María,  una cliente muy especial 2ª parte (DixTurber)

– Pues entonces, con tu permiso, voy a empezar a cortarte el pelo.
– Vale – dijo María aún sonrojada -. Pero… no me has dicho cómo me lo vas a…
– Tendrás que confiar en mí – la dije mientras agarraba un peine de púas finas y unas tijeras de cortar del carrito.
– Vale… – noté en su respuesta que estaba algo nerviosa. Tal vez era la típica chica que sólo se arreglaba las puntas de vez en cuando y no estaba muy preparada para un cambio. Definitivamente su chico iba a disfrutar muchísimo con el vídeo.

Situado justo detrás de ella y con el peine de púas finas, la hice una raya en el medio de la cabeza para separarla todo el pelo en dos mitades (izquierda y derecha), las cuáles peiné hacia delante sobre la capa. Peiné suavemente pero con decisión muchas veces hasta las puntas ambos mechones hasta asegurarme de que no había ningún enredón, y entonces me puse delante de ella, mirándola de frente, asegurándome de no ponerme entre ella y el móvil. Abrí y cerré un par de veces las tijeras al aire para probar que funcionaban bien, y noté que ella las miraba con bastante respeto. Las coloqué en vertical con la punta hacia arriba y empecé a picotear las puntas del mechón izquierdo, de abajo a arriba bastante profundo, como unos 5 dedos hacia arriba, pero sin cortar de largo, sólamente picoteando su pelo mojado.

– Así que normalmente te saneas las puntas como unos dos dedos, ¿verdad? – la obligué a responder.
– Sí… – estaba mirando como cortaba sus puntas y bastante confusa porque no veía sus puntas siendo cortadas de largo – … cada 2 meses o así… me arreglo las puntas y…
– Ya veo – terminé ese mechón y empecé a hacer lo mismo con el derecho. Ella siguió con la mirada cada movimiento de las tijeras -. Bueno, es hora de hacerte un buen cambio de look, un buen corte de pelo, ¿no te parece?
– Sí… por eso… – ella seguía mirando como las tijeras cortaban pero su pelo seguía sin perder largura – … por eso he venido, para hacerme un buen corte.
– Pues allá vamos – era hora de dejar los preliminares y comenzar con el corte de verdad.

Coloqué las tijeras en horizontal, posición para cortar largura. Las situé a la altura de su clavícula izquierda, más o menos a 8 dedos de donde terminaban sus puntas recién picoteadas. Y sin preguntar ni darla tiempo a reaccionar, de dos rápidos tijeretazos, corté todo, absolutamente todo su mechón izquierdo. TAS, TAS. Ella se revolvió debajo de la capa y soltó un gemido ahogado apenas imperceptible. Por fin la había asustado.

– Ya verás, te va a encantar tu nuevo corte… – empecé a decirla para jugar con ella. Estaba seguro de que a su chico le encantaría este espectáculo.
– Eh… ¿qué me has … – empezó a preguntar mientras me dirigió una mirada incrédula a través del espejo, después de ver como 8 dedos de su melena se resbalaban rápidamente por la capa hasta reposar en sus rodillas temblorosas.
– Te he cortado bastante de largo, ¿te gusta? Ahora te hago el otro lado, ya verás – me fui a por el otro mechón, pero esta vez lo hice despacio, haciendo que las tijeras crujieran despacio y su pelo fuera cayendo poco a poco, alargando el momento y dejando que ella sintiera cada corte y se estremeciera más y más.
– Eh… sí… supongo que… está bien – dijo fingiendo una sonrisita a través del espejo. Quería aparentar ser valiente, pero estaba empezando a pasarlo mal.
– Hace mucho que no lo tenías tan corto, ¿verdad? – la dije para urgar más en la herida.
– Lo… lo cierto es que no… – dijo aún tiritando mientras veía como terminaba de caer el último pelo de su mechón derecho.
– Bueno, pues con este corte te vas a poder manejar muy bien con el pelo. Pero no nos aceleremos, esto sólo ha comenzado, aún quedan muchas sorpresas para tu pelo – la dije mientras me colocaba otra vez detrás suyo y empezaba a coger toda su melena atrás, para peinarla hacia abajo y notar la diferencia de largura.

Ella ya no dijo nada. Se mojó un par de veces los labios y suspiró una vez profundamente. Estaba intentando mentalizarse ya que, al parecer, satisfacer a su nuevo chico iba a costarle más caro de lo que había imaginado. Con el peine estiré bien todo su pelo hacia atrás, cogí unas cuantas pinzas para separar el pelo del carrito y empecé a seccionar su pelo de la siguiente manera: una sección a cada lado, otra en el flequillo, otra en la coronilla, otra en el occipital y una última con la capa más baja, por debajo del occipital. Esa última la dejé suelta y bien estirada, mientras que las demás las enrollé haciendo un churrito y las sujeté con una pinza cada una.

– Echaba de menos esto – me dijo María de repente.
– ¿El qué? – me sorprendí.
– Verme así, con las divisiones en el pelo. Ahora es cuando me lo cortas poco a poco cada división, ¿a que sí? – dijo ella algo más juguetona que antes.
– Sí – la dije sonriendo -. Es mucho más cómodo y ordenado para mí, para poder cortar exactamente como quiero cada sección. Agacha un poco la cabeza, por favor.

Con una mano la incliné suavemente la cabeza hacia abajo para que pudiera estirar mejor la última capa. Ella no ofreció resistencia y obedeció sin rechistar. Estaba empezando a meterse en su papel y encontrando la valentía para soportar su cambio de look. Así que era hora de darla un nuevo susto. Cogí un coletero de goma del carrito y empecé a hacer una coleta con esa última capa, muy ajustada al ras de su cabeza, y la sujeté bien fuerte con el coletero.

– ¿Qué estás… me estás haciendo una coleta ahí? – se asustó de repente -. ¿No irás a…?
– Tranquila y no te muevas – la dije sujetándola otra vez la cabeza hacia abajo.

Cogí las tijeras en horizontal con decisión, las coloqué entre el coletero y su cabeza y… TAS TAS TAS TAS TAS…

– Ah… – soltó un chillido cuando notó las tijeras cortando su coletita.

Con unos pocos cortes de tijera, la coleta cedió y la cogí con mis manos. Ella había cerrado con fuerza los ojos y su manos no paraban de moverse debajo de la capa. Esto la había pillado completamente por sorpresa. No sabía ni como reaccionar.

– ¿Quieres quedártela? – la dije entregándola una coleta delgadita de unos 10 dedos sujeta con un coletero azul turquesa.
– Eh… eso es… es mi… – dijo mientras la cogía con mucha timidez -. Sí, por favor.
– Vale, déjamela – la cogí de nuevo la coleta y la metí dentro de una bolsa transparente que cogí del carrito nuevamente. Luego la dejé sobre la cómoda, justo al lado de su bolso y el móvil -. Ahora vuelve a agachar la cabeza, hay que arreglar esto de aquí.

Esta vez tuve que hacer algo más de fuerza para bajar su cabeza, pues ella tenía su mirada fija en la coleta que acababa de perder. No salía de su asombro. Tal vez era la primera vez que sufría un corte así. Pobrecilla, pero aún quedaba mucho que cortar. Me acerqué al carrito y cogí una maquinilla eléctrica que tenía ya enchufada a la corriente. Coloqué una guía y la gradué al número 3, no quería ser muy cruel con ella, ya que era su primera vez.

– Intenta estar muy quieta – la dije mientras acercaba la maquinilla aún sin encender a su nuca -. Voy a hacerte algo muy bonito, pero es algo complicado y si te mueves…
– Tranquilo – dijo de repente, algo alterada -. No me moveré. Córtamelo muy bonito.

Tras su respuesta, encendí la maquinilla. Como me cabía esperar, ella cerró lo ojos de golpe. Coloqué la maquinilla en lo más bajo de su nacimiento y, suavemente, subí rapando su corto pelito hacia arriba, hasta donde acababa esa sección, más o menos en la línea media de sus orejas. Me pareció escuchar un leve quejido con la primera pasada de la máquina, pero con el zumbido de esta no sabría confirmarlo. Continué pasando toda esa sección hasta que quedó uniforme y bien corta al número 3. Entonces apagué la maquinilla, quité la guía y la volví a encender. Acerqué nuevamente la maquinilla a su cabeza y continué con el trabajo.

– Eh… eso pincha, ¿me estás…? – dijo super tímida.
– Te estoy haciendo un dibujo en la parte rapada, tranquila, acabaré enseguida.
– Vale… nunca me he hecho esto antes. Perdona que… que moleste preguntando.
– No, no. Pregúntame lo que quieras y necesites. No quiero que estés incómoda.
– Gracias… – dijo sonrojándose un poco, todavía sin poder abrir los ojos.

Seguí con el dibujo: una composición de triángulos simulando ser una especie de nenúfar abierto hacia arriba. La verdad, hacía mucho tiempo que no practicaba esta técnica con un cliente real, pero me quedó muy bonito. María estaría encantada al verlo… y su chico también.

la nueva nuca de María

Cuando terminé de definir el dibujo, apagué la maquinilla y la devolví a su sitio en el carrito.

– Ya puedes relajar la cabeza, he terminado con lo difícil – la dije sonriéndole a través del espejo.
– Vale… ¿Puedo… tocarlo? – dijo sacando tímidamente la mano derecha de debajo de la capa.
– Claro, prueba a sentirlo – la dije sin dudar.

María se llevo muy despacio la mano a su nuca. al tocarlo dio un pequeño respingo. Todo su pelo ya no estaba, toda su larguísima melena que caía hasta la línea del sujetador, había desaparecido. Cogí un pequeño espejo de mano que tenía, como no, en el carrito. Lo coloqué de tal manera que pudiera ver su nueva nuca a través del espejo de la pared.

– ¡¿QUÉ?!- dijo abriendo los ojos muchísimo de asombro – Es… es… ¡ES PRECIOSO!
– ¿Entonces te gusta? – dije ya temiendo que se enfadara por haberla cortado tantísimo pelo.
– ¡ES SUPER BONITO! ¡POR FAVOR SIGUE CORTANDO! ¡NO PARES! ¡DÉJAME MÁS GUAPA, POR FAVOR!

María estaba radiante. Parecía haber recuperado toda la ilusión y alegría del pasado lunes cuando vino a pedir la cita. Sus labios dibujaban una sonrisa sincera y sus grandes ojos marrones brillaban de emoción.

– Muy bien – dije mientras soltaba la sección del occipital y agarraba nuevamente las tijeras de antes y el peine de púas finas -. Sigamos entonces.

Comencé a estirar bien toda la sección mientras María por fin miraba directamente a su reflejo en espejo, pero con una expresión mucho más tranquila y alegre. Seguí cepillando su pelo y agarré un mechón con ayuda del peine y mis dedos, lo estiré 90 grados hacia atrás de tal manera que ella no pudiera ver nada. Entonces, sujetando las tijeras en vertical con la punta hacia abajo, empecé a cortar la largura de ese mechón, con dos tijeretazos, TAS TAS.

– ¿Me lo estás cortando mucho? – preguntó María, pero esta vez no parecía muy asustada como al principio.
– Un poquito sí – dije cogiendo otro mechón y haciendo exactamente lo mismo -. Tienes una melena muy larga y vamos a hacerte un corte bonito, que se note que has pasado por la peluquería, ¿no te parece?
– Sí, estoy de acuerdo – dijo María con una sonrisa picarona.

Aún no era consciente de cuánto la estaba cortando de largo esa parte. Así que con el siguiente mechón lo estiré un poquito inclinado hacia la derecha, manteniendo el ángulo de 90 grados, para que ella pudiera ver el corte. Agarré decidido el mechón y las tijeras y… TAS TAS.

– Ah… – al ver el corte y los mechones caer al suelo, María hizo el mismo chillido que cuando la corté la coleta.
– ¿Te ha sorprendido? – la dije para picarla un poco.
– Sí… parece bastante… ¿cuántos dedos me estás cortando?
– Unos 6 dedos – dije mientras agarraba otro mechón y rápidamente repetía el proceso -. Pero si te fijas, estoy cortando más unos pelos que otros, porque los de más arriba tienen más largura que los de más abajo.
– Eso… ¡Eso quiere decir que…! – María se sobresaltó de repente dándose cuenta de algo.
– Quiere decir que te estoy cortando el pelo a capas.

María enmudeció de repente. ¿Acababa de asustarla con eso? Después de sufrir el corte de largura y la nuca rapada, ¿un corte a capas iba a romper sus defensas?

– Me… me gustan mucho los cortes a capas – dijo tímidamente.
– Entonces te vas a gustar mucho cuando terminemos.
– Es solo que… bueno, hace mucho que no… que no me lo cortaba así.
– Tu tranquila – dije mientras empezaba a cortar más mechones, pero esta vez inclinándolos hacia la izquierda -. Como ya te he dicho, vas a salir de aquí con un corte muy distinto y bonito.
– Vale… – dijo sonrojándose una vez más y mirando hacia abajo, sin poder mantener el contacto visual conmigo.

Terminé de cortar toda la sección de esa forma y la estiré bien hacia abajo para comprobar que habían quedado las capas bien definidas. Contento con el resultado, solté la pinza del lado izquierdo y lo peiné hacia abajo bien estirado. Cogí las tijeras en horizontal y, calculando la altura de la capa más baja que llegaba ahora a la altura de la clavícula, empecé a cortar muy recto y despacio desde detrás de la oreja hasta la punta de su barbilla: TAS… TAS… TAS…TAS…

María tan sólo miraba al frente y observaba cada corte a través del espejo sin pestañear si quiera. Su boca estaba entreabierta y respiraba algo agitada, sobre todo al ver caer los mechones de más adelante resbalando por la capa y uniéndose a los 8 dedos que fueron cortados al principio.

Al terminar con el lado izquierdo me situé en el lado derecho, solté la pinza y peiné hacia abajo toda esa sección. Calculé nuevamente la altura de la última capa y, mucho más rápido que con el otro lado, empecé a cortar y a menguar la largura del lado derecho de María: TAS TAS TAS TAS…

– Ah… – un nuevo chillido.
– ¿Estás bien? – dije rematando las puntas del último mechón, el más cercano a la barbilla.
– Sí… es sólo que…
– Es mucho pelo, ¿a que sí?
– Sí, bastante – dijo con una risita nerviosa.
– Ya verás, te va a encantar el resultado.

Ahora solté la pinza que sujetaba la sección de la coronilla. Todo su pelo se disgregó desordenadamente alrededor de su cabeza. Con ayuda del peine empecé a estirarlo, pero esta vez hacia arriba, quitando bien todos los enredones y alzando bien los mechones hasta las puntas. Cuando tuve toda la sección estirada, cogí una pequeña porción de las capas más cortas de la sección del occipital, y las puse justo al lado de esta nueva sección. María, que no era tonta, se dio cuenta enseguida de lo que iba a ocurrirle a su pelo.

– Vas a cortarme otra coleta, ¿verdad? – dijo con los ojos un poco llorosos.
– Bueno, voy a cortarte todo esto de aquí arriba, pero ya te he dejado llevarte una coleta, esto lo haremos más sencillo y rápido – dije mientras seguía juntando los mechones de la coronilla con las capas cortas del occipital.
– ¿Más… rápido? – dijo con una voz realmente asustada.
– Sí – dije mientras colocaba las tijeras en horizontal, dispuestas a cortar 12 dedos de la melena roja de María -. Mira.

TAS

Corté sin piedad el primer mechón, que salió despedido y se resbaló por la capa, empujando algunos mechones incluso al suelo.

TAS

Más mechones super largos corrieron la misma suerte. María estaba hipnotizada viendo toda su hermosa melena caer.

TAS

Un nuevo mechón cayó justo delante de los ojos de María. La pobre no daba crédito y sus ojos empezaron a sollozar.

TAS

Ya iba media sección de pelo cortada. María estaba perdiendo su icónica melena larga y roja. Iba a tardar mucho tiempo en recuperar esa largura.

TAS TAS TAS

– Aaaaah… – un chillido bastante más asustadizo que los anteriores. Acababa de cortarla 3 mechones sumamente largos de golpe. La pobre no lo podía soportar.

TAS TAS TAS

Otros 3 mechones rápidamente cayeron directos al suelo. A María se la cayeron un par de lágrimas.

TAS

– Mi pelo… – dijo medio llorando.

TAS

– Mi pelito…

TAS

TAS

TAS

Y por fin, toda su melena había sido cortada. Los mechones que no había caído al suelo se encontraban en las rodillas temblorosas de María o sobre sus hombros. Eran mechones muy largos, de 12 dedos cada uno. Toda su preciosa melena roja, la que tanto tiempo había conservado y cuidado, acababa de ser cortada.

– Vaya… – dijo María sacando su mano derecha para secarse una lágrima que bajaba por su mejilla izquierda -. Esto sí que no me lo esperaba.
– Era necesario para darle forma al corte – dije dejándola un minuto para asimilar lo que acababa de sufrir.
– Sí… era necesario… cortarme…
– Pero aún no hemos acabado – dije mientras cepillaba el pelo nuevamente hacia abajo para comprobar que todas las capas encajaban unas con otras.
– Queda el flequillo, ¿verdad? – dijo algo resignada.
– Exactamente.

Ya por último, me coloqué delante de ella intentando no tapar la visión del móvil, solté la sección del flequillo y la peiné bien hacia abajo, tapándola la cara hasta la línea de la boca.

– ¿Qué te sueles hacer en el flequillo? – la dije mientras peinaba minuciosamente este.
– Me he hecho de todo un poco – dijo cerrando los ojos -. Desde flequillos rectos hasta desfilados. Por eso no voy a llorar, tranquilo – dijo riéndose.
– Eso está bien – dije devolviéndole una sonrisa.

Con el peine estiré todo su largo flequillo hacia fuera en 90 grados, coloqué los dedos a una altura equivalente de sus cejas más o menos, retorcí el largo mechón dándole un giro con los dedos y, con las tijeras en horizontal, empecé a cortar su flequillo.

– Ves, esto ya me resulta más conocido y no me asusta tanto – dijo María mucho más tranquila -. Aunque me vas a dejar un flequillo bastante cortito.
– Relájate, que aún no he terminado con tu flequillo – dije mientras soltaba su largo mechón y veía como se colocaba un flequillo recto por las cejas.
– ¿Eh… – nuevamente se revolvió un poco María.
– Cierra los ojos – la ordené.

Sin rechistar lo hizo, manteniendo la boca entreabierta en un gesto que me pareció muy adorable. Coloqué las tijeras en vertical con la punta hacia arriba y empecé a picotear su flequillo como hice al principio con las puntas de su melena. María ni se inmutaba, su respiración era muy suave, tal vez por miedo a moverse. Tras unos cuantos cortes, me separé un poco y la deje abrir los ojos.

– Ahora puedo ver sin apartarme el pelo – dijo con una risita.
– Mucho más cómodo, ¿verdad? – la respondí -. Ciérralos una vez más que ya acabo.

María volvió a cerrar los ojos, pero con una mueca de confusión, como si pensara que ya no iba a recibir más corte en su flequillo. Volví a colocar las tijeras en vertical, pero con una ligera inclinación hacia su izquierda, y empecé a cortar en vertical bien profundo, unos 3 dedos de largo. TAS… TAS… TAS… TAS…

La respiración de María se aceleró un poco al escuchar su flequillo crujir con cada tijeretazo. Sabía que más pelo del que ella se había imaginado estaba cayendo delante de ella. Tras unos cuantos tijeretazos finalmente terminé y la dejé abrir los ojos.

– Mírate en el espejo – la dije.
– Es… están como… inclinados los mechones – María estaba algo sorprendida por el resultado.
– Te he vaciado un poco los mechones del flequillo, para darles algo más de personalidad – la dije moviendo los mechones de su flequillo con la mano para airearlo y darle un aspecto más natural -. Ya que tienes un corte muy vistoso, tu flequillo no podía quedarse atrás, ¿no te parece?
– Está… está muy chulo – dijo María, aunque no parecía muy convencida con el resultado del flequillo.

Volví a colocarme tras ella y dejé las tijeras y el peine en el carrito.

– Bueno. El corte ya estaría terminado – declaré por fin.
– Es increíble…
– Ahora voy a secarte el pelo y a peinártelo bien – dije mientras cogía el secador y un cepillo redondo de púas gruesas.
– Sí por favor – dijo María acomodándose un poco en la silla. El reloj marcaba las 20:10, ese día cerraría bastante tarde, pero a decir verdad, no me importaba demasiado.

Encendí el secador poniéndolo a una temperatura media y comencé a secar de forma general el nuevo peinado de María. Una vez que el pelo más o menos había adoptado una forma regular, empecé a secar capa por capa y mechón a mechón toda su melena, simplemente agarrando secciones de pelo con el peine y secando con el secador bien pegado a su pelo. María cerró los ojos y se relajó, dejándose llevar por el zumbido del secador y por el calor que producía este. Como su pelo era muy fino y sin enredones, no tuve problemas en peinarlo rápidamente, bien liso y dando forma a algún mechón de las capas más cortas de arriba. El flequillo lo peiné dando una forma un poco abombada, pero no mucho para no exagerar el peinado demasiado. Aprovechando el aire del secador, empujé los pocos mechones que quedaban en la capa y en el empapador hacia el suelo.

Finalmente apagué el secador. Con las manos moví unos pocos mechones de la parte de arriba y del flequillo para darle el último toque. María seguía con los ojos cerrados y sonreía tímidamente. Me separé colocándome tras ella y cogí nuevamente el espejo de mano del carrito.

– Ya puedes abrir los ojos. Mírate – la dije satisfecho de mi trabajo.
– No puede ser – dijo María abriendo los ojos muchísimo.
– Lo sé, esta eres tú, ¿te gusta?
– Es… es increíble… – María no salía de su asombro
– Tienes una melenita por la altura de la barbilla, muy capeada y con un flequillo recto bastante vaciado. Y no te olvides de la nuca – la dije mientras levantaba la última capa de atrás y con el espejo la enseñaba el dibujo del nenúfar.
– ¡ES PRECIOSO! – dijo María super contenta. Parece que sobre todo el dibujo de la parte rapada la había gustado enormemente.

Estaba dejando el espejo de mano en el carrito, cuando María se giró a mirarme y me preguntó extrañada.

– ¿Por qué no me has quitado todavía la capa?
– Vaya, ¿ya quieres irte? Pensé que estabas empezando a pasártelo bien – dije mientras cogía del carrito una navaja de peluquería.
– Eh… todavía vas a… – puso nuevamente su expresión de confusión y terror.
– Voy a desfilarte un poco los mechones estos de aquí delante – dije acariciando los dos mechones laterales que bajaban pegados al flequillo hasta la barbilla.
– Pero…
– Tranquila – dije peinando suavemente con mis dedos el mechón de la derecha -. Es sólo para que la conexión con el flequillo sea más suave y natural.

Y sin darla más explicaciones, desde la altura del flequillo, comencé a desfilar suavemente el mechón de la derecha, hasta bien abajo. María miraba incrédula directamente a su mechón y veía como iba menguando de largura poco a poco.

– Esto es trampa… – se quejó -. Ya estaba peinada… no tenías por qué… por qué cortar… Ah…

María hizo un último chillido cuando empecé a desfilar el mechón izquierdo. Se dio cuenta de que no podía hacer nada. Desde que entró en la peluquería había estado a mi merced, y ahora no iba a poder escapar de este último corte. Su mechón iba a caer, quisiera o no.

– Ya está – dije terminando de desfilar la última punta del mechón -. Ahora sí estás perfecta. ¿Ves? Ahora tu cara se ve más despejada y bonita, ¿no te parece?
– Bueno, sí. La verdad es que así está mucho mejor – dijo María tranquilizándose.
– Entonces podemos dar por terminado tu nuevo corte de pelo.

Tras decir esto, primero la quité el empapador de los hombros, luego desabroché y levanté la capa, liberándola definitivamente de lo que seguramente había sido uno de los momentos más angustiosos de su vida.

María saltó de la silla, se alisó la falda del vestido y se acercó a la cómoda para apagar la grabación del móvil. Acto seguido comenzó a tocarse el pelo. Primero se pasó los dedos por los mechones que acababa de desfilarle. Luego agachó un poco la cabeza y movió la mano por su flequillo como había hecho yo antes para darle un toque natural. Luego posó las dos manos sobre sus capas más cortas en la parte de arriba y puso una mueca de asombro al notar los mechones cortos de esas capas.

– Me has cortado muchísimo esto – dijo girándose a mirarme, con una expresión divertida.
– María, estás realmente preciosa – dije sin poder contenerme mi más sincera emoción por ver el resultado -. A tu chico le va a volver loco.
– Dios… no sabes cuánto le va a gustar esto – dijo volviendo a mirarse en el espejo y acariciándose la parte de atrás de la melena.

Mientras ella seguía contemplándose, yo comencé a recoger las herramientas del carrito y saqué una escoba y un recogedor para limpiar el suelo. María se percató de lo que iba a hacer y se dirigió a mí.

– Menuda montaña de pelo que tienes que recoger – dijo con una risita divertida.
– Y todo ese pelo era tuyo, ¿que te parece? – dije devolviéndole la jugada.
– Estoy algo triste, no te voy a engañar – dijo acariciándose sus mechones delanteros hasta las puntas que llegaban casi a la clavícula -. Pero ha sido una experiencia increíble, y este look me encanta. ¡ESTOY MUY CONTENTA! ¡MUCHAS GRACIAS!

María no pudo contenerse y me dio un abrazo bastante juguetón como si fuera una niña pequeña.

– No hay de qué, me alegra haberte ayudado. Ahora… ya sabes…
– Uy sí – se giró y fue a recoger la bolsa con la coleta, la cual metió en el bolso, y el móvil -. Ahora tengo todo lo que necesito: un nuevo y bonito corte de pelo, y todo el proceso para que él lo disfrute.
– Le va a encantar y lo vais a pasar muy bien juntos, ya verás.

Terminé de barrer y de tirar a la basura todo el pelo rojo que María acababa de perder y me dirigí, algo exhausto, al mostrador de la entrada. María me pagó la tarifa por corte y peinado y nos despedimos.

– De verdad, salgo encantada con el resultado, y la experiencia ha sido… no sé. Es verdad que lo he pasado mal, o sea, qué chica no lo pasaría mal sufriendo este corte, ¿no?
– Has sido muy valiente, María. Tu chico es muy afortunado.
– Gracias… – dijo sonrojándose como ella solía hacer, pero sin dejar de mirarme y de sonreír -. Ha sido un placer. ¡Volveré para la siguiente, lo prometo!

Dijo esto mientras salía por la puerta y se alejaba de mi peluquería, con la misma energía y felicidad con la que vino el lunes a pedir la cita. La observé marchar, observé el movimiento de su pelo con la suave brisa que corría en la calle, observé su marcha alegre y vivaz deseosa de encontrarse con aquel chico.

María había sido una cliente muy especial, una historia realmente interesante y que desearía repetir algún otro día, puede que con ella otra vez… puede que con otra cliente…

FIN

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Author: mdj

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