La cizaña (skrg)

Tamara salió de Noe’s Barbershop excitada como si hubiera hecho algo malo y su coco pelado fuera la prueba visible para todos los demás. De camino a su casa no dejó de tocarse con la mano la parte afeitada. ¡Qué suavidad! ¡Es increíble!, pensaba.

Abrió la puerta de su casa y se encontró que su marido y su hija la estaban esperando. Al principio no notaron nada pero en cuanto se giró su hija dijo – Anda, mamá. ¡Qué guay!

Temía sobre todo la reacción de su marido. ¿Le detectaría la infidelidad por haberse hecho un corte de pelo que era imposible que se le hubiera ocurrido a ella?

Su marido se acercó despacio hacia ella y le dijo suavemente – pareces otra.
Ella enrojeció de culpabilidad aunque su marido creyó que gracias al corte de pelo recuperaban un espacio de intimidad común.
Le dio un beso en el coco.
-Que suave- se sorprendió.
Y siguió lamiendo y lamiendo hasta que acabaron en el lecho conyugal.

Al día siguiente, Tamara se sintió sin fuerzas para enfrentarse a sus compañeras de trabajo con su corte de pelo tan ridículo pero quiso mandarme una foto (a la cabrona de Pilar, pensó) para evitar que fastidiara su matrimonio.

Un día después, cuando reunió fuerzas para volver al trabajo, ya lo sabían todas. Yo ya me había encargado de difundir su foto así que no tuvo que dar demasiadas explicaciones. Se limitó a sonreír y acariciar su coco pelado cada vez que una venía a hacerle un chascarrillo.

Me odiaba. Pero al cabo de un par de días aceptó a escucharme.
-Yo empecé a sentirme mejor cuando obligué a otra a afeitarse la cabeza igual que me habían obligado a mi- le dije.
-Pensaba que lo habías hecho para salir de tu zona de confort – dijo Tamara.
-Si. Así es. Sólo que yo no sabía que me iban a afeitar la cabeza y las cejas.
-¿También llevas las cejas afeitadas? – se extrañó Tamara – no se te nota nada.
-¿A quién es la que más odias de esta oficina? – comencé – después de mi, claro.
-Ahora me da mucha envidia la melena de Argentinita y el afro de Letizia pero odiar, odiar siempre he odiado la suficiencia feminista desde la que me trata Mencía- confesó Tamara.
-Pues estás de suerte, tengo un secreto de cada una de ellas.
-Dime, dime- me urgió.
-No tan rápido – le dije – primero me tienes que demostrar que tu compromiso es firme.
-¿Qué quieres decir?
-Tienes que afeitarte el coco por lo menos una vez a la semana.
-Ya contaba con ello- asintió Tamara- seguro que mi hija puede hacérmelo. Además, a mi marido le ha encantado, y si no lo mantengo bien afeitado el corte es una mierda.
-Buena chica- le dije mientras le daba una palmada en el hombro.

Unos días después Tamara empezó el acoso a Mencía. Se le daba muy bien pues llevaba haciendo bullying desde el colegio.

-Mencía – dijo Tamara melosamente – ¿al final te presentas a las elecciones municipales?
-Si- contestó ingenua la socialista.
-Es lo que siempre deseaste, ¿verdad? – continuó Tamara.
-Si, me gustaría ser concejal como mi madre y mi abuelo – le respondió con la mosca detrás de la oreja.

A los pocos días, siguió Tamara con el tema -Mencía, y ¿Cómo conseguiste el puesto en la lista? Debe de haber muchos pretendientes.
-Soy muy trabajadora y soy uno de los principales apoyos de la candidata.
-Así. ¿Te gusta la candidata?
-Mucho. Es la mejor que podemos tener para al Ayuntamiento.
-Ah. Ya veo- concluyó Tamara.
Mencía cada vez estaba más inquieta, sabedora de que la arpía nunca daba puntada sin hilo.

-Hola Mencia- insistió al cabo de unos días Tamara- me han dicho que en las primarias apoyaste a José Antonio.
-¡Eso es falso! – contestó rotunda – es un infundio que corre por la casa del pueblo.
-Y si te dijera que he visto pruebas.
-¿Qué pruebas?
-Ay, Mencía. Pues ya sabes, pruebas. – le soltó Tamara mientras se iba.

Mencía empezaba a cabrearse con la malvada del peinado ridículo.

Al día siguiente le llegó al email corporativo un vídeo donde se la veía y escuchaba discutiendo con José Antonio y otros compañeros la estrategia para las primarias. Hablaban muy mal de la candidata a la Alcaldía. Mencía la llamaba friqui. El email estaba firmado por SkinTamara.

Se levantó a hablar con ella.
-¿De dónde lo has sacado, Tamara?
-Sería una bomba verdad. Que se conociera, digo.
-¿Qué quieres, Tamara?
-Oh, Mencía, yo no quiero nada. En realidad, solo me interesa la verdad.
-¿Qué quieres? – le preguntó apretando los dientes.
-Y tú, ¿qué ofreces?
-Lo que quieras, Tamara. ¿Quieres dinero?
-No, tengo suficiente.
-¿Quieres un puesto en el Ayuntamiento?
Tamara lanzó una sonora carcajada – Ay, querida. Que ingenua. Eso no depende de ti. Antes tendríais que ganar las elecciones. Además, estoy bien aquí.
-¿Qué quieres, entonces?
-Quiero, quiero- empezó a decir poniendo cara de niña caprichosa – quiero tu pelo.
-¿Mi pelo? ¿Quieres que me lo corte como tu?
-Como yo no. No te quedaría bien con tu pelirrojo indefinible de bote. Quiero que te lo cortes peor.
-¿Peor aún?. Ahora soy yo la que me río.
-Recuerda, Mencía, que el que rie el último rie mejor.

Al día siguiente, la candidata llamó a Mencía.
-Me ha llegado un anónimo.
La socialista se temió lo peor.
-Pone que hay miembros en mi equipo que no están convencidos de mi capacidad.
-Claro – dijo Mencía – como te empeñaste en integrar a los de la candidatura de Chuso.
-Ya- respondió fríamente la candidata- Mencía, ¿estas segura de que cuento con tu lealtad?
-Por supuesto, Juana.

Al llegar a la oficina fue directamente a hablar con Tamara.
-¿Qué quieres, entonces?- le preguntó Mencía cabreada.
-Quiero que vayas a Icon.
-¿Cómo sabes que yo voy a Icon?
-Porque sales mucho en su Facebook. Bueno, sigo. Quiero que vayas a Icon y le digas a Marian que te haga el corte de pelo feminista por excelencia.
-¿Es que hay un corte feminista? – se burló Mencía.
-En realidad hay dos. Pero no querrás ir igual que Pilar ¿verdad? El tuyo es una reinterpretación del corte de Juana de Arco. Se trata de cortar el pelo en la parte de arriba al ras de la frente y seguir por los laterales hasta la coronilla. Como si fuera un mini, mini, minibowlcut y el resto…
-Afeitado, como vosotras dos- concluyó Mencia.
-Claro- convino Tamara.
-Estás loca. Marian se negará a hacerme eso.
-Tu verás. Yo ya he enviado el email a la candidata. Tengo 48 horas para borrarlo. Pasado ese plazo tu carrera política habrá acabado.
-Cabrona- se despidió Mencía.

Mencia lo discutió con su marido.
-Mencía, ésta es la oportunidad de tu vida. No vas a arruinarla por no querer cortarte el pelo.
-Pero es que voy a estar fea. Y ridícula. Fea y ridícula me quiere ver esa zorra.
-Tu eres muy guapa y ser feminista es una militancia. Yo te querré igual.
-A ver si es verdad – suspiró Mencía.

Mencía es una chica guapa pero no es una tía buena. Es demasiado baja, tiene un tono de voz un poco estridente y una forma corporal demasiado alejada del canon, aunque no está gorda. Lleva una media melena larga sin ningún atractivo especial. Es difícil describir su color de pelo. No es morena, no es rubia, no es pelirroja, no es castaña pero es todo a la vez. Probablemente en el colegio la llamaron pumuki.

Cuando llegó a la peluquería Mencía le anunció a Marián que venía a cortar.
-¡Ay, qué bien! – aplaudió la peluquera – con las ganas que tengo yo de cortarte el pelo.
En Icon a Mencía la tratan como una clienta con mayúsculas. Ya su madre venía a peinarse aquí y cuando Mencía va a una boda la foto del recogido siempre la publican en el Facebook de la peluquería.
Marián le quitó el abrigo a Mencía, le puso la bata, la acercó al tocador y le ofreció un café.
-Bueno Mencía, ¿y cómo quieres cortartelo? ¿O me vas a dejar vía libre? – se excitó Marián.
-No, no te voy a dejarte vía libre. Hoy quiero hacerme un corte feminista.
-Huy, que mal me suena eso.
María, la otra peluquera, empezó a poner la oreja.
-Me tienes que cortar al ras por donde nace el pelo en la frente y luego seguir cortando todo alrededor hasta la coronilla. Es como un minibowlcut. Mirad- les dijo y les enseñó una foto.
corte feminista
-Pero cómo te voy a hacer ese corte Mencía. Es un horror -protestó Marián.
-Es muy importante para mi carrera política – dijo muy seria Mencía.
-Si vas así no te va a votar nadie- se rió la peluquera.
-Además, quiero que los lados y por detrás me lo afeites- insistió la socialista.
-Mira Mencia- empezó Marián -yo no te lo puedo cortar como dices. Creo que te estás equivocando. No creo que estar fea sea un corte feminista. Conozco a tu madre desde más de 30 años. Estoy segura de que me retirará la palabra si te lo corto así.
-Si no me lo corto así, ya puedo dar por acabada mi carrera política – imploró Mencía.
-Yo estoy dispuesta a hacerte un corte de pelo normal. Para hacerte ese tendrás que ir a otro sitio- dijo firme la peluquera.
-Por favor- suplicó Mencía mientras se le humedecían los ojos.

Entonces intervino María, la otra peluquera.
-Si quieres te lo corto yo. No tengo tantos remilgos como la jefa.
-Si estás dispuesta – dijo Marián apartándose.
-A ver, vuelve a enseñarme esa foto- le dijo María a Mencía-ah, ya veo. Y ¿lo quieres afeitado? ¿No rapado al 0, sino afeitado?
-Si, afeitado- dijo Mencía firme.
María se dirigió a Marián – ¿Todavía tenemos cuchillas de afeitar, verdad ?
-Claro- le contestó su jefa.
-Pues entonces, no hay problema – contestó María.

María es bastante más joven y moderna que su jefa. Lleva el pelo rojo y hasta hace poco llevaba un lado rapado.

Primero peinó la melena de Mencía con primor. Desplazando los pelos de un lado a otro y hacia delante para que el cabello tuviera la misma caída que en la foto.
Luego cogió las tijeras y le cortó el pelo al ras de la frente. Mencía pudo volver a ver. Siguió alrededor de la cabeza haciendo un primer corte que sirviera para delimitar el minibowlcut.

Volvió a peinar de nuevo para asegurarse que todos los cabellos estaban en su sitio y realizó pequeños cortes para que la parte de arriba quedara bien ajustada.

Mencía se miraba al espejo. Tenía el pelo corto arriba, una raya blanca alrededor de ese corte y luego todavía colgaba su antigua melena. Sintió pena.

María cogió la maquinilla y le quitó el peine.
-¿Te la han pasado alguna vez? – le preguntó a Mencía.
-No, nunca.
-Ya verás lo que mola- le animó la peluquera.

Empezó a raparle al 0 por la patilla izquierda y rápidamente llegó hasta donde le quedaría el pelo largo, bueno corto. Mencía se vió un surco blanco y se asustó. Por primera vez dudó si podría soportar un corte como ese. Vió, además, como María le levantaba el poco pelo que le quedaba y todavia metía la maquinilla un par de dedos por debajo.
-Es para que asiente mejor- le tranquilizó la peluquera – así queda igualado con el de delante que vuela un poco sobre la frente.

Cuando hubo terminado de raparla al 0, la peluquera le recogió el pelo de arriba con pinzas de modo que lo rapado por debajo quedara al descubierto.

Le llenó todo de espuma. Mencía volvió a asustarse. Y comenzó a afeitarla con una Gillette. De vez en cuando, la peluquera tenía que limpiar la cuchilla en el grifo para poder seguir afeitando.

Poco a poco fue desapareciendo la espuma de la cabeza de Mencía. Y el pelo, claro. Cuando terminó, María le soltó las pinzas que castraban su cabello y este cayó peinado en el sitio donde la peluquera había previsto.

-Tocate. Ya veras- la animó la peluquera – ¿a qué mola?
-Si la verdad es que si. ¡Pero qué rara estoy!
-Bueno, no te preocupes. Ya te acostumbrarás.

Mencía no se iba muy convencida pero aún menos cuando Marián le recordó a modo de despedida – por favor Mencía, que no se entere tu madre de que hemos sido nosotras.

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Author: mdj

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