Supe en el momento en que la hermana Margaret entró en la clase y me miró, que ya se habÃa descubierto todo. Me eché a temblar cuando al finalizar , antes de que sonara el timbre, se dirigió a mi y dijo en voz alta y seria:
-Señorita Melissa. Hoy no tendrá recreo. La madre superiora la espera en su despacho. Vaya inmediatamente.
-Si, hermana.-Contesté levantándome de la silla. El miedo empezó a apoderarse de mi. Todas las alumnas me miraban. Me levanté orgullosa y me dirigà a la puerta. Antes de salir, la hermana Margaret dijo con voz glacial:
-Le deseo que pase una tarde agradable, señorita.
Sin volverme, salà por la puerta y atravesando los largos pasillos del convento, me dirigà al despacho de la madre superiora. Intenté tranquilizarme para poder enfrentarme a aquella severa mujer.
Al llegar a la puerta, llamé con algunos golpes y una voz me indicó que pasara. Lo hice y me sorprendió descubrir la escena que se desarrollaba en la sala: La madre superiora enjabonaba cuidadosamente la cabeza de Justine, bueno, hacÃa meses que nadie la llamaba por su verdadero nombre: Desde que la madre superiora la habÃa castigado, a Justine se la conocÃa por el sobrenombre de la calva, la bola de billar o la bombilla, como cruel broma por parte de las alumnas de la institución. HacÃa 4 meses que Justine estaba castigada a llevar la cabeza completamente afeitada, y cada dos o tres dÃas, y por temporadas, a diario, durante los recreos, era religiosamente llamada al despacho de donde salÃa envuelta en un mar de lágrimas y con la cabeza blanquÃsima y brillante. Era el hazmerreir de todas, sobre todo porque antiguamente presumÃa de una impactante melena rubia que le llegaba a la cintura y de la que no quedaba ni rastro.
Justine estaba sentada, muy recta y seria en un taburete frente a un enorme espejo. Un pañuelo blanco la cubrÃa casi por completo. Su cabeza estaba cubierta de una densa capa de espuma y la hermana superiora, con una brocha enorme, la enjabonaba enérgicamente mientras se disponÃa a afeitarla con minuciosidad con una navaja bien afilada. Antes de comenzar me dijo sin mirarme:
-Señorita Clark, siéntese ahÃ- Y señaló un taburete en frente de Justine. La hermana Louis, mano derecha de la madre superiora, estaba presente, ayudándola con la tarea. Yo me senté.
-Justine, como siempre ya sabes: No apartes tu mirada del espejo. Y nada de lloros esta vez ¿Te queda claro?
-SSssi, hermana…Por supuesto…
Justine tenÃa un enorme espejo de pie justo delante de ella, al lado de donde me habÃa sentado yo, y clavó su vista en él, pálida, intentando mantener la compostura. La hermana superiora comenzó a afeitarla con fruición. Yo sentà un escalofrÃo al ver la escena. Nadie hablaba. La madre superiora miraba hacia mi de vez en cuando y la sangre se me helaba. Justine se miraba penosamente en el espejo, quizás intentando recordar aquella cabellera de ensueño que lucÃa en otras épocas. Nadie sabÃa hasta cuando iba a durar su duro castigo. Muchas pensábamos que era excesivo, incluso algunas profesoras, pero las decisiones de la madre superiora eran incuestionables.
La madre superiora llevaba la cabeza de Justine de un lado a otro para facilitarle un apurado absoluto. Cuando terminó, ante mi asombro, volvió a enjabonarle de nuevo la cabeza, minuciosamente, y empezó con el segundo afeitado de la tarde. La pobre Justine no podÃa estar más humillada. En una ocasión, desvió los ojos hacia mi, implorando una especie de ayuda que yo no podÃa darle, pero la hermana superiora se dio cuenta :
-Justine, no tientes a la suerte…
Y clavando de nuevo la mirada en el espejo, se disculpó. La tenia completamente dominada,
Una vez que hubo terminado, empapó una toalla con una cera pastosa, y con la ayuda de la hermana Louis, empezó a restregarla en la cabeza de la pobre Justine que se mantenÃa estática. Pronto me di cuenta de que la crueldad de esta mujer no tenÃa lÃmites: Le estaba encerando la cabeza para que ésta fuera mas reluciente y brillante, para que se le viera mas calva aun si es que eso era posible.
Cuando acabaron de encerar, la superiora, verificando su trabajo, me dijo:
-¿Qué le parece el corte de pelo de Justine, Señorita Clark?
Yo no sabÃa qué decir, me cogió desprevenida.
-Yo….Yo….Pues….
-¿No le gusta? ¿No cree que le resulta….favorecedor?
-No. No lo creo, madre superiora…
-Asà que no le gusta…Interesante…Justine, puedes levantarte y tomar el asiento de Melissa. Melissa, siéntese aquÃ, frente al espejo…
¡NO¡ Dios mÃo, qué pensaba hacerme? Me levanté despacio, le cedà mi asiento a Justine y me senté cuidadosamente en su lugar. No querÃa ni pensar que…
La hermana superiora desplegó el pañuelo blanco y me lo ajusto alrededor del cuello. También me dejó cubierta por completo. La única luz que se filtraba por la ventana, me iluminaba directamente a mi.
-Muy bien Melissa. Esto va a funcionar asÃ. Tú sabes algo que yo quiero saber y te voy a dar varias oportunidades para que me lo digas. Sólo que en cada una de esas oportunidades, vas a perder algo de tu maravilloso pelo. Te sugiero que hables ya, cuanto antes mejor.
-No sé a qué se refiere…
Ella sonrió maligna y cogiendo unas enormes tijeras dijo:
-Esa respuesta se ha ganado un buen trozo de tu melena…Ayúdeme, hermana Louis.
Me quitaron las gomillas de mi coleta y empezaron a desenhebrar cada uno de mis mechones y a disponerlos alrededor de la capa. La hermana superiora, con un tijeretazo, hizo desaparecer al menos 8 centÃmetros de largo de cada uno de los mechones. Cortaba y cortaba sin ningún cuidado y yo empecé a ponerme pálida y a temblar…MI pelo….NO¡¡¡ mi hermoso pelo¡¡¡Cuando ya todo estaba por igual, habÃa pasado de una melena que me llegaba a media espalda a una melena irregular y horrible por encima del hombro, un corte muy considerable…
-Y bien…Me vas a decir lo que estoy esperando oir?
No pensaba hacerlo. No pensaba delatarle y no lo harÃa nunca. En el colegio de mujeres este era el peor castigo que podÃan hacernos, pero sabÃa que en el colegio de chicos infringÃan castigos fÃsicos y no iba consentir que nadie le tocara. Estaba atrapada y perdida, pero la idea de acabar como Justine era inconcebible.
-No sé a qué se refiere, hermana superiora.
-Bien, esta segunda respuesta se ha ganado un corte riguroso. Hermana Louis, coja esas tijeras y ayúdeme. Apure hasta que las tijeras no puedan seguir cogiendo pelo alguno. Melissa, no dejes de mirarte en el espejo.
El mundo se cayó a mis pies al ver que la madre superiora cortaba mis mechones desde casi su comienzo y la hermana Louis hacÃa lo mismo al otro lado de mi cabeza. El pelo caÃa escandalosamente y se amontonaba en el suelo o la hermana superiora lo dejaba en mis rodillas para que pudiera verlo. QuerÃa llorar, no podÃa aguantar las lágrimas, y sollocé al ver cómo estaba quedando: Ni los chicos del Saint Paul llevaban un corte tan apurado como el que me estaban haciendo, las tijeras apenas dejaban un centÃmetro de pelo en todas partes de mi cabeza…
-Está prohibido llorar en este castigo. Justine, dile a Melissa qué ocurre si alguna vez lloras o dejas de mirarte en el espejo cuando os estamos pelando.
-Ocurre que aumenta tu castigo un mes más.
-Y…que más?
-Que te afeitan hasta las cejas.
Recordé que una vez Justine se pasó 2 meses sin cejas también. Me contaron que fue por haberse rebelado una tarde. Sin cejas el efecto del afeitado se veÃa considerablemente peor, Fue en aquella época cuando empezaron a llamarla bola de billar.
Dejé de llorar inmediatamente.
-Avisada estás. Muy bien…MÃrate…Te gusta tu nuevo corte de pelo, Melissa?
-Yo….No…Pare, por favor…
-Pararé en el momento en que me digas con quien escapaste la otra noche por la puerta del jardÃn.
-No puedo hacerlo, hermana. No voy a hacerlo.
-Entonces, ya sabes lo que te espera: ser la sustituta de Justine en este castigo.
-¡No ¡ ¡Por favor¡ ya estoy lo suficientemente castigada¡ Mire lo que me han hecho¡¡estoy horrible¡
-No, querida, aun no lo estás del todo…Agacha la cabeza pero sin dejar de mirarte en el espejo, y no te muevas¡¡
La madre cogió una maquinilla de afeitar manual y la aplicó a mi cuello. Fue haciendo pasadas lentas y largas y yo no querÃa ni imaginar cómo iba quedando mi cabeza por detrás. El horror vino cuando aplicó la maquina a mi frente y rapándome sin piedad, añadió:
-Si tenÃas la esperanza de verte con algo de pelo que poder peinarte, vete despidiendo…
No hablé. No me movÃ. Amenazó con afeitarme y asà lo hizo. Justine me miraba horrorizada, yo no apartaba mi mirada del espejo. Cuando mi cabeza estaba totalmente lisa, la hermana superiora la acarició irónica.
-Justine, estás liberada de tu castigo, ya tienes una suplente. Melissa, va a ser muy interesante doblegarte y hacerte hablar…tenemos todo el curso para eso…Podéis marcharos.
Supe que serÃa un año duro, donde tendrÃa que medir mis fuerzas, mi voluntad, mi orgullo y mi amor. Pero estaba dispuesta.
fascinante