Nueva Vida 3ª parte: Esa noche (Zapato Ortopédico)

Pasaron un par de días, el tiempo cambió y empezó a llover, se terminaron las tardes de paseos y terrazas. Le dije a Rober que subiera a mi casa después de trabajar, que hoy le hacía yo la cena. La relación iba bien, nos habíamos enrollado varias veces ya, pero nunca le había dejado entrar a mi casa, esta iba a ser la primera vez que subiría.
Yo tenía todo listo, había preparado la cena y le había puesto una botella de vino tinto a enfriar, me puse a cambiarme antes de que llegara. En la parte de abajo una falda rasa de color azul claro que me llegaba a las rodillas, y en la parte de arriba un top de tirantes amarillo, casi blanco, me fui al baño, a ponerme un poco de maquillaje y deshice mi moño, mi melena castaña cayó en cascada por toda mi espalda, me puse a cepillarlo, era grueso y brillaba, muy liso, como me gustaba, con la raya en medio, cada vez que me arreglaba el pelo me acordaba de las palabras de mi madre diciendo que era una niña y que me iba a estudiar fuera, si supiera cómo había cambiado mi vida en dos meses, tenía hasta novio, y era barbero, también me acordaba de la chica que había visto perder su morena y larga melena, él me había contado algún día que había vuelto a ir una chica, pero yo enseguida le cortaba para que no me contara más. El timbre me sacó de mis pensamientos.
Abrí la puerta y entró él, me beso en la boca y le dije que se pusiera cómodo mientras le guardaba su chaqueta. Nos sentamos en la mesa y nos dispusimos a cenar. La charla era amena, yo le contaba cómo había pasado el día en la facultad, y él me hablaba de la barbería, todo iba bien hasta que…
– Sabes, hoy ha venido otra chica a la barbería. Era rubia con la melena por debajo de la correa del sujetador.
– ¿Y cómo sabes dónde tenía la corea del sujetador? – Le dije nerviosa, quería que no se diera cuenta que el tema del pelo me ponía muy nerviosa, sabía que todo desembocaría en mi tarde o temprano.
– Pues porque se le notaba debajo de la camiseta jajaja, no es que yo le haya mirado ni nada…
– Entiendo. – Me lleve mi copa de vino a la boca y le di un sorbo.
– Pues le he dado una buena pelada, a la rubia digo, le he cortado el pelo muy corto, un pixie con máquina, tenías que haberla visto temblar cuando le empezado a pasar la máquina, y el montón de pelo rubio que he hecho, lo del otro día no fue nada comparado con esto, jajaja…
– ¡Para! – le grité, no podía aguantar más, no sé que me pasaba para no me gustaba.
– ¿Qué te pasa? Cada vez que hablamos del pelo te pones así y no lo entiendo.
Yo no sabía que contestar ni que hacer, así que me acerqué a él y me tiré encima comenzando a besarle, le empecé a desabrochar la camisa, no sabía que estaba haciendo, todo era para intentar no hablar de lo que me había preguntado, de ese odio a que me cortaran el pelo, mi larga y castaña melena. Podía sentir sus manos en mi cabeza y que jugueteaba con él. Entonces me vino a la cabeza la chica morena que se cortaba el pelo en la barbería de Rober, el montón de pelo en el suelo, sus manos jugando con lo mechones cortados, la máquina cortando todo aquello que se le ponía delante… ¿Qué me pasaba? Sentía algo que no podía describir, me estaba poniendo más cachonda que nunca.
Me despegué de Rober y bajé hasta sus pantalones, los desabroche y los baje, luego sus calzoncillo, su pene estaba en plena erección y me lo introduje en mi boca.
No sé cómo había podido llegar a esa situación, qué me había pasado por la cabeza para estar haciendo esto, pero me encontraba de rodillas delante de un tío que conocía desde hacía apenas un par de meses y le estaba realizando una mamada. Él me cogía con sus dos manos de mi larga melena castaña y me estiraba hacía detrás y hacía delante. Tenía todo mi pelo en sus manos, de repente me dijo que parara y pare, cogió todo mi pelo y se lo puso alrededor de su pene, de él comenzó a salir semen, una cantidad desproporcionada que me lleno todo el pelo y la cabeza.
Cuando terminó me quedé inmóvil delante de él, todo mi pelo estaba manchado y me manchaba la ropa también.
– Perdóname Ana, era una fantasía que siempre había soñado, y sin saber cómo hoy podía cumplirla.
Yo no decía nada, no podía ni hablar, sólo pensaba en todo lo que me estaba ocurriendo, miles de pensamientos iban y venían de mi cabeza.
– Por favor vamos abajo y te lavo el pelo, tengo de todo. – Me pedía Rober y me agarraba la mano.
Ni le hablé, pero me fui con él, la barbería estaba con las persianas bajadas, eran las 10 de la noche, nadie podía ver desde fuera lo que hacíamos dentro.
Me sentó en el sitio que tenía para lavar las cabezas, y me puso una toalla alrededor del cuello para que no me mojara, él intentaba que le hablara, me preguntaba si el agua estaba muy fría o caliente, pero yo seguía sin hablarle, mi cabeza no paraba de dar vueltas, mientras empezó a mojar mi maltrecha melena, una vez me mojo todo bien, empezó a masajearme con champú, era el mejor masaje que había recibido nunca, me estaba relajando mucho. Hasta el punto que llegué a cerrar los ojos.
Cuando terminó metió todo mi pelo en una toalla y me ayudó a incorporarme, me sentó en la silla de barbero, y me cubrió con la capa blanca, dejó caer todo el bollo de pelo y empezó a desenredarlo. Una vez desenredado lo separó y empezó a peinarlo y secarlo con el secador. Se afanaba en esta labor ya que mi pelo era muy largo.
Yo sólo pensaba en la manera en que esto no se podía volver a repetir, en las palabras de mi madre de que era una niña, y en la chica que se sentó donde yo estaba sentada ahora.
Rober seguía bajando secciones de pelo y las iba secando, las estiraba y las peinaba, ya empezaba a ver mi pelo castaño por debajo de silla, ya tenía su color claro. Cuando termino de secarme el pelo, me hecho el pelo hacia delante en la capa, lo vi brillar, estaba como nunca, liso, con volumen, parecía una chica de un anuncio de champú.
– ¿Qué te parece? Ha quedado muy bien, ¿no? – Me preguntaba, mientras yo movía mi cabeza de lado a lado, entonces volvieron a mi todos los pensamiento que antes tenía en la cabeza.
– No soy una niña – Le dije
– ¿Qué dices? Pues claro que no eres una niña.
– Córtame el pelo corto. – No sabía qué estaba diciendo, pero mi corazón empezaba a acelerarse.
– ¿Pero qué dices? No voy a hacer eso, no creo que lo quieras de verdad. – Me replicaba Rober.
– Tú no eras ese al que venían las chicas porque no hacía preguntas y que al fin y al cabo sólo era pelo… – Le reprochaba mientras me miraba en el espejo, estaba sentenciando mi preciosa melena.
– Como la señorita ordene. – Me contesto Rober
Se agachó y sacó un plástico duro que me puso alrededor de cuello y empezó a bombear la silla para arriba.
– ¿Qué corte tenía la señorita en mente?
– No sé, sólo quiero que sea corto, como un chico.
– Está bien, como quiera usted.
Rober cogió un peine y las tijeras, me partió el pelo en tres, la parte de atrás, la de la derecha y la de la izquierda, esto me traía recuerdos, sin darme tiempo a reaccionar, empezó a cortar el lado derecho con las tijeras por encima de hombro, todo el pelo se iba a mi regazo, seguía impasible mirando el proceso en el espejo, una lagrima empezó a correr por mi mejilla, creo que él la vio, el trasquilón en el lado derecho ya no tenía solución, en el espejo veía que el pelo colgaba y no me llegaba a tocar el hombro, se puso en el lado izquierdo y repitió la operación, más pelo a mi regazo, pelo castaño y brillante.
Luego empezó con la parte de detrás, podía sentir el acero frio en mi cuello y oía cada tijeretazo y el ruido que hacía el pelo cuando caía al suelo, más y más pelo, la montaña de pelo se hacía cada vez más grande y los mechones eran larguísimos. Cuando terminó tenía el pelo cortado a trasquilones por encima de los hombros, y un montón de pelo en mi regazo y otro tanto más en el suelo de azulejos blancos.
– ¿Suficientemente corto? – Me preguntó.
– No, te he dicho como un chico.
Pero qué estaba haciendo, estaba perdiendo la cabeza. Rober suspiró y dejó las tijeras, cogió la máquina de cortar el pelo. Me cambió la raya del pelo al lado izquierdo y comenzó a levantar pelo con el peine y dar pasadas con la máquina, el pelo caía por encima de mi hombro izquierdo, podía ver mi oreja en el espejo, otra pasada más, y más pelo.
Hoy era mi pelo el que se acumulaba en la capa blanca y en el suelo, eran pelos de todos los tamaños, me estaba empezando a gustar los que veía y sentía, hasta tal punto que me empecé a poner cachonda otra vez.
Rober mientras se había cambiado a la parte de detrás, y cortaba más de mi precioso pelo muy corto, más corto que nunca. Cuando terminó atrás, cogió la parte de arriba con un clip, y siguió cortando el lado derecho igual que el izquierdo. La imagen del espejo me causaba un gran impresión, mis dos orejas estaban al descubierto, y al mismo tiempo pensaba que todo el pelo que había por todos lados hace un momento estaba en mi cabeza y eso me excitaba, creo que iba a empezar a mojar la silla, sino estaba ya mojada.
Soltó el clip y cayó lo que era el pelo más largo que tenía ahora, lo mojó con el spray, y cogió las tijeras, comenzó a cortar por arriba dejando unos cuatro dedos de largo, ahora el pelo que caía en mi regazo estaba mojado, y sobresalía por encima de los mechones cortados antes que brillaban, siguió cortando y trazó un flequillo en diagonal desde mi oreja hacia delante, dejando la parte delantera más larga.
Cuando terminó volvió a coger el secador y para darle forma al flequillo, volvió con la navaja y repasó mi nuca, al terminar sacó un bote de laca y fijo todo el peina, mirara donde mirara veía largos mechones brillantes de mi pelo fuera de mi cabeza, era toda una alfombra de pelo lo que me cubría a mi y al suelo, estaba tan excitada como nunca.
Rober me quitó la capa y me dijo:
– Te ves estupenda, ¿te gusta?
En el espejo veía mi nueva imagen, tenía un corte muy corto por los lados y por la nuca, y la parte de arriba más larga con la raya en el lado izquierdo y cayendo algo del flequillo sobre mi ojo izquierdo, de parecer una modelo de champú había pasado a ser una foto de una moderna peluquería.
Sin decir nada a Rober, salté de nuevo sobre él, empece a besarle y terminamos en el suelo revolviéndonos entre los restos de lo que era mi melena hasta hace unos minutos. Le bajé los pantalones y le dije:
– Termina lo que has empezado arriba.
Esa noche perdí mi larga melena y mi virginidad.

mdj
Author: mdj

Deja una respuesta

Leave the field below empty!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.