Tres amigas (Charly)

Isabel, Silvia, y Patricia eran tres amigas que llevaban viviendo juntas desde que comenzaron la carrera de Matemáticas. Estaban en quinto curso, pero se les había atragantado el Cálculo, de segundo. El examen era el miércoles. Se habían juntado para poner en común las dudas que tenía, pues habían quedado con Nacho, el profesor, para que se las resolviese el martes por la mañana, en su despacho de la Facultad. Estaban cansadas de estudiar y decidieron bajar a tomar un café en una terraza que estaba situada muy cerca de su casa. Al llegar allí, coincidieron con Lupe y Fran. Eran una pareja de novios que había abierto un salón de peluquería unisex enfrente de su portal. Les convencieron de que se sentasen con ellos y empezaron a charlar. Habían establecido una buena amistad entre todos, De una cosa pasaron a otras y de repente, Lupe les comentó por qué no se pasaban al final de la tarde por la peluquería para que se relajaran. Les dijo, en broma, que las iba a poner guapas para que fueran a ver a Nacho, su profesor, y las aprobase sin tener que examinarse. Les hizo gracia la idea pues llevaban tanto tiempo intentando aprobar el Cálculo que no sabían ya que intentar. El caso es que Nacho era un tipo bastante simpático y hablaba mucho con ellas, pero era un hueso duro de roer a la hora de aprobar sus exámenes.
A Patricia la idea de la tarde peluquería no le sedujo aunque aceptó a regañadientes pero tanto a Silvia como a Isabel les pareció una gran idea, por distintos motivos. Silvia tenía una melena rubia que era su debilidad y a su vez, su fuente fundamental de belleza. Causaba admiración sobre todo entre los chicos. Se la cuidaba con mucho esmero y utilizaba frecuentemente máscaras capilares para hidratar y dar volumen a su cabello. Perdía mucho tiempo con él, pero sabía que su pelo había servido para conquistar a su actual novio, Pablo. Cada mes acudía regularmente al salón de sus amigos para sanearse las puntas, con lo cual le parecía una idea estupenda bajar esta tarde al salón. Isabel lleva el pelo a la altura de los hombros, todavía con restos de una permanente que se había hecho para la cena fin de carrera, a finales de febrero. Su pelo era de un color indefinido ya que se había dado varios tintes, alguno de ellos en casa y pensó que era la oportunidad para arreglarse el cabello de cara al verano. El padre de Isabel trabajaba en una consultoría y le había buscado un trabajo pero necesitaba aprobar esa maldita asignatura que se atragantaba. Creyó que era el momento de para un cambio de imagen. Fran le recomendó un corte de pelo bastante corto, con un baño de color cobre muy moderno. Se sentó en la silla y se relajo mientras le lavaban la cabeza. Aceptó encantada la idea del nuevo “look”. Poco a poco las tijeras iban acabando con lo que quedaba de sus cabellos de varios colores. Y notaba que su pelo se iba quedando cada vez más corto.
No quería mirar en el espejo hasta que terminara Fran pero notaba que sus orejas estaban despejadas pues sentía el aire del ventilador. El peluquero terminó de cortar. Le cepillo con cuidado para retirarle los pelitos cortos y le animo a que mirase el espejo. Le encantó como le había quedado el pelo. Era un peinado bastante corto, que le daba un aire informal. El color cobre le quedaba fantástico. Estaba muy graciosa con sus gafitas negras y pensó que tenía un aire de ejecutiva agresiva, propio para el nuevo trabajo que iba a empezar en la consultoría. Sólo tenía que aprobar ese maldito Cálculo.
Patricia llevaba el pelo por encima de los hombros. Tenía una media melena lisa, resultado del corte estilo bob que se había hecho también para la cena fin de carrera. Se lo quería dejar crecer y simplemente quiso un buen lavado de cabeza y un marcado. No le apetecía cortárselo. Pensaba casarse el próximo verano y deseaba tener un cabello largo para que el peluquero le pudiese hacer un peinado especial ese día.
Cuando le toco su turno, Silvia se sacudió su larga melena rubia. Decidido simplemente cortarse las puntas y sanearlas de cara al verano.
Así pues las tres amigas habían pasado buena parte de la tarde en la peluquería, se habían olvidado de sus problemas y se sentían guapas y con ganas de comerse el mundo, pero antes deberían aprobar el examen de Nacho.
Al día siguiente por la mañana fueron a la Facultad. Subieron al tercer piso donde se encontraba el despacho de Nacho. Por el pasillo se encontraron con Olga. Olga había compartido piso hasta noviembre con ellas tres, pero había sucedido un hecho que había roto su amistad, al menos con Silvia, que aceleró el paso nada más verla, para evitarla. Patricia e Isabel se detuvieron un momento y charlaron con ella. Olga había vivido con ellas los cuatro primeros cursos de la carrera.
Por aquel entonces, ella tenia una larga melena negra, que le cubría toda la espalda. Era un pelo denso y brillante que solía llevar siempre suelto y lo movía con una gracia especial al andar, que hacia perder la cabeza a los hombres. Este año, al principio del curso, Pablo, que entonces era el novio Olga, les invitó a una fiesta que hacían unos chicos de Físicas. A la fiesta fueron las cuatro amigas. Bebieron bastante y a medianoche Pablo, empezó a tontear con Silvia.
Empezó a jugar con su larga melena rubia y a acariciársela. Olga enseguida se dio cuenta de que Pablo estaba ligando de manera descarada con Silvia. En principio no quiso preocuparse, pues al fin y al cabo Silvia era su amiga y no pensaba que se la iba a pegar, pero al rato vio que Pablo y Silvia estaban abrazados y se besaban. Olga se sintió engañada y se fue llorando. Patricia e Isabel no la vieron marcharse, pues estaban bailando algo borrachas. A las cinco de la mañana se marcharon a casa e intentaron convencer a Silvia para que las acompañase. Vieron entonces con horror que estaba besándose con un chico que enseguida identificaron con Pablo. Pensaron que iba a haber problemas entre las amigas a partir de ese momento. Silvia no quiso ir con ellas pues estaba en muy buena compañía
Al legar a casa, Patricia y Silvia se dieron cuenta que se habían olvidado las llaves. Aunque les daba pena, pues pensaban que Olga estaría dormida, decidieron llamar al timbre y que su amiga les abriese. Cuando Olga apareció, Patricia y Silvia se llevaron una sorpresa tan grande que se les paso la borrachera. En principio no la reconocieron, pero enseguida se dieron cuenta que era ella, la chica con la cabeza completamente afeitada que salió a abrirles era Olga.”¡Qué has hecho loca!”, le dijeron a Olga sus amigas nada más verla. Ella respondió: “mi pelo, mi larga melena era lo que más gustaba a Pablo. Cuando vi cómo como acariciaba el cabello de Silvia no pude evitarlo, me dio un ataque de celos horrible y al llegar a casa sólo pensaba en deshacerme de lo que más me lo recordaba”. Les dijo que cogió las tijeras de la cocina y empezó a cortarse poco a poco los mechones de cabello. Al principio se dejó algo parecido a una media melena, pero conforme el pelo iba cayendo, se sentía cada vez más liberada. Corto y cortó hasta dejárselo como un chico. Decidió entonces ir hasta el final. Recordó que tenía una maquinilla para cortar el pelo que se había dejado olvidada su hermano. Se puso una toalla por encima de los hombros, cogió la maquinilla con la mano derecha y empezó a pasársela. Surgió el primer surco en su mata de cabello oscuro. El corte iba avanzando poco a poco y aparecía su piel bien blanca donde antes estaba su preciosa melena negra. Se había quitado ya todo el pelo de la parte superior cuando empezó a pasarse la rasuradora por la nuca. Al principio no calculaba bien el corte por la dificultad de no verse completamente la cabeza, pero poco a poco, la maquinilla iba entrando su pelo como un cuchillo en la mantequilla. Tenía ya completamente rapada la parte derecha. Como no alcanzaba a ver todo su cabello, se pasaba la mano y donde encontraba briznas de pelo, volvía a repasar con la afeitadora. La liberación que encontraba al desprenderse de su cabello le hizo tomar fuerza para terminar el corte. Era el momento de contemplar el rapado completo de la parte del cuello. Continuó con el lado izquierdo metiendo la máquina a la altura de las orejas, con la ayuda de la mano y guiando el corte de la máquina para terminar con lo poco que quedaba. Ya sólo restaban unas briznas a la altura de la coronilla. Se las rapo y acto seguido, se pasó la mano por toda la cabeza. Ya no quedaba nada que segar, pero notada un pequeño rastrojo que también estaba dispuesta eliminar.
Se enjabonado completamente la cabeza con espuma de afeitar y se pasó la cuchilla varias veces, hasta que se quedó como una bolita de billar. Se sintió liberada y libre y en ese momento sonó el timbre que anunciaba la llegada de sus amigas. Olga se alegro de que Silvia no acompañara a Patricia e Isabel en ese momento. No le quería dar satisfacción de que la viera con la cabeza completamente rasurada y que supiera que el motivo era Pablo. Estuvieron consolándola hasta muy tarde pero poco a poco se fue calmando. Era un poco extraño y costaría acostumbrarse a no ver cimbrearse la larga melena de Olga y en su lugar, ver una cabecita reluciente. A la mañana siguiente, Olga hizo el equipaje y se marchó del piso. No podía soportar la idea de tener que cruzarse de nuevo con Silvia y encontrarse con Pablo.
Cuando fueron el lunes a la facultad todo el mundo se quedó súper sorprendido del rapado que se había hecho Olga.. Le comentaron que parecía enferma de cáncer. Patricia e Isabel no dijeron cuál era la razón del cambio de imagen pero todo el mundo lo comentó. Nacho, el profesor se acercó a ella y le dijo, con una sonrisa, que estaba bastante cambiada pero que no le quedaba nada mal.
Ahora Olga ya no llevaba la cabeza totalmente afeitada como el primer día. Tampoco se había dejado crecer el pelo. Llevaba el cabello muy corto, con un estilo similar al que llevan muchos chicos cuando entran al ejército. La nuca y los laterales rapados, con una longitud inferior a 5 mm, con la línea de corte perfectamente definidas, apurada con navaja. La parte superior de la cabeza era una cima plana, como la superficie de un portaaviones. El pelo siempre tieso y no más de 2 cm. Estaba muy guapa con ese corte tan masculino que ella se cuidaba mucho. Apenas le crecía un poco se lo volvía a cortar. Un día, a la salida de clase, le había comentado a Isabel que estaba saliendo con un chico, que era un fetichista del pelo corto y que el mismo se encargaba de cortárselo así. Todos los viernes quedaban a cenar su casa. Después de la cena, él la desvestía cuidadosamente, le ponía una camisa blanca suya y la sentaba en un sillón del salón de su casa, enfrente de un gran espejo. Entonces el conectaba la maquinilla y se la pasaba por toda la cabeza, de lado a lado. Después, con la máquina casi sin protección le apuraba la nuca y los laterales y por último, le repasaba la línea de corte con la navaja y la espuma. Olga era feliz con su chico desconocido que le cortaban el pelo una y otra vez.
Desde entonces no habían recuperado la amistad entre todas las amigas ya que Olga no quería ver a Silvia ni en pintura, pero ello no era obstáculo para que las otras tres siguieran teniendo buena relación. Aunque ya no vivieran juntas, se contaban cosas, como esa mañana de Junio en que iban a ver al profesor de Cálculo.
Llamaron a la puerta y Nacho las recibió tan amable como de costumbre. Enseguida, como el que no quiere la cosa desvío el tema de conversación hacia el pelo, su tema de conversación favorito. Isabel se ruborizó cuando vio que mantenía la mirada fija en su cabeza. “Te queda genial ese nuevo corte”, le comentó. “¿Te gusta?, este verano quiero trabajar en una consultoría y me encanta ese aspecto informal pero profesional que me da” le dijo Isabel. “Vas a triunfar en el mundo de la empresa, ya solo te falta aprobar el cálculo” concluyó Nacho. Cuando terminaron con las dudas salieron cuchicheando del despacho. Silvia y Patricia le dijeron a Isabel, que sólo se había fijado en su peinado. ¿Qué pasa, qué ellas no habían ido a la peluquería?. Isabel les llamo “envidiosillas”, con cierta guasa.
Al llegar a casa Isabel, empezó a agobiarse por el examen del día siguiente. Se le ocurrió llamar por teléfono a Luis, un amigo suyo que era un experto de la informática. Le pidió que intentase entrar en el ordenador de Nacho para ver si podría descubrir el examen.
A medianoche, Isabel estaba mirando su correo cuando llegó el mensaje de Luis. Lo abrió ansiosa pero el texto que leyó la decepciono inicialmente. “No he conseguido encontrar nada parecido a un examen, lo debe tener guardado en algún disquete, pero si he encontrado una fotos de una persona que conoces y como me han parecido interesantes, te las envío. Siento no haber sido de ayuda”. Isabel descorazonada abrió el fichero que contenía las fotos, sin apenas interés, pues lo que ella quería era su examen. Lo que vio le dejo muy sorprendida. Eran fotos de su amiga Olga. En algunas de ellas se veían distintas etapas de un corte de pelo. Mostraban el antes, el durante y el resultado final. Se la notaba muy sonriente y mirando a la cámara, haciendo guiños de complicidad al fotógrafo. Al principio Isabel se sorprendió, pero poco a poco fue atando cabos. Estaba claro, el novio fetichista del pelo corto de Olga era Nacho, el profesor de Cálculo. Por eso Olga estaba siempre alrededor de él, por eso tenían tan buen rollo, por eso esta mañana Nacho sólo se había fijado en su corte de pelo. Ella era la que más cortito lo llevaba. Sus amigas habían ido también a la peluquería pero no habían cambiado su imagen de la misma forma que ella lo había hecho. Una idea le vino a la cabeza. “Para situaciones desesperadas, ideas radicales” pensó Isabel y se fue a dormir más tranquila.
Cuando se levanto de la cama fue directamente al cuarto de baño, se miro en el espejo y vio por última vez el bonito corte de pelo que se había hecho el lunes en la peluquería de Fran y Lupe. Se puso una camiseta blanca y un vaquero, cogió la cartera y se fue a la calle. Pasó como un suspiro por delante de la peluquería de sus amigos. No quería que la viesen y le preguntaran dónde iba. Dos manzanas más abajo estaba el destino de Isabel. Era una antigua barbería por la que parecía que no pasaba el tiempo. Tenía el mismo aspecto de las últimas tres décadas. La regentaba un señor de unos sesenta años y la clientela era bastante diferente del salón de Lupe y Fran. Niños y mayores de 50, varones. eran las personas habituales de la barbería. Isabel empujó la puerta con miedo del paso que iba a dar. El salón estaba vacío. Se sentó en un sillón a la espera que apareciese el barbero. Al oír el tintineo de la puerta apareció éste, proveniente de la trastienda. Le dijo: “señorita, creo que se ha equivocado, en este establecimiento no atendemos a mujeres. Aquí solo atendemos varones. No hacemos peinados, solo cortes a maquinilla”. Isabel temblorosa le dijo: “ Lo sé, es lo que quiero. Este verano voy a trabajar de voluntaria en África y necesito un corte de pelo cómodo, que no me dé trabajo y me haga sudar lo menos posible.”. “En ese caso ha entrado en el sitio adecuado”, comento el barbero. Le puso un peinador alrededor del cuello, se lo ajusto y, sin siquiera mojarle el cabello, empezó el corte. Conectó la maquinilla, le empujo suavemente la cabeza hacia abajo y empezó a pasársela por la nuca. Poco a poco notaba como iba remontando hasta llegar a la coronilla.
Posteriormente empezó a meter máquina por los laterales. Con el rabillo del ojo Isabel veía como iban cayendo sus mechas de cabello color cobre en el peinador. Cuando terminó el peluquero, cogió la tijera y le cortó rápidamente la parte superior. Cogió una brocha y le limpio los restos de cabello que le habían quedado. Con una maquinilla desechable le apuro el cuello y le dijo: “¿servida la señora?”. Isabel se miró en el espejo y asintió con la cabeza. Al principio la imagen reflejada le resulto extraña, pues con ese cabello tan corto, parecía un muchacho. Pero poco a poco la fue gustando lo que veía, era una imagen incluso dulce, para nada provocadora y agresiva como podría pensarse de una mujer con un corte de pelo tan radical.
Pensó que si su corazonada era cierta, el pelado le iba a ayudar a aprobar el cálculo. Cuando fueron al examen por la tarde, Silvia y Patricia no comprendían que se hubiese cortado el pelo de nuevo y además tan corto, pues el lunes pasado habían ido ya a la peluquería. Isabel no quiso comentarles nada y les dijo que era una promesa.
Cuando Nacho repartió los exámenes, se acerco a Isabel y de manera aparentemente distraída, le pasó la mano por el cuello. Isabel se estremeció sorprendida, concentrada como estaba leyendo el examen. Pensó: “el pez ha picado en el anzuelo”. Nacho le dijo al oído “Buen corte de pelo al dos, Isabel”. “Te equivocas, pues me rapado al uno” contesto ésta. Nacho le comento que le quedaba genial y que le daba una mirada muy dulce. Durante el examen Nacho estuvo casi todo el tiempo cerca de Isabel. Ésta le preguntaba todas las dudas que tenía y el profesor se alargaba en las explicaciones, sugiriéndole las contestaciones más adecuadas. Nacho no quitaba la vista de su nuca y la rozo con disimulo un par de veces. Isabel salió contenta del examen. El sacrificio del cabello había merecido la pena.
A la salida del examen Silvia, le dijo a Isabel “no sé como te las arreglas, pero Nacho ha estado todo el tiempo a tu lado, dudo si el examen lo has hecho tú o ha sido a medias. Isabel sonreía. El lunes siguiente salieron las notas, Isabel y Olga habían aprobado, Patricia y Silvia no. Isabel les dijo sonriendo: “si queréis aprobar, la cabeza os debéis rapar”. Sus amigas pensaron que estaba loca y no le prestaron mayor atención. Antes de llegar a casa se sentaron en una terraza a tomar un café. Isabel les insistió en que había descubierto el fetiche que tenía Nacho con el pelo corto de las chicas. Esa era la causa del rapado que se había dado antes de ir al examen. Nacho no quitaba ojo de su cabecita recién esquilada y por ello había estado la mayor parte del examen junto a Isabel y ésta había aprovechado para que le fuese ayudando con disimulo.
Silvia no quería creerlo y no estaba dispuesta a pasar por la peluquería. Pensaba dejarse la asignatura para septiembre y aprovechar el verano para estudiar. No iba a sacrificar su larga melena que además tanto gustaba a su novio Pablo. Patricia sin embargo, estaba convencida. Pensaba examinarse en la convocatoria de Julio y pasar el verano tranquila. Quería dejarse el pelo largo para la bada pero si había que casarse con el pelo más cortito, no le importaba.
Faltaban aún dos semanas para el examen pero la decisión estaba tomada, Patty, como llamaban a Patricia familiarmente, iba a estudiar pero el empujón para aprobar se lo iba a asegurar visitando a sus amigos Lupe y Fran la mañana antes del examen. Por fin llegó el esperado día. Isabel y Silvia ya se habían marchado y ella estaba sola en el piso. Se miró en el espejo su pelo negro por última vez y bajó decidida a la peluquería.
Se sentó en el sillón enfrente de un gran espejo. Era temprano y solo había una clienta en el salón. Fran estaba terminando de arreglarla así que fue Lupe quien le atendió y le dijo: “qué Patty, ¿te corto un poco?” le dijo riéndose pues sabía que Patricia estaba dejándose el pelo largo. Lo que Lupe oyó la dejo helada: “un poco no, córtamelo todo, quiero que me peles al cero”, dijo Patricia. La peluquera no daba crédito y pensó que su amiga estaba de broma. Lupe quería asegurarse de que había escuchado bien. Patricia insistió en que quería raparse y que no le pidiese explicaciones, que tenía una poderosa razón para hacerlo. Lupe se dio cuenta que Patricia estaba tensa y no tenía ganas de charlar así que olvido su amistad con Patricia y actuó como una profesional. Le coloco un peinador alrededor del cuello y tomó unas larga tijeras. Empezó a cortarle mechones no muy largos. Le había quedado una media melena recta, justo por debajo de las orejas. Paró de cortar en ese momento y tomó un espejo en su mano para que, reflejada su imagen en el otro espejo, Patricia observara como estaba quedando el peinado, con la secreta esperanza de que se se arrepintiera y detuviera el corte.
Patty pareció suplicarle con los ojos que continuase con su trabajo. Hizo un movimiento brusco con su cabeza y el pelo se movió por última vez. A éste le faltaba un instante para dormir en el suelo. La peluquera tomó la maquinilla, se la puso en la frente, y la avanzó hasta llegar a la nuca, una vez, otra y otra. A Patricia empezaba a faltarle el aire mientras notaba que en la parte superior de su cabeza afloraba su blanca piel, antes cubierta por cabello. La peluquera continuó cortando. Ahora la afeitadora pasaba por los laterales que paulatinamente iban quedando rapados. Lupe le puso la mano en la parte posterior de la cabeza y se la empujó suavemente hacia abajo. Empiezo a rasurar por la parte baja del cuello, remontando una y otra vez hasta la coronilla. Patricia veía aparecer cada vez más piel, descubierta de su frondosa mata de pelo. Emitió una sonrisa nerviosa mientras una lluvia de pelo caía su regazo y ahí al suelo donde se amontonaba un buen puñado de cabello oscuro. Luego tocó el turno del otro lado y vio reflejada en el espejo una minúscula coleta donde antes estaba su frondosa melena. Con un último golpe de máquina la peluquera término de rasurarle la cabeza. Entonces le pasó una mano por todo el cráneo, como para asegurarse de que no había quedado cabello por cortar. Patricia imitó el gestó de Lupe y notó un rastrojo donde antes estaba su melena. Los más de 40 cm de pelo se habían quedado reducidos a apenas 2 mm. La peluquera tomo un cepillo de largas cerdas y se lo pasó por el cuello y por toda la cabeza, para despojarle de los pelitos que se le habían quedado adheridos. Otra vez le mostró el espejo y Patricia vio horrorizada como había quedado su cabeza casi completamente calva. Emitió una risa nerviosa mientras acariciaba una y otra vez lo restos de su frondosa cabellera. La peluquera le quitó el peinador y le dijo que si estaba lista la señora, si había quedado suficientemente corto o le afeitaba la cabeza. Patricia se miraba en el espejo una y otra vez, sin terminar de creerse que todo el cabello que ahora tapizaba el suelo del salón, estaba apenas hace 20 minutos en su cabeza. Tenía la cabeza muy fresca y se le veía la piel blanca, apenas disimulada por el pequeño rastrojo que todavía quedaba. Se fijó en lo que destacaban ahora los minúsculos pendientes que llevaba, ahora con las orejas completamente despejadas. Se incorporó, se puso de pie y salió a la calle. Hacía un vientecillo ligero e instintivamente se echó las manos la cabeza para sujetarse el cabello. Se echó a reír cuando sus manos se encontraron con su cabeza rapada. “Poco calor me va a dar este verano la melena”, pensó Patricia.
Por la tarde, recién esquilada, fue a la Facultad, al examen. La gente volvía la cabeza con disimulo al cruzarse con ella. Aunque ya no era tan excepcional, era difícil ver a una chica con el cabello casi completamente rapado. Patricia pensó que él que debía de prestar atención a su pelo, o más bien a la falta del mismo, era Nacho, si la suposición de su amiga Isabel era la correcta. Efectivamente, Nacho estuvo durante casi todo el examen con ella. Le paso la mano por la cabeza, sin el disimulo que había adoptado con Isabel, hacía dos semanas. Le dijo en broma que si el corte de pelo era para refrigerarse las ideas y Patricia le comentó, también riéndose, que ahora vería como le salía humo de la cabeza de tanto pensar.
El resultado del examen fue un éxito. Sacó un siete y pensó que el rape había merecido la pena. Llamó a sus amigas para comunicarles el éxito y decidió que se había ganado una buenas vacaciones.
Silvia estuvo todo el verano con su novio Pablo en el pueblo. Aunque había hecho firmes propósitos de estudiar, no tocó los libros hasta la última semana. Entonces observó que no le iba a dar tiempo de estudiar toda la materia. Se dio cuenta de que se iba atener que pasar otro año con la maldita asignatura. Eso era impensable, así que armándose de valor y aprovechando que Pablo hacía un par de días que se había marchado, se acercó a una peluquería. Pidió, entre lagrimas, que le cortaran el pelo. El peluquero le dijo que cómo de corto lo quería y ella, sollozando, se cogió el cabello cerca de su nacimiento e indicó que no quería más de dos centímetros de cabello. Enseguida empezó a ver como caían los mechones encima del peinador.
Las tijeras volaban rápidamente por toda su cabeza. Notaba como le cortaban el cabello por encima de las orejas. Se pasó la mano por el cuello y vio como un mullido suave, ocupaba el lugar donde antes estaban su largo y sedoso pelo. Nunca había llevado el cabello tan corto. Ni mucho menos estaba tan apurado como se lo habían dejado sus amigas, pero pensaba que eso sería suficiente para fijar la atención del profesor. Se volvió a la ciudad para el examen y el día de antes no se atrevió ni a salir de casa. Se veía fea, casi desnuda con ese corte de pelo.
El día de la prueba se puso una gorra para ir a la Facultad y no se la quitó hasta el momento de entrar al aula. Los compañeros le comentaron lo guapa que estaba con el pelo cortito y además que era un peinado muy moderno. Nacho se fijo en el cambio de imagen de Silvia y se le acercó después de repartir los ejercicios. Le comentó que si le había faltado decisión para raparse, como sus amigas y Silvia, asustada, le dijo que si no le parecía lo suficientemente corto. Nacho le reseño que lo corto o largo que llevara su cabello era una cosa que sólo a ella le concernía, que él se lo comentada por ser amable.
Dos días después del examen se cruzo con Nacho en los pasillos de la Facultad y se atrevió a preguntarle por el ejercicio. El profesor, entre risas, le comentó que le había “faltado un pelo” para aprobar, pero que se pasase mañana por el despacho para revisar el examen. A Silvia ese comentario de que le había “faltado un pelo” le sonó en su cabeza como un aldabonazo. Pensó que el pelo que le había faltado para aprobar era el que le había faltado de cortar en la peluquería, así que si era por eso iba ir a la revisión pero iba a jugar su última carta. El profesor se daría cuenta que era más atrevida que sus amigas, iba a ir más lejos que ellas.
Antes de volver a casa, se paso por el salón de Lupe. Estaba terminando con una clienta pero enseguida le atendió. La peluquera le pregunto que tal había ido el verano y qué había hecho con su melena, si le había entrado el mismo virus que a Patricia e Isabel. Silvia le dijo que aunque su cabello estaba más corto que lo que nunca había pensado, todavía no era suficiente y venía precisamente a afeitarse la cabeza. Lupe empezó a reírse, y poco a poco las carcajadas era estruendosas. Silvia no entendía nada y empezó a enfadarse pues no entendía el motivo de la risa de Lupe. La peluquera le tranquilizó, para nada se estaba riendo de ella. Le dijo a Silvia que cerrase los ojos. Ésta obedeció y cuando los volvió a abrir vio que Lupe llevaba la cabeza completamente rasurada, mientras que en la mano llevaba una peluca. Le explicó el motivo. En agosto había ido con su novio Fran a una feria de peluquería en Alemania. Había visto un montón de tintes para el cabello con unos colores innovadores. Le apetecía probarlos todos, con la idea de traérselos a su salón para la nueva temporada. Se tiñó el pelo cinco veces en una semana. Al final su cabello había dicho basta. Se había vuelto tan quebradizo que se rompía apenas tocarlo.
Nada más regresar de vacaciones, al volver al salón le había pedido a su novio Fran que le rapase la cabeza, para sanear. Desde entonces llevaba peluca para atender en el salón hasta que el cabello le creciese un poco, aunque para animar a Silvia, no se la iba a poner mientras la atendía. O sea que iba a ser rasurada por una peluquera completamente calva. “Lo que daría Nacho por ver la escena”, pensó Silvia.
En el salón de belleza había un amplio espejo que ocupaba toda la pared del salón. Silvia se sentó y mientras la peluquera le colocaba el peinador ajustándoselo en su cuello, no podía quitar los ojos de su amiga Lupe. Ésta llevaba un vestido negro ajustado sin mangas, y su cabeza, completamente calva, destacaba sobremanera reflejada en la inmensidad del espejo. La peluquera comenzó el trabajo. Silvia cerró los ojos pero enseguida empezó a notar el hormigueo que le producía la maquinilla al entrar en su cuero cabelludo.
Lupe le había quitado toda protección a la cortadora con lo cual, conforme está avanzaba, el cabello de Silvia iba quedando completamente rasurado. Paulatinamente fue abriendo los ojos y vio cómo la parte superior de su cráneo se iba quedando sin cabello. Las cabezas de las dos amigas cada vez eran más parecidas. Silvia todavía tenía cabello en los laterales y la parte de atrás, pero poco a poco, la peluquera de manera diligente iba acortando más y más. Notaba el zumbido de la máquina mientras ésta devorado los restos de su cabellera. Silvia no acababa de acostumbrarse a estar desprotegida de su principal fuente de belleza y las lágrimas estaban a punto de asomar a sus lindos ojos. Poco a poco Lupe iba rapando el poco pelo que restaba. Silvia, a pesar de que veía su cráneo rasurado aparecer cada vez más blanco en el espejo, no terminaba de creérselo y constantemente se pasaba la mano por la cabeza, para cerciorarse de que ya apenas le quedaba nada. En un momento dado vio que sólo había de pequeño moñito de pelo, arriba a la izquierda, pero Lupe, de un golpe certero, lo cercenó. Ahora las dos cabezas estaban completamente calvas y relucían en el espejo. Lupe tomo el cepillo y le sacudió los cabellos que se habían quedado pegados en el cuello. Silvia comentó a su amiga que nunca se había sentido tan desprotegida. Lupe la consoló, antes de afeitarle la cabeza con espuma y cuchilla. Le comentó que ambas podrían hacerse bonitos maquillajes.
Lupe le colocó una toallita caliente húmeda encima de la cabeza, para ablandarle de los restos de cabello antes de afeitarle el cráneo. Después tomó el bote de la espuma y le extendió cuidadosamente por toda la cabeza un manto blanco, que ocupaba lugar donde días atrás estaba una de las melenas más bonitas y cuidadas que uno pueda encontrarse. Lupe empezó a pasarle la cuchilla suavemente y poco a poco iba retirando la espuma. Cuando terminó, le extendió una crema hidratante por todas la cabeza. Lupe le dijo que era la cosa más suave que había tocado mucho tiempo y no pudo menos que plantarle beso en el cráneo mondo lirondo de Silvia. La marca de sus labios dejó una huella de color rojo en la cabeza de su amigo.
Un estremecimiento de placer recorrió el cuerpo de Silvia y por primera vez pensó que tal vez había sido algo bonito el afeitarse la cabeza, sobre todo si podía aprobar por fin esa asignatura que tanto se le atragantó. Se levantó del sillón y Fran, el novio de Lupe, les pidió que se pusiesen juntas pues quería tomar unas fotos de recuerdo de del momento de las dos bellezas completamente calvas.
Silvia decidió que era el momento de ir a la Facultad a la revisión de su examen. Sentía que algo estaba cambiando en su vida. Aunque llevaba un sombrerillo en el bolso con idea de ponérselo para cubrirse su cabeza completamente pelada, salió a la calle sin ninguna protección. No disimuló su nuevo corte de pelo. Iba orgullosa luciendo su cráneo, indiferente a las personas que volvían la cabeza al cruzarse con ella por la calle. Llegó al despacho de Nacho y golpeó la puerta con los nudillos. Una voz que Silvia no reconoció le dijo que pasase. Entró y encontró sentada en la silla del profesor a Olga. Cuando Olga vio a Silvia con la cabeza rasurada, empezó a sonreír y poco a poco la sonrisa se fue tornando en una risa contagiosa. Olga comenzó a decirle que donde estaba su maravillosa melena rubia, que si Pablo ya sabía de su corte de pelo. Silvia horrorizada cayó en la cuenta de que había sido objeto de una trampa. Había pensado que era Nacho la que quería ver cortado el cabello de Silvia pero ahora se daba cuenta que todo había sido una estratagema de Olga. Ésta no le perdonaba haberle quitado su antiguo novio, hace casi un año. Olga había terminado por afeitarse la cabeza para olvidará Pablo pero ahora iba a ser Pablo quien iba a olvidar a Silvia después de que está se hubiese rapado al cero para aprobar una asignatura que además no superó.
“La venganza es un plató que se sirve frío” le dijo a Isabel. Ésta última empezó a sollozar cuando cayó en la cuenta de que había sido engañada y además había perdido la fuente de su belleza, en lugar de su sedosa melena ahora tenía una cabeza lisa y brillante.

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Author: mdj

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