Tres viejas amigas (Carhe)

Domingo por la tarde, 3 amigas reunidas a tomar el té en una confitería de Belgrano, un bello barrio de la ciudad de Buenos Aires. Charlan sobre sus frustraciones de mujeres que la vida las encuentra solas a los pasados 50 años.

Elvira con sus 55 años ha sido una solterona con muy pocos amores y quizás en la que más se percibe el paso del tiempo, excedida en peso y retacona supo en sus años de juventud ser una buena tenista, lo que se percibía aún en sus fuertes piernas y brazos. Su tez blanca y cabellos negros que usaba dentro del típico corte de mujer grande, muy corto en la nuca y los laterales y un poco menos corto en la parte superior.
Laura con sus 57 años había quedado viuda hace 10 años, su condición de madre y abuela le llenaba algunos espacios de soledad, pero no dejaba de fantasear con alguna relación, sobre todo ahora que sus hijas estaban todas casadas. Lo fuerte suyo era la costura y el tejido con lo que en los últimos años había podido mantener su familia. El fiel reflejo eran sus manos con dedos gruesos de puntas redondeadas con los cayos típicos del uso de las herramientas. De caderas anchas y piernas rollizas, rubia con el cabello ondulado que había logrado dominar sobre la base de un corte semicorto de no más de 3 centímetros de largo.
Paula era el caso opuesto en el grupo, 56 años, separada hace 6 años cuando descubrió a su exmarido en una infidelidad. Había dedicado su vida a la relación con su marido, la danza y el cuidado personal. Su cuerpo era flaco y sus piernas conservaban todavía el encanto del tonismo del baile. Sus manos y pies de dedos largos siempre muy cuidados, sobresaliendo las uñas largas siempre arregladas y pintadas. Pero sin lugar a dudas el mayor contraste con sus amigas era el cabello cobrizo, larguísimo y pesado por lo grueso. Ella siempre se jactaba de que podría ir desnuda cubierta por su cabellera como si fuera un vestido hasta las rodillas, pero a decir verdad hacia muchos años que solo usaba el cabello suelto cuando estaba en su casa, y que cuando salía se hacia un rodete con o sin trenzar en la parte superior de la cabeza.
Seductora por naturaleza era sin duda la que mejor sabía mostrarse, pero a pesar de ello solía terminar los domingos sola con sus fantasías y desilusiones igual que sus amigas.
Paula vivía en una casa de estilo, con un jardín y pileta donde solía templar el caluroso y húmedo verano porteño.

Un viernes del último verano estaba Paula desayunando cuando sonó el timbre de llamada de la casa, no le asombro ya que sabía quien debía ser, el viejo piletero que 3 veces por semana venia a hacer el mantenimiento de la piscina. Pero para su asombro hoy el que cargaba los utensilios de limpieza era un joven de unos veintitantos años, morocho, de aspecto rustico, musculoso, curtido por el sol y con una barba de varios días.
En un principio se sorprendió pero luego recordó que el viejo piletero le había advertido la semana anterior que su hijo vendría a remplazarlo.
Paula pensó que el cambio no estaba nada mal, lo hizo pasar, la presencia de un hombre y más aun si era joven la hacia sentirse distinta, sus movimientos se hacia más femeninos y delicados.
El joven desplegó su equipo y comenzó su tarea en la pileta, ella lo miraba desde dentro de la casa por la puerta-ventana que separaba al jardín. Paula pensó en la situación tanto que fantaseaba e histeriqueaba con sus amigas con tener un hombre y bueno allí el destino ella y ese muchacho solos en la casa.
Al principio lo sintió como una historia más de las muchas que otras veces se había hecho con alguien que le atrajera. Pero esta vez pensó que quizás era su oportunidad aunque sea para un acercamiento, para probarse a sí misma, intentar seducir para ver que pasaba. Pensó total que perdía, nadie se podía enterar, hasta lo podía tomar como un juego.
Paula se puso un vestido liviano con una pollera larga tipo gitana, unas sandalias de tiras finas de cuero para lucir sus cuidados pies, y se soltó la larga cabellera que cepillo prolijamente para que quedara enmarcando el rostro y cayendo contorneando la figura hasta las rodillas.
Pensó todavía conservaba su encanto a pesar de alguna canas que le daban un toque multicolor. Preparó una bandeja con bebida fresca y se dirigió al jardín a ofrecer al joven el refresco.
El muchacho estaba transpirado y concentrado en su tarea por lo que ella se acerco y lo sorprendió.
Paula.- Gustas un poco de bebida, hace mucho calor y es bueno hidratarse.
El muchacho la miró y quedó perplejo y medio tartamudeando acepto la bebida.
Ella volvió a reiterar el calor que hacia mientras acomodaba su larga cabellera balanceándola de un lado a otro, con movimientos que dominaba a la perfección y con los que había provocado toda su vida. Era como una capa que iba y venia y en este caso el toro era el muchacho.
El muchacho.- Nunca había visto un cabello tan largo.
Paula.- Me imagino las jovencitas lo usan en general mas corto (sonriendo), somos pocas las súper pelilargas.
Siguieron tomando refresco y charlando hasta el anochecer, ella le contó de su larga vida y larga cabellera, él escucho y preguntaba fascinado como si hubiera descubierto algo totalmente extraño y mágico
El muchacho.- Me imagino que debe llevarte mucho trabajo el cuidado del pelo.
Ella.- Mucho, pero lo hago con gusto, aunque a veces me viene bien alguien que me ayude.
El.- Algún servicio de mantenimiento (dijo socarronamente).
Ella.- (riendo) Puede ser, no me digas que brindas ese servicio también. No tienes pinta de peluquero.
El.- A veces las apariencias engañan.
Ella.- Bueno podríamos probar (bamboleando el cabello).
El.- Me encantaría
Ella.- Voy a buscar mis cepillos, los de la pileta son muy duros (riendo)
El.- Yo voy a lavarme las manos y prepararme para el servicio.
Paula volvió con varios de sus cepillos se sacó las sandalias y se paro sobre una silla dándole la espalda al muchacho, acomodo su largo pelo sobre la espalda.
Ella.- Todo tuyo
El muchacho comenzó a cepillar el cabello desde arriba hacia abajo, parecía interminable y a pesar de lo abundante le permitía contornear el delicado cuerpo. Paula se entrego a la ceremonia con los ojos cerrado y pronto desapareció bajo las espesas matas de su cabello. La escena se mantuvo hasta que el joven aparto el cabello que cubría la boca de Paula apoyo sus labios y la beso, ella sintió que se derretía y aporto pasión al beso. El muchacho soltó los breteles del vestido y este cayo a los pies de Paula y continuo con el cepillado pero ahora sobre el cuerpo desnudo. Ella abrió los ojos y pudo ver que él también estaba desnudo, acaricio su cuerpo con sus manos teniendo cuidado de no lastimarlo con sus largas uñas, cuando llego al pené, noto que estaba erecto.
Ella.- Mi pelo provoco esto.
El.- Eso y mucho más (rió el muchacho)
La cargo sobre sus hombros tomándola de la cadera y la llevo para la habitación
El.- Vamos para la caverna (riendo)
Ella.- Soy toda tuya.
Luego fue todo placer, calentura y sexo, a la mañana siguiente se bañaron en la pileta desnudos e hicieron sexo al sol, luego almorzaron, por la tarde el la baño en la bañera con lavado y secado de cabellera incluido, a la noche del sábado cenaron en el jardín con un buen vino, luego sexo a la luz de la luna y brisa nocturna. Domingo a la mañana desayuno y sexo en la pileta, se bañaron mutuamente con una manguera en el patio, encargaron comida y cerveza para el almuerzo. Por la tarde del Domingo el muchacho le pidió a Paula sexo anal para despedirse, ella estaba exhausta pero no iba a aflojar y se entrego con furia. Con música y cerveza acompañaron esta última sesión de sexo.

Mientras tanto Elvira y Laura a esa misma hora estaban preocupadas porque Paula no había asistido a la reunión de los Domingos, la llamaron por teléfono pero siempre daba ocupado (Paula lo había desconectado para que nada la o los molestara), así que decidieron ir hasta su casa a ver que pasaba. Llegaron a la puerta tocaron el timbre de llamada pero nadie acudió a abrir. (Paula estaba en ese momento en un éxtasis de placer y fuerte música lo que le hacia imposible escuchar nada). Las dos amigas tenían llave de la casa, dado que todas por una cuestión de seguridad tenían llave un de otras. Así que preocupadas decidieron entrar a ver que pasaba con su amiga. Entraron con cautela y un poco de temor, escuchaban música y gritos y aullidos. Avanzaron con cuidado hacia el living de la casa y quedaron petrificadas con lo que vieron, su amiga entregada en una orgía con un joven fuerte y musculoso que la sujetaba de la larga cabellera y la penetraba por el culo. Se quedaron unos minutos viendo lo que no podían creer y luego se fueron sin ser vistas. Se detuvieron en un bar de la esquina tratando de salir del shock en el que estaban.

Paula había quedado planchada, agotada y dormida en un profundo sueño de sexo y cerveza, el muchacho la acomodó en mullido sillón del living, tomo sus herramientas y se fue dando fin a ese fin de semana de aventura y placer.
Elvira y Laura lo vieron retirarse de la casa desde el bar y decidieron volver a la casa de Paula, entraron y allí estaba su amiga en el más profundo de los sueños, placida y satisfecha, desnuda, acostada boca abajo, cubierta por su abundante y larga cabellera.
Elvira y Laura se quedaron paradas mirando en silencio ese cuadro que era su amiga acostada, relajada y despatarrada. La envidia y el rencor fluyo de ellas, Elvira tomo la iniciativa se acerco a Paula tomo la abundante cabellera y armo una cola de cabello que sostuvo entre sus manos y dijo.
Elvira.- Me parece que esta viejita necesita un buen corte de pelo.
Laura.- Estoy de acuerdo y es más creo que sus uñas también necesitan un corte
Elvira.- Busquemos unas tijeras y alicates en su habitación antes de que despierte.
Laura.- No creo que despierte esta planchada la zorra.
Elvira se fue a la habitación y volvió con unas tijeras y un alicate, miro a Laura y le dijo.
Elvira.- El pelo es mío
Laura.- Bueno, pero quiero que la dejes rapada, que le saques todo ese pelo.
Elvira.- Seguro como vos digas (riendo)
Elvira tomo las tijeras y comenzó a cortar por mechones la parte superior de la cabeza, preocupándose que el corte fuera desde la raíz. Sentía placer y excitación de poder despojar a Paula de ese atributo que tanto seducía. Con precisión de cirujano fue cortando toda la cabellera de Paula que de a poco se iba acumulando en el piso.
Laura miraba la escena tratando de no perderse nada del ritual de despojo que Elvira realizaba.
Al cabo de 10 minutos Elvira termino la tarea y la vieja leona había perdido su melena y se parecía a una oveja esquilada. Luego fue el turno de Laura con las garras de la exleona, primero comenzó con los dedos de los pies que fue acicalando sin ninguna clemencia, luego seguirían las manos cuyas uñas corto dejando los dedos mochos. Apurada pero disfrutando de lo que hacia.
Ambas revisaron la tarea de la otra, Elvira reviso los pies y manos de Paula y se sonrió de ver que ya no estaban las uñas largas. Laura reviso pasando la mano por la cabeza rapada, sintió que había cumplido algún deseo escondido por años.
Elvira.- (riendo) Como me gustaría estar en el momento que despierte pero va a ser mejor que nos vayamos.
Limpiaron y guardaron la tijera y el alicate, salieron de la casa silenciosamente, mientras su amiga seguía en el más feliz de los sueños. Todavía.

Paula nunca pudo entender porqué el muchacho le había hecho eso, lo odió para siempre, lo insulto cuando él la llamo por mas que el muchacho juraba no entender nada.
Paula se tuvo que masticar la rabia, pasó varios días llorando y encerrada, solo tuvo el consuelo de sus amigas, que la acompañaron inclusive en la terrible tarea de emparejarle el cabello tusado al ras, para lo cual Laura se ofreció a conseguir una maquinita de cortar cabello, que luego ella misma le paso lenta y suavemente por la cabeza de Paula, que lloraba desconsoladamente, mientras su cabeza quedaba parejita al cero.

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Author: mdj

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