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Mariana y el ladrón de trenzas (1º Parte)

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(@cabrilo)
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Buenas, para empezar quería mencionar que esta historia no la escribí yo sino una persona con el nick "SansonRapador" en la web (ya desaparecida) cabellerayerotismo. Antes de que desapareciese dicha página logré conservar un par de estas historias las cuales me gustaría compartir con el resto. Ahi va:

MARIANA Y EL LADRÓN DE TRENZAS I

Mariana estaba feliz. Esa noche era especial, él la había invitado a cenar a un lugar muy exclusivo para celebrar un año de haber iniciado su ardiente y excepcional relación. La velada prometía ser épica y para ello se requerían armas; poderosas y subyugantes armas.

“Ponte más bella que de costumbre, nena; si acaso es posible”, le dijo él con ese tono entre tiránico, burlón, seductor y tierno que lo caracterizaba. ¡Eso era un desafío y ella no lo iba a tolerar! Mariana deseaba subyugarlo, dejarlo boquiabierto, hacerlo morir de deseo y tragarse sus palabras. ¡Por supuesto que era posible para ella verse más bella que de costumbre! ¡Ahora verá ese cretino! Así que se compró un finísimo, elegante y sensual vestido negro que se ajustara a sus perfectas curvas. Bañó su cuerpo divino con aguas aromáticas y, al salir, preparó todo su arsenal de maquillaje y aromas para acentuar el enigma de su rostro de ángel exterminador. Antes de proceder con ello, sin embargo, pensó en su hermosa y larga cabellera. Sabía que esa mata caudalosa lo fascinaba por completo. Era su mejor arma y debía emplearla con sabiduría y precisión.

Había estado buscando peinados en Internet durante la semana y un tutorial le había llamado especial atención: el de una bella chica alemana de melena opulenta que daba instrucciones para armar una femenina y atractiva trenza de gran complejidad: la Trenza “Arwen”. Una trenza hecha a su vez con nueve gruesas y sedosas trenzas que había hecho en su increíble cabellera. Sin duda, en la de Mariana, que era infinitamente más hermosa y abundante que la de la germana, esa trenza se vería totalmente seductora y sublime.

Puso manos a la obra y, una vez que su cabello quedó impecablemente cepillado procedió a dividirlo en nueve secciones y trenzó cada una de ellas, entreverando las de los extremos con listones de satín negro. Nueve firmes y tentadores látigos negros nacían ahora de su hermosa cabeza. “Largos látigos con los que te dominaré”, pensó, al verse en el espejo. Recordando el tutorial, empezó a tejer la gran trenza con ellos. Al cabo de un rato, terminó ese admirable tocado y quedó arrobada con la visión de esa poderosa trenza que, aún doblada a la mitad y con la reducción que implica el entretejido, le llegaba a la hermosa cintura. Se veía regia, subyugante, llena de esa fuerza que confiere a las mujeres una belleza incuestionable.

Se vistió y se maquilló. Se contempló a sí misma, entre satisfecha y sorprendida por su propia belleza. Después del ritual completo, cualquiera hubiese caído a sus pies. Estaba lista para sorprender a su hombre y hacerlo comer de su mano. Sin embargo, la noche tenía otros planes para ella.

Estaba tan concentrada en la cita que no puso atención a los noticieros de esa semana ni, en especial, a una alarmante nota. Un peligroso ladrón de trenzas empezó a cometer sus fechorías en la ciudad. Cazaba mujeres bellas y sensuales, dueñas de una hermosa y larga cabellera. Entraba de noche y enmascarado a sus casas , las sometía y las dejaba sin un solo cabello. En un mes había dejado calvas a casi una veintena de mujeres y la policía no había podido capturarlo ni identificarlo. Sólo conocían el sobrenombre que él mismo su había impuesto: al terminar de rapar a las bellas, escribía en las paredes con el lápiz labial de las mismas su nombre de batalla: “El Rapador”. Las autoridades recomendaban cuidado extremo a la población.

Pero Mariana lo ignoraba todo y, por su prisa, había dejado abierta la ventana de la alcoba mientras se bañaba. Ignoraba que alguien aprovechó su descuido, que se escondió en el armario y que la había estado espiando mientras se arreglaba; muy atentamente había seguido todos los pasos del delicioso ritual. La bella Mariana ignoraba que esa noche sería víctima de El Rapador.

Cuando estaba a punto de tomar su bolso y su chal para salir, el demente salió de su escondite y la amagó con su arma:

“¿Cuál es la prisa, linda?” -dijo él.

Mariana dio un grito de terror al ver al hombre enmascarado y trató de sacar el gas pimienta de su bolso. Pero fue inútil. Él era demasiado rápido y fuerte y la sujetó.

“No te resistas, preciosa, porque tanto a ti como a tu novio les puede ir muy mal” -y al decirlo le mostró una foto de su novio.

“Sé dónde trabaja y dónde vive él y, no sé, quizá despues de terminar contigo podría hacerle una visita. Y, tú lo sabes, los accidentes pasan. Soy muy bueno con mi trabajo”

Mariana se estremeció y decidió no oponerse más.

“Está bien, no le hagas daño. Lo amo mucho. Haré lo que quieras” -dijo, dejando de forcejear y entregándose al hombre misterioso.

“Excelente, preciosa. Además, me interesas más viva. De hecho, lo que voy a hacerte no te dolerá (o por lo menos no mucho).”

“¿Qué me harás? Por favor, no me lastimes” -suplicó Mariana con terror.

“No lo haré si no es necesario. Pero debes obedecerme. Para empezar, quiero que te des una vuelta muy lentamente. Quiero contemplarte en toda tu belleza.”

Mariana giró entonces lentamente, dejando que el maniático la contemplara con calma.

“Eres muy bella… ¿cómo te llamas?”

“Mariana” contesto ella, con nerviosismo.

“Mariana…muy bello nombre. Tan bello como tú misma. Eres la mujer más hermosa que he visto en este año. Tienes un cuerpo muy delicioso”

El hombre se le acercó, le acarició suavemente los hombros, las caderas, la cintura. Disfrutó con delicadeza los gluteos suculentos y sus senos frutales por encima del vestido.

“Pero, sobre todo, es admirable tu cabellera. Soy amante de las melenas femeninas. Me excitan a morir. Sobre todo si son como la tuya: abundantes, largas, sedosas. Si están bien trenzadas y peinadas me matan. Y al parecer te has esmerado al peinarla. Ibas a salir con él, ¿verdad?”

Mariana asintió.

“Nadie sabe para quien trabaja, Mariana. En verdad te has puesto bella para mí y no para él. Eso me halaga. ¿Sabes que tengo quince días siguiéndote y espiándote?. Moría por tener tu cabellera en mis manos y he aquí la oportunidad. Así que basta de palabras. Ven. Siéntate en esa silla, que voy a disfrutar de esa melena trenzada”.

Mariana obedeció; se sentó, levantó con cuidado su deliciosa trenza y la hizo descansar en el respaldo de la silla; inclinó un poco la cabeza al frente, y ofreció su cabellera a las ansiosas manos del hombre. Él se colocó detrás de ella y la tomó con toda calma, suavidad y fruición con las dos manos, ponderándola y admirando su incomparable grosor y volumen; era la trenza más pesada y hermosa que había visto en su vida. Pasó y repasó muchas veces su increíble longitud con los dedos, sintiendo su delicado tacto de seda y disfrutando del delicioso aroma que despedía esa melena divina.

Mariana se sentía muy incómoda. Por una parte estaba angustiada, pues no sabía hasta dónde podía llegar la locura de este hombre misterioso. A todas luces se trataba de un peligroso desquiciado mental, y tenía mucho qué perder ante él. Pero, por otra parte, su cabellera era una de sus principales zonas erógenas, y las caricias ardientes del maniático también la estaban empezando a encender. Su sexo se estaba humedeciendo cada vez más; sobre todo cuando las manos de él llegaban hasta el nacimiento de la trenza, muy cerca de la nuca. El tacto ligero y comedido de sus manos en esa parte hacían que su cuerpo se estremeciera y que sus vellos empezaran a erizarse. Estaba angustiada, sin duda; pero una parte muy poderosa de ella estaba disfrutando de las caricias del villano enmascarado y pedía más y más. Entrecerró los ojos y se dejó llevar. Si algo malo le iba a pasar, por lo menos disfrutaría lo único bueno de la situación.

Después de un largo rato de caricias y tirones por parte de él; y de humedades, mordidas de labios y de piernas retorciéndose por parte de ella; el hombre empezó a desarmar el poderoso tejido de Mariana. Quería ver esas nueve trenzas en todo su esplendor. Al finalizar, la hizo ponerse de pie y las trenzas, gruesas, bellas y brillantes, caían desde su bella cabeza hasta un poco más arriba de la pantorrilla.

El hombre, sorprendido por ese tesoro y poseído por el deseo, le dijo con ansias: “Vamos a sentarnos en la cama”. Ella obedeció. Se sentaron lado a lado y él la hizo reclinar su cabeza en su regazo para poseer con mayor facilidad esas largas y sedosas trenzas. Ella recostó su cabeza y cerró los ojos de nuevo. No podía controlarlo, su sexo se estaba excitando mucho y eso la molestaba (pero también la llenaba de un placer extraño). Sintió en la nuca la erección de él. Sintió una mezcla de angustia, asco, orgullo… y deseo.

Una Mariana oscura, oculta y presa dentro de ella, moría por hacerle una felación a ese hombre desquiciado mientras disfrutaba de sus trenzas. Moría por pedirle que la poseyera mientras tiraba fuerte de su cabellera. Que la penetrara sin piedad usando sus trenzas como riendas. Esa Mariana oscura por momentos parecía estar a punto de romper sus cadenas y gritar: “Mi melena y yo somos tuyas. ¡Poséenos!”

“¿Qué está pasando conmigo?” se preguntaba ella una y otra vez, aterrorizada y embargada por ese torrente de sensaciones ambiguas.

Mucho iba a pasar con ella y su melena en esa noche que se antojaba infernal y gozosa al mismo tiempo.

¿Qué pasará con Mariana ¿Podrá salir bien de esta situación? ¿Podrá librarse de ese peligroso demente? ¿O acaso la Mariana oscura se liberará y se le entregará sin medidas y sin control? ¿Qué planes tiene El Rapador para ella?

Lo sabremos en la segunda entrega de esta historia

 
Respondido : 17 octubre, 2020 03:59
(@cabrilo)
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Tal y como se menciona al final la historia consta de más partes. Si os acaba gustando puedo subir el resto 🙂

 
Respondido : 17 octubre, 2020 04:03
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