĂĄ mejor que te escondas en la trastienda.
Siguió rapando lo que había empezado su compañera. Primero acabó la parte derecha de la cabeza. Tuvo mucho cuidado de delimitar bien la parte que lindaba con el gran flequillo. Volvió a hacer lo mismo en la parte izquierda. Primero delimitó los pelos del flequillo que le iban a conservar. Siguió levantando la patilla y la maquinilla unió los dos lados pelados. Nuri todavía tenía un gran flequillo y la melena trasera, que le caía desde la coronilla. Hacia allí dirigió la maquinilla Ana. Conduciéndola hacia abajo consiguió que los pelos de Nuri fueran cayendo verticales hacia el suelo de la barbería. Ahora su cabeza era como una cruz de cuero cabelludo al cero, con dos melenas esquinadas. Apuró la esquina derecha y peló el cuadrante izquierdo.

Ana le dio un meneo a la silla, primero hacia un lado, luego hacia el otro, para que Nuri, aĂșn compungida, pudiera observarse detenidamente. NotĂł como temblaba.

-Ahora le voy a poner una toalla caliente en la cabeza- le dijo -es para ablandar los pelos. TambiĂ©n le va a tapar los ojos. DisfrĂștela. Es muy relajante.
Con la toalla caliente sobre la cabeza, Nuri suspiraba pesadamente.
-Voy a aprovechar a rapar los cuatro pelos de su hija mientras disfruta de la toalla.
-Bueno Jenny. Esto lo hacemos en un pis pas- dijo la dulce Ana con una sonrisa.
-ÂĄQuĂ© remedio! — dijo Jenny. La situaciĂłn con su madre la habĂ­a tranquilizado. Era cierto que la desgracia ajena compensaba a la propia.

Pero no fue tan fĂĄcil como parecĂ­a. Jenny tenĂ­a el pelo tan largo que Ana tuvo que levantar los 4 pelos de la patilla con la mano izquierda y estirar todo el brazo y con el otro brazo estirado acercar la maquinilla para rebanarlos. Y asĂ­ siguiĂł, haciendo un gran esfuerzo fĂ­sico, levantando a continuaciĂłn la cortinilla de pelo lateral para sajarla con la maquinilla. InclinĂł la cabeza de Jeny empujĂĄndole con la mano la coronilla. Con el brazo izquierdo se los levantĂł casi hasta el techo del local y los atacĂł con la maquinilla por la base para dejarlos sin vida. Ya solo le quedaba el otro lado y la Ășltima patilla.

Le habĂ­a quedado a Jeny una sombra gris alrededor de toda la cabeza.
-Voy a ponerte a ti tambiĂ©n la toalla caliente en la cabeza. Como a tu madre. Tengo que volver a afeitarte toda la cabeza, para que te quede igualada. Estoy pensando
Celeste tambiĂ©n es tatuadora. ÂżQuieres que le pidamos que te tatĂșe unas cejas?
-Pues serĂ­a ideal, porque asĂ­ no puedo ir por la calle.
-Entonces también tengo que volver a afeitarte las cejas. Porque para tatuar tiene que estar perfectamente suave- le dijo la dulce Ana.

Una vez empaquetada la cabeza de Jeny dentro de la toalla caliente, Ana fue a quitarle la de Nuri. El flequillo le habĂ­a quedado chafado con tanto vapor y se le escurrĂ­a sobre la nariz.

Con la brocha le embadurnĂł la parte de la cabeza que tenĂ­a libre de pelo. CogiĂł la navaja y le cambiĂł la cuchilla ante los ojos abiertos como platos de Nuri. “No me puedo creer que me estĂ© pasando esto”, pensĂł la madre de Jeny.

Ana aterrizĂł suavemente la navaja sobre el cuero cabelludo de Nuri, muy cerca del limite con el flequillo salvado, y la arrastrĂł varios centĂ­metros devorando a su paso los abortos de pelo que quedaban mientras un sonido rasposo inundaba la barberĂ­a.

Nuri se estremeció. Ana posó la navaja un poco mås lejos y al deslizarla sobre la cabeza canaria afeitó los pequeños folículos que aun sobrevivían. Dos huecos suaves inundaban la parte superior de la testa de Nuri.

Ana dirigiĂł su cuchilla hacia la coronilla y descendiola hacia cerca de la nuca cercenando las minĂșsculas hebras. Otra pasada al lado de esta Ășltima hizo retumbar de nuevo el sonido rugoso. MĂĄs pelillos sucumbieron a la navaja de la dulce barbera ya en uno de los laterales.

Se empeñó Ana en apurar ambas patillas pasando una y otra vez la hoja por el mismo lugar. Apenas quedaban los pequeños restos de lo que fue una pelambrera en la nuca de Nuri y hacia allå dirigió la cariñosa barbera su faca afilada.

-ÂżQuieres tocarte?- le dijo melosamente a Nuri.
Nuri le hizo caso y se un espasmo la sacudiĂł cuando su mano hizo contacto con su cuero cabelludo desprotegido.
-¥Ay!¥Qué rara!
-Voy a volverte a ponerte la toalla caliente antes del segundo afeitado.
-ÂżSegundo afeitado?- exclamĂł NurĂ­.
-Si. Es para que quede bien suave. Ya que te has visto obligada a afeitarte, es mejor que te quede bien. ÂżNo crees?
-Si. Tienes razĂłn- aceptĂł Nuri.

A continuaciĂłn Ana le quitĂł la toalla de Jeny y le llenĂł la cabeza y las cejas de espuma. Se entretuvo especialmente en las zonas donde habĂ­a tenido los cuatro pelos para asegurarse que quedaba igual. Y como a Nuri volviĂł a cubrirle la cabeza con la toalla caliente.

Le quitĂł por ultima vez la toalla humeante a Nuri y le dijo -bueno Nuri. Ya estamos acabando. Primero vuelvo a afeitarte y luego te peino el flequillo.
Le volviĂł a pintar la chola con la brocha de afeitar. VolviĂł a cambiarle la cuchilla delante de los ojos, tan cerca que Nuri tuvo miedo de quedar como la protagonista de El Perro Andaluz.

AcariciĂł de nuevo con su instrumento la mollera chicharrera. Ya nada quedaba por extirpar sino fuera la honra de Nuri y asegurar la profesionalidad de Ana con un apurado extraterrestre.

Terminada la madre le hizo el segundo afeitado a la hija. Bien pulidas ambas con un producto aftershave quedaron resplandecientes. El secador devolviĂł al flequillo de Nuri su fulgor mientras ella dudaba si la decisiĂłn de respetĂĄrselo habĂ­a sido en su favor o para aumentar la ridiculez de su aspecto.

LlamĂł de un grito Ana a Celeste.
-La niña quiere que le tatĂșes unas cejas -dijo cambiando su dulzura por rigor.
Mientras Celeste dibujaba las cejuelas con la maquina de tinta a Ana le surgiĂł en la boca una sonrisa maliciosa.
-Creo que le deberías dar una compensación a la señora.
-¿A qué te refieres?
-Le deberĂ­as dejar que te afeitara la cabeza.
A Nuri le entusiasmó la idea -Pues sí. Qué menos. Me iba a conformar con las disculpas y que no nos cobrarais pero es verdad que ella debería sufrir los mismo que he sufrido yo por su error.
Celeste, ruborizada, se vio sin salida -Vale. Otra cosa no puedo hacer que intentar compensarle con mi cabellera.

-Ven, siéntate- le ordenó Ana, la que antes nos parecía dulce.
Le hizo primero una trenza con el pelo que tenĂ­a en la zona de la coronilla y llamĂł a Nuri.
-Coge la maquinilla. Tienes que devorarle todo el pelo menos Ă©ste que alimenta a la trenza.- le dijo Ana.
-¿Esa trenza para qué es, Ana?- le preguntó Celeste.
-Es el Ășnico pelo que te va a quedar.
Cuando Nuri acabĂł de raparla al 0, Jeny intervino -Yo quiero raparle las cejas.
-No. Por favor. No. Ana no le dejes -implorĂł Celeste.
-Si. Celeste. Es lo mĂ­nimo que podemos hacer por ellas. No seas llorona.

Jeny le arrancĂł la maquinilla de las manos a su madre y antes de que Celeste pudiera reaccionar le habĂ­a esquilado ambas cejas.
Celeste se llevĂł las manos a la cara. No podĂ­a dejar de llorar.
Ana no tuvo reparos con las tribulaciones de su compañera y empezó a embadurnarle de espuma toda la cabeza excepto la zona donde le nacía el pelo para la trenza. De un manotazo le apartó las manos que le impedían acceder a las cejas.
Con una cierta brusquedad y rapidez afeitĂł la calabaza y las protuberancias supraoculares de la rapabarbas humillada.

Ana sonreĂ­a satisfecha. Celeste las miraba estoica, meneando su trenza elevada, desde el sillĂłn de barbero. Nuri y Jeny se despidieron de las dos afeitadoras.

Yo las vi salir a la plaza desde el balcĂłn de mi habitaciĂłn. Madre e hija se acariciaban la una a la otra la calva. SonreĂ­an apaciblemente mientras volvĂ­an a Charco del Pino como dos triunfadoras.

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Author: mdj

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