Cita con el destino II (Braveheart)

María, desde que pasó lo del corte desafortunado, no había vuelto a cortárselo más, tan solo para emparejárselo al principio y para contarse las puntas un par de veces al año, por lo que lucía una melena por mitad de la espalda, mas larga incluso que cuando se lo intento cortar corto. Pero si ese verano fue caluroso, este era aun peor.

María había decidido cortárselo de nuevo, aunque la principal razón no fue solo el calor, sino la comodidad, ya que la semana que viene empezaría a trabajar de monitora en un campamento y por tanto tendría que estar lavándose todos los días el pelo.

Pero como la otra vez, fui yo el que la convenció para que se lo cortara corto, ya que ella quería cortarse una melena corta pero que lo suficientemente larga para que pudiera pillarla con una cola. Tras mucho insistir y exponerle las ventajas que tendría, pues sería más cómodo aún y le quedaría genial, conseguí convencerla, eso si, esta vez buscaríamos una imagen por Internet del corte para evitar otro malentendido.

Mientras que paseábamos de camino a casa María lo decidió: se cortaría esta misma tarde el pelo, así que pensamos en buscar unas cuantas fotos cuando llegásemos a casa y elegir una para llevársela a Cristina, lo cual al final no fue necesario puesto que de repente María se quedo mirando hacia la tienda de golosinas que había cerca de nuestra casa y dijo:
– Ya no va a hacer falta la fotografía, porque acabo de ver el corte de pelo que quiero.
– Es mejor que busquemos una foto igual que ese corte de pelo, vaya a pasar como la última vez – le aconseje mientras observaba una chica joven que lucía un corte de pelo idéntico al que María quería la última vez. Llevaba los laterales cortitos y la parte de arriba un poco más larga y peinada con la raya al lado, lo que hacia que al peinarse le quedase un flequillo no muy largo ni excesivamente corto.

– No, tranquilo, no pasará lo de la otra vez, porque aunque esté muy nerviosa, cosa que dudo porque Cristina me inspira más confianza, bastará que le diga que me lo corte como esa chica, ya que también es clienta suya.

Así que aún más optimistas que antes volvimos a casa, y antes de comer le di a María un anticipo de lo que le esperaría cuando tuviera todo su cuello al descubierto, ya que una de las cosas que más me excitaba era probar la miel de sus labios mientras acariciaba el pelo por su nuca, sobre todo cuando lo tenía corto, y nada más de pensarlo me excite aún más.

Después de una sesión de de sexo desenfrenado y pasional, nos dimos una ducha y nos pusimos a comer antes de dirigimos a la peluquería de Cristina.

Cristina era una chica joven que acababa de terminar sus estudios de peluquería y había puesto su propio negocio, por lo que sus precios eran bastante competitivos y asequibles, costando un simple corte de pelo, de cualquier largo, solo 8 euros, lo cual fue una de las razones por las que decidimos ir allí, junto con la buena fama que había adquirido gracias a su versatilidad a la hora de cortar y peinar.

Generalmente María iba a la peluquería de una amiga de su madre, la cual como tenía cosa con ellas pues le alisaba el pelo y solo le cobraba el corte, pero que se había quedado anquilosada en peinados y cortes clásicos puesto que llevaba mucho tiempo con el negocio y la mayoría de clientela era mayor. Y después de cómo le dejo el pelo cuando intento cortárselo más de lo habitual, optó mejor por ir a la peluquería de Cristina, a la cual conocía ya desde el instituto.

Cuando llegamos, Cristina nos recibió con una bonita sonrisa, la cual nos agradó tanto o más que el sentir el frescor que irradiaba al ambiente el potente aparato de aire acondicionado, que complementaba al agradable olor a ambientador que Cristina tenía en su peluquería.

– ¡María!- exclamó alegremente – tu por aquí, ya iba siendo hora de que me hicieras un visita.

– La verdad es que sí, llevaba tiempo sin venir a que me cortaras el pelo, pero ya sabes que no es por mí, sino por mi madre y por no quedar mal con su amiga – contestó sinceramente María.

– No te preocupes, – continuó con tono conciliador – si ya se como es tu madre, además aunque no vengas a cortarte el pelo si sueles hacerme alguna visita que otra, que es más importante.

– Ya lo se, aunque hoy te voy a dar una sorpresa, voy a dejar que me cortes el pelo como no lo has hecho nunca. Me lo voy a cortar muy corto – le confesó felizmente.

– ¿De verdad? – preguntó atónita – Estás segura, nunca lo has llevado corto y la única vez que lo intentaste no saliste muy satisfecha…

– Tú tranquila, la última vez fue culpa de la peluquera que me entendió mal y de mí al explicarle como lo quería. Y esta vez tengo las ideas muy claras y me será fácil explicártelo, pues quiero el mismo corte que una clienta habitual tuya.

– ¡Ah!, entonces no hay problema. Pero poneos cómodos, dejad las cosas en el perchero y pasa por aquí que te lave el pelo. Tu siéntate allí en frente y disfruta viendo como se corta el pelo tu chica – me dijo mientras me guiñaba el ojo y me regalaba una bonita sonrisa, pues ella sabia que me gustaba acompañar a María y ver como le cortaban el pelo, y esta vez sería más excitante que un simple corte de puntas.

Se acomodó en el asiento para que le lavara el pelo, mientras Cristina le colocó una toalla en los hombros para evitar que se mojara y comenzó a lavarle el pelo, dándole un suave masaje que hizo que María se relajara de tal forma que creo que estuvo a punto de quedarse dormida.

Pasaron a un asiento con espejo para comenzar con el corte y mientras Cristina comenzó a interrogar a María sobre su nuevo corte:

– Bien María, ¿cómo es el corte con el que me vas a dar la satisfacción de cortar esa melenaza tuya? – le preguntó con una amplia sonrisa en los labios.

– Pues, bien – contesto María – ¿sabes la chica que trabaja en la tienda de golosinas que hay al fondo de la calle? ¿Con el pelo corto y negro? Creo que es una clienta habitual, me ha parecido encontrármela aquí varias veces.

– ¡Ah, si! Nadia. Si, somos muy amigas y viene bastante a menudo para que se lo recorte.

– Pues quiero que me lo cortes como se lo has cortao a ella – le expuso con confianza – . La semana que viene comienzo a trabajar de monitora en un campamento y me vendrá bien un corte fresquito y cómodo.

– ¡Y tanto! – exclamó Cristina al oírlo – ¿Estás segura de que lo quieres tan cortó? Mira que vas a estar mucho tiempo sin poder cepillarte el pelo.

– Tranquila, eso es lo que quiero, porque con el ajetreo del campamento y el poco tiempo que voy a tener, prefiero pasarlo con mi novio a perderlo en peinarme y alisarme el pelo. Además así mato varios pájaros de un tiro, no paso calor, ahorro tiempo para mi niño y estoy más fresquita, y de camino lo hago feliz, que ya sabes que siempre ha querido que me lo deje corto.

– Bueno, la verdad es que si, con el pelo tan corto, vas a estar más fresquita que nunca. Aunque no se, yo te lo dejaría un poco más largo, me parece demasiado corto para ti, que estas acostumbrada a tenerlo largo, incluso para Nadia creo que era excesivamente corto.

– No te preocupes he visto como se lo has cortado y me encanta como le queda y a mi también me gustará.

– Está bien, nos pondremos manos a la obra, ya que veo que estas tan segura. Además no es nada irreversible si al final no te gusta tanto, el pelo crece – terminó de decir Cristina mientras que comenzaba a cepillarle el pelo.

Una vez terminado, le recogió toda el perlo de la parte superior en un moño, mientras que todo el pelo de los laterales y de la parte trasera descansaba sobre la capa que le había colocado previamente, y mientras acercaba un carrito con utensilios le explicó a María:

– Te voy a meter la maquinilla por los laterales y por detrás par que te quede más parejo, porque con la tijera tardaría más y no quedaría tan bien.

– ¿La maquinilla? – exclamó María con tono de interrogación, aunque rápidamente quedó tranquila cuando Cristina le dijo que a Nadia se lo había cortado de esa forma y que tampoco se lo iba a dejar al cero – Está bien haz lo que me tengas que hacer para dejármelo como a ella.

Mientras en mi cabeza no dejaba de resonar la conversación que acaba de escuchar. El hecho de que Cristina pareciese reacia a cortarle el pelo como a Nadia, y teniendo en cuenta las ganas que tenía de meterle un buen corte de pelo a la aburrida melena de María como decía ella, no me daba buena espinal. Había algo que se me escapaba.
De repente un zumbido me despertó de mis pensamientos, mientras que apreciaba como Cristina había comenzado a cortarle el pelo a María dejando una brecha detrás de la cabeza casi invisible pues todavía había muchos pelos que tapaban gran parte de esta.

Cristina siguió cortando a la vez que iba echando los largos mechones de pelo que cortaba en cada pasada hacia un lado u otro de la cabeza, donde desde sus hombros seguían un corto camino descendiendo por la capa hasta llegar al regazo de María, que al verlos sonreía satisfecha mientras mantenía la cabeza agachada para facilitarle el trabajo a Cristina.

Mientras María seguía tranquila y feliz viendo caer más mechones de pelo y Cristina seguía dando pasadas una y otra vez con la maquinilla, yo, ensimismado en mis cavilaciones, no conseguía disfrutar del todo con el corte, el cual quedaría más corto que el de la chica de la tienda. ¿Se lo estaría dejando más corto por los lados para adaptarlo mejor a la forma de la cara y la cabeza de María? ¿Se estaría resarciendo de tantos años recortándole tan solo las puntas y querría apurarle el peinado al máximo pero sin llegar a desagradar a María? Algo no me cuadraba, María no era la clase de persona que dejaría a un cliente insatisfecha o que le cortaría el pelo como le viniera en gana y por otra parte no creo que dejárselo tan corto serviría para que le quedase mejor.

No se si sería por la expectación de que María se cortara el pelo corto, la ansiedad por lo que no llegaba a comprender o por la excitación fruto de escuchar el bramido de la maquinilla, pero mi miembro se había endurecido y había crecido de tal manera que estaba a punto de estallar, porque el hecho de ver como iba teniendo María menos pelo no ayudaba a que la erección bajara, sino todo lo contrario.

Mientras tanto el sonido de la maquinilla cambiaba cada vez que Cristina daba a una pasada al lateral de la cabeza, puesto que ya había terminado con toda la parte de atrás, la cual yacía completamente en el regazo de María, que al tener la cabeza agachada y al caerle el pelo recogido arriba hacia delante no podría ver en el espejo lo corto que estaba quedando su pelo.

Cristina una vez termino con los dos lados comenzó a dar unas cuantas pasadas por toda la cabeza para dejarla de forma homogénea y que ningún pelo escapase a la inexistente clemencia de la peluquera. Con todos los laterales ya terminados, dejo la maquinilla en el carro y se dispuso a soltar el pelo de arriba para seguir cortando, a la vez que María descubría con sorpresa el resultado de la sesión de maquinilla. A María le recorrió un escalofrío por la nuca, mezcla de excitación, sorpresa y espanto, cuando se la toca y comprobó cuan corto había quedado su pelo.

Pero la sorpresa y el miedo pasaron de forma simultanea cuando María vio en su mente la imagen de Nadia y las palabras de Cristina “así es como se lo corte a Nadia”, puesto que María estaba decidida a cortarse el pelo como esa chica, y si Cristina le metía la maquinilla, la tijera, la navaja o hiciera lo que hiciera le daría igual puesto que estaba dispuesta a cualquier cosa para tenerlo como ella quería.

– Ya veo que estás disfrutando del corte de pelo, eh. Te ha gustado la maquinilla, ¿no? – le pregunto con gracia Cristina.

– Pues la verdad es que si, la sensación que produce la vibración y el sonido me ha gustado.

– Pues si quieres te meto la maquinilla también por arriba y así sigues disfrutando de esa sensación durante un rato más.

– ¿Cómo? – soltó María entre una exclamación y una pregunta – Mejor no, porque aunque disfrutara, si sigues cortándome el pelo con esta longitud parecería una bola de billar y de momento lo prefiero un poco más largo.

– Pero puedo ponerle un peine mas largo y que no te quede tan corto.

– Mejor no, porque con uno más largo perdería la gracia y no seria la misma sensación – dijo María de forma irónica – Sigue con la tijera mejor, que también tiene su gracia.

Me dio un vuelco al corazón cuando María reconoció que le había gustado y cuando Cristina le preguntó que si seguía cortando con la maquinilla, pues aunque me había encantado ver como se la metía anteriormente, no me agradaba la idea de verla completamente rapada, no creo que le hubiera quedado del todo bien.

En ese momento sonó en el móvil de María y mientras que contestaba al teléfono, Cristina comenzó a separar los mechones de pelo y sujetándolos con los dedos, de forma horizontal paralelos a la cabeza, con la otra fue cortándolos al ras de los dedos, quedando estos con un dedo de longitud mas o menos.

Ante mi asombro Cristina siguió cortando de la misma manera todos los mechones que quedaban largos, comenzando desde atrás hacia delante, mientras que María seguía ajena al encontrarse mas concentrada en el teléfono. ¡Le estaba dejando el pelo la mitad de largo que lo tenía la chica de la tienda! Quizá lo estaba haciendo para comenzar a cortarlo de forma gradual y que por delante quedase más largo, como Keyra Knightly en la película de Dominó.

Todo lo contrario, mientras María no distinguía del todo el largo de los mechones resultantes, puesto que no tenía las gafas puestas, las cuales se había quitado para que Cristina le cortase el pelo, cosa que ésta estaba haciendo ya en las cercanías del flequillo, cortando todo el pelo a la misma longitud, cosa que fue interrumpida de repente cuando llego alguien a la peluquería.

Cristina y yo nos percatamos de su presencia al verla e reflejada en el espejo que alicataba toda la pared de la peluquería, mientras que María al estar concentrada en el móvil no se dio cuenta, era una chica con el pelo corto, muy corto, igual que lo había llevado yo gran parte de mi vida, cortado por los laterales al dos y la parte de arriba emparejada con la tijera un poco más largo.

– Hola Cristina, – dijo a ésta a la vez que se acercaba a ella – he venido a hacerte una visita y así de camino te pago el corte de pelo de esta mañana, que al final como nos pusimos a hablar, se me hizo tarde, y se me olvido pagarte.

¡Era Nadia!

De repente se me vino a la cabeza María. Cristina no estaba haciendo de las suyas ni había cambiando el corte para adaptarlo a María, sino que, como una profesional, se había adaptado a las exigencias del cliente y a su vez como profesional y en este caso como amiga había intentado advertir a María, pero que al no tener éxito no tuvo más remedio que llevar a cabo su labor a gusto del cliente, el cual como dicen “siempre lleva la razón”.

El problema era que el cliente en este caso no llevaba la razón, María quería cortarse el pelo como Nadia, y se lo había explicado perfectamente a Cristina y esta la había entendido perfectamente. El problema es que María no sabía que después de haberla visto por la mañana, Nadia había venido a recortarse el pelo como hace habitualmente, pero que debido al calor tan insoportable que hacía había decidido probar con algo más corto y fresco que de costumbre.

– No hacía falta – le contesto a María mientras seguía cortándole el poco pelo largo que le quedaba a María – Pero bueno ya que estas aquí te voy a presentar a una amiga. María esta es Nadia, es la chica que trabaja en la tienda de golosinas, como la que te querías cortar el pelo.

– Encantada – articuló María de forma incrédula.

– La muy tonta ha venido expresamente a pagarme el corte de pelo que se ha hecho al mediodía, cuando cerro la tienda, y como nos pusimos a hablar, se nos fue el santo al cielo y con la prisa por cerrar se me olvido cobrarle – espetó de forma amistosa Cristina.

– Si, – dijo Nadia – vine a recortarme el pelo cuando cerré la tienda al mediodía, pero como hacía tanta calor pues al final decidí probar con algo más fresco y más corto, así que le dije a Cristina que me lo dejara más corto, como a un chico.

A María se le vino el mundo encima cuando comprendió lo que le estaba haciendo Cristina en la cabeza, que había intentado avisarla pero sin éxito. María forzando la vista pudo ver con horror como le estaba dejando su preciado pelo y como quedaría al ver el peinado de Nadia.

Mientras que Nadia tomaba asiento, Cristina siguió con su labor acabando con todos los mechones que aun no habían sido cortados y posteriormente, ayudándose del peine, comenzó a repasar y emparejar primero todo el peo por arriba y luego el escalón que había quedado de meterle la maquinilla solo por los laterales.

Cada tijeretazo que seguía dando era un duro golpe para María, que no podía creer lo que había hecho. Había pasado de tener el pelo por mitad de la espalda a tenerlo casi rapado completamente.

En poco tiempo Cristina había acabado su trabajo, aunque a María le parecieron siglos de angustiosa tortura en los que cada vez veía su pelo más corto y en los que llego a pensar que Cristina no pararía hasta llegar a la raíz. Para rematar la faena Cristina abrió la capa por el cuello y antes de retirarla le repaso el cogote, afeitándole todos los pequeños pelillos que afeaban este.

– ¡Ya está! – exclamó Cristina, mientras le quitaba la capa a María con cuidado – Te voy a lavar otra vez la cabeza antes de que se te llene la ropa de pelos, que aun siendo tan pequeños, no veas lo molestos que son.

María asintió con la cabeza con un gesto de resignación en su cara, cosa que hizo que Cristina se diera cuenta de lo que había pasado. Una vez que le retiro la capa pasaron al lavacabezas, donde Cristina comenzó a enjuagarle la cabeza.

– Estás guapísima María. Tenías razón al querer cortarte el pelo así – añadió para intentar quitarle dramatismo al asunto mientras le lavaba la cabeza – Además como te estoy enjugando la cabeza, en lugar de irte a tu casa a ducharte, os podéis dar una vuelta y lucir tu nuevo corte de pelo.

María asintió con la cabeza, aunque realmente la contestación la dio con una lágrima que de forma lenta resbaló por su mejilla, mientras volvía a asentir con la cabeza.

(continuará …)

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Author: mdj

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