Nueva Vida 2ª parte: En la ciudad (Zapato Ortopédico)

El día que llegué a la ciudad me acuerdo que me llamo muchísimo la atención la cantidad de gente que había, nunca había visto tanta gente junta, y la prisa que tenía todo el mundo, iban corriendo de aquí para allá, sin mirar a nadie, era algo de locos, no podía entender por qué corrían.
A los dos días yo también corría de un lado para otro y tenía prisa. Me había mudado a un piso cerca de la facultad, el piso era para una persona, por lo que me pareció perfecto. La primera semana lo pasé bastante mal, no conocía a nadie y vivía sola, y mis compañeros de facultad estaban con las novatadas y demás actos de los colegios mayores.
Una de las tardes me senté en un banco en la calle que estaba al lado de mi casa y me puse a leer un libro, estaba ensimismada en mi lectura cuando una voz me sacó de mi lectura.
– Perdona, ¿tienes hora? – Un chico me voceaba desde uno de los negocios que había pegados a mi casa.
– Faltan 5 minutos para que sean las 8 – Le contesté. Y me fijé en su delantal negro.
– Gracias, pues voy a ir cerrando que seguro se me intenta meter alguien y a las 8 cierro.
Ya no le contesté, pero me fijé que el chico parecía que trabaja en una de esas barberías que estaban tan de moda ahora, en la puerta había un luminoso y el típico poste de barbería. Sí, no había duda era una barbería, instintivamente pase mi mano por mi larga melena, pasando un largo mecho a la parte delantera. Corriendo me levanté del banco y entré en mi portal, no quería volver a hablar con el chico cuando saliera, y más después de que vi que tenía un reloj redondo blanco, que resaltaba en la pared negra del local.
Por la noche pensé en el chico, sería un par de años mayor que yo, pero ya estaba trabajando, tampoco estaba mal, era más alto que yo y llevaba una perilla muy cuidada y un corte con los lados rapados y la parte de arriba más larga, de esos que están ahora tan de moda entre los jóvenes.
Fueron pasando los días y el chico me saludaba cada vez que me veía pasar por la puerta, hasta tal punto que nos hicimos amigos, se llamaba Roberto, Rober le decía todo el mundo, me contó que era de allí, que heredó el negocio de su padre, y que llevaba trabajando en la barbería desde que tenía 16 años, pero que su padre murió hace un par de años y decidió darle un lavado de cara, además de las paredes negras, tenía dibujos en color blanco en ellas, y los muebles y el suelo eran de color blanco, todo el suelo estaba cubierto de baldosas de porcelana de color blanco. Luego tenía 4 sillas blancas para que la gente se sentara a esperar.
Me dijo que lo único que había mantenido era una clásica silla de barbero, muy bien conservada. Muchas tardes antes de que cerrara pasaba a saludarle, la amistad creció hasta tal punto que nos hicimos íntimos amigos en un mes. Y comenzamos a quedar para salir después de que trabajara. Estaba empezando a crecer una relación entre los dos.
Muchos días quedaba con él cuando cerraba para ir a tomar algo y cenar, era todo un caballero y no me dejaba que pagara nunca, siempre me decía que cuando tenga un trabajo que ya pagaría yo.
Un día llegue antes a la barbería, quedarían 15 minutos para las 8, entré dando las buenas tardes, y no me di cuenta que había alguien sentado en el sillón de barbero. Me senté en la zona de espera mientras terminaba con el último cliente. Estaban hablando pero no prestaba atención a lo que decían. Hasta que algo me llamó la atención, la persona que estaba en la silla tenía el pelo bastante largo para estar en una barbería. Fue entonces cuando me di cuenta de que era una chica, no un chico. Una chica algo mayor que yo, solo podía ver su cabeza y su pelo, todo lo demás estaba tapado por la gran capa blanca que ponía a sus clientes.
La chica tenía el cabello de color negro, un moreno natural y liso, que brillaba con el reflejo de las luces de la barbería y con cada pasada del peine grueso que sostenía Rober con la mano derecha. No sabría decir cómo de largo era el pelo de la chica porque sólo se veía por encima de la capa, pero calculaba que le llegaría hasta la mitad de la espalda. Observaba la escena en el silencio de la barbería donde sólo se oía el peine en cada pasada a la melena lisa, sin entender que hacía esa chica ahí sentada, cuando empezaron a hablar y ya si que presté atención.
– Entonces ¿estás segura?, una vez que empiece no hay vuelta atrás – Dijo Rober.
– Si, lo tengo claro, me apetece cambiar, y creo que me va a quedar bien – Contestó la chica.
– De acuerdo, pues entonces vamos allá.
Se iba a cortar el pelo la chica, pero ¿por qué?, y un pelo tan bonito, yo llevaba mi pelo recogido en una trenza que instintivamente me llevé con la mano a la parte delantera y empecé a acariciar.
Rober se pasó el peine a la mano izquierda y con la derecha cogió una máquina de cortar el pelo sin guardia, lo siguiente que pasó fue la cosa más espectacular que he visto, partió el pelo en tres partes, la parte delantera derecha, la parte delantera izquierda y la de atrás, con un rápido movimiento cogió todo el pelo de atrás con el peine al revés, y con una pasada rápida, la máquina corto el pelo de la chica a la altura de la nuca, dejando todo el cuello de la chica al aire, todo su pelo caía lentamente al suelo, miles de pelos bailaban en el aire hasta caer al suelo blando de porcelana.
Yo estaba alucinando, había más pelo de la chica en el suelo que en su cabeza. Con otro hábil movimiento cogió todo el pelo del lado derecho y puso el peine a la altura de la oreja y el mentón, otra vez la máquina hizo su trabajo y se fue comiendo el pelo de la chica, que esta vez, caía sobre su brazo derecho, ella cogía los largos mechones y se reía.
– Verás cuando me vea hoy mi novio, se va a llevar una sorpresa. Jajaja.
– ¿No le has dicho que te ibas a cortar el pelo? – Le pregunto Rober.
– No exactamente, hace unos días le dije que me gustaría cortármelo, pero no le dije que me lo iba acortar hoy.
– Seguro que le va a gustar, ya lo verás. – Le dijo Rober.
Mientras Rober estaba ya situado en el lado izquierdo y se disponía a repetir la operación con el resto de melena que le quedaba a la chica en el lado izquierdo. La máquina cercenó la última parte del largo cabello de la chica, que se deslizó por la capa hasta caer en su regazo, la chica volvió a sacar la mano de debajo de la capa y cogió parte del pelo con sus dedos, se puso a acariciarlo mientras sonreía de oreja a oreja.
No entendía como podía reírse, su melena se había ido. Rober ahora seguía pasando la máquina por la parde de la nuca, pero ahora el peine lo pasaba de abajo a arriba, y cortaba con la máquina lo que él consideraba, con cada pasada eran liberados al aire, cientos de pelos de tamaños pequeños, y el montón de pelo cortado se hacía más grande justo donde la capa se juntaba con su cuello, cuando este montón era muy grande, la misma gravedad lo llevaba al suelo, donde se juntaba con la larga melena de la muchacha que descansaba en el suelo.
– Seguro que ahora notas la cabeza más liviana. – Le dijo Rober a su clienta.
– La verdad es que sí, es una sensación muy extraña, jajaja – Decía la joven mientras seguía mirándose en el espejo que tenía delante y se reía.
Cuando terminó con la parte de atrás comenzó con los lados, los repasó rápidamente para dar la sensación de inclinación de arriba a abajo desde la oreja al mentón. Después se puso frente a ella, para comprobar que los dos lados estaban a la misma altura.
– Sabes, creo que un flequillo te quedaría muy bien. – Le sugirió Rober.
– No lo tenía pensado, pero… la verdad es que creo que sí que me quedaría bien… está bien, hazme un flequillo. Llevo sin llevar flequillo desde que iba al colegio, jajajaja.
La chica seguía riéndose, era algo incomprensible para mí, no entendía como un momento como ese, que era un trauma por perder algo como el pelo largo, para esta chica era algo gracioso y jocoso.
Rober dejó la máquina encima del mostrador y cogió una botella con agua, era un spray con el que después de colocar con un peine más pequeño, la parte delantera del pelo de la chica encima de su cara, empezó a rociar el pelo que sería el futuro flequillo de la chica.
Dejó el spray y cogió unas tijeras, de dos rápidas pasadas cortó el flequillo a la altura de los ojos de la chica. Los largos mechones mojados cayeron al regazo de la chica, y se juntaron con gran parte del cabello que descansaba en la capa.
– ¿Así o más corto el flequillo? – preguntó el joven barbero.
– Creo que más corto, por encima de las cejas. – Contestó la chica marcándose con el dedo la mitad de la frente.
El barbero procedió a cortar el flequillo aun más corto y cuando terminó le secó ese trozo de pelo con el secador. Dio los últimos retoques a la chica con la navaja de afeitar, en la zona de la nuca, para que quedar una nuca más redondeada.
– ¡Lista! – Anunció Rober mientras quitaba la capa con un hábil movimiento y juntaba todo el pelo de la capa con el que estaba en el suelo.
– Increible, me encanta. – Decía la chica mientras pasaba sus manos por la parte trasera de su bob recién cortado, un bob que recordaba a uno de los peinados de las mujeres en las películas de los años 20.
La chica pagó y se despidió dando las gracias, yo sólo podía mirar al suelo donde había un montón de pelo muy grande al que le faltaba una cabeza, nunca había visto algo así, la vez que más pelo había visto en el suelo fue hace algo más de un mes cuando me corto mi madre un palmo. Me volví a pasa la mano por la trenza y la acaricié.
Rober empezó a barrer todo el pelo que se acumulaba alrededor de la silla para hacer un montón más grande detrás de ella. Se percató de que estaba embobada mirando el pelo en el suelo.
– ¿Qué te pasa Ana? – Me preguntó mientras barría.
– Nada, es sólo que ¿No sabía que le cortabas el pelo a mujeres también? – La verdad es que no sabía que decir, no le iba a decir que me había traumatizado lo que había visto.
– Si claro que lo hago, desde que abrí yo el negocio viene alguna chica de vez en cuando – La pila de pelo ya estaba acumulada dentro del cogedor e iba a llevarlo al cubo de la basura – Hay chicas que vienen por un cambio y quieren ir al corto, por eso vienen aquí, saben que yo les voy a cortar el pelo como me digan y no voy a decirles nada de ¡no te lo cortes… con el pelo tan bonito que tienes!, también viene alguna chica para que le rape la nuca, o que le corte un poco las puntas… al fin y al cabo es sólo pelo, que mira donde termina.
Dejó caer toda la melena morena de la chica que había cortado en el cubo de la basura desde una cierta altura para que yo la viera caer.
– Sabes, quizá un día te podría dar a ti un ajuste, las puntas y eso… desde que te conozco no has ido a la peluquería.
– ¿Cómo sabes que no he ido a la peluquería? – Le pregunté con sorpresa.
– Trabajo con pelo, y sé de sobra cuando está cuidado y cortadas las puntas, y el tuyo no está cortado desde hace más de un mes – Me dijo mientras cogía mi trenza delante de mi y miraba las puntas.
– Bueno, quizá en otra ocasión, que hoy ya son las 8.
– Cierto, las 8 en punto, hora de cerrar.
Esa tarde las cañas de por la tarde fueron cortas, sólo me apetecía irme a mi casa y peinar mi larga melena, acariciarla y sentirla entre mis dedos.

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Author: mdj

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