El primer corte (Fran)

Siempre había odiado ir a la peluquería. Desde pequeña, mi madre me dejó crecer una larga melena castaña y extremadamente lisa que lucía con orgullo en el colegio. Un par de veces al año la acompañaba a su peluquera para que me retocara las puntas, y a lo más que había llegado fue a dejarme un flequillo recto sobre los ojos un año que se puso de moda. Y siempre donde Carmen, la peluquera que tenía su coqueto salón a escasos metros de mi casa, una señora que lucía con orgullo su media melena entrada en canas, a la que jamás ví darse un tinte para disimularlas. Desde que cumplí los 16 años mi madre ya no me acompañaba, era yo la que decidía cuándo tocaba un repaso a mi melena, y jamás me salía de lo establecido: un par de centímetros por detrás para sanear el cabello y punto.
Un sábado por la mañana, ya con 19 años, ví que ya era hora de un retoque, así que pedí dinero a mi madre y fui donde Carmen como había hecho siempre, pero al llegar a la peluquería me encontré con un cartel que decía «Cerrado por enfermedad». Quedaba una semana para vacaciones, y tenía planeado irme 15 días con unos amigos de acampada, y nada más volver me iba con mis padres otros 15 días a la playa, y sabía que mi maltrecho pelo no iba a aguantar tanto tiempo, por lo que decidí dar una vuelta en busca de otra peluquería que me sacara del apuro.
Me crucé con un par de salones, pero estaban repletos de gente, y no hay cosa que más odie que esperar en una peluquería leyendo revistas del corazón, así que seguí buscando. Me fui alejando de mi barrio, y todas las peluquerías que me encontraba eran de las de esperar un par de horas. De repente, al volver una esquina, vi una de caballeros completamente vacía, con un señor dentro entrado en años vistiendo un batín blanco sentado en un viejo sofá leyendo el periódico. Pensé en la suerte que tienen los tíos en este tipo de cosas. Sus cortes de pelo rara vez duran más de quince minutos, y la gran mayoría sólo acude cuando ya nota que su pelo no se puede manejar. Pasé de largo, y al poco rato vi otra peluquería, en este caso unisex, pero también repleta de gente en las sillas esperando su turno. De pronto me paré a pensar….un lavado de cabeza y un corte de puntas seguro que es capaz de hacérmelo aquel señor aburrido en su sofá. Además, se estaba haciendo tarde,era casi la hora de cerrar, así que, tomé aire, volví sobre mis pasos, y tras pensármelo un par de veces, decidí entrar a la vieja peluquería masculina.
El típico sonido de campanillas de la puerta hizo que el peluquero se levantara como un resorte. Yo notaba como los colores se subían a mis mejillas, pero ya estaba dentro…

– Hola….quería lavarme la cabeza y recortarme un poco las puntas…usted me lo puede hacer?

El tipo dejó el periódico sobre la mesita que estaba situada delante del viejo sofá, y sin pronunciar palabra alguna, me invitó a sentarme en el único sillón de eskai que presidía su local. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y tuve ganas de salir corriendo, pero me sentí paralizada y hasta cierto punto sumisa. El tipo reguló la altura del mismo hasta que se vió cómodo, y todavía sin mediar palabra, me colocó una tira de papel alrededor del cuello y posteriormente una vieja capa de color morado que me cubrió por completo. En ese momento miró su reloj, y viendo que iba a ser su último cliente, dió la vuelta al cartel de la puerta, cerró con llave y bajó la persiana del pequeño ventanal que se mostraba a la calle. De pronto me vi atrapada en manos de aquel tipo, entrado en canas y de pelo desaliñado. Por fin dijo sus primeras palabras…

– Con el calor que hace, no se cómo los jóvenes de hoy en día estáis a gusto con semejantes melenas. No entiendo que un chico como tú luzca estos pelos, la verdad…

¿¿¿Chico??? Me quedé petrificada!!! Vale que no soy ninguna belleza, pero de ahí a confundirme con un chico va un mundo! Me fijé instintivamente en el espejo, y desde luego mis pechos son pequeños…repasé mentalmente la ropa que llevaba, que la enorme capa me impedía ver, y llevaba unos vaqueros ceñidos y una camisa de mi padre que mi madre había reconvertido en una blusa, pero que me quedaba muy holgada, y todo eso rematado con unas zapatillas de deporte….nunca me arreglo los sábados por la mañana! Además, iba sin maquillar…para qué? Quise reaccionar, decirle que era una chica, pero fue empezar a balbucear cuando me interrumpió….

– Mira, te voy a hacer un favor, a tí y a tus padres, que seguro que ellos me lo agradecerán. Y ya verás qué bien te ves con un pelo decente.

Yo quería echar a correr y salir disparada de aquel sitio, pero me quedé paralizada. Quise abrir la boca y decirle que estaba en un error, que yo era una chica, pero los nervios me bloquearon. Cuando quise darme cuenta, el tipo ya estaba cogiendo un peine y una tijera del pequeño mostrador junto al espejo. Traté de decirle algo, pero las palabras no salían de mi boca. Para cuando asimilé todo aquello, de tres trasquilones se había llevado media melena. El tipo fue cortando sin pudor sin que yo fuera capaz de emitir sonido alguno. Sin medida alguna, fue cortando primero por detrás y luego por los lados, mientras yo cada vez estaba más paralizada, no podía creer lo que me estaba sucediendo!

Llegó un momento de resignación, mi cerebro era incapaz de transmitirle a mis cuerdas vocales palabra alguna, y entonces ocurrió algo que me dejó aún más atontada: giró el sillón y me puso de espaldas al espejo. No podía ver nada de lo que me estaba haciendo!!! Veía caer mechones de pelo sobre mis hombros, a la vez que las lágrimas caían sobre mis mejillas. Su reacción al verme me dejó helada…

– No lloriquées, ya verás lo guapo que vas a quedar, no va a haber chica que se te resista!

De pronto dejó el peine y las tijeras en el mostrador, y le vi cómo cogía una maquinilla eléctrica, a la cual, tras limpiarla con una pequeña brocha, añadió un peine de esos para delimitar el corte. La resignación se había apoderado de mí. El peine que puso era tan corto que apenas se notaba en la máquina, y comenzó a pasármelo por el cuello. Por vez primera en toda la mañana tuve una sensación agradable, y es que, resignada a mi suerte, traté de disfrutar un mínimo de aquella chapuza. La máquina recorrió desde el cuello hasta la coronilla, para después afrontar los laterales. Mis pequeñas orejitas salían a la luz, aquellas que apenas mostraba en alguna ocasión que me recogía mi melena con una coleta. Terminado el trabajo en los lados, giró bruscamente el sillón y me puso de cara al espejo. ¡No me lo podía creer! De mi querida melena apenas quedaban unos mechones frontales que rápidamente quedaron casi reducidos a la nada con las tijeras. Apuró tanto que mi flequillo casi nacía y moría en el mismo sitio. Al verme en el espejo ya con casi todo el pelo rapado, intenté asimilar aquel cambio, mientras el tipo no paraba de cortar y cortar…..

En contra de lo que había pensado durante toda aquella tortura, no me veía mal! El barbero siguió apurando mechones, cada vez más cortos, hasta dejarme un cabello completamente imposible de peinar. Por primera vez en toda la mañana, mi gesto cambió. El pelo corto-cortísimo acentuaba mis facciones, dejaba ver mis pequeñas orejitas que no eran tan feas como las había imaginado, y el mini flequillo que me dejó amplió mi frente, lo cual daba más personalidad a mi cara. De tener ganas de coger unas tijeras y clavárselas pasé de pronto a tener ganas de abrazarlo. Ya no tenía resquicio alguno de mi melena, y el pelo más largo sobre mi cabeza apenas medía un centímetro, pero contrariamente a lo que me imaginaba, me ví guapa.

Pagué y me fui a casa, y antes de que me vieran mis padres me metí en el cuarto de baño a maquillarme un poco. Cuando entré en el salón, a mi padre a poco le da algo, pero mi madre se levantó emoconada y me dió un gran beso en la mejilla. Estás preciosa! – me dijo-. Desde ese momento, cada mes acudí puntual a mi cita con el peluquero, que se jubiló poco tiempo después. No me costó mucho tiempo encontrar otra peluquería de caballeros de parecidas características….

mdj
Author: mdj

4 comentarios

    Gran historia, si señor ^^

    bonita, historia, espero que mandes mas.

    Buena historia pero creo que le faltó algún argumento más sustentado para quedar paralizada al momento del corte.

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