Soy barbera vocacional. Mi pasión es la peluquería masculina. Me encanta arreglar barbas y afeitar a navaja. Soy pequeña pero guapa. Llevo un bob con la parte de atrás elevada y la nuca degradada. En verano me rapo la nuca. A veces lo llevo caoba, en otros periodos de color negro.

He recibido una petición de cita por la página web: un afeitado de cabeza. Lo firma una chica que se llama Sofía Carmen Michelle. Normalmente sólo se afeitan la cabeza los calvos con barba. Me apetece mucho afeitarle la cabeza a una mujer, pero tengo miedo que sea una broma.

Mi barbería esta en un local pequeño, en un barrio de trabajadores. Lo he decorado como una barbería tradicional pero con un toque moderno. Tengo dos sillones de barbería antigua, grandes y cómodos. Uno es para mi cliente y otro es para el que le toca a mi empleada, Carolina. Un gran espejo lo preside todo, enfrente de los sillones de barbero, detrás de estos dos sillas para la espera. Le he dado un ambiente rockero y procuro que suene buena música. Carolina y yo no damos abasto, trabajamos sin parar de 9 de la mañana a 8 de la noche.

Se abrió la puerta. -Hola, tenía una cita- dijo con elegante acento sudamericano.

-Hola. ¿Eres Sofía?

-Si.

-Siéntate ya en el sillón. Vamos a empezar.- le indiqué.

Hice que buscaba algo detrás del mostrador, mientras se quitaba el abrigo y sentaba en el sillón, para poder observarla un rato. Es mas alta que yo. Tiene un punto elegante que no consigue ocultar del todo una cierta vulgaridad. Es una chica guapa. Llevaba un corte de pelo a lo tazón, ridículamente recto a la altura de las cejas, con la nuca y las patillas rapadas. Rapadas pero crecidas. Me dio la impresión que tenía las cejas completamente depiladas y pintadas por encima.

Me acerqué a ponerle la capa y ajustarle el papel del cuello.

-Bueno Sofía, he visto en la reserva que quieres afeitarte la cabeza. ¿Es así?
-Si- me contestó con seguridad.
-Vale. Como en la barbería de toda la vida aquí afeitamos a navaja. Para facilitar el trabajo y que no tire tanto al afeitar, lo primero que te aré es pasar la máquina a toda la cabeza al cero. Seguidamente, te aplicaré la base de afeitado ULTRA GLIDING SHAVE OIL a toda la cabeza y a continuación, con una brocha, extenderé bien por toda la cabeza el MOISTURIZING SHAVE CREAM. Una vez preparado todo, te afeitaré, seguidamente te pasaré al lava cabezas, te aclararé bien y apuraremos si hiciera falta, finalizando con un masaje con DAILY CONDITIONER, para aportar frescura al cuero cabelludo. Todo como antaño- le dije satisfecha.

-¿Quieres también que te afeite la cejas?- la provoqué.
-Eh... Si, No había pensado en las cejas. Pero si que me las afeito habitualmente. Pero luego, ¿Tendrás para pintármelas?.
-No. Aquí no tengo maquillaje. Tendrás que salir sin cejas.
-Bueno. Tampoco pasa nada- contestó con una sonrisa.

Con una toalla húmeda le limpié la pintura de la cejas. Su frente quedó ampliada.

Cogí la maquinilla, le quité el peine, la cepillé para que estuviera limpia y le puse una gotita de aceite.

La apoyé en su nuca pero dudé. Sonreí a Sofia por el espejo y pasé a situar la maquinilla en su frente, justo en el medio de la raya de su corte bowl. Esperé unos segundos. Volví a mirarla a través del espejo. Vi que tenía los ojos cerrados y el gesto relajado. Le di al botón de encendido. La maquina empezó a ronronear y la empujé por su cuero cabelludo. Seguí empujandonla mientras la maquinilla devoraba el cabello de la latinoamericana. Un rastro blanquecino quedaba a su paso. Llegué hasta la coronilla.

Levanté la maquinilla y respiré. Volví a atacar la frente de mi clienta. Ahora un poco a la izquierda. Amplié el surco rapado. Muy rapado. Rapado al cero. Fui hacia la izquierda. Después paré un rato. Sofia tenía una especie de tonsura. Seguía con los ojos cerrados.

-¿Te dejo así?- le pregunté con una sonrisa maliciosa.
Abrió los ojos.-No, que horror, acaba con todo-
-¿Es la primera que te afeitas?
-Toda la cabeza si. Pero los lados de la cabeza me los rapé al 0 hace unas semanas.
-Ya verás la diferencia que es el afeitado respecto del rapado al 0- Le advertí.

Seguí rapándole al 0 los lados de la cabeza. Apenas ya le quedaba pelo largo. Paré otra vez.

Tenía la parte superior de la cabeza, la tapa de la cabeza, rapada al 0 y las patillas y la parte de atrás con el rapado largo con el que había llegado. Parecía calva. Ese corte unido a la falta de cejas le daba un aspecto ciertamente ridículo.

En cuanto abrió los ojos de nuevo, retome el rapado al 0. Eliminé con cuidado los pelos de las patillas, por detrás de las orejas y repasé varias veces la nuca y la coronilla. Le pasé la mano por la cabeza pelada para ver si había quedado algún cabello largo. Cogí el cepillo con polvos de talco y le acaricié el cuero cabelludo lentamente, muy lentamente, asegurándome que se estremeciera, que le invadieran esas cosquillas del masaje craneal.

Después de un rato de espasmos reprimidos habló:
-Para…Para… por favor. Es muy agradable… no aguanto más.
-Quería quitarte los pelitos que pueden haberte quedado. Perdona- mentí.
-¿Qué te parece? ¿Cómo te ves?
-Rara- esta vez fue lacónica.

Fui a por una toalla. Encendí el grifo de agua caliente. Mojé la toalla y la escurrí varias veces mientras espiaba a Sofía. Se miraba en el espejo y ponía muecas, se acariciaba la cabeza. Intuí en ella el vértigo que le embargaba por lo que estaba haciéndose.

Le puse la toalla caliente envolviéndole la cabeza.
-Es para que la piel se ablande, los poros se abran y sea más fácil y menos irritante el afeitado- le expliqué.
-Ah..- y me regaló una de sus sonrisas caribeñas.

Le quité la toalla y la tiré a la cesta. Cogí un bote de espuma de afeitar. Estuve agitándolo un rato mientras miraba a los ojos de Sofía. Lo vacié sobre su coronilla. Extendí la espuma con una brocha de barbero.

Iba a ir a limpiarla al lavacabezas cuando me acordé. Regresé junto a Sofía y le llene de espuma las dos inexistentes cejas.

En ese momento entró un cliente.

-Tienes que esperar, Juan, hasta que acabe de afeitar a esta chica.

Juan se sentó, mudo, y Sofía se enrojeció.

Cogí la navaja, le cambié la cuchilla y empecé a afeitarle por la frente. Afeité poco a poco, lentamente. Para que Sofia y Juan vieran como el blanco de la espuma dejaba paso a la suavidad extrema del cuero cabelludo afeitado.

Sofía mantenía los ojos cerrados. Pero cada poco, yo hacía un ruido, o un suspiro, o le preguntaba a Juan por el tiempo, para obligarles a los dos a mirar, a comprobar como evolucionaba el afeitado de la latinoamericana.

Le afeité mucho. Le pasé la navaja todas las veces que quise, asegurándome que no quedaba ni un sólo pelo por microscópico que fuera. Hasta que me quedé satisfecha. Aún le pasé mi mano lúbrica por su cabeza, suavemente, para asegurarme que nada quedaba, para estremecerla.

-Venga ya está, vamos al lavacabezas- le ordené.
Abrió los ojos.
-¿No me afeitas las cejas, al final?- preguntó titubeante.

La pobre estaba con la cabeza pelada y dos pintarrajones de espuma en las cejas. Juan flipaba desde el sillón de espera.

-¡Ay perdona! Se me olvidaban- mentí -si quieres afeitártelas, claro que te las afeito- subrayé las palabras mientras miraba a Juan.

Volví a coger la navaja y cada una de las cejas desapareció en dos estocadas.

-Ahora si que estás lista para pasar al lavacabezas.

Me regalé en mojarle la cabeza con la ducha. Subí y bajé la temperatura varias veces para que tuviera todas las sensaciones posibles. Le hice un masaje craneal. Me pareció que quedaba exhausta.

Después de secarle con una toalla, le dije: volvemos al sillón.

Le unté con mi mejor aftershave y le mostré la nuca afeitada.

-Quedaste muy guapa, Sofía- la piropee.

Me fui al mostrador. Ella se levantó. Se puso el abrigo aristocráticamente y se acercó para pagarme.
-Estas invitada- le dije -es un placer afeitarle la cabeza a una mujer.
-Gracias.
Me tendió una tarjeta y me dijó:
-Mi novio hace videos de mujeres a las que les corta el pelo. Le gustaría hacerlos en tu barbería. Piénsate si te interesa y le pegas un toque. ¿Vale?